LA INDEPENDENCIA
NACIONAL
Ministerio de Educación y Cultura
BIBUOTECA ARTIGAS
Art. 14 de la Ley de 10 de agosto de 1950
COMISION EDITOKA
Dr- Daniel DARRACj:^
Ministro de Educación y Cultura
Juan E. Pivel Devoto
Director del Museo Histórica Nacjonal
Adolfo Silva Delgado
Djrector de la Biblioteca Nacional
Abelardo M. García Viera
Director Interino del Archivo General de la Nation
Colección de Clásicos Uruguayos
Vol 146
Pablo Blanco Acevedo
la independencia nacional
Tomo II
Cuidado del texto a cargo de los Profesores José Pldro BarrÁn^
Benjamín Nahl'm y Elisa Silva Cazet
PABLO BLANCO ACEVEDO
LA INDEPENDENCIA
NACIONAL
TOMO 11
I
MONTEVIDEO
1975
PABLO BLA^CO ACEVEDO
Nació en Montevideo en 1880, hijo del Dr. Juan Carlos
Blanco y Doña Lniba Acevedo, hija del codificador Dr. Eduardo
Acevedo, Integró la Cámara de Representantes en las legisla-
tura» coniprendidaa entre los años 1914 y 1919. Fue miembro
de la Convención Nacional Constituiente; Ministro de Justicia
e Instrucción Pública entre los años 1921 y 1923; Profesor de
Histoiia Americana y Nacional en la Enseñanza Media y Pro-
fesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Deiecho.
Fundddor del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay al
reinstala! se este organismo en 1915, miembro de número y
Presidente de esa corporación dcadémica Durante su actuación
publica puso de manifiesto su preocupación por salvaguardar
los valores históncos y enriquecer el acervo de nuestros archi-
vos y bibliotecas. Integió varias comisiones Vinculadas a las
actividades culturales del país a-^í como otids «|ue contempla-
ban aspectos de carácter social, entre ellas, la Asociación Uru-
guaya di- Protección a la Infancia, a la que consaírró particular
dedicación. En 1901 publicó uu manual de la '"Historia de la
Repúblioa Oriental del Uruguay"; en 1922 el "Informe bobre
la íecha de celeliración del Ccntenaiio de la Independencia";
en 1928 ""La mediación de Inglaterra en la Convención de Paz
de 1828"; en 1929 '*E1 Gobierno Colonial en el Uruguay y los
orígenes de la nacionalidad". Después de su muerte, ocurrida
el 30 de noviembie de 1935, fue editado en la Re\is»ta Huma-
nidades de Buenos Aires, en 19S6, su estudio sobre "El Doctor
Nicolás Herrera en la Independencia Argentina"; en 1939 "El
federalismo de Artigas y la independencia nacional" v *'Estu-
dios Constitucionales*', Varios artículos y ensayos publicados
en la Revista Histórica y en Id Revista del Instituto His-
tórico y Geográfico del Uruguay fueron reunidos en un vo-
lumen bajo el título de ^^Estndioa Históricos" y se procedió a
la reedición dd ''Manual de Historia'* y» por dos veces, de
"El Gobierno Colonial en él Uruguay y los orígenes de la na-
cionalidad".
El Dr Blanco Acevedo reunió una muy importante bi-
blioteca sobre bistoria del Uruguay así como una colección
de manuscritos. Ese valioso acervo fue donado al Museo His-
tórico Nacional por la Sra, Rosina Pérez Butler de Blanco
Acevedo en cumplimiento de la voluntad manifestada por su
esposo, quien guiso testimoniar su devncinn por el conocí-
miento del pasado nacional roás allá de su muerte, evitando
la dispersión de fuentes de estudio tan importantes como las
que había reunido desde su adolescencia.
vn
CRITERIO DE LA EDICION
la presente edición reproduce e] texto de la efectuada en
1922 por el Dr. Pablo Blazico Aca\edo, La ortografía ha sido
VIH
LA INDEPENDENCIA
NACIONAL
Montevideo, 15 de enero de 1922*
Señor Presidente de la H, Asamblea General, doctor
don José Espalter.
Por vía de proemioj y antes <ie entrar al estudio
del tema propuesto^ la Comisión Pai lamentar i a consi-
dera necesario exponer previamente algunos puntos
de vista de este dictamen para su mejor comprensión
e inteligencia.
Desde luego cree de su deber manifestar que la for-
ma de redacción no fue resuelta sin que se suscitasen
algunas dudas respecto a su contenido y justa dimen-
sión» Dos procedimientos podían ser los aconsejados.
El primero, hacer un informe sintético en el cual no
se penetrase al fondo de la cuestión sino relativamente
y fundamentar así la opinión de los miembros de la
Comisión Parlamentaria en el sentido favorable a la
fecha del 25 de Agosto como día de la Independencia
Nacional. El otro, más extenso y difícil, referíase a la
realización de un estudio sobie los orígenes y desarro-
llo del sentimiento nacional para deducir a la luz de
los hechos y de la prueba documental el significado y
valor de la gran efemérides patria.
El segundo de los procedimientos indicados es el
que se ha seguido, agregándose en la última parte un
capítulo de síntesis, en donde se concretan las conclu-
siones del trabajo. Para decidirse por este plan, han
existido razones terminantes. En efecto, el informe sin-
tético no podía hacerse sino apoyado en documentos
conocidos o en opiniones publicadas. Ahora bien, el
[31
PABLO BLANCO ACEVEDO
período de historia nacional de 1820 a 1828, ha sido
escasamente tratado por los autores, y la bibliografía
actual no es tan abundante como para dar suficientes
elementos de juicio en los cuales pudiera cimentarse
un concepto o filosofía que llevara ánimo de convic-
ción.
En tales condiciones, ha debido adoptarse el proce-
dimiento más largo, pero sin duda el más eficaz» Así,
y en diez capítulos separados, se desarrollan sucesiva-
mente los distintos términos del tema, comenzando por
los aspectos legales de la cuestión, el recuerdo y el co*
mentarlo de los autores, para entrar de lleno entonces
en el estudio del proceso de formación de la naciona-
lidad Oriental del Uruguay y su momento culminante;
la Declaratoria de Independencia del 25 de Agosto de
1825.
El miembio informante cree de su deber agregar to-
davía que el estudio realizado ea absolutamente origi-
nal, habiéndose tenido como fuentes dociunen tales las
colecciones existentes en el Archivo General Adminis»
trativo, Archivo Histórico Nacional, ^ Biblioteca Na-
cional y archivos particulares.
l £1 Archivo General Administrativo y el Archivo Histó-
rico Nacionalp constituyen en la actualidad el Archivo Gene**
raJ de la Nación (Nota de la 2* edición )
[41
CAPITULO I
. LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Conmemoraciones y tradición histórica
SUMARIO: Significado del 25 de Agosto de 1825. — La ley
de 18 de mayo de 1834 y la Constitución. — Leyes de 10
de mayo de 1860 y de octubre de 1919 declarando gran
fiesta de la República y día de la Independencia el aniver-
sario del 25 de Agosto.
Antecedentes de carácter internacional. — La declaración
de guerra a Rosas, de 1839 — Negativa del Senado a la
Ratificación del Tratado complementano de 27 de agosto
de 1828.
Opinión de hoiTil:>res públicos y autores respecto al valor
histórico de la Decldración de la Florida: Acuña de Figue-
roa, Andrés Lamas, Fermín Ferreira y Artigas, Gregorio Pé-
rez Gomar» Cándido Juanicó, Octavio Lapido, José Vázquez
Sagastume, Francisco Xavier de Acha, Jo&é Cándido Busta-
mante, Julio Herrera y Obes, José Pedro Ramírez, Alejandro
Chucarro, Alejandro Magariños Cervantes, Angel Floro Cos-
ta, Carlos María Ramírez, Agustín de Vedia, Domingo Men-
dilahaiBUp Manuel Herrero y Espinosa, Bartolomé Mitre y
Vedia, Carlos María de Pena, Remigio Castellanos, Isidoro
De María, Juan M. de la Sota, Francisco Bauza, Julián O,
Miranda, Carlos Maeso, Eduardo Acevedo, Juan Zorrilla de
San Martín, Joaquín de Salterain y Pablo De María.
Tradición del país. — Homenaje de 1900. — Inauguración
del monumento a la Florida de 1879. — Festejos de 1868.
Inauguración del Teatro Solís en 1856. — Aniversario patrio
de 1850. — Fiestas de 1845. — El homenaje de 1843. — La
primera publicación del Acta de Independencia por la pren-
sa de Montevideo en 1833.
Testimonio de actores y contemporáneos. — Juicios de
Joaquín Suárez y de Carlos Anaya, firmantes del Acta de
Independencia. — Criterio jurídico e internacional de San-
tiago Vázquez en 1833.
[5]
PABLO BLANCO AC£V£DO
I
La Comisión Pai lamentaría, en mayoría de sus
miembros, nombrada por ley de 9 de junio de 1921
para proponer ante V. H. el día en que deberá conme-
morarse el primer centenario de la Independencia Na-
ciona], expresa su sentir significando estar de acuerdo
con el proyecto venido a su estudio, del diputado se-
ñor José G. Antuña, y por el cual se indica para esa
celebración el próximo 25 de Agosto de 1925, aniver*
sari o de la Declaración de la Florida.
Esta fecha concentra en su importancia y trascen-
dencia, los sentimiento!» íntimos del pueblo oriental,
que lo impulsaron en sus dos grandes campañas por la
Independencia contra la dominación española primero,
y luego contra la conquista y ocupación por Portugal
y Brasil.
Es también, el 23 de Agosto de 1825, una expresión
inequívoca de la voluntad popular, pronunciada por
sus legítimos repiesentantes, de constituir una naciona-
lidad única frente a los designios de autoridades o go-
biernos vecinos, deseosos de imponer tutela o juris-
dicción sobie su territorioj considerado parte inte-
grante del antiguo Virreinato del Río de la Plata. En
verdad, el 25 de Agosto de 1825 es la fecha más des-
tacante e2i un largo proceso de luchas cruentas por la
Independencia, y si el Uruguay, al par de las naciones
del continente americano, tiene otras, dignas de memo-
ria, tales como el 28 de febrero de 1811, dia del Grito
de Asencio, o la del 13 de abril de 1813^ en que Arti-
gas proclamara la emancipación de la potencia coloni-
zadora, ninguna resume, en la justeza de sus términos^
en la determinación exacta de su propósito^ el concepto
de Independencia absoluta, como la del 25 de Agosto
te)
LA INDEPENDENCIA NACIONAL.
de 1825« Fue la última etapa, en una serie ininterrum-
pida de esfuerzos y sacrificios, y la que concreta, con
la Declaración de la Florida, el pensamiento inicial
que animara a los pueblos orientales en sus rebeldías
indomables, en sus ansias de libertad y de indepen-
dencia, contra las capitales virreinales, contra las po-
tencias colonizadoras: España y Portugal.
Su significación de fecha máxima de la Independen-
cia ha sido así consagrada durante casi una centuria,
en diferentes leyes emanadas del Cuerpo Legislativo,
por autores, escritores y publicistas^ por la tradición
y hasta por los actores y testigos de los propósitos que
inspiraron la Cruzada libertadora y su episodio cul-
minante del 25 de Agosto de 1825»
II
Diversas han sido las leyes en el intervalo casi secu-
lar de la organización constitucional, por las cuales
los Cuerpos Legislativos de la República han manifes-
tado opinión respecto de solemnizaciones patrias. La
primera en el orden fue la de 18 de mayo de 1834.
Iniciada en el seno de la Asamblea Constituyente con
un destino determinado, el de rememorar el día de la
Jura de la Constitución, quedó sin sancionarse^ hasta
ser nuevamente presentada en la Cámara de Represen-
tantes» en el año 1832, Aprobada entonces por aquella
rama legislativa, se remitió al Senado convirtiéndose
en ley, con el cúmplase puesto por el Poder Ejecutivo.
Según su disposición íundamental, la gran fiesta cí-
vica de la República debería ser el 18 de Julio. Pero,
¿era ésta la fecha de la Independencia? No vale la
pena hacer un distingo, fácil de demostrar, entre lo
[7]
PAdLO BLANCO ACEVEDO
que significa el anivergario del juramento de la Cons-
titución y el día de la Independencia, La segunda pro-
posición no entró en el designio de los constituyentes
de 1829, ni en el de los legisladores de 1832 y 1834.
Por lo demás, para unos y otros, la íecha de la Inde-
pendencia estaba resuelta, y al conmemorar la Jura
de la Constitución, ratificaba una vez más la disposi-
ción constitucional contenida en el apartado segundo
del artículo 159 del Código Fundamental, que decía
así: ''en la Ciudad de Sait Felipe y Santiago de Mon-
tevideo, a diez días del mes de Setiembre de 1829,
seguTído de nuestra Iiidependencia'\ ^ La fecha de la
Independencia, por tanto, para la ley de 1834, era la
señalada en la Constitución y ésta hacía referencia al
documento internacional que exteriorizó ese liecho, es
decir, a la Convención del 27 de agosto de 1828, tra»
tado que^ como se demostrará en el curso de este in*
forme sin asomo de la más mínima duda, no fue sino
la consecuencia obligada de la Declai ación de la Flo-
rida, En rigor, si la ley de 1834 merece una consigna-
ción como antecedente para señalar la íecha de la In-
dependencia^ ella no vale sino en cuanto se refiere a
la letra de la Constitución de ISSjO, que presciibíó des*
1 Manuscrito original de la Constitución de 1830 en el Ar-
chivo de la H Cámara de Diputados El proyecto fue publi-
cado por la Imp, de "El Constltudonar* de 1829, en el nú-
mero 14 de ese periódico» y en tiraje aparte por la Imprenta
del Estada en 1B29 Además, como primeras ediciones de la
Constitución existen, la publicada por la Imprenta Republi-
cana en 1829» adornada en su carátula con un escudo nacio-
nal, y la de la Imprenta de "El Universar' de 1830, la cual,
encuadernada en cuero y con el nombre en letras doradas
de cada uno de los constituyentes, iue repartida a éstos Por
la Imprenta de la Candad, ae imprimió en 1830 la Constitu-
ción, precedida de la Convención de 27 de agostOi en formato
mayor I^a fecha ¿1 pie del docuznertto fue reproducida en mu-
chas de las ediciones hechas posteriormente. (Los unpresos
en la colección del autor.)
[81
LA INDEPENDENCIA KACIOKAL
de cuándo debía aquélla contarse, haciendo relación al
ilistrumeíita que consagré el nacimiento jurídico e in-
ternacional de la nacionalidad.
Más precisa y categórica fue la ley de 10 de mayo
de 1860. Surgida con un proyecto formulado en la
Cámara de Representantes para erigir en la Plaza Cons-
titución un monumento recordatorio de los Treinta y
Tres, en el cual deberían inscribirse los nombres de
*'los orientales que juraron la Independencia", esa ra-
ma del Cuerpo Legislativo mostrábase favorable al pen-
samientOj y señalaba que la fecha culminante era la
del 25 de Agosto de 1825. Discutida la iniciativa am-
pliamente en el seno de aquella Asamblea, en la cual
se sentaran los hombres representativos de la primera
generación siguiente a la de las luchas por la emanci-
pación nacionah la controversia recayó únicamente so-
bre la importancia del esfuerzo de lo& que hicieron la
Patria con Artigas, o con Rivera y LavdUeja. Triunfó
por gran mayoría la tesis de la Comisión, que ence-
rraba en la Declaratoria de la Florida los esfuerzos de
los orientales desde 1811 hasta 1828, y aprobado el
proyecto en el Senado, sin discusión, fue puesto el
cúmplase por el Poder Ejecutivo, La ley de 1860 esta-
blece, inequívocamente, en su artículo 2'^. lo siguiente:
**E1 aniversario del 25 de Agosto de lu25 es h gran
fiesta de la República y se celebrará en todos loa de^
partamentos cada cuatro años".
Después, las leyes y proyectos sucesivos sobre con-
memoraciones nacionales hasta nuestros días, ^e han
Orientado todos en aquella ley de 1860. Asi se siguie-
ron, entre otros^ la del monumento de la Agraciada y
de la Independencia de 1861, el de Artigas de 1862
y del general Lavalleja en 1881. elc.j hasta 1^ tey
.[91
2
PABLO BLANCO ACEVEDO
Última y de reciente promulgación que lleva la fecha
de octubre de 1919, que fijó la efemérides del 25 de
Agosto como Día de la Independencia.
No debe cerrarse este capítulo de los antecedentes
legales sin mencionar dos documentos de capital im-
portañola en la vida constitucional del país. El primero
es la declaración de guerra a Rosas en 1839, y en el
cual, implícitamente se hace referencia al aconteci-
miento de la Florida, cuando el Presidente de la Re-
pública, general Rivera, en el manifiesto del Durazno,
invoca, ante los propósitos de ^^ahogar la Independen-
cia oriental'*, expresados por el Gobernador de Buenos
Aires, "la sangre abundantemente derramada en Rin-
cón, Sarandí y Misiones^\ El segundo, de igual tras-
candencia^ es el discurso del doctor don Ambrosio Ve-
tazco pronunciado en el H. Senado, que mereció la
aprobación unánime de ese Cuerpo, negando la rati-
ficación al Tratado de Río de Janeiro de 1859, com-
plementario del de 27 de agosto de 1828, y en donde
el orador sintetizó toda la fuerza de su argumentación
en las siguientes palabras: "La República siempre ha
sostenido que su soberanía era plena, perfecta y ab*
soluta y ese derecho que ella proclamó el 25 de Agosto
de 1825 nunca le ha sido, antes de ahora, contestado,
ni limitado» por los gobiernos del Brasil, ni la Argén-
tina^»
ni
Pero si la legislación ha sido uniforme para reco-
nocer el 25 de Agosto como la gran fecha nacional,
2 "Diario de Sesiones de U H. Cámara de Senadores." No
hubo más discursos que el del señor Velazco. y en la votación
sólo existió un voto de discrepancia.
[10]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL.
ella no pudo estar inspirada sino en el juicio con&íanle
e ininterrumpido de los escritoies y publicistas del
país, y en la tradición que concretara en una exterio*
ridad, en una fiesta o reunión pública, durante un ex-
tenso periodo de años, el día del glorioso aniversario.
De los contemporáneos, casi sin excepción, escritoies,
historiadores o personas vinculadas por inclinación
intelectual al pasado nacional, todos han proclamado
la fecha de 1825, y el documento del Instituto Histó-
rico y Geográfico, enviado recienteniente a la Asam-
blea, al cual deben sumarse las opiniones vertidas en
las conferencias pronunciadas en el Ateneo a iniciativa
de la Asociación Patriótica, demuestran que, en nues'
tros días, el criterio histórico debiera estar definitiva*
mente formado. En épocas anteriores, el juicio de las
más distinguidas personalidades intelectuales y litera-
rias había sido el mismo, y desde Francisco Acuña de
Figueroa, que cantara en verso la gloria de los que
hicieron el pais,^ hasta Andrés Lamas, que en 1843,
en las notas explicativas al plan de nomenclatura de
las calles, dijera *^<]U.€ todo oriental se complacía en
recordar la célebre acta del 25 de Agosto^', * todos ma-
nifestáronse, en lo que refiere a aquel acontecimientj,
con identidad de apreciaciones* Pero si a los primeros
comentadores del episodio no les asaltó la duda de su
significado, menos dudaron los sucesores inmediatos
en el periodismo y en el libro. Fermín Ferreira y Arti-
gas, Gregorio Pérez Gomar y con ellos la primera ju-
ventud surgida a la vida púbUca después de la Guerra
S Poesía a los Treinta y Tres. Manuscrito original en el
Archivo Histórico; se pubUcó en la "Revista del Plata'^ de
1377.
4 "El Nacional", de 25 de mayo de 1843, (Colección. Par-
ticular del Sr, Baúl IVTont^ro Bustamante.)
ciii
PABLO BLANCO ACEV£DO
Grande, hacían idénticas manifestaciones en 1851. ^
Después, Cándido Juanicó y Octavio Lapido en 1856,
asociaban el acto de la inauguración del Teatro Solíá
en 25 de Agosto de aquel año. al día memorable de
1825. " Vázquez Sagastume, en la Cámara de Repre-
sentantes en 1859, establecía la misma fecha como la
del comienzo de la Independencia. Francisco Xavier
de Acha, redactor de "El País", en el aniversario de
agosto de 1864, rendía homenaje a los últimos sobre-
vivientes, entonces, de los firmantes de la Declaratoria:
don Joaquín Suárez y don Manuel Araucho. José Cán-
dido Buslamante, en "La Tribuna*' de 1868, se hacía
solidario de idéntico criterio, saludando en ocasión del
aniversario a los constituyentes de 1830 que todavía
existían; don Lázaro Gadea y don Alejandro Chuca-
rro. ^ Julio Herrera y Obes, José Pedro Ramírez y
Carlos María Ramírez, hacían el elogio de esa celebra-
ción en ''El Siglo" de 1870. Más tarde, el juicio sería
unánime y el pensamiento de conmemorar la Indepen-
dencia en un monumento a erigirse en la ciudad de la
Florida, congregaría el esfuerzo de un gran número
de ciudadanos de representación, en una tarea que co-
mienza en 1874 con la organización de las primeras
comisiones patrióticas, y termina en el acto inaugural
de la obra en 1879. De ese gran movimiento de opi-
5 Véase la revista literaria *'La Mariposa", de 1651, número
26 Según Zlnny, también la redactaba el doctor Juan Carlos
Gómez,
6 £1 discurso del señor Lapido comenzaba así* ''El 25 de
Agosta, todos sabemos, auedó Inaugurada por un rasgo de
sublime audacia la nidependencia de la República..." (Véase
"El Comercio del Plata'*» del 26 de agosto de 1856.)
7 l.a3 Ideas del señor Vázquez Sagastume fueron mejor ex-
puestas todavía en carta al doctor Eduardo Acevedo, publi-
cada en "El Siglo", de Julio de 1893.
6 '"La Tribuna", de 25 de agosto de 1868.
f 123
LA nmBPENDENCIA NACIONAL
nion y del cual resultaría la consagración categórica
de la eíeméridea, mencionaremos tan sólo algunos
nombres entre los que más caracterizaron su labor en
la conmemoración del gran homenaje: Alejandro Chu-
carro (miembro sobreviviente de la Constituyente),
Alejandro Magariños Cervantes, Angel Floro Costa»
Carlos María Ramírez, Francisco Bauzá, José Cándido
Bustamante^ Agustín de Vedia, ^ Domingo Mendila-
harsU) Remigio Castellanos, Felipe Iglesias, Aurelio
Berro, Bartolomé Mitre y Vedia, Carlos María de
Pena, Manuel Herrero y Espinosa y con ellos Juan
Zorrilla de San Martín, Joaquín de Salterain y Pablo
De María.
Y si de éstos pasamos a lo^ historiadores o a aque*
líos que han escrito el proceso histórico de la forma*
ción nacional, aun a los autores de textos escolares, la
opinión ha sido también unánime. J. M. de la Sota,
primero, después Isidoro De María, Francisco
Bauzfi, Julián O, Miranda, Eduardo Acevedo,
Juan Zorrilla de San Martín^ Santiago Bollo, " Car-
9 El ponsamxento del doctor Aguslin de Vedia fue demos*
Irado extensamente en una notable conferencia pronunciada
en el Club Oriental de Buenos Aires, en solemnización del 29
de Alfosio de 190S. En la publicación que liizo el prestigioso
centro social de la vecina orilla, aparece también una briUan-
te composición poética sobre el mismo asunto, siendo su autor
el conocido literato y escritor doctor Luis V. Várela.
10 Actas y documentos originales del monumento de la
Florida de 1879 en el Archivo Histórico Kacional.
11 "Catecismo Histórico Geográfico"» impreso en 1890,
12 "Historia de la República O del Uruguay.*'
13 "Estudios literarios. — Juan Carlos Gómez.**
14 "Apuntes sobre historia de la Bepúbllca O, dél Uru*
guay."
15 "José Artigas Alegato Histórico."
18 "La Epopeya de Artigas/'
17 "Historia de ia RepObUca O del Ur;aguay."
[13]
PABLO BLANCO ACEVEDO
lo8 Maeso, Víctor Arregiíine, ^® han reflejado en las
páginas de sus obras respectivas sin vacilación de nin-
guná especie, la importancia del 25 de Agosto de 1825,
como día de la Independencia del país.
La tradición se ha manifestado idénticamente, y
bastaría la simple enunciación de algunas fiestas u
homenajes celebrados, a los cuales se unió siempre el
regocijo popular, para determinar la grandeza del
acontecimiento. En 1900 festejóse el 25 de Agosto coxi
la iniciación del Archivo y Museo Histórico Nacional.
En 1879 tuvo lugar el certamen poético de la Florida,
e inauguración del monumento a la Independencia.^"
El 25 de Agosto de 1868, realizábase solemne función
teatral con asistencia de las autoridades superiores y
cuerpo diplomático. Celebrando idéntica fecha en 1856,
fue solemnemente inaugurado el Teatro Solís. En 1850^
verificóse la primera colación de grados universitarios,
adhiriéndose el pueblo a los festejos, engalanando
frentes y balcones de la Plaza Constitución. En 1845
realizóse una función teatral extraordinaria en la cual
el poeta argentino M. Cantilo recitó una vibrante
composición patriótica. En 1843 la nueva nomen»
datura de las calles de Montevideo conmemoraba en
las vías principales de la ciudad, los fastos culminan-
tes de la Cruzada de 1825: Treinta y Tres, Sarandí,
Rincón, 25 de Agosto, ItU2aingó, Cerro. 18 de Julio,
18 "Glorias Uruguayas "
19 "Historia del Uruguay."
20 SI bien el acto se verziicó el 18 de mayo de ese año«
baeta leer cualquiera de los discursos pronunciados en esa
ocasión para demostrar la importancia atribuida al acta del
25 de agosto de ld2S.
21 "El Comercio del Plata", del 26 de agosto de X8S0.
32 "El Nacional", del 27 de agosto de 1845
ri4]
LA INDEPENDENCIA KACKONAL
Misiones, Camacuá y Bacacay. Flaalmente, para citar
d primero en orden inicial de homenajes, en 1833, los
diarios de Montevideo ornaban sus columnas repro-
duciendo el Acta de la Florida del 25 de Agosto de
1825, anunciando a los lectores que el famoso docu-
mento lujosamente impreso, se hallaba en venta en las
librerías de la ciudad.
IV
Tal uniformidad de criterios, de opiniones reitera-
das^ de actos exteriorizadores de recordación anual del
aniversario glorioso,"^ repetidos de generación en ge-
neración, en el espacio próximo de una centuria, no
podía estar apoyada sino en la tradición oral, en el
relato de los mismos actores del intenso drama, en el
testimonio fehaciente de los que ejecutaron la Cruza-
da de 1825 o firmaron de su puño y letra el Acta de
la Independencia.
Joaquín Suárez, en efecto, diputado por la Villa
de la Florida en la Asamblea del 25 de Agosto y fir*
mante de la Declaración, recuerda expresamente el
acontecimiento, y en su "Memoria Autobiográfica",
escrita en 1850, dice: "Se constituyó la primera re-
presentación en la Florida de donde arranca esa De-
clara^ría y Grito de Independencia^, pronunciado en
23 *'£:i Universal" y "El Investigaclor'% de 25 de Agosto
de 1833.
24 A la larga serie de las festividades, corresponderia se-
flalar ^ün los homenajes tributados en todas Iqs ciudades de-
partamentales durante el ya largo período de vida política e
institucional del país y todavía no estaría completa, faltando
las revistas militares, las proclamas y í este jos celebrados en
tiempo de paz, en los campamentos revolucionarios, y, más
SenciUamente, pero con no menos intensidad» en el seno d«
las familias
[15]
PABLO mJiNCO ACEVEDO
esa reunión memorable de que fui miembro'^ Carlos
Anaya. diputado por la ViUa de Maldonado, firmante
también en la Florida, se expresa en identidad de tér-
minos en '^Apuntes para la Historia'*, recordando que
el 25 de Agosto de 1825 se constituyó la primera le-
gislatura del Estado y la que declaróse libre e inde-
pendiente de hecho y de derecho del poder de Portugal
y BiasiU con opción de adoptar las formas converden,"
tes a su juicio''.
Podríale apegar el testimonio de otros muchos con-
temporáneos, pero preferimos limitar la prueba de
lo que afirmamos ahora, vale derir, que la tradición
de casi cien años y el criterio de la inmensa mayoría
de los autores, esíán basados, no sólo en la verdad de
los hechos, sino también en las opiniones vertidas por
los primeros que comentaron el Acta de Independen-
eta, Santiago Vázquez esta en ese número, y au crite-
rio sobre el valor de las Actas del 25 de Agosto de
25 Manuscrito original inédito de don Joaquín Suárez, re-
dactado a pedido del general Manuel Correa (Archivo His-
tórico Nacional >
26 Memoria inédita de don Carlos Anaya, en el Archivo
Histórico Nacional
27 Véase el Diario de Juan Spfkerman en sus dos versiones,
una publicada por don Ramón de Santiago y otra que fi^ra
en el "Elogio al general Manuel Oribe", de Juan P Pintos»
publicada en 1859 Jas Memorias de don 'Luis Ceferlno de Ja
Torre, pub2icadas en la "Revista Histórica"; Pedro Trápani,
Tesorero y con-ii=?ionado de la Asamblea de Florida, quien al
cerrar sus cuentas de los cuatro años de la campaña, decía
Que ellos correspondían a las mismas "efectuadas por la Ll->
bertad e Independencia de la República", f Manuscrito en la
Biblioteca Nacional y publicado en la "Revista" de lí77);
Acta de 19 de abril de 1863 para la ubicación del monumento
a la Agraciada y en 2a cual comparecen don Tomás Gómez
y los hermanos don Manuel y don Laureano Rulz, que espe-
raron en la costa de Sonano a loa Treinta y Tres en 1825,
(Ordoñana D. Conferencias): referencias de don Ramón Pe-
ralta, guerrero de la Independencia que asistió a la Declara-*
ción del 25 de Ag'osto (Actas y antecedentes del monumento
de la Florida de 1679) « nota de Alejandro Chucarro (último
sobreviviente de los firmantes de la Constitución de 1630) al
Presidente de la Comisión del Monumento de la florida.
[16]
LA im>EPENDENCIA KAdONAL
1825 tiene singular fuerza, por el rol preponderante
que ejerció en los actos precursores de la Asamblea
de la Florida y por la forma y el momento en que
hubo de ocuparse de la importancia y trascendencia
de sus actos fundamentales. Fue en 1833, casi en los
comienzos de nuestra vida institucional, y cuando el
recuerdo de los sucesos de las guerras de Independen-
cia estaba absolutamente en la memoria de todos. Dis-
cutía la prensa ¿el Rio de la Plata la situación de los
nuevos Estados en su faz internacional con respecto a
España, antigua nación colonizadora. Un artículo pu-
blicado en **E1 Investigador", de Santiago Vázquez,
motivó la réplica de "La Gaceta Mercantil" de Buenos
Aires, y de ahí una polémica seguida en varios núme-
ros de los dos periódicos. No es del caso seguir la con-
troversia en todos los aspectos históricos, jurídicos y
de derecho internacional como fue expuesta, pero si
mencionaremos que el redactor principal de "El Inves-
tigador'* terminaba la serie de sus artículos con estas
frases que repetimos a la letra: "La idea que hemos
defendido, de estar en paz con España, no es nueva, y
está consignada en el documento más solemne y más
honroso para el pueblo oriental: el acta de Declara*
don de su Independencia, En ella se declara a nuestra
nación independiente del rey de Portugal y del Brasil^
no haciéndose de España, expresamente, porque la
ocupación y conquista de la ex Provincia Oriental la
exoneró de todos los compromisos".
28 Los artículos a que nos referimos, se publicaron en los
números de 21, 24 y 28 de agosto y de 4 de setiembre de 1633
de "El Investigadoras reproduciendo» en el de 31 de agosto,
el acta de la Florida en una página especial que ostenta en
letras grandes, el siguiente título: VEINTICINCO DE AGOS-
TO DECLARATORIA DE LA INDEPENDENCIA DE LA
BANDA ORIENTAL DEL RIO DE LA PLATA.
[X7]
CAPITULO 11
EL MONUMENTO DE 1879
A LA INDEPENDENCIA NACIONAL
SUMARIO : El monumento de la Florida y k opinión del doc-
lor Juan Carlos Gómez. — La réplica: Alejandro Magarjños
Cervantes, Francisco Bauza y Carlos María Ramírez.
Conferencias del Ateneo de 1884. — El doctor Pedro Bus-
lámante y el doctor José Pedro Ramírez,
La historia del Río de la Plata en 1879 — La doctrina
social. — El método y los estudios faibtórícos en la época
actaa].
Los trabajos preparatorios, lentamente llevados a
cabo desde 18745 ^para levantar el monumento a la
ludepeiidencia, en la Florida, y cuyo acto inaugural
recién pudo realizarse cinco años después, en 1879,
tuvieron la virtud de despertar en todo el país un sen-
timiento colectivo de entusiasmo patriótico de recorda-
ción hacia aquellos que habían contribuido con su es-
fuerzo a la formación de la nacionalidad. La catego-
ría de las personas que tomaron a su cargo las tareas
de homenaje y en cuyo núcleo principal confundíanse
en una misma orientación las opiniones políticas y
filosóficas del momento: la resonancia que alcanzaron
las sesiones de la Comisión dirigente, en la prensa
del país; las adhesiones recibidas de todas las ciuda-
des del interior, dieron carácter absolutamente nacio-
nal al pensamiento de eligir en la Florida, asiento de
la célebre Asamblea de 1825, el monumento que de-
bería rememorar a ios héroes de la epopeya emancipa-
dora. Una incidencia casual dio la nota contraria a la
[18J
XA IN1>EP£MDENCIA NACIONAL
unanimidad de opiniones. Invitado el doctor Juau
Carlos Gótnez por el Presidente de la Comisión, a
participar de las fiestas^ este distinguido ciudadano
se excusó de hacerlo y como la noticia de su negativa
se publicara en "La Nación" de Buenos Aires, el doc-
tor Gómez aclaró todavía los motivos de su disenti-
miento, enviando una carta de explicación al redactor
de aquel periódico. Magariñog Cerv^antes contestó en
los diarios de Montevideo y Juan Carlos Gómez for-
muló entonces su juicio sobre la Independencia Na*
cionai.
No son de repetir aquí las dos cartas, por otra parte
conocidas, y sus réplicas consiguientes. En el calor
de la discusión, el viejo polemista de la prensa riopla-
tense arremetió contra su contrario, llegando a decir
que el monumento de la Florida representaba una fal-
sedad histórica, a lo que su contrincante ocasional,
también como él viejo luchador y laureado poeta, alu-
diendo a los sentimientos nacionales que la efigie sim-
bolizaba, contestó: "¡Venga usted a arrancarlos de alK,
si puede !.,.". El propósito de citar ahora la opinión
de Juan Carlos Gómez en este informe tiene por único
objeto exponer, en sus fuentes de origen, la tesis de
este escritor» tal como fue formulada en un artículo
de diario, ya que su palabra tuvo entonces y ha tenido
ahora, aunque en número bien limitado, algunos par-
tidarios. Juan Carlos Gómez daba por cierto e indis-
cutible, que antes de 1825 no podía hablarse de mde-
pendencia, habiendo sido hasta entonces la ex Pro-
vincia Oriental una de las tantas del territorio argen-
tino. El mismo lo decía: '"Nací el año 20, y pude ha-
cerme argentino . . /\ Afirmó con toda la vehemencia
y el calor de sus palabras^ que la libertad procurada
[19]
PABLO filiANCO ACEVEDO
en 1825 lo fue simplemente del Brasil, y en prueba de
su aserto entregaba al juicio de sus conciudadanos las
dos actas del 25 de Agosto de 1825» deduciendo, de la
contradicción aparente, ^ue las dos o se armonizaban
o eran contradictorias, y en ambos casos, la última,
por los principios de derecho, derogaba la primera.
Dijo más: que la pmeba de la soberanía argentina
sobre el territorio oriental, aun después de 1825, esta-
ba en la ocupación por el ejército de Alvear, y en la
aceptación de la Constitución de 1826. Como remate
de toda¡5 sus aseveraciones luvo por otro hecho indis-
cutible^ la prescindencía de los orientales en la Paz
de 1S28 y en la Convención con que se dio término a
la guerra con el Brasil.
Tales eerán los principales términos en que la Co-
misión Parlamentaria estudiará el asunto sometido a
dictamen, «siguiendo el orden de esa exposición^ Pero
antes de hacerlo, ya que ese examen será motivo de
capítulos especiales, no se debe pasar adelante sin ha*
cer presente, que en la oportunidad que Juan Carlos
Gómez expresara en la forma citada su desacuerdo
con el propósito de la realización del monumento de
la Florida, la prensa de la República, sin excepción,
clamó contra éL contra sus afirmaciones, negando a
sus alertos el más leve principio de razón. *'Cuando
todos, con sobrada razón y justicia, le caen y van a
caerle encima, — decíale Alejandro Magariños Cer-
vantes — considero ocioso perder el tiempo en de-
mostrar a usted todo lo que contiene de falso, absurdo
e inconveniente el artículo de usted dirigido a "La Na-
ción" argpiitina/' Tranquilizados después los espíri-
tu.^, las réplicas razonadas no se hicieron esperar, y
Carlos María Ramírez, con su estilo vigoroso e inci-
[20]
lA INDEPENDENCIA NACIONAL
sivo, fue de los primeros en negar la validez de aque-
llas aserciones que intentaban tener el carácter de ver-
dades reveladas y dar un vuelco absoluto a la tradi-
ción. Francisco Bauza sintió igualmente el contagio
de la discusión, y su e&tudio^ que lleva por titulo el
propio nombre del cantor a la Libertad, represento un
esfuerzo serio e importante para destruir el capitulo
de cargos que el doctor Gómez hiciera contra la idea
de simbolizar el sacrificio de los héroes del pasado en
su ideal por la independencia nacional.
Aumentaron aúnj en los años e^iguientes, los extre-
mos de la polémica, y de las rotundas expresiones
negando la trascendencia del Acta de la Florida, lle-
góse al concepto de la anexión, a la vuelta de un ré-
gimen que Juan Carlos Gómez creía sinceramente ha-
ber existido en otras épocas, es decir^ a la antigua
comunidad de las provincias que constituyeron el Vi-
rreinato del Río de la Plata, Un nuevo adalid de la
causa subió a la tribuna, y el auditorio selecto del
Ateneo escuchó la palabra fluida y sonora del doctor
Pedro Bustamante» periodista también y profesor de
Derecho ConstitucionaL La tesis expuesta era la misma
de Juan Carlos Gómez y^ como éste, contradecía toda
participación de los orientales en el largo proceso de
su constitución en nación independiente. Asi como a
Gómez, le salieran a la cruzada Carlos María Ramírez
y Francisco Bauzáj a Pedro Bustamante le replicó
José Pedro Ramírez^ Las conferencias de este hombre
público, en la misma tribuna y ante el mismo audito-
rio, fueron famosas, y su palabra cálida, elocuente,
hi^o más que la prosa elegante» pero equivocada en
el fo&do, de su impugnador.
[21]
PABLO ÉLANCO ACEVEDO
Juan Carlos Gómez y Pedro Bustamante fueron
hombres de su tiempo. Plenos de talento y de virtud,
creyeron adivinar el enigma del pasado para ellos con-
fuso y remoto, examinando únicamente las fuerzas agi*
tadas en el medio en que vivieron, y ante el espec*
táculo de las luchas cuarteleras, del motín erigido en
ley, de la bancarrota, de la expatriación de los que
supusieran los más aptos para regir los destinos socia-
les, ellos, discípulos de Sarmiento, creyeron a pie junto
la leyenda del Facimdo, resolviendo los hechos históri-
cos con la doctrina aquella de la Civilización y de la
Barbarie. La Barbarie era el cuartel, el montonero, el
caudillo, el producto de la campaña, elemento anacró-
nico. cuya acción había sido retardalriz de la evolu-
ción colectiva. La Civilización, por el contrario, era
la ciudad, el núcleo urbano, los sabios y los técnicos,
como si todo el drama de la revolución emancipadora
y de la gestación de las nacionalidades, hubiera de-
bido resolverse dentro de un claustro universitario.
Artigas. Rivera, Lavalleja^ habían sido factores de
regresión, los que nada hicieron, o peor, los que im-
pidieron hacer, y ellos, Gómez y Bustamante, en el
preciso momento en que su pueblo aclamaba a sus
grandes héroes, se presentaban a decir la verdad con
la bandera desplegada de Rivadavia en 1826»
La falsedad de la tesís social de Sarmiento, en la
cual Juan Carlos Gómez como todos los hombres de
au generación se educara, pasando por alto otra ante-
rior más sabia y que hincaba las raíces en la realidad
misma, la de Andrés Lamas de 1845, llevábalo por
fuerza al desatino y al error; y no era menos equivo-
cado su método histórico calcado en aquel que hiciera
célebre en el Río de la Plata, la personalidad del doc*
[221
LA INDEPENDENCIA NACIONAL.
tor Vicente López. El documento históricOj la tradi»
ción, el recuerdo, de nada valían si no se ajustaban a
un pensamiento preconcebido, y Juan Carlos Gómez
como Bustamante resolvían los orígenes de la Indepen»
dencia Uruguaya ante la luz de los antecedentes que
debieron pasar por sus ojos con aquel criterio que
Mitre echaba en cara a liópez, en una anécdota suge*
rente: "¿No es cierto que Artigas era de tez oscura y
barba renegrida?'', preguntaba el doctor López, cierta
vezs al general Antonio Díaz, y éste, que había cono-
cido al vencedor de l,as Piedras, contesté: **¡No es
exacto, señor! Artigas era de ojos claros, rubio y no
usaba barba". ^'No me conviene", replicó López, y el
Artigas adusto, aindiado, de mirada siniestra y pobla-
dos cabellos, fue el de la "Historia Argentina''.
La historia del Río de la Plata no se escribe ya, ni
se escribirá más así. Sobre el libelo, el panfleto de
combate o el articulo politice que pone el recuerdo de
los héroes como antemural para atacar situaciones o
gobiernos, ha caído ya una espesa capa de olvido, y
6Í el documento desconocido o ignorado aparece, es
apenas para tomar un sitio en una clasificación, y es--
perar el juicio sereno e imparcial del intérprete* £n
Montevideo y en Buenos Aires, ya no se trabaja con
el molde usado por López, y la generación nueva de
estudiosos, de eruditos, que en una y otra ciudad in-
vestigan el pasado de los pueblos para arrancar las
enseñanzas del porvenir, saben demasiado que no es
dable aventurar un juicio sin haber revisto los inter-
minables legajos de papeles en colecciones y archivos.
Tarea ruda, ímproba y sin estímulos, ésta, pero es la
única que conduce a la verdad. Sobre el error no se
edifica, y nuestra nacionalidad de hoy, firme, sedi*
[23]
mentada^ plena de prosperidad y de esperanzas en el
futuro, es el mentía más rotundo a las doctrioas im*
provisadfls y claudicantes de los que cuarenta años
atrás no creyeron en el país. El Centenario de la Inde-
pendencia se festejará en la República, y loa ecos cla-
morosos de su solemnización se confundirán con aque-
llos lanzados en 1879 al descubrirse el monumento d^
la Florida.
I24J
CAPITULO III
ORIGEN Y FORMACION DE LA
NACIONALIDAD ORIENTAL DEL URUGUAY
SUMARIO: Monte>jdeo 7 BaeDos Aires en la época cok-
mal. — £1 Río de la Plata, — La riqueza económica del
territorio oriental. — £1 virreinato y la gobernación de Mon-
tevideo. — El Consulado de Buenos Aires. — El pcimer
impreso y la primera polémica en el Río de la Plata — Re-
sultado local de las invasiones inglesas, — Nicoláa Herrera
y Juan M. de Pueyrredón. — Los Cabildos de 1808 y de
1810. — La ruptura de r«jlacioneB.
Artigas y la Revolución de Mayo. — Imperio de las ira*
diciones virreinales y locales. — Antagonismo de las dos
fuerzas. — Las Instrucciones de 1813. — La doctrina arti-
gmsta y Buenos Aires. — La invasión portuguesa. — £1 pen-
samiento de Artigas* — El Pacto Federal o Federación de
Estados La nacionalidad — La Independencia de hecho.
I
Pueblos diversos^ Buenos Aiies y Montevideo, de-
cía el Cabildo de la última c iudad en su sesión de 23
de marzo de 1810, pueblo, el de Montevideo, cuyo
carácter siempre hn sido originaL añadía el doctor
Mariano Moreno en su Memoria de 1812, la historia
de las desinteligeneias, de los antagonismos y oposi-
ciones de intereses, durante la época española, entre
las colonias del Plata, fue tan antigua como la funda-
ción que hiciera Zabala sobre la margen septentrional
29 "Reviata Histórica'* de Montevideo, tomo II, pág. 436
30 "Vida y Memonas de Mañano Moreno", de 1B12. edi-
ción Carranza, pág. 195
[25]
3
PASLÓ BLANCO ACEVEDO
del río que las separaba. Antes aun, cuando los por-
tugueses echaron los cimientos de la Colonia del Sa-
cramento, el gobernador de Buenos Aires no necesitó
de órdenes reales para arrojarse sobre eUoa, y, en
extenso memorial, explicaba las causas de su acción,
manifestando que esa nueva ciudad arruinaria el pres-
tigio de aquella población, única entonces en las exten-
sas posesiones hispanas del sur del continente, Al fun-
darse Montevideo reprodujese en seguida la misma
situación, y sí no tomó de inmediato caracteres de ri-
validad hostil^ fue porque en los comienzos, una sola
era la ley común que regulaba las prohibiciones del
comercio.
Pero el siglo XVIII señalaría en el Río de la Plata
una época de inmensa transfonnación, y al régimen
imperante de las restricciones, sucederíase lentamente
y por grados, un sistema que representó entonces, el
de amplitud comercial. £1 Reglamento de Libre Co'
mercio de 1778, etapa culminante en esa evolución,
constituiría en definitiva el punto de ¿irranque de las
graves divergencias entre Buenos Aires y Montevideo,
por lo mismo que la última, favorecida por las exce*
¡encías de su puerto, de tiempo atrás habíase conver*
tido en escala terminal para la navegación, por la eos-
tumbre que había hecho ley. La nación colonizadora
así lo entendió, y la mayor parte de las Ucencias de
buques, de franquicias comerciales, de cédulas o reales
órdenes para el fomento marítimo expedidas en los
subsiguientes años, tuvieron como destino terminal el
puerto de Montevideo, Era el mejor, el más próximo
en las largas e inciertas travesías de ultramar, y el
tráfico de embarcaciones, — valga el testimonio de
los contemporáneos Alvear, Cabrer, Aguirre, comisa-
[26]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
rios reales de las demarcaciones de límites con Portu-
gal — hacíase desde los puertos de España y Europa
a Montevideo, y luego de aquí a la vecina ciudad de
Buenos Aires. £1 desarrollo de Montevideo, en ese
tiempo, fue vertiginoso, y en los últimos veinte años
del siglo XVIII, su población aumentó casi tanto como
Buenos Aires en sus dos siglos de fundación. Ade«
más, el aspecto de la villa colonial revelaba ya a sus
moradores la importancia de la metrópoli del futuro
y Juan Francisco Aguirre, testigo de sus adelantos, en
1785 decías que muchos de los "vivientes que conocie-
ron a Montevideo formada de ranchos, se aturdían
contemplando la velocidad con que se levantaba la
ciudad". ^-
Si Montevideo fue puerto principal en el Río de la
Plata, su prestigio no lo derivó tan sólo de sus ventajas
naturales o del favor de España que le hicieron acree-
dor a privilegios especiales. El territorio oriental era
el más rico de todo el virreinato, y los inmensos re*
cursos que por exportación de producciones obtenía
la madre patria, procedían, según informe del sabio
economista don Miguel Lastarria, comisionado de Ma-
drid para el estudio de las posesiones del Plata, de sus
fértiles campañas, pobladas por centenares de miles
de cabezas de ganado. El gran comercio realizóse,
pues, en Montevideo, y Diego de Alvear-» Aguirre y
Pérez Castellano nos han dejado, en respectivas memo-
31 Félix de Azara, haciendo un cálculo bajo de la pobla-
ción de Montevideo a fines del siglo XVIII, dábale más de
quince mil habitantes. Buenos Aires, en 1778, según el censo
de es€ año, tenia veinticuatro mil (Groussac, Anales de la
Biblioteca", tomo IV )
32 Diario de Juan F. Aguírre» página loO.
33 LastarrJa: "Colonias Orientales"» etc., pág. 150
[27]
PABLO BLANCO AC£V£DO
riaa, animadas impresiones de lo que era la ciudad de
fines del siglo XVIII, con. su movimiento en las calles
y embarcadero, sus almacenes llenos de mercaderías*
y el frecuente arribo de buques que llegaban colmados
de artículos, para retomar con los productos del país.
Ese aumento de importancia no fue solamente eco-
nómico. La real orden de Intendentes de 1782, si trans-
formó el régimen político del Virreinato atacando en
su base los rudimentos de autonomías que al amparo
de leyes y del medio geográfico habíanse insinuado en
los territorios propiamente argentinos^ hizo una excep-
ción con la gobernación de Montevideo; ésta, libre de
tutelas, al menos de derecho, creció aún en categoría,
alirmándose en los habitantes su espíritu ya eminente-
mente local Jurídicamente, el Cabildo era autoridad
superior en lo político y administrativo en lodo el te-
rritorio, y el gobernador, emanado su nombramiento
del Rey, y &oraetjdo a juicio de residencia al término
del mandato, dependía únicamente de su conciencia o
de la voluntad real. Verdad es que las órdenes de crea-
ción de gobiernos* virreyes y audiencias^ señalaron en
el Río de la Plata situaciones jerárquicas en determi-
nados asuntos, pero ni lo¿> acuerdos del Virrey de
Buenos Aires, ni los de la Real Audiencia^ causaban
ejecutoria en cuestiones fundamentales, y los recursos
de apelación ante el Consejo de Indias, o por vía se-
creta ante la persona del Rey, constituyeron arma cons-
tantemente empleada por los Cabildos y gobernaciones
en defensa de sus libertades y autonomías.
Formóse así el carácter local de sus habitantes en
un concepto de plena independencia regional, afirma-
do en la convicción de su propio valer y en la impor-
tancia material de los interesen representados.
[2a]
LA XSWfSPESíWfERCÍA NACIONAL
Pero si Montevideo, plaza fuerte y comercial, y su
territorio pletórico de riquezas, insinuábanse como
conjunto geográfico el más importante de estas regio-
nes del continente, en esas mismas ventajas y méritos
estuvo puesta la ambición de los vecinos limítrofes:
de Portugal al norte, que en el desamparo de las fron-
teras toleraba las incursiones de partidas volantes para
robar fabulosas cantidades de ganado con los cuales
enriquecía la codicia de los comerciantes de Río Gran-
de, y de Buenos Aires, que viendo decaer por días su
prestigio de ciudad principal, luego de la creación en
1794 de la Junta del Consulado, orientó decididamente
su política en el sentido de quebrar de todos modos el
auge de Montevideo, reconquistando para ella los fue-
ros de Capital del Virreinato ►
Por fuerza de los hechos, las resistencias, las odio-
sidades, excitáronse, principalmente entre Montevideo
y Buenos Aires. Portugal era el enemigo tradicional;
en cambio, la acción del Consulado, imponiendo con-
tribuciones de dineros a Montevideo, gravando con
fuertes impuestos su comercio, habilitando el puerto
de la Ensenada para que la competencia fuese más
eficaz, labró de modo sustancial, en el transcurso con*
tinuado del tiempo, el espíritu público de los habitan-
tes de una y otra banda, que, como es natural, hicieron
causa propia del interés recíproco de cada una. En
1801, la escisión entre Buenos Aires y Montevideo era
ya una verdad manifiesta, y la polémica, la primera a
través- del Plata, entre Labarden y Piego de Oliver, en
34 Según el diario de Aguirre las extracciones de cueros
de reses faenadas por los portugueses en el territorio oriental,
calculábanse más medio millón por año. (Groussac.
"Anales de la BibUoteca" )
[29]
PABLO BXiANCO ACBVEDO
el primer impreso, "El Telégrafo Mercantil", demos-
traría suficientemente que la unión de las dos capita-
les no existía entonces, ni existiría más,
Nuevas causas todavía, ahondarían el surco de enco-
nos y divergencias obstinadas. Las invasiones extran-
jeras de 1806 y 1807, la reconquista de Buenos Aires
por Montevideo, la ausencia de reciprocidad en el au-
xilio, cuando a su vez la última cayera tras ruda de-
fensa en poder del ejército inglés, dejaron, hecha la
paz y alojado el enemigo, como rastro de su efímero
pasaje, un motivo más de orden fundamental para la
desarmonía entre las dos ciudades. ¿Cuál fue de las
dos la que hizo el máximo de esfuerzo y de sacrificio
en la defensa contra el invasor? He ahí la interrogante
y el nuevo aspecto de la cuestión del Plata que enar
decería aún más los ánimos^ obligando el nombramien-
to de do& representaciones, una del doctor don Nicolás
Herrera por el Cabildo de Montevideo., otra de don
Juan M. de Pueyrredón por Buenos Aires, ante el
Consejo de Indias de Madrid, para discutir allí, de
viva voz, ambos plenipotenciarios, los mejores dere-
chos de sus respectivas ciudades. ^'^
Desde entonces todo acercamiento, todo pacto de
unión quedó deshecho. Un suceso último planteó de-
finitivamente la ruptura y el Cabildo Abierto de 21
de setiembre de 1808, en el que gobernador y capitu-
35 En los archivos públicos y particulares de Montevideo,
existen en cantidad las piezas documentales para probar él
clamor y los reclamos de los habitantes del país ante la per-
sistente acción del Consulado de Buenos Aires.
36 Montevideo pedía para sí, y en compensación de méri-
tos, la fundación de un Consulado Independiente que rielera
sus intereses comerciales. Buenos Airee solicitaba, por iguales
mgtlvgs» la adjudicación de todo el territorio oriental como
término de su Jurisdicción
rso]
LA INDBFENOENCTA NACIONAL
lares constituyéronse en Junta de Gobierno, indepen-
diente de Buenos Aires, negando la autoridad del
Virrey, dio término a las relaciones políticas de las
dos capitales. ^' Después, cuando Buenos Aires en 1810
al remplazar al Viiiey Cisneros por la Junta de Mayo,
invitó a Montevideo a que reconociera la nueva auto-
ridad, ese hecho no se produjo.
II
Artigas no fue una causa, sino una consecuencia.
El movimiento de emancipación contra la metrópoli,
la grandeza del motivo inspirador, más finamente per-
cibido por el pueblo y la masa campesina que por los
políticos, tuvieron la virtud, en un comienzo^ de divi-
dir la opinión en el Uruguay, y mientras Montevideo
y las clases conservadoras continuaban su tradición
contraria a la capital virreinal, los elementos demo-
cráticos se alistaron de inmediato en las filas de la
37 Los diputados nombrados en Buenos Aires en 1815» para
solicitar dol Hey Carlas XV de España la designación d« un
miembro de la casa real para el gobierno del Río de la Plata,
culparon a Montevideo de haber iniciado el movimiento de
emancipación, y, aludiendo a la Junta de 1809, decían: Don
Javier Elío (Gobernador de Montevideo) se separó entonces
de la obediencia de todas las autoridades de la capital y
formó un gobierno "independiente" en una Junta que fue la
^'primera en toda la América". (Página S de la Reverente
Súplica al ex Hey Carlos IV, pidiéndole a su Inijo adoptivo
el Infante don Francisco de Paula» para coronarle en las Pro-
vmcias del Hio de la Plata, por los vasallos del mismo, don
Manuel Belgrano y don Bernardino Rivadavia. Impreso el año
de 1825 ) (Colección del autor.)
38 Las ideas sustentadas por el redactor de este informe,
en este capitulo, fueron desarroUcidas por el mismo en el
aña 1906 en un estudio sobre la Misión de Juan José ^asso»
delegado de la Junta de Mayo ante el Cabildo de Montevideo
de 1810, dándose como fundamento del rechazo de las propo-
siciones de que aquél era portador, las desinteligendas y ri-
validades de mucho tiempo atrÁs surgidas entre las dos ciu-
dades del mo de la Plata ("Revista Histórica", tomo X.)
X31]
PABLO BLANCO ACEVEDO
revolución. La insurreccidn general de 1811, San José,
Las Piedras, demostraron, con harta claridad, el sen»
tir de esa ultima fuerza cuya finalidad era romper el
vínculo de sujeción a España. Pero la lucha de inde-
pendencKi del poder colonial en el Río de la Plata,
radicada casi exclusivamente en el Uruguay, fue rá-
pida, y disminuida la importancia ofensiva del único
centro de reacción contrario al principio emancipador,
por el sitio impuesto a Montevideo, de inmediato los
acontecimientos tomaron el gir(» de su primitiva ini-
ciación. El movimiento del 25 de Mayo de 1810, no
tuvo !a trascendencia de una revolución en las ideas
antes sustentadas. La capital virreinal continuó como
había sido antes, y a los Virreyes, Reales Audiencias
y Consulados, se subsiguieron organismos con come-
tidos idénticos. Los hombres fueron los mismos, y la
lucha se resolvió contra Montevideo en su aspecto de
centro de resistencia española, y contra la ciudad y la
gobernación para concluir su«5 tradiciones autonómí-
caSj y así, mientras se exigía el esfuerzo de los orien-
tales para concurrir a la rendición de la plaza, se les
enviaba a comandarlos a Belgrano o S arralea, o se
pactaba con Portugal, sobre la base de la ocupación
del territorio uruguayo.
La reacción fue natural consecuencia de esta políti»
ca, y si los gobiernos de Buenos Aires continuaban la
escuela de los Virreyes y Consulados, por fuerza sacu-
dían el fondo de las odiosidades, larga y tenazmente
elaboradas entre I09 dos pueblos del Plata, durante el
extenso período colonial. Artigas encarnó la más le-
gítima representación de los principios locales, y la
tenacidad de su acción, de su perseverancia indoma*
no constituyó sino el resultado obligado de una
[82J
LA INDEPENDin^CIA NACIONAL
determinante de sucesos para él ya históricos. De ese
choque de dos íuerzas encontradas, no pudo ocurrir
sino el sometimiento de una al imperio de la otra^ o la
desaparición de ambas» Anle la inminencia de los
acontecimientos^ ya que las ideas se propagaban veloz-
mente en el interior argentino. Artigas proyectó, con-
virLiéndose después en su adalid, la FederoGÍón^ el
Pacto Federal^ a semejanza del sistema norteamerica-
no, única forma de gobierno posible de aplicar a aque-
llas sociedades, todavía en desariollo. Las Instruccio-
nes de 181B así lo establecieron en sus aitícnlos 2^,
10*^ y 119, y si el Pacto federal de Estados o Pro-
vincias, reconocía un vinculo común en la constitución
de una entidad superior, sus íacultadps. ciicunscrilas
al conocimiento de los negocios generales, estaban to-
davía limitadas por el respeto a la soberanía y a la
libertad e independencia que cada una de las provin*
cias retenía para si.
La incomprensión de los gobernantes porleñüs, la
ausencia de elementos de preparación e inteligencia
paia ver claramente el fondo y la importancia de la
39 Los aitículos citados de las Instrucciones de Artigas de
1B13 y que repiten a la letra las cláusulas I, II y IXI de las
Bases Constitucionales de Filadelfia de 4 de juho de 1778,
dicen así:
29 ''No admitirá otro sistema que el de Confederación para
el pacto reciproco con las provincias que formen nuestro
Estado.'*
109 "Que esta Provmcia, por la presente» entre "separada-
mente"» en una firme liga de amistad con cada lüia de las
otras, para defensa común, segundad de su libertad y para
su mutua general felicidad, obligándose a asistir a cada una
de las otras contra toda violencia o ataque hechos sobre ellas
o Sobre alguna de ellas, por motivo de religión, soberanía,
tráílco o al^ún otro pretexto cualquiera que sea."
Il9 *'Que esta Provincia retiene su soberanía, libertad e
mdependencia, todo poder, íurisdicclon y derecho, que no es
delegado expresamente por la Confederación a las Provincias
t7nidas juntas en Congreso "
[881
PABLO BLANCO ACEVSDO
cuestión debatida, agravaron todavía las circunstan-
cias. La doctrina artiguísta fue mirada como el pro-
ducto de la voluntad de un hombre o de un círculo, y
Artigas y los que giguieroji sus banderas tenidos por
traidores a la Patria. En su ceguedad opusieron al ré-
gimen del Pacto Federal, que garantía el sistema re-
publicano y las autonomías, el régimen del centralismo
absorbente, directorial, con tendencias definidas a la
monarquía. La guerra, la lucha interna fue la segunda
etapa del intenso drama desarrollado entonces, y si
Guayabo y la entrada de los orientales en Montevideo,
yalvarnn el principio proclamado en 1813 de la Inde-
pendencia piivativa de los Estados, nuevos sucesos
se encargarían de echar por tierra las conquistas al-
canzadas a costa de tantas vici^^itudes y sacrificios.
La coalición de Buenos Aires con Portugal, la ce-
sión de los derechos que su gobierno hiciera sobre cl
territorio uruguayo, puesta como precio de la conquis-
ta» no tuviezon otro motivo u objetivo final que la
destiucción de Artigas y sus ejércitos. La lucha desen-
cadenada fue terrible, y mientras lo.s orientales libra-
dos a su solo esfuerzo, oponían sus pechos a la inva-
sión enemiga, todavía^ desde la capital argentina, se
promovían las insurrecciones en las provincias inte-
riores, restando su participación en la contienda inter-
nacional. Artigas íue vencido tras cruentas y ardoro-
sas resistencias, y Carumbé, India Muerta, Catalán y
Santa Ana, fueron otros tantos jalones de entusiasmos
y heroísmos puestos en defensa de la Patria.
De todo ese inmenso desastre, que se consiuma de
modo definitivo en 1820, algo, sin embargo, sobrevi»
vio. Los Ti atados del Pilar celebrados en 23 de fe-
brero de ese año, entre Santa Fe, Buenos Aires y En-
134]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
tre Ríos, aun cuando por sus cláusulas secretas se con-
viniese la eliminación de Artigas, representan, en su
espíritu, las ideas del Jefe de los Orientales, por las
cuales pugnara desde 1813. Es el Pacto Federal de las
célebres Instrucciones el que prepondera en los Tra-
tados y el primero sobre el cual descansaría la futura
organización constitucional de la Argentina. Pero
ai Artigas triunfa, aun después de sus derrotas, no es
menos victorioso en las ideas que inculca en los senti-
mientos íntimos de su país natal» El concepto de la
nacionalidad a él le pertenece, y en el terreno real de
los hechos. Las Piedras, Guayabo, su resistencia deses-
perada a la invasión portuguesa, representan los ex-
tremos de una patria determinada: ni españoles ni
porteños o provincianosj ni portugueses o brasileños.
Ese fue el resultado último de su acción. Verdad
es que en su pensamiento genial pugnó por una idea-
lidad superior concretada en el Pacto de los Estados
que uniría en un vínculo común el Uruguay, las pro-
vincias argentinas y el Paraguay, respetando sus so-
beranías locales. Fracasó en su propósito, pero la in-
dependencia oiientaU primer paso para la consecución
de su vasta empresa, la obtuvo de una manera firme
y categórica* El Congreso de Abril, la organización de
autoridades, sus desvelos incansables por el progreso
de Montevideo y de su campaña, los tratados de co-
mercio con Inglaterra, sus relaciones con Bolívar so-
bre amparo a corsarios y presas marítimas en los
puertos de América, constituyeron otras tantas mani-
festaciones inequívocas de la absoluta realización del
postulado de independencia y sohemtiia proclamada
en las Bases de 1813.
^0 Sduarüo Acevedo "Joaé Artigas'*, tomo ta
135]
PABLO BLANCO ACEVEDO
l'or lo demás, el estado de independencia de la Pro-
vincia, comprendido el territorio de Misiones, fue la
causa ostensible de la ocupación portuguesa y el mo-
tivo ([ue reiteradas veces dio Pueyrredón para negar
sus buenos oficios con los orientales y contribuir en
contrario a la ocupación extranjera. *^
Artigas resume, pues, con su acción los dos términos
autitéticos, al parecer, de la Liga Federal y de la In-
dependencia de los Estados* La terrible y despia-
dada oposición de Buenos Aire*** destruyó e hizo im-
posiblf^ la realización del primer extremo, pero quedó
el segundo, vivo, adherido al sentimiento íntimo de su
41 Nos creemos relevados de Ja prueba documental en es-
te aserto. Sin embargo, si hubiera duda, bastaría la simple
lectura del oficio del Director Pueyrredt3n contestando al
del delegado don Miguel Barreiro, de diciembre 6 de 1816» en
los comienzos de Ja üivasión portuguesa, para convencerse
de la afirmación Pueyrredón dice* "'El ejercito portugués
invade el territorio oriental por la razón de ?u Indev<^'^dencia
y su separación voluntaria y reconocida de la masa general
de las Provincias Unidas** (Archivo Mitre, tomo IV, pág 166j.
Afíos después, y ante la prudente mediación de don Valentín
Gómez, en 1823, para que el Brasil devolviese a la jurisdic-
ción de Buenos Aires el territorio oriental, el Ministro del
Imperio, Carvalho de Meló, opuso la misma consideración
de su indepcndenciot al tiempo de la conquista, que produjo
su ocupación, ("Colección Lamas, 1849 ) Para cerrar esta nota
sobre la complicidad de Pueyrredón con Portugal y los au-
xilios prestados por el primero, mencionaremos solamente
una frase del célebre documento de Artigas al Directorio de
Buenos Aii^es, de fecha de noviembre de 1817, y en la que,
luego de increpar rudamente sus procederes siniestros, le dice
"que no puede ser más Director de Buenos Azres y que su
conducta descarada es la de un ijefe portugués**, (Col. Maeso»
tomo II - Archivo Mitre, tomo IV, pág 281 )
42 Para penetrar acabadamente el régimen constitucional
de Articas proclamado en lfil3* es necesario, como lo hemos
dicho, estudiar la Constitución Americana Ño es de confun*
dir la forma de Confederación de Estado con la de Estatlos
Federales Si la segunda puede aproximarse al régimen Insti-
tucional actual argentino, la primera tuvo por oragan las Baees
de Filadelfid de 1778. BonfUs» definiendo el último tipo» dice:
"La Con/ederacz^n de Estados es una asociación más poUtica
que Jurídica» de Estados independientes que no reconocen
Í36]
LA INDEPENDEN'CIA NACIONAL
pueblo, que lo mantuvo latente, aun en las épocas
aciagas de la dominación extraña, a la espera de me-
jores días, para concluir la tarea empezada. Por eso
también se expresa una profunda verdad cuando se
afirma que Artigas íue el fundador de la Nacionalidad
Oriental.
más que una autoridad común, superior y suprema Cada
Estado confederado conserva su autonomía, su mdeVQndencia,
el goce y ejercicio de soberanía, tanto intenor como exterior,
salvo ligeras restricciones inherentes a la idea misma de la
asociación". ("Droit Internationdl*'» ed París, 1912, pág 98.)
Esmeln» por su parte, que hace igual distinción, esEpresa que
la Confederación de Estados a base del respeto mutuo de sus
independencias, es una forma anterior a )a de los Estados
FedQmies y que generalmente ha sido <?! siatema que ha pre-
cedido a ese tipo como en Estados Unidos y Alemania. ("Droit
[37]
CAPITULO IV
LA INDEPENDENCIA DE 1823
SUMARIO: La Independencia del Brasil de 1822, ^ Su con-
secuencia en el Estado Oriental. — La Logia "Independen-
tista*'. — Echeverriarza y el desconocimiento de Lecor. —
El Cabildo Representante de 1823. — La Independencia
absoluta. — Nombramiento de Comisiones Diplomáticas. —
Juan Antonio Lavalleja.
Las autoridades adictas a] Brasil y la Independencia Na-
cional. — El plan de Independencia del doctor Lucas J.
Obes. — Discurso en la asamblea de Canelones, — El Ca-
bildo de Montevideo y Fructuoso Rivera. — La Independen-
cia según Rivera y Obes. — Examen de esta tesis por San-
tiago Vázquez. — La Independencia Nacional, el Brasil y
laa Provincias del Plata,
El sentimiento de la Independencia en ]M< iTitcvideo. — Ce-
lebración de Tratados de alianza con Entre Ríos y Santa Fe.
Negociación con Inglatena. — Políticj de Buenos Aires, —
Las misiones Gómez y Cossio. — El Cabildo de Montevideo
y la misión Gómez. — Acta de 13 de octubre de 1823,
La paz entre brasileños y portugueses. — La misión So-
ler. — Fracaso del Plan de Independencia. — Acta de 29
de octubre de 1823 — La misión de Lucas J. Obes en Río
de Janeiro, — Fracaso de su proyecto de Independencia. —
La lección de los hechu'?. — Unica fórmula de Independencia
Naciond«
I
El movimiento de la independencia del Brasil, des-
arrollado dentro de un ambiente de calma por lo mis-
mo que la revolución de 1822 no afectó ni la constitu-
ción polítícsi del Estado ni alteró la dinastía de los
Braganza» estaría destinado a provocar en el Uruguay
[38]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
una honda perturbación. Incorporada la Provincia al
Reino Unido de Portugal y Brasil» por las resoluciones
del Congreso Cisplatino realizado el año anterior, ante
el temor de las reclamaciones españolas formuladas
en las cancillerías europeas y en el Plata, ^ ^ el nuevo
acontecimiento, al producir la escisión entre los dos
países que detentaban el dominio, de hecho, del terri-
torio oriental, trajo, como consecuencia forzosa, una
grave agitación en todos los ánimos. La división en
el espíritu público local^ fue el inmediato resultado
del conocimiento de tan tiascendental suceso, y dos
fracciones presentáronse en seguida en el escenario
político: la de los orientales brasileños y la de los
orientales portugueses. Ambas, cada una desde un
punto de vista distinto» no vieion en las circunstancias
sino una coyuntura favorable al logro de una aspira-
ción común: la independencia nacional; fuese ésta con
los brasileños que habían proclamado Ja suya y presu-
míase no tendrían deseos de perpetuar la ocupación
en el Plata; o con los portug:ueses, quienes al reti-
rarse de Montevideo, haciendo honor a la palabra em-
peñada en 1817, de no entregar la plaza sino a su
Cabildo, dejarían a esa autoridad en posesión de la
ciudad principal.
La trabazón de los sucesos que se desarrollarán a
partir de ese año, la semejanza de los planes de inde-
43 Actas originales d«l Congreso Cisplatino de 1821 en el
Archivo Histórico Nacional. El acta de incorporación se pu-
blicó en foUeto de ocho páginas en 1825. (Colección del au-
tor,) Véase^ además, "Orígenes de los males del Río de la
Plata", por el general Lamadrid (Imp. del 18 de Julio, Mon-
tevideo. 1846) y en el cual se dio a luz por primera vez la
documentación de la Comisión Regia Española de 1820 e Im-
pugnación de la misma por el doctor Florencio Várela (Imp.
del "Comercio del Plata", 1B46) y "Apuntes biográficos del
general Rivera", impreso en Montevideo, 1B42, por Andrés
Lamas. (Ccaecclún del autor)
tS9]
pabijo blanco acevedo
pendencia de 1823 con el de la Asamblea de la Florida,
obligan necesariamente a un estudio átenlo de ese
moi'imiento de independencia, porque contribuyen a
explicar los propósitos perseguidos en la campaña ini-
ciada el 19 de abril de 1825.
Las noticias de la conmoción brasileña fueron anun-
ciadas en Montevideo a mediados de agosto de 1822,
El capitán general de la provincia., Lecor, se alejó de
la ciudad para instalar su cuartel en la próxima villa
de Canelones y desde allí, donde le acompañaron el
síndico provincial don Tomás García de Zúñiga y el
diputado a Cortes, doctor don Lucas J. Obes, intimó
al comandante de las fuerzas portuguesas de la plaza,
don Alvaro Da Costai, su inmediato embarque para
Lisboa. Grave situación se planteó para este oficial,
hecho a la disciplina de cuartel, quien acudió al Ca-
bildo para declarar en oficio de 30 de setiembre, que
'^'ni él ni su división de Voluntario?, volverían nunca
sus armas contra aquellos que desde 1820 leconocia
como amigos". El efecto de tal declaración en el
pueblo y autoridades civiles de la ciudad, fue consi-
derabJe. y el Cabildo contestó tranquilizando el ánimo
de Da Costa, haciendo causa común con él, y mani-
festándole **que nadie ignoiaba de qué lado estaba la
justicia, y, quiénes, verdaderamente, eran los autores
de la futura agiesión". La acUtiul asumida produjo.
44 El doctor Lucas J. Obes« recién Uegado entonces de Hío
de Janeiro, donde Había cooperado activamente al movimiento
separatista» conocía íntimamente la política del Brasil y está-
toa al tanto de los proyectos de los Independientes brasileños
45 Oficio de Da Costa al CabiJdo de Montevideo (Libro de
Oficios Archivo General Administrativo )
46 Como nos referimos en este capítulo a documentos en
su mayoría méditos, hacemos desde ya la aclaración de que
todos los que citamos los liemos tenido a la vista en el Ar*
chivo General Administrativo^
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
como era natural, la contrarreacción de Lecor, y la
réplica fue el apresurar el reconocimiento del nuevp
Emperador del Brawl, Pedro I, acto que veriíkaron
sucesivamente los Cabildos y autoridades departamen-
tales.
La orientación de los sucesos definíase así de modo
claro. El Cabildo, en 8 de noviembre, afirmaba su
adhesión a Da Costa, rebelde, en el caso, a las reite-
radaí» órdenes de embarque de él y de su división
para Lisboa, dadas por Lecor. Preparábase a la vez la
revolución en la ciudad, y una nueva fuerza tomaba
de inmediato la dirección de los asuntos públicos; tal
era, la aparición de la logia secreta llamada públi-
camente ^'Caballeros Orienudes*', pero que respondían
por sus reglamentos, a otra denominación más caracte-
rística: **Los Independentista^" , derivado el nombre
de su programa máximo de acción,*^
Contra ellos, contra los propósitos de la Asociación
formada entonces por un núcleo de cien adherentes, —
en su mayor parle nacionales, aunque no faltaran en
el número antiguos residentes franceses e ingleses, —
se dirigieron los bandos y proclamas del Síndico Pio-
vincial, García de Zúñiga (noviembre 2o), acusándo-
los de facciosos, enemigos de Aitigas y de la Patria v
47 £1 fundador de la Logia fue don Juan Zufriategui. Su
miciación es posible datase, en Montevideo, de 1819, cuando
Ib sociedad "Caballeros de Buenos Aires** tuvo en esta ciudad
algunos de aais principales elementos, entre ellos don Carlos
Alv^r, empeñado entonces en su campaña anárquica de eaos
aüos en las provincias argentinas. (Véase "El Hurón" de 1819,
citado por Zinny: "Historia de la Prensa del Uruguay", pág.
17S). Además consúltese por los orígenes de la sociedad se-
creta de Montevideo de 1822 y 16S3, los Cuadros Nacionales de
la Sota (tnattnacnto inédito.)
[41]
4
rASU> BLANCO ACEVEDO
de obedecer a las sugestiones de Alvear, el gran ene-
migo de los orientales. *^
Pero el rumbo de los acontecimientos estaba tomado
y la autoridad capitular, en 16 de diciembre, después
de oír la palabra autorizada de su Regidor don Cris-
tóbal Echeverriarza, quien precisó exactamente la si-
tuación producida por la separación del Brasil y Por-
tugal, hecho que anulaba las resoluciones del Congreso
de 1821, decidía el desconocimiento absoluto de la
autoridad de Lecor y del Brasil en el territorio nacio-
nal, y la celebración inmediata de una Asamblea ele-
gida popularmente, la cual debería reasumir los desti-
nos del Estado Oriental. *^ A esta declaratoria, y como
complemento de ella, se siguieron dos actos de singular
importancia: uno, la convocatoria del congreso elec-
tor; el otro, la comunicación del Cabildo, apoyada en
los mismos términoa, con iguales propósitos, por otro
oficio suscrito por el vecindario de la ciudad, y que
era dirigido al gobernador de la Provincia vecina de
Santa Fe, don Estanislao López, enterándolo de las
medidas adoptadas de la próxima instalación de *^una
Asamblea de diputados del pueblo que proclamaría
su libertad e independencia y solicitando, tan sólo» el
auxilio de algunas fuerzas para que la Banda Oriental
saliese a su encuentro en masa, reproduciéndose así
— decían — las épocas de las primeras glorias''.
48 Proclamas de noviembre 28 de 1622. (Archivo capitular
de Soriano )
49 La Declaratoria del CabUdo de 16 de diciembre de 1822
mandada publicar y repartir en todo el país, por la misma
autoridad, llevaba la firma de Carlos Camusso, José María
Hoo, Gabriel Pereira, Francisco Farías, Bernardo Susviela,
Cristóbal Echeverriarza, Agustín Aldecoa y Estanislao García
de Zúñiga.
do Copiador oriainal en el Archivo General Administrativo.
Las notas fueron publicadas por Lasaga. "Historia de ti6pe2'\
páginas 505 y siguientes.
[42]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL.
La Asamblea Nacional no llegó a leuniise. pero
citado el pueblo a comicios para la fonnación de una
corporación que remplazase las funciones del Cabildo,
cuyo mandato expiraba el 31 de diciembrej resultó
electa la nueva autoridad que, poi el carácter investi-
do, denominóse "Cabildo Representante^'. ^'^ Fue su
primer acuerdo la ratificación plena de las resolucio*
nes de 16 de diciembre desconociendo la autoridad de
Lecor y el nombramiento de una comisión especiáis
la cual tomaría para si aquellas atribuciones de carác-
ter político inherentes a los capitanes generales y su-
perintendentes de Provincia. Esa Comisión especial
quedó compuesta por los regidores, don Manuel Pé-
rez, don Juan Francisco Giró y don Luis Eduardo
Pérez. Acto seguido y por decisiones consecutivas, se
dispuso la publicación de un manifiesto al país, que
lo enterara de los fines perseguidos, y el envío de dos
delegaciones, una a Buenos Aires^ compuesta por don
Santiago Vázquez, don Gabriel A, Pereira y don Cris-
tóbal Echeverriarzaj y otra a Santa Fe, furniada por
don Luis Eduardo Pérez y don Ramón de Acha, a
quienes se dieron facultades bastantes a íin de sohci-
tar> de los respectivos gobiernos provinciales, la coope-
ración y auxilio en los propósitos perseguidos para
obtener» con el apoyo de las tropas portuguesas de
Bl Producido el descoiiDciinieiito de la autoridad de Lecor
por el Cabildo> éste comunicó la resolución de 16 de diciem»
bre al Consejo Militar compuesto de Jefes portugueses, quie-
nes, si aprobaron las medidas de ruptura con el Brasil, for-
mularon ciertas reservas sobre la convocatoria de una Asam-
blea Nacional El Cabúdo, en sesión de 24 de diciembre, creyó
menester postergar la elección de ese cuerpo, aun cuando la
nueva autoridad capitular derivase su mandato del pueblo,
con lo cual se obviaban las dificultades puestas por los por-
tuguescB. (Documentos inéditos Archivo General Administra-
tivo. Acta de 24 de diciembre de 1B22 )
[43]
PABLO BLANCO ACEVSDO
Montevideo, la liberación del territorio de la domina-
ción brasileña.
Ligada así la acción del Cabildo con las comunica-
ciones a Santa Fe y a Buenos Aires, de cuyos comisio-
nados en 13 de enero se recibieran noticias favorables
a la empresa promovida, el plan proyectado fue cla-
ramente expuesto al comandante portugués Alvaro Da
Costa, quien, no decidido en una actitud definitiva,
obtuvo de la autoridad superior de Montevideo la si-
guiente respuesta que tomamos a la letra: "*el Señor
Comandante debe saber que los habitantes todos de la
Provincia no anhelan otro fin que el de su absoluta
libertad e independencia, y Que no hay duda que por
la paite que representamos nosotros, la promoveremos
a toda costa^ para lo cual destruiremos las fuerzas del
Brasil, y si respetamos ahora las suyas^ es porque
usted nos ha prometido que lo único que desea es em-
barcarse con honores", A este temperamento, tan
categóricamente expresado, se ajustó desde entonces
la política de los dirigentes del movimiento revolucio-
nario, y, mientras se pedía a los comisionados en Bue-
nos Aires* exí¿!;iesen de aquel gobierno una ^^contesta-
ción terminante y efectiva por el estado de violencia
en que se encontraba la campaña y los compromisos
de la mayor paite de sus h abitan te<^", se enviaban
comunicaciones a Simón dei PinOj para que sublevase
las milicias de Canelones; a Miguel Figueredo para
que hiciese otro tanto en Minas: a Fernando Otorgues
en la Florida y a Juan Antonio Lavalleja, a quien se
52 Original Inédito, (Archivo General Adminiatrativo.)
53 Oficio del Cabildo a sus Diputados en Buenos Aires, de
2Q úe enero úe 1823. (Archivo Echevenl^rza. Colecci6n dol
autor.)
[44J
remitían a Buenos Aires, donde residía, los despachos
de teniente coronel y el nombramiento de jefe militar
del ejército independiente- Lavalleja contestaría "acep-
tando la distinción con que se le lien rali a y colocán-
dose a disposición del Cabildo y de la Diputación
Diplomática*' 9 como él la llaniaia en su oficio de 30
de enero.
II
Pero si la Independencia i\acional era la palabra
de orden para el Cabildo de Montevideo y la finalidad
ansiada en lo íntimo de sus arciones, la misma idea-
lidad, aun desde un pimto cíiamct raimen Le opuesto,
perseguían los oueritales que permanecí eran adíelos
al Brasil, en la seguridad dada de que el nuevo Em-
p rador no reconocería los actos de Juan VI y la ocu-
pación del territorio OrienlaL A la constitución del
Cabildo erigiéndose en cor2">oración suprema, Lecor
contestaría declarando esa autoridad intrusa y delin*
cuente, y como la efeivesccncia de los ánimos amena-
zase propagarse ya en lodo el territorio, García de
Zúñiga se dirig^ió a los comandantes militaies de los
departamentos, significándoles, que si ellos "lo que
deseaban era la independencia del país, esa aspiración
la alcanzaiían sin recurrir a medios violentos, como
acto espontáneo del Biasil".
En tantOj definida la situación de Montevideo^ y
mientras los cuerpos de la guarnición libraban ya
54 Oiicio de Lavalleja al Cabildo (Manuscrito inédito Ar-
chivo General Administrativo )
55 Oficio de García de Zúñiga al comandante de las mili-
Ciás úe Soriano, J Puentes. (Archivo de Soriano )
[45]
PABLO BtiANCO ACEVEDO
combates con el ejército brasileño, el Cabildo de
Representantes, ante la imninencia de la invasión de
López«^^ exhortaba a los habitantes de la campaña
a reunirse a aquellas banderas que representaban "la
liberlad y la salvación de la Patria", Lecor mismo,
atemorizado ante el giro de los sucesos, daba sus órde-
nes pal a impedir las reuniones de ciudadanos y con*
testaba a las proclamas de Montevideo asegurando
que el interés del Brasil era el del Uruguay, y que si
los oriejitales hacían causa común con los brasileños
en su lucha con Portugal, el Imperio '^aseguraría la
independencia y libertad del territorio nacimed, dejan-'
do únicamente al tiempo que confirmase esa ver*
dad'\
A este mismo tenor se sujetaban las declaraciones
de los Cabildos departamentales convocados para de*
cidirse entre la Independencia absoluta de inmediato,
proclamada en Montevideo y la adhesión provisoria
al Brasil, como paso previo para obtener el reconoci-
miento de la misma independencia. El acta de Cane-
lones de 11 de abril, sobre cuyo texto hiciéronse las
del resto del país, ofrece suficientes elementos de jui-
cio« a fin de penetrar el pensamiento que guiaba a su
vecindario. Con esa fecha, citados a la Sala Capitular
de Guadalupe, el pueblo y autoridades administrativas
y judiciales, a pedimento del Sindico General del Es-
56 "El Argos'% de Buenos Aires, de 23 de marzo de 1823
(Colección del autor.)
57 Proclama de López, de 17 de marzo, anunciando su pró-
ximo pasaje del Uruguay (original suscripto por López, en el
Archivo General Administrativo) Publicado en hoja suelta,
Imprenta Alvarez, Buenos Aires, 1823*
58 Copiador de oficios del Gobierno Independiente, 1823
Documentos Cabildo de Montevideo (Archivo General Ad-
ministrativo ) Isidoro Pe Maria: "Historia de la Repút>lica
Oriental del Uruguay", tomo IV, página 350.
L46]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
lado, luego de manifestar éste que su deseo era que
la Asamblea se pronunciase sobre los principios pro-
clamados en Montevideo, (la independencia absoluta)
o el pacto de confederación al Brasil, bajo condiciones
que expresamente se determinarían, el voto de los
presentes j dice el acta, se decidió por la incorporación
al Imperio en los términos de la declaración de 20 de
octubre de 1822^ pero previas las afirmaciones del
Sindico, de que esa bases señaladas habían sido acep-
tadas por el Brasil, El documento que mencionanaoa
refiere, a continuación, que el Sindico General ^'satis*
fizo a los señores preopinantes asegurando que una
parte de las peticiones expuestas, estaban acordadas'^
pero, para mayor ilustración, debería hacerse compa-
recer al doctor Lucas J. Obes, quien seria la persona
indicada para llevar a Río de Janeiro la impresión
exacta del sentir de los habitantes de la campaña. £1
doctor Obes concurrió a la Asamblea^ y de su discurso
incorporado al texto del documeiíto, reproduciremos
algunos de sus conceptos fundamentales^ para desen-
trañar exactamente las ideas predominantes*
Comenzaba el doctor Obes por vindicarse ante la
acusación hecha por la prensa de Montevideo, que le
tildara de antipatriota, mencionando, en su descargo,
que por patriota los godos le habían perseguido y ex-
patriad o; que no había lucrado jamás con la revo*
lución; que a su paso para Lisboa en 1822 se detuvo
en Río de Janeiro, donde permaneció un año; que allí
había dicho que los pueblos orientales se unirían a un
gobierno que les asegurase ''todo aquello a que se
creían con derecho y por lo que habían sufrido una
guerra sangrienta de diez años'\ ^*Esto era en febrero
de 1822"5 — decía Obes — **creo que entonces, nadie
147]
pensase de otra manera, pero ahora, (1823), hay un
partido en Montevideo que predica la guerra. La cues-
tión es, pues, diferente porque se dice en Montevideo,
que los pueblos quieren la independencia absoluta y
yo lo creo, como creo que cualquiera de nosotros más
querría tener cien mil pesos, que cien reis, o un rodeo
de veinte mil vacas, que uno de cien. Pero, ¿esto es
posible? ¿Podemos constituir un Estado que no de-
penda de nadie y que pueda sostenerse contra las pre-
tensiones del Brasil? Los anarquistas'^^ están por la
afjnnativa« y dicen más, que seremos los pueblos más
felices de la tierra solo con resolvernos a pelear contra
el Imperio: pero, amigos, hueiio es discutir en asun-
tos de tanto interés. Se puede hacer la guerra al Brasil
y no tenemos ejército; se ^rnede. y no tenemos un te-
soro; se puede, y para conseguir que Santa Fe nos
permita reclutar en sus desiertos, hemos gastado seis
meses y muchos pesos en dipuLaciones. Lo que se
puede, — agregaba todavía, — - lo sé yo también como
el más avisado de los que me oyen y el más valiente
de los que me censuran. Nosotros podemos meter el
país a barato, encender la guerra, poner en alarma a
todos los habitantes de la campaña^ molestar al ene-
migo, ocasionarle péidida, matarle hombres, convertir
la provincia en un teatro de sangre, pero lo que no
podemos es triunfar, ni cimentar un gobierno, por el
mal incurable de la ambición y el anarquismo de que
padecen todas las provincias sin excluir a Lima y Ca-
racas, como lo publican las gacetas de Buenos Ai-
res..." y el doctor Lucas Obes, terminaba su alocu*
59 Este vocablo enii>leado por Lucas j obes» es el mDsmo
que usaba la prensa de Canelones que llamara a los hombres
de Montevideo* facciosos, anarquistas y alveanstas
[48]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
ción líianifestanda que si nada aconsejaba, pedía sim-
plemente que cada uno expresase su opinión para ser
portavoz ante el Imperio y promover allí ""la felicidad
del Estado^ su Independencia y sm Lihertades^\
Así lo resolverían el Cabildo y el pueblo de Cane-
lones, y, aprobadas y ratificadas posteriormente esas
declaraciones en la misma forma por Maldonado, el
doctor Lucas J. Obes se embarcaría un tiempo des-
pués para Rio de Janeiro,
ITI
li^l movimiento revolucionario de Montevideo^ en
tanto, pasaba por un periodo verdaderamente crítico.
A las pTOitiefias de apoyo para sus proyectos de inde-
pendencia recibidos con anterioridad de Sania Fe,
Entre Ríos y Buenos Aires, sólo la primera de las pro-
vincias contestaba estar dispuesta a facilitar los auxi*
líos, bien que éstos deberían ser pagos totalmente por
Montevideo, por lo que los vecinos de esta ciudad ha-
bían contratado un empié.^tito de cien mil pesos, hi-
potecando a ese efecto sus bienes públicos y priva-
dos. En cambio. Lucio Mansilla, Gobernador de
Entre Rios^ parecía fiarse más bien en su amistad con
Lecor para conseguir la evacuación de las tropas brasi-
leñas del territorio Oriental. Finalmente, Buenos Aires
y su gobierno marcaban una iría indiferencia tocante
a contestaciones efectivas, sobre su actitud a asumir
ante los sucesos de Montevideo, La delegación salida
80 Expediente y antecedentes originales del Empréstito
(Archivo General Administrativo ) En Buenos Aires se ofre-
cía para íinanciarlo con su garantía don Pedro Trápani,
acaudalado comerciante oriental y destinado a jugar un papel
de los más l)n]lante5 en él desenlace de los sucesos de la
Independencia
[49]
PABLO BLANCO ACEVEDO
en enero, nada positivo había conseguido aún en junio,
y la prensa de esta ciudad, al tomar parlicipación en
las negociaciones entabladas, llegaba a afirmar que el
objeto propuesto por los orienlalea era repetir la cam-
paña de Artigas contra Buenos Aires, asegurando que
Lavalleja, en Sania Fe, al solemnizarse la alianza con
Montevideo, había brüidado por la total destrucción
de Buenos Aires. Esto ocurría en el mes de abril;
en junio y julio la situación con el gobierno argen-
tino no había tenido variante. Santiago Vázquez, uno
de los comisionados, regresaba a Montevideo; el otro
miembro, don Cristóbal Echeverríarza^ se veía envuel-
to en una discusión pública con don Tomás Iriarte, a
propósito de la índole de las promesas ofrecidas para
auxiliar el movimiento de emancipación orientaL
Fue más o menos en esos mismos días que d Ca-
bildo de Montevideo, viendo localizada su acción al
recinto de la plaza, y sin conseguir qtie la insurrec-
ción se generalizase en el país, decidió un nuevo es-
fuerzo intentando traer a sus banderas al jefe oriental
más prestigioso^ quien hasta ese momento permane-
ciera en expectativa ante el desarrollo de los sucesos:
éste era el coronel Fructuoso Rivera, jefe del regi-
miento de Dragones de la Campaña Oriental. La nota
del Cabildo estaba concebida en términos francos y
amistosos, y decía en sus frases principales: ^^Esta es
la tercera vez que el Cabildo Representativo se dirige
a V- S., bien que temiendo que sus dos anteriores se
61 Domingo Ciillen. Secretario de la Comisión Oriental en
Santa Fe. remitió al CaDUdo de Montevideo "El Centinela",
de 6 de abril, explicando cómo había ocurrido el caso y el
origen de la Intriga (Archivo General Administrativo)
fi2 Véase "£1 Argos", de Buenos Aires, Junio 28 y julio 2
de 1823.
[501
LA INDEPENDENCIA NACIONAL.
hayan extraviado ... El Cabildo no desea otra cosa
que no ver malogrados los servicios que en tiempos
anteriores hizo don Fructuoso Rivera al país de su
nacimiento'*. Refiérese en seguida a los actos pasados
de incorporación, a las ideas equivocadas del Brasil
con respecto al territorio Oriental, ''basadfis éstas en
la impotencia en que se jmgaba la Provincia para
constituirse independiente**, "En cuanto a lo primero
— decía el Cabildo — usted sabe cómo fueron hechos
por la fuerza los Tratados de 1821, y en lo que hace
relación a las segundas, contemple V. S. si era menos
fuerte el poder y la opinión del gobierno español que
el del Brasil." "Los orientales quisieron ser libres y
lo fueron, porque no hay ejemplar en la historia de
que resoluciones semejantes^ no hayan dejado de cum-
pUrse a la corta o a la larga. Los orientales cuentan
ahora con alguna de las Provincias hermanas y con
la retirada de la división de voluntarios reales; cuen-
tan con recursos y apoyos europeos. En tal caso, los
brasileños serían dueños del terreno que pisaran sola-
mente., y ¿qué consideración merecería V» S, de esos
hombres que en su persona no verían más que un
agente de la esclavitud de su Patria? ¿De esa Patria,
señor don Frutos, por quien V« S. se ha sacrificado?
¿De esa Patria, el más caro objeto de nuestro cora-
zonr
El oficio del Cabildo que, como se observa, pasaba
de lo político hasta la nota sentimental, fue contesta-
do, y menester es también la transcripción de determi-
nadas frases de esa respuesta^ porque ellas explican
ampliamente la actitud de Fructuoso Riveia en los su-
cesos de 1823.
[51 J
—PABLQLBLAyCQ ACEVEDO
Comienza el oficio, cuyos términos revelan la re-
dacción del doctor Lucas J. Obes^ por afirmar: que la
nota del Cabildo llegada a sus manos era la única re-
cibida, y decía: "V. E, se decide y me invita a defen-
der la libertad e independencia de la patria^ y, feUz-
mente, estamos de acuerdo en principios y opiniones,
V, E, sabe que mis afanes nó hxin tenido otro fin que
la felicidad del país en que ncDcí y que siempre he soS'
tenido mi carácter, <, . La diferencia entre V, E. y yo,
en la causa que sostenemos^ solo consiste en el diver-
so modo de calcular la felicidad común a que ambos
aspiramos. V. E. cree que el país sería feliz en una
Independencia Absoluta y yo estoy convencido en una
Independencia relativa'**
A continuación la nota reproduce, aunque con va-
riantes de forma, las mismas ideas expresadas por
Obes en su discurso de la Asamblea de abiíl, en Ca-
nelones, y se refiere a la imposibilidad material de
sostener una larga guerra y triunfar del Brasil, y, aun
después cimentar en el país el orden interior cuando
las provincias argentinas, divididas en pequeñas repú*
blicas y sin haber pasado por todas las convulsiones
del Estado Oriental, vivían agitadas continuamente
del espíritu de revolución.
"Cuando se trata de un pioyecto — afirmaba Ri-
vera — a cuyos resultados está vinculada la suerte de
cien generaciones, es preciso no dejarse deslumbrai
de las agradables apariencias de teorías brillantes" y,
luego de insistir en que el patriotismo no era temcii-
dad sino virtud, se declaraba partidario en esas cir-
cunstancias, de la confederación con el Brasil, *'a base
de un pacto o de una gran carta que debiera garantir
[52]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
los derechos y libertades del Pueblo Oriental.""^' Fi-
nalmente, y luego de referirse a los ataques que la
prensa de Montevideo le dirigía, terminaba au expo<
gición en los siguientes térüiinoa: *Tor lo demás^ cuan-
do y. E., libre del influjo de los partidos, haga jus-
ticia a mis sentimientos, y oiga los consejos de la
razón, cuando deponga el error que sólo pueden sos-
tener las pasiones y compromisos, entonces me
será muy lisonjero cooperar a los esfuerzos de V ,
para conservar a la Patria esta felicidad a que con*
sagjo todos mis instantes'\ ^*
El oficio de Rivera al Cabildo Representante no
fue contestado por esa autoridad, pero la prensa de
Montevideo foimuló la crítica y débense reproducir
algunos de los comentarios ya que^ tratándose de ante-
cedentes también casi enteramente desconocidos, tie-
nen la doble importancia de la categoría de personas
que los redactaron, y el interés de referirse a las
fórmulas de Independencia entonces ardorosamente
discutidas. Santiago Vázquez, redactor de '^El Ciuda*
63 La interpretación exacta de esta parte es la misma que
daba Lucas J. Ohes, quien tenia la convicción por su parti-
cipación principal en los sucesos de setiembre de 1822, en el
Branl, qu» «1 nuevo Imperio reconocería la Independencia
Oriental, garantizando su cumplimiento por un pacto recípro-
co entre las dos naciones Es necesario advertir, además, que
era ésa la acepción qu$ en 1823 se tenía de la Confederación
de Estados, vale decir: un pacto o lazo de unión ofensivo y
defensivo entre estados independientes
64 Para la mejor inteUsencla de esta , parte final, es pre-
ciso tener en cuenta que la prensa de Canelones al acusar de
facciosos y logistas a los de Montevideo, creía que ellos obe-
decían al dictado de determinados políticos de Buenos Aires,
lo que quitaba el carácter de nacional al movnniento inde-
pendiente Agregaremos que la nota del Cabildo a Rivera,
fechada en Montevideo, mayo 6 de 1823, y la contestación de
aquél firmada en junio 19, la hemos tomado de la verdión
que de esos documentos da don Juan M. de la Sota en su
manuscrito inédito antes citado.
PABLO BLANCO ACEVEDO
daño" aparecido recién el 1^ de junio de 1823, hizo el
examen de la respuesta de Rivera (o de Obes) y ex<
puso sus ideas en la siguiente forma: '^Todo el plan
de este documento está malísimamente apoyado en un
principio falso, que en otro tiempo podría ser seduc-
tor, pero que ahora a nadie deslumhra porque las
lecciones de la experiencia son muy poderosas: supone
difícil si TIO imposible la independencia absoluta de
esta provincia, y pretende, que en este caso, es conve-
niente y necesaria la incorporación de ella a una na-
ción grande limítrofe y americana". Santiago Vázquez
afirmaba que la Banda Oriental nunca había renun*
ciado a los vínculos de familia que la ligaban a las
denominadas Provincias del Río de la Plata, y que si
por las contingencias de la revolución se separó de
hecho por impulsos de la guerra, nunca sus habitantes
estuvieron por una absoluta desmembración. En tal
caso los mismos principios que veían los autores de la
carta (Rivera y Obes), para confederarse con el Bra-
sil, el redactor de "El Ciudadano'" los invocaba, para
hacer — decía — "otra confederación, no imperial,
no violenta, sino apoyada en las bases que ha sancio*
nado la ilustración del siglo, arreglada a principios
liberales y acomodada a las antiguas relaciones, hábi-
tos, costumbres, etc., de nosotros los americanos del
Rio de la Plata, y no brasdenses\ ""'^ ''Reducida a estos
términos la cuestión, — agregaba todavía — los ar-
gumentos contra la Independencia absoluta, engañosos
y débiles aún en ese caso, no valen contra la federa-
ción de las Provincias Unidas." A continuación, San-
es Reproducimos a la letra el párrafo para penetrar aca-
badamente sobre lo que entonces se entendía por "Confede-
ración"» que no era incorporación simple, idea que al ee hu-
biera pensado, se expondría en términos categóricos
[54]
XA INDEPENDENCIA NACIONAL
liago Vázquez examinaba el argumento ¿e la necesi-
dad de que el Imperio no sostuviera la ocupación del
territorio, una vez que sus habitantes hubiesen procla-
mado sus derechos a gobernarse a sí mismos, pero, en
la contingencia de que el Brasil insistiese en la pose-
sión, creía el articulistaj que los gobiernos de las pro-
vincias hermanas, sólo "que fuesen imbéciles, dejarían
de reconocer que es saya nuestra causa'' y cerrando
la argumentación terminaba afirmando como un hecho
incontrovertible: "que el principio de la independen-
cia y seguridad de las Provincias Unidas era inconci-
liable con la incorporación del Estado Oriental al Bra-
sil".
IV
Nos parece innecesario destacar la importancia de
las transcripciones documentales que acabamos de ha-
cen Una, es la idea madre que dirige el esfuerzo de
todos. El Cabildo Representante de Montevideo la ex-
presa categóricamente: '^la Independencia Absoluta^*;
pero ese postulado, que infelizmente no llegó a con-
cretarse en una Declaración explícita, provoca en el
sentimiento de los hombres dirigentes dos tendencias,
que si coinciden ambas en su pensamiento central de
la Independencia Nacional, aparecen ligadas: una, a
un pacto de unión con el Brasil, previo el reconoci-
miento expreso de determinadas condiciones para ha-
cer efectiva la unidad; y la otra, en identidad de cir-
cunstancias con las entonces Provincias del Río de la
Plata (Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes y Santa
Fe), vinculadas entre si por el Pacto llamado del Gua-
sa ^*E1 Ciudadano^ 8, 20 de julio de 1823 (Colecdán
del autor)
[65]
PABLO BLANCO ACEVEDO
dnlátero (25 de enero de 1822) > que al celebrar la paz
y amistad reciproca de las provincias reconocía la li-
bertad y la Independencia die cada una.
Pero antes de proseguir el desarrollo de los sucesos
que tuvieron por término el fracaso más absoluto de
las esperanzas de Obes y Santiago Vázquez, veamos
todavía hasta dónde llegó la convicción de los hombres
de Montevideo, de llevar a solución la empresa por la
Independencia proyectada en 1823. A fines del mes de
julio, las comunicaciones todas de Santa Fe, daban
como un hecho la proximidad de la invasión al terri-
torio Oriental» y Estanislao Iiópez insinuaba la con-
veniencia de nombrar como generalísimo a Rondeaa,
propuesta que el Cabildo no aceptaba, manteniendo el
nombramiento que hiciera en favor del teniente coro-
nel Juan Antonio Lavalleja» como jefe de la expedi-
ción. £n agosto^ recibíanse todavía los Tratados cele-
brados por la Comisión Oriental y las Provincias de
Santa Fe y Entre Ríos, esta última adherida por la
influencia que ejerciera López en el ánimo de su go-
bernador Lucio Mansilla. Dichos convenios, que eran
dos, uno 'público y otro secreto» debidamente firmados
y ratificados por las partes, se remitieron para la apro-
bación de Montevideo, cuya autoridad capitular llenó
ese requisito. Por el primero de los Tratados (cele-
brado éste tan sólo entre Montevideo y Santa Fe) en
ocho artículos separados, formulábase un pacto oíen-
&ivo y defensivo, en la lucha a emprenderse contra el
Brasil, y la especificación de que todos los recursos,
municiones, armas y pago de soldados, serían de cuen-
ta de Montevideo. En cuanto al segundo» es decir» el
67 Artículo I dél Tratado d« 95 de «curo de 1^28. Cfltl«c-
clón Várela, Imp. Montevideo, 1849. pá¿: 22.
£56]
IjA INmPENDEHCIA NACIONAL.
secreto» el cual hallábase firmado también por el re-
presentante de Entre Ríos, referíase a los contingentes
para la formación de un ejército en la línea del Uru-
guay, comprometiéndose ambas provincias a formar,
cada una, un cuerpo de trescientos hombres; a la so-
licitud que se haría a Buenos Aires para su partici-
pación en la guerra de acuerdo con el artículo 2^ del
Tratado reservado del Cuadrilátero; finalmente, a la
declaración nuevamente expresada, que todos los gas-
tos que necesitara realizar Entre Ríos, estarían a cargo
de Montevideo,
Los Tratados no tuvieron cumplimiento, pero, acep-
tados de buena fe por Montevideo y promovidos a ins-
tancias de su Cabildo, demuestran en su celebración,
el carácter de independencia de que aquella autoridad
se creía investida, y, al mismo tiempo, el intenso deseo
de llevar a cabo la campaña libertadora, llegando a
ese fin, a costa de grandes sacrificios materiales, El
gobierno capitular realizó todavía otra clase de es-
fuerzos en pro de su alta idealidad de independencia.
Tales fueron las conversaciones diplomáticas entonces
iniciadas por don Santiago Vázquez, a nombre de la
autoridad nacional, con el Cónatil de Inglaterra en
68 £1 Tratado público se encuentra inserto en la obra de
Ramón La^a^a: "Historia de López". £3 Tratado secreto lo
tomamos de su texto original en el Archivo General Admi-
nistrativo.
69 Según Adolfo Saldias ("Historia de la Confederación
Argentina"), Estanislao López suscribió los tratados obligado
por las penurias económicas de la provincia y con la idea
de resarcirse ante los generosos ofrecimientos pecuniarios de
la Comisión Oriental. (Tomo I, pág. 177 ) En cuanto a Lucio
MansiUa, su acción» díjose entonces, en 1823, fue neutralizada
mediante una siuna de dinero facilitada por Lecor (Memoria
de Lorenzo J. Fér^ "H« vista Histórica" de Montevideo, to-
mo III, p^.
6
PABLO BLANCO ACEVBDQ
Montevideo, Mr. S. Hood, a fin de que esa potencia
europea secundase el esfuerzo de los orientales, ^'^
Los meses de setiembre y octubre fueron para Mon-
tevideo de incertíduxnbre y expectativa. Buenos Aires,
que se había mantenido en una neutralidad absoluta
ante los acontecimientos de Montevideo, decidióse al
fin a una intervención, enviando dos comisionados,
con objetos distintos: a don Valentín Gómez, con una
misión a Río de Janeiro destinada a solicitar el retiro
de las tropas imperiales del territorio oriental; y al
doctor Juan García de Cossio, a Santa Fe y Entre Ríos,
con el fin de neutralizar, de todos modos, cualquier
cooperación de las provincias en la guerra que Mon-
tevideo proponíase con el Brasil. La primera en defi-
nitiva no tuvo ningún éxito. De la otra, confiada al
talento y habilidad del doctor Cossío, éste, en extenso
memorándum dirigido a Estanislao López, Goberna-
dor de Santa Fe, llegó a convencerlo que estaba en el
interés de las provincias ligadas por el convenio del
Cuadrilátero en permanecer en absoluta prescindencia
de los sucesos de Montevideo,
La última de las misiones se tramitó reservadamen*
te. No así la del doctor Gómez, de la cual se dio cono-
cimiento a Montevideo. Fue en esa circunstancia que
el Cabildo intentó un esfuerzo dirigiéndose, el 13 de
octubre de 1823, en largo y estudiado documento a
70 En la respuesta del Ministro brasileño señor Carvalho
a don Valentín Gómez, en 1824, se contiene la expresión de
que Montevideo solicitó el apoyo de Inglaterra. Más explfci«
tas que estas referencias son las consisnadas por A. Wright,
en su estudio soDre el origen de la nacionalidad urugua:ra,
redactado de acuerdo con los **reports" de los Cónsules in-
gleses en Montevideo haata 1030, existentes en el Forelgn
Office de Londres, £1 dato que se consigna aquí sobre esa
negociación se ha tomado de la mencionada obra.
71 R. Lasaga: ''Historia de l^pez", págs. 508 a 528.
X58]
LA INDEPENDENCIA NACIONAIj
la Asamblea Constituyente de Rio de Janeiro, para
protestar contra las adhesiones foi muladas desde el
Congreso de 1821 y haciendo a la vez una fiel historia
de los antecedentes con que fueron realizados los actos
de incorporación. El Cabildo Representante terminaba
exigiendo el retiro de las tropas brasileñas, el embar-
que de la división portuguesa de voluntarios reales, y,
por último, que "los habitantes del Estado quedasen
en absoluta Ubertad de fijar por medio de sus legítimos
representantes^ sus destinos como mejor les convi-
niera'\ "
Los sucesos a partir de estos días — fines de octu-
bre — tomarían un giro rápido, Lecor habíase puesto
en comunicación con Alvaro Da Costa, Jefe de la Di-
visión Portuguesa, y el Cabildo fue sorprendido con
Iratativas de paz, entre brasileños y lusitanos. A pesar
de sus reclamaciones invocando las cláusulas de la en-
trega de la plaza en 1817, confirmadas después en
1819^ referentes a que en el caso del retiro de los por-
tugueses, las llaves de la cmdad pasarían a poder del
Cabildo; las negociaciones lleváronse a término, siendo
éstas debidamente ratificadas. '^^ En el ínterin^ ante la
derrota y el fracaso de todos los esfuerzos realizados,
el Cabildo^ como un supremo recurso destinado a con-
jurar el inminente peligro de la entrada de Lecor a
Montevideo y por tanto de la continuidad de la domi-
nación extranjera, reuníase extraordinariamente para
hacer la declaración de 29 de octubre, cuyos términos
finales se redactarían así: "1^ Que declara nulo, ar-
bitrario y criminal el Acto de Incorporación a la Mo-
72 Acta Capitular inédita de 13 de octubre de 1823.
73 La documentación de estas negociacionea ÍUe publicada
en la "Revista Histórica'% tomo I.
[59 3
PABLO BLANCO ACEVEDO
narquía Portuguesa, sancionado por el Congrego de
1821, compuesto en su mayor parte de empleados civi-
les, a sueldo de S. M« I., de personas condecoradas por
él, con distinciones de honor y de otras colocadas pre-
viamente en ios Ayuntamientos para la seguridad de
aquel resultado. 2^ Que declara nulas y de ningún va-
lor las actas de Incorporación de los pueblos de la
campaña al Imperio del Brasil, mediante la arbitrarie-
dad con que todas se han extendido por el mismo
Barón de la Laguna y sus consejeros, remitiéndolas
a firmar por medio de gruesos destacamentos de tropa
que conducían los hombres a la fuerza a las casas ca-
pitulares y suponiendo e insertando firmas de perso-
nas que no existían o que ni noticias tenían de estos
saceaoB» por hallarse ausentes de sus casas. 3^ Que de-
clara» que esta Provincia Oriental del Uruguay no per-
íenecCf ni debe, id quiere pertenecer a otro Poder,
Estado o Nación que la que componen las Provincias
de la antigua unión del Río de la Plata, del que ha sido
y es una parte, habiendo tenido sus Diputados en la
Soberana Asamblea General Constituyente, desde el
año de 1814, en que se sustrajo enteramente del domi-
nio españor'. Por último, resolvía pasar copia del acta
al Gobierno de Buenos Aires, para su inteligencia ^*
y aún más, decidida ya la entrada de los brasileños
en la ciudad, solicitaba en sus acuerdos la protección
del Gobierno de Buenos Aires.
Fue recién en esas circunstancias, que la autoridad
argentina resolvió el envío de un Comisionado a Mon-
74 Acta Inédita del Cabildo, de 29 de octubre de 1823 El
acuerdo aparece firmado por Manuel Pérez, Pedro Francisco
Berro, Pedro Vidal, Juan Francisco de las Carreras, José
Marta Platero. Juan F. Giró, SUvestre Blanco y Ramón Cas-
tro. (Archivo General Administrativo.)
[60]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
tevideOf que sería el general don Miguel Soler^ con
instrucciones para interponer sug oficios en la con*
tienda que ya tocaba a su término y solicitar de Da
Costa y Lecor que mantuviesen sus posiciones hasta
lanío no se conociera el resultado del viaje a Río de
Janeiro de doE Valentín Gómez. Llevaba, además, el
agente de Buenos Aires otro objeto y era el de infor-
marse ciertamente si los sentimientos expresados por
Montevideo y su campaña eran francamente en favor
de una reincorporación de la Provincia Oriental a las
demás del Río de la Plata. Soler daría amplio cumpli-
miento a los fines de su misión. Uegado el 21 de no-
viembre a la Colonia y el 26 a Canelones, supo aquí,
de boca del mismo Lecor, la celebración de los tratados
con Da Costa y la inminencia de su entrada a Montevi-
deo. Trasladado a esta ciudad púsose al habla con el
Cabildo, manteniendo con esa autoridad, durante el
mes de diciembre de 1823, un cambio de comunicacio-
nes. El Cabildo Representante, aun ya entregada la
ciudad a los imperiales, contestó a las insinuaciones
de Soler, remitiéndose en un todo a las declaraciones
de 29 de octubre. Sin embargo^ el comisionado extran-
jero, informando por escrito de lo que viera y oyera,
tanto en Montevideo como en la campaña, no quedaría
satisfecho respecto a la verdad de las protestas de ad-
hesión de los orientales a la unidad argentina, y en
oficio de diciembre 6. decíale al Ministro Rivadavia
las siguientes frases, que transcribimos íntegras y que
tienen el gran interés de haber sido formuladas por
una persona que no era oriental y en circunstancia en
que toda resistencia a la ocupación extraña había fra-
casado. Decía así el general Soler: "La nota oficial del
Cabildo, que incluyo en copia, las insinuaciones de
[611
PABLO BLANCO ACEVEDO
algunas autoridades en puesto elevado y lo que he
podido exprimir del paisanaje, me deciden a creer que
desean su Independencia y prefieren sii reincorpora-
ción al de la Unión, aunque su actitud física no es la
mejor presentemente y la moral carece de dirección.
Deduce, en consecuencia, que para fijar el destino jus-
to a que naturalmente desea conducirse esta Provincia,
se hace preciso usar áe la política que prepare y con-
cille los intereses personales, que chocando de conti-
nuo obstruyen la senda y que preparada la moral y
robustecido el cuerpo físico, entre (entonces) una fuer-
za neutral e independiente^ a obrar y fijar la suerte
de todos. Esto es, en suma, lo que el Comiaionado cree
respecto a la actual situación de esta Provincia. Ella
fue educada por los españoles como las demás. Inde-
pendiente del Estado, y, aún no libre de aquellas gro-
seras instituciones, fue presa del anarquismo furioso
de un Bajac. En seguida cayó en la opresión en que
aún gime. Todo esto, pues, está en relación con tales
incidentes y únicamente quedó en el corazón de los
orientales el deseo de su Independencia; él reclama
nuestro auxilio, y si las circunstancias lo hacen im-
practicable por ahora, no por eso es desconocer la ne-
cesidad de conveniencia recíproca y justa que le asiste
al Pueblo Oriental^ en demanda tan privilegiada". '^^
V
Las declaraciones exteriorizadas ante la presión
de los acontecimientos, no tuvieron resultado de nin-
75 Las precedentes comunicaciones fueron pubUcadas por
el señor Gregorio F. Rodríguez en su obra sobre el general
soler Además, consúltese el apéndice documental de la Bio-
grafía de Soler, escritíi por el coronel Lacasa, Buenos Aireaf.
1853
[62]
LA INDiEPENDENCIA NACIONAL
guna especie en Buenos Aires. El movimiento de inde-
pendencia, tan penosamente llevado a cabo y a costa
de tantas vicisitudes-^ ae desmoronaba asi, reduciéndose
a la nada. Revolución improvisada la de 1823, y sur-
gida por la aparente escisión de las tropas portuguesas
y brasileñas que ocupaban el país, se deshizo por la
base débil, en la cual se levantara^ producida la unión
otra vez entre las fuerzas extranjeras. Sin embargo,
los resultados de aquel hondo sacudiiniento en las
ideas tuvieron otras consecuencias y fue uno de los
más importantes, el convencimiento entre los habitan-
tes del país de que Buenos Aires coadyuvaría tan sólo
en una campaña contra el Brasil bajo la condición de
que los orientales reconocieran su antigua supremacía
colonial, y por tanto, que si la empresa libertadora
había de haceise, ésta tendría que llevarse a cabo con-
tando únicamente con los recursos nacionales. Pero si
el desarrollo de los sucesos constituía una ruda lección
para los Independientes de Montevideo, no lo era me-
nos para Lucas J. Obes, a quien el fracaso de todos sus
proyectos lo pondría en la realidad exacta con respecto
a la orientación de la política brasileña. En vano pug-
naría en la Corte por el reconocimiento de la Inde-
pendencia' Oriental, sin que encontrase el apoyo y la
seguridad esperada^ y sus actividades en Rio serían
calificadas por Lecor, desde Montevideo, como '"'aten-
tatorías y crimÍ7iales'\ '^^ Por último, la disolución vio-
lenta de la Asamblea Legislativa y Constituyente del
Brasil (12 de noviembre de 1823), haría perder toda
76 Oficio de Lecor a García de Zúñigá, noviembre 4 de
1823j remitiendo, como comprobante de su afirmación, el
"Diario de Cortes" de Río de Janeiro, (Copiador de Oficios
de 1823. Archivo General Administrativo )
[63]
PABLO BLANCO ACEVX3X>
esperanza de que el Imperio reconociese los derechos
de los orientales.
Los proyectos tendientes a obtener la Independencia
Nacional, tan penosamente trabajados en Montevideo
y en su campaña^ recibirían una cruel repulsa, pero,
de la inmensidad de la derrota surgiría de nuevo el
mismo ideal, más vigoroso e intenso, apoyado, esta
vez, en eí sentimiento público y en la comunidad de
los medios para alcanzarlo. La Patria se haría así por
el solo esfuerzo de sus hijos.
[64]
CAPITULO V
CAMPANA DE LA INDEPENDENCIA
NACIONAL
DECLARATORIA DEL 25 DE AGOSTO
DE 1825
SUMx\RIO: Significado de la Independencia de 1825. — Ac-
tuación de dos fuerzas distintas, — Los independentistas de
1823 y la campaña del país. — Lavalleja y Rivera. — Rive-
ra, el maiiscal Abreu y la Independencia Nacional. — La
Comisión Oriental en Buenos Aires. — Carácter de la guerra
con el BrasiL
El plan de Pedro Trápani. — Instalación del Gobierno. —
Discurso de Lavalleja, — Las primeras resoluciones. — En-
tusiasmo que despierta en el país la instalación del Gobier-
no Nacional. — Opinión de Joaquín Suárez y del Cabildo de
Canelones. — Opiniones de Rivera y de Juan Francisco
Larrobla. — Representación a las autoridades de Buenos
Aires. — Objetivo de la misma: la Independencia Nacional
como fundamento de la guerra con el Brasil.
Neutralidad de Buenos Aires en la guerra de Emancipa-
ción Oriental. — Las opiniones en el Gobierno y en el Con-
greso Constituyente. — Instrucciones reservadas a Martín
Rodríguez. — La defensa del territorio argentino contra la
invasión brasileña. — Actividades de don Pedro Trápani. —
Su proyecto para arrastrar laa provincias argentinas a la
guerra con el Imperio. — Correspondencia de Trápani con
LavaUeja. — Organización de la Asamblea en el Territorio
Oriental — Proyecto de Trápani y Francisco J. Muñoz para
obligar a Martín Rodríguez a romper las hostilidades con
el BrasiL — El ideal de la Independencia Nacional. —
Documento concluyente de 16 de agosto de 1825.
La Asamblea de la Fio n da. — Su reunión de 20 de agos-
to. — Resoluciones en sesiones preparatorias. — Solemne
instalación el 25 de Agosto de 1825. — Las tres actas de
ese dí«« ^ Orden de redacción. Moción dei Diputada
[65 1
PABLO BLANCO ACEVEDO
Carlos Anaya. — Efectos que produce en la Asamblea.
Cómo sa llegó a la fóimula de la Independencia Nacional. »
Antecedentes de la misma. — Actuación de dos núcleos de
opinión en la Asamblea, coincidentes en un mismo resulta-
do. — Los lavallejistas y los Diputados de la campaña. —
Filiación política de los miembros de la Asamblea. — Fór-
mula única que concentra las aspiraciones comunes: la
Independencia Nacional.
La segunda y la tercera actas. — Objetos y fines de las
dos. — La fórmula de Trápani y Francisco J. Muñoz. —
Lo resucito por la Asamblea. — Explicación única. — El
pabellón tricolor inúgnia del Ejército Oriental. — La se^
gunda acta; Unión con las provincias del Río de la Plata y
no incorporación a las mismas. — Distinción clara de loa dog
vocablos en la Asamblea de la Florida, — Fórmulas de in-
corporación a Portugal y BrasiL — Condiciones impuestas
por los orientales en 1821 y 1823, — Ausencia de bases en
la segunda acta de 25 de Agosto. — El pensamiento de los
orientales en 1825. — Su concepción sobre formas consti-
tucionales. — La incorporación equivaldría al sometimiento
a Buenos Aires. — Frente ft esa idea establecen el pabellón
tricolor de la Agraciada — Comparación de las fórmulag de
1823 y de 1825. — Circunstancias distintas en que ambas
se producen, — Fines distintos de las dos declaraciones. —
Artigas y la Asamblea de la Florida, — Orientación de una
migma política — Significado de la segunda acta: pacto de
unión, de alianza con las provincias a objeto de su concu-
rrencia a la guerra con el Brasil. — Por qué no es incor-
poración» — Imposibilidad política e histórica. — Situación
de las provincias Argentinas. — El Tratado del Cuadrilá-
tero y las Independencias reconocidas a Entre Ríos, Corrien*
tes. Santa Fe y Buenos Aires. — Constituciones políticas de
esos Estados o Provincias. — La República de Tucumán y el
Presidente Araóz. — Los Caudillos Ibarra y Quiroga» — Ar-
gumentos ñnales. — £1 envío de Diputados orientales al
Congreso Constituyente de Buenos Aires y la Independencia
Nacional. — La base fundamental de 13 de noviembre de
1824. — Reconocimiento expreso del Congreso de las inde-
pendencias locales y, por tanto, del acta de la Independen-
cía Oriental de 25 de Agoeto de 1825.
la organización política del Estado. — Su óríéniacíón
íiUTnedijitd baria la Ind^endencia absoluta. Facultades
[66]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
constituyentes y legislativas de la Asamblea de la ílorida. —
Resoluciones de carácter nacional — Ley de 31 de agosto
de 1825 autorizando al Poder Ejecutivo para hacer pactos de
alianza con otros Gobiernos, — Requisitos de los mismos. —
Interpretación del concepto de la Independencia del Estado
que hace el general La^alleja, — Las patentes de corso en
aguas jurisdiccionales del Plata y Uruguay. — Aplicación
de las facultades para hacer tratados de alianza, — ■ Pio-
yecto para producir la guerra entre las Provincias Argentinas
y el BrasiL ~— Lavalleja y el Gobernador de Entre Ríos,
León Sola. — Ke&puesta de éste. — Formas distintas para
entender las Independencias respectivas de Entre Ríos y la
del Territorio Oriental del Uruguay
El 25 de Agosto constituye la fecha de la Indcpendenoia
Nacional — Ceremonias de Juramento y aclamación del
Acta de Independencia en los pueblos de la República. ^
Las solemnidades en Cdinelones y San José» — Arranque
de la Tradición del 25 de Agosto de 1825 como día de la
gran fiesta nacional.
I
La insurrección general del país en 1825 no pudo
tener sino una sola finalidad: la Independencia Na-
cional, Dos fueron sus autores: Rivera y Lavalleja. ^'
La conjunción de ambos, por la orientación que las
respectivas tendencias de sus partidos, ya formados
entonces, lepresentan en la tradición histórica ajustada
77 No hay la menor duda respecto al acuerdo previo entre
los generales Rivera y LavaUesa en cuanto a la oportunidad
y realización de la campaña de independencia de 1925 El
erudito y distinguido historiador brasileño A. Várela, en su
reciente obra ''Duas grandes intrigas", ha publicado los ante-
cedentes de estas negociaciones y los nombres de sus inter-
mediarios, señores Lecocq y Cullen, agente este último del
general Lavallejaj desde el mes de febrero del mismo afio;
Rivera estaba en comunicación con los orientales y enterado
de los proyectos de la empresa libertadora. Además, el do-
cumento do marzo 12 de 182B> ya reproducido por Isidoro De
María en su 'Historia de la República", cuyo original se en-
cuentra en el Archivo de Sorjano» y en el cual Rivera soli-
citaba de esa autoridaded departamentales los contingentes
[87]
PABLO BLANCO ACEVEDO
a los acontecimientos mismoa de 1823, tendría forzo-
samente un solo resultado: la independencia absoluta
del país, libre de sujeciones, más o menos fuertes, re-
presentadas por ligas o pactos federales, sea con el
Brasil o con las Provincias del Río de la Plata, La
iniciativa de los Treinta y Tres, llevada a cabo con
la prescíndencia manifiesta de apoyos oficiales de
Buenos Aires, y la incorporación de Rivera al peque-
ño núcleo de la expedición libertadora, algunos días
después del desembarco de La Agraciada, constituye-
ron en el hecho, una unidad de esfuerzos cuya única
consecuencia predeterminada se concretó en el pensa-
miento de erigir el territorio oriental en una nacio-
nalidad libre e independiente.
Rivera, sublevando la masa de los habitantes de la
campaña; Lavalleja, dando formas a la organización
de un cuerpo representativo de gobierno nacional, rea-
lizan, ambos, la tarea preparatoria que había de afian-
zar la inmensa empresa de 1825. Así, el primero, invi-
tando a los pueblos orientales, en su manifiesto de 16
de mayo, a acogerse a las banderas de la Patria, por-
que el Imperio no había cumplido lo que solemne-
mente prometió en 1823* cierra de un modo definitivo
todo espíritu de unidad con el Brasil. Sus cartas, cam-
biadas con el Mariscal Abreu, gobernador de la Pro-
vincia de Río Grande, en las cuales dijera "que los
de reclutas orientales para aumento de su regimiento de ca-
ballería, confirman ampliamente las referencias anteriores.
Por su parte, Andrés Lamas, en su biografía de Joaquín Sua-
rez, menciona que en su Archivo poseía tres oficios de Hivera
a LavaUeja, anteriores al mes de abril de 1B25 Suponemos
que dichas cartas son las mismas que hoy se hallan en el
Archivo Histórico Nacional, y si bien sus fechas son difíciles
de precisar^ por la forma abreviada en que están redactadas,
de la comparación con otros documentos resulta que debie-
ron ser escritas en el mes de marzo de aquel año.
[68]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Gabildoa departamentales hacia tiempo que habían di-
rigido representaciones a Río de Janeiro para conse-
guir sus aspiraciones de libertad'', y la convicción que
el mismo Rivera sugiriera a Abreu de que *'cst€ país
había prodigado toda clase de manifestaciones por su
libertad e independencia'^; su reto también a Abreu,
cuando éste, acusando recibo de los oficios, llamara a
Rivera pérfido y traidor, a lo que éste contestara
echando en cara a aquél su conducta de antiguo ofi-
cial portugués rebelado contra don Juan VU todo
demostraría cuál era el aentimiento de una de las prin-
cipales fuerzas que colaborarían en la campaña reden-
tora de 1825.
Pero si esto ocurría del lado de Fructuoso Rivera y
de los que como él permanecieran próximos al Brasil,
a la espera de reconocimientos espontáneos de la inde-
pendencia ofrecidos vanamente dos años antes, mani-
festaciones de idéntica índole hacían aquéllo», llama-
dos antes ¡ndependentistas, y que llegaron a constituir,
en Montevideo, una autoridad de gobierno^ expresión
de la voluntad popular: el Cabildo Representante de
1823, Por fuerza de los acontecimientos, si sus expre-
siones son inequívocas en cuanto a la voluntad de li-
bertar al país de la dominación extranjera, no lo son
en igual grado, al menos públicamente, en romper el
vinculo de raza o comunidad tradicional con las pro-
vincias del Río de la Plata»
El enemigo era el Brasil y con él las fuerzas impe-
riales que ocupaban el territorio oriental Luego, pues,
Lavalleja y su partido pudieron limitar su acción en
78 Lias citadas comunicaciones entre Rivera y el mariscal
Abreu en sus textos completos, encuentranse en el manus-
crito Inédito de J. M. de la Sota: "CusiOros Nacionales''.
169]
PAB3LO BLANCO AC£VEDO
los hechos mismos de la guerra que empezaba, y en
los 'propósitos originarios de su empresa de promovei
la Independencia Nacional. La expedición libertadora
forjada por una inteligencia privilegiada, la de don
Pedro Trápani, había partido de Buenos Aires, y aun
cuando los auxilios de su gobierno y de las provincias
no eran de esperarse de un modo efectivo, la obtención
de recursos o la neutralidad benevolente de su pueblo
se descontaban como una consecuencia lógica de los
sucesos pasados.
Rivera, pues, en la campaña, fomentando la revo-
Iución« enviando partes y proclamas a todos los extre-
mos del país, desde las fronteras de Tacuarembó a
San José, desde Santa Teresa a Paysandó; Lavalleja,
organizando el ejército, y en comunicación pennanen-
te con Trápani en Buenos Aires, quien adelantaba ar-
mas, municiones y recursos adquiridos a su costa y
que eran pasados furtivamente por el Uruguay, pro-
movieron en pocos días la insurrección general, y, a
fines de mayo, la bandera tricolor, desplegada en La
Agraciada, flameaba delante de los muros de Monte-
video y de la Colonia, únicos puntos ocupados toda vi a
por el extranjero.
Un intenso despertar de entusiasmo y simpatías pro-
vocan en las provincias argentinas los rápidos éxitos
de los orientales en su primer mes de campaña liber-
tadora. La lucha contra el Brasil tiene el aspecto de
las guerras de independencia contra España y, no
acallados aún los ecos delirantes con que se festejara
en Buenos Aires la victoria de Ayacucho, Brasil no
diferenciado todavía exactamente de Portugal, ofre-
cíase como otra potencia colonial contra quien era ne-
cesario combatir. Los augurios de triunfo, las prome-
[70]
LA IND£E»£NDENCIA NACIONAL
sas de apoyo del otro lado del Plata llegan al Cuartel
General insistentemente, forjándose una ligazón for-
zosa entre el pueblo de la otra orilla y los orientales
que se baten -por su ideal de independencia. Santiago
Vázquez es el primero en ofrecerse a Lavalleja, desde
la capital argentina. Antonio Díaz sigue el mismo
ejemplo, poniendo a disposición de la causa una im-
prenta. Francisco J. Muñoz y Loreto Gomensoro, nom-
brados desde los primeros días delegados en Buenos
Aires para proveer los auxilios de amias y municio-
nes a la revolución, decían ya a Lavalleja en caria de
junio 5: ^^nuestros negocios están claros; todo hay y
todo está pronto. Trápani lo ha facilitado todo. Vamos
a tener Patria y si tan pronto la tendremos se lo debe*
raos a su coraje y decisión".
II
Uno de los primeros objetivos de Lavalleja, apenas
iniciada la campaña de Independencia y siguiendo in-
dicaciones reiteradas de la comisión oriental de Bue-
nos Aires, fue la formación de un gobierno provisorio
que diese representación orgánica a la autoiídad na-
cional. Había motivos determinados que llenar y la
guerra contra el Imperio del Brasil, una vez que este
país preparase enteramente su fuerza, imponente por
el número y la vastedad de sus recursos, no podría fá-
cilmente sobrellevarse si no se contaba con el concur-
so de las provincias argentinas. Dos puntos capitales
deberían determinar y acelerar ese apoyo: el primero,
la declaración pública y solemne de anular los actos
79 Oficios de Francisco J, Muñoz, L, Gomensoro, Santiago
V¿zqu«2 y A Dias^ en su» origlnaled en el Archivo Histórico
Nacional
[71]
PABU> BLANCO ACEVEDO
de incorporación a Portugal y al Brasil, y el segundo,
el envío de comisionados al Congreso Constituyente de
Buenos Airesj autoridad que entonces y por la forma
de su composición se suponía representaba el interés
general de las provincias. Don Pedro Trápani así lo
insinuaba a Lavalleja, en carta reservada de 5 de ju-
nio: "La Comisión — decía — no duda que el objeto
que más preferentemente ocupa en la actualidad a los
Jefes Orientales será el de la anulación de las actas
del Congreso Cisplatino y reconocimiento del Brasil,
el nombramiento de gobierno y de diputados al Con-
greso, pues de estos pasos deben indudablemente re-
sultar la parte que todas las provincias deben tomar
en la contienda con el imperio que ya sostienen los
orientales^',
Lavalleja comenzó por la instalación del Gobierno
Provisorio, celebrada en 14 de junio en la Villa de la
Florida. Allí, delante de los miembros de la autoridad
patria, expuso de viva voz los designios que lo impul-
saron en la obra libertadora, y luego de explicar los
primeros sucesos, expresó: *'el ardimiento heroico que
en otro tiempo distinguió a los orientales, revivió en
todos los punios de la Provincia, y el grito de liber*
tad se oyó por todas partes. La fortuna ha favorecido
nuestro intento. Hemos formado un ejército respeta-
ble. Se han dado patentes de corso para que tengan su
efecto en las aguas del Río de la Plata y Uruguay. En
unión con el Brigadier Rivera me he dirigido al go-
bierno Ejecutivo Nacional''^ instruyéndolo de núes-
BO Oficio de Trápani a LavaUe^ia; original en el Archivo
Histórico Nacional
81 Así era el nombre del Gobierno de Buenos Aires, y La-
valleja al denominarlo "Nacional", no hacia sino determinar
la íormd en que se le conocía.
LA im)(BPENB£»CIA NACIONAL
tra^ circunstancias y, aunque no hemos tenido contes-
taciqni se nos ha infoxmQdo de las disposiciones favo-
rables del gobiexno, y que éstas tomarán un carácter
decisivo tan luego como se presenten comisionados
del gobierno de la Provincia"* El Acta agregaba: "el
contenido del documento excitó las efusiones más pa-
ras de admiración hacia el genio grande y emprende-
dor que concibió y puso en planta la heroica idea de
libertar su Patria a despecho del poder de los usur-
padores".
Acuerdos subsiguientes, del mismo día, determina"
ban la designación de Lavalleja y de Rivera en los
cargos de brigadieres generales: al uno, Comandante
en Jefe del Ejército; al otro, en carácter de Inspector
GeneraL La nota-nombramiento del primero, firmada
por Manuel Calleros y Francisco Araucho, luego de
referirse ^*a los heroicos esfuerzos de Lavalleja en la
digna obra de reorganización del país", le confería
^^todas las prerrogativas inherentes al elevado puesto",
facultándolo para ^^que pueda expedirse en los casos y
circunstancias extraordinarias, que presente el curso
de la Guerra de la Independencia, y extensión y pie*
nUud que demande el mejor suceso'\
En este orden de ideas, y como manifestación in-
equívoca de que la autoridad del gobierno provisorio
representaba la iniciación de una forma constitucional
del país, el Cabildo de Canelones, en nota firmada por
Joaquín Suárez y demás miembros de la Sala Capitu-
lar, expresaba su regocijo *'por haber llegado el an-
siado dfa en que los pueblos orientales tuviesen la di-
cha de felicitarse por la instalación de un gobierno
verdaderamente legítimo, libre, en una palabra: la
obra de sus manos^*, Y agregaba el documento citado:
1733
6
PABLO BI.ANCO AC£V£DO
"A V. E. toca reglar sus votos por la felicidad pública
y hacerles gustar el fruto de tarüas penas, de tanta
sangre, de tantos años malogrados por la faialidaá^'.
Fructuoso Rivera en identidad de términos se expre-
saba, y en carta, fechada en junio 17 desde su cuartel
del Yí, decíale a Juan Antonio Lavalleja después de
felicitarlo por su nombramiento de General en Jefe:
"este paso, la representación de nuestro gobierno y
nuestra constancia y esfuerzos me hacen creer que
nuestra cara patria se halla ya en el goce de sug de-
rechos. Yo, a nombre de la oficialidad, felicito a usted
en el nuevo puesto que tan dignamente merece, y me
felicito a mí mismo por ver ya en nuestro suelo for-
mado el gobierno que debe reglar nuestras nutrchas
y sofocar los celos de las provincias limUrofes'\^^
También Juan Francisco Larrobla» desde Canelones,
hacía iguales manifestaciones, y, en carta de julio 4,
al presentar a Lavalleja sus plácemes por la constitu*
ción del Gobierno Provisorio, decía: **que era de fe»
licitarse porque ese suceso daba la más segura espe-
ranza para el triunfo de la libertad de nuestra Pa-
triad
Faltaba, dentro de los términos indicados por Trá-
pana, la designación de delegados de la autoridad le-
gal que deberían pasar a Buenos Aires y, oficialmente,
comunicar a su gobierno los propósitos perseguidos
por los orientales en la guerra recién iniciada contra
el Brasil. En junio 21 el Gobierno Provisorio así lo
82 Manuscrito original del CabÜdo de Canelones en el Ar*
chivo Histórico Nacional.
83 Oficio de Rivera a Lavalleja; manuscrito original en el
Archivo Histórico Nacloiial.
84 Oíicio de J. F. Larrobla a LavaUeja; ms. en el Archivo
Histórico Nacional.
ri4]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
resolvía, nombrando a dos de sus miembros integran-
tes, don Francisco Joaquín Muñoz y don Loreto Go-
mensoro, que ya anteriormente compusieran la Comi-
sión Oriental residente en aquella ciudad. Sus poderes,
extendidos en la Flor id a^ fueron firmados por los res-
tantes miembros del primer gobierno patrio: don Ma-
nuel Calleros, don Manuel Durán y don Juan José
Vázquez y refrendados por su Secretario don Francis-
co Araucho, En su parte dispositiva el documento de-
cía: "que el Gobierno Provisorio acordaba nombrar
a dos miembros de su Corporación en el carácter de
Comisionados para que marchasen a la presencia del
Congreso Constituyente y Poder Ejecutivo de las Pro-
vincias a representar el estaco de insurrección y de-
fensa de los derechos de Independencia- y Libertad en
que se ha constituido el Pueblo Oriental, para sacudir
el yugo ominoso del Emperador del Brasil que pesa
sobre una parte del país, e implorar la cooperación^
auxilio y recursos de las provincias hermanas para
afianzar el suceso de la lucha en que está empeñada
contra sus opresores*'*
Gomo se observará» las citadas instrucciones no
tenian otro fin que buscar en Buenos Aires el apoyo
material indispensable, de recursos, armas y municio-
nes para proseguir la guerra. Se estaba en el comienzo
de la lucha, y aun cuando Lavalleja y Rivera pudieron
jactarse de haber insurreccionado totalmente el terri-
torio nacional, ningún choque de armas habíase reali-
zado y las perspectivas de éxito eran más que proble-
85 Es de advertir la redacción exacta en que están conte-
nidas esas instrucciones, representar el estado de Jndeperi'-
dencia y Bolicitar auxilios para afianzar el suceso de la lucha.
Tales serian los mismos términos de la Declaración de la
Flgiida del 25 de Agosto, <Las instrucciones en sus originales
en el Arduvo General Administrativo.)
[75]
PABLO BLANCO ACEVEDO
máticas, Gomensoro y Muñoz recién arribaron a Bue*
nos Aires a mediados de julio; recibidos, conjunta-
mente con Pedro Trápani, por el Ministro Manuel J.
García obtuvieron de él la promesa del envío de auxi-
lios V sus manifestaciones de que la? provincias "esta-
han decididas a proteger la hbertad del territorio
onental, flanqueándoles los recursos con que se con-
tase*'. Sm embargo, los ofrecimientos del Ministro
García no serían muy seguros cuando en los mismos
oficios de respuesta^ dando cuenta de los resultados
de su misión, decían, que las adquisiciones de armas,
vestuarios y municiones habían sido pagadas a peso
de oro por don Luis Latorre y don Pedro Trápani.
Más preciso, este último, en sus afirmaciones, y dán-
dose cuenta de la realidad de las cosas, decíale llana-
mente a Lavalleja que no se fiase en el gobierno de
Buenos Aires, y usando una forma irónica, a menudo
empleada en su tan interesante corres-pondencia, to-
davía agregaba: "diga usted a don Frutos que no se
deje pasar el bizcocho, por más tiempo y de los portu-
gueses y así que les dé duro cuando le caigan a tiro*'
y cerraba su carta con esta frase: ^'Gadea dirá a usted
lo demás, y entre tanto, siga usted dando dios de glo-
ria a ¡a tierra y nación a que pertenece".
III
A partir de estos días de julio, los acontecimientos
todos, cuyo resultado se concretaría en definitiva en
las actas del 25 de Agosto y leyes subsiguientes, loman
86 Oficio de Gomensoro y Mufloz al Gobierno Oriental.
(Original en el Archivo Histórico Nacional )
87 Oficio de Trápani a LavaUeja, de 15 de Julio de 1826
(Original ea el Archivo Histórico Nacional.)
[76]
LA mPEPENDENCIA NACIONAL
un giro especial cuyo análisis es menester hacer pre-
viamente para destacar con precisión exacta el signi-
ficado verdadero de la Declaratoria de la Florida, El
Gobierno y autoridades de Buenos Aires, si bien hasta
este momento y aun por meses después aparentaban
mostrar una simpatía con la causa de la emancipación
urugüaya, sus órganos representativos no sólo publi-
camente no se pronunciaban, sino que, al contrario,
desautorizaban leda cooperación, A las reclamaciones
del Almirante Lobo^ de la escuadra brasileña del Río
de la Plata, sobre pretendidos pasajes de armas o re^
laciones de los jefes orientales con Buenos Aires, el
Ministro de Relaciones, García, en 8 de julio, contes-
taba dando plenas explicaciones y afirmando que el
movimiento dé emancipación uruguaya "había sido la
obra exclusiva de sus habitantes'^ Catorce días des-
pués, el nuevo agente político del Imperio, Falcao da
Frota, nombrado para hacerse cargo de la legación
en Buenos Aires en reemplazo del antiguo cónsul So-
dré, era reconocido en su puesto por el gobierno del
general Las Heras, continuándose con él las relaciones
diplomáticas por mucho tiempo, aun pasado el mes
de agosto.
En el Congreso Constituyente, los acontecimientos
ocurridos en el territorio Oriental habían sido recibi-
dos con una absoluta frialdad, y aun cuando el Minis-
tro de la Guerra, en el curso de los debates originados
para la preparación del ejército, expresaba la necesi-
dad de su creación en vista de las aspiraciones del
Brasil "para usurpar la provincia de Buenos Aires*',
la verdad era que los diputados más caracterizados
manifestábanse contrarios a toda participación en los
esfuerzos realizados por los orientales en su guerra
[77]
PABLO BLANCO ACEVEDO
contra el Imperio. Don Valentín Gómez, refiriéndose
a los fines de la íormacion de un cuerpo de tropas
sobre el Uruguay, decía que ellas no deberían tener
otro fin que "la seguridad y defensa del territorio
frente a los sucesos orientales y que esa finalidad
descansaba en los principios más estrictos del derecho
internacional público". Lucio Mansilla negaba hasta
la probabilidad de que ese ejército pudiese auxiliar a
los orientales, y refiriéndose a la insurrección oriental
contra el Imperio afirmaba que si se le preguntara si
esa revolución había sido hecha en el momento opor-
tuno "no tendría embarazo en decir que lo habia sido
en las circunstancias más indiscretas".
Así, dentro de estas normas, se darían las instruc-
ciones reserv^adas al general Martín Rodríguez, nom*
brado en julio 27 jefe de la línea del Uruguay, y su
cometido exclusivo, preceptuado en los artículos 11 y
12, referíase tan sólo a defender, si le era posible, la
integridad del territorio argentino amagado de una
invasión del ejército brasileño.
Pero es más, la Comisión Oriental habia logrado
interesar especialmente al Congreso^ y, éste, antes de
dar una contestación definitiva, dispuso tratar el asun-
to en sesión secreta* Así lo hízo^ y en su sesión de
último de julio, resolvió después de madura reflexión,
negarse totalmente a la prestación de auxilios o coope-
ración en la empresa libertadora de los orientales,
88 "Diario de Sesiones*' del Congreso Constituyente de
Buenos Aires Afio de 1825 (Colección del autor )
89 Reproducidas en el "Diario de la Campaña del Brasil*'»
por el general Brlto del Pino. £jste antecedente demuestra
que las citadas instrucciones le fueron remitidas al general
Lavalleija y que éste las conocía plenamente
[78]
LA INDEPENDENCIA NAaONAL
porque tal actitud equivalia a una declaración de gue*
rra al Brasil.
Tal era^ pues» la situación de la opinión en Buenos
Aires, expresada por sus hombres más representativos
y confirmada por los documentos originales de sus au-
toridades, en los meses de junio y julio de 1825 en los
momentos mismos en que los comisionados orientales
del primer gobierno patrio solicitaban la cooperación
de auxilios "para la defensa de sus derechos de Inde-
pendencia y Libertad en que se habían constituido, al
proclamar la guerra contra el Imperio". El gobierno
de Las Heras. y detrás de él los gobernadores de pro^
vincias, no ya deseaban permanecer neutrales, sino
que, más aún, prevenían las contingencias de una in-
vasión del Brasil sobre Entre Ríos y Buenos Aires.
Sin embargo, la campaña iniciada en el Uruguay obli-
gaba a aus autores, en el ideal ansiado de obtener su
independencia^ a contar con el concurso de auxilios
efectivos, sin los cuales las contingencias de éxito con-
tra una nación poderosa como el Brasil, indemne has-
ta entonces de luchas intestinas o internacicnalesj de-
berían ser más que problemáticas y aleatorias.
La actuación de un hombre, cuya vigorosa perso-
nalidad no ha sido hasta ahora estudiada con la aten-
ción que merece, surge en estos momentos de intensas
expectativas. Nos referimos a don Pedro Trápani,
agente secreto de Lavalleja y de quien con anteriori-
dad hemos destacado la actuación al disponer el plan
del Gobierno Provisorio, instalado en la Florida el 14
de junio. De inteligencia e ilustración notorias y asi
90 La versión de esta sesión secreta le fue comunicada* en
sus detaUes, al Libertador Bolívar por el Deán Fúnes, en
carta de 26 de agosto de 1B25. Véase apéndice documenta]
J, Francisco Silva: "Bolívar y FÚnes*'» pig 28d.
[79]
PABLO BLANCO ACEVEDO
lo comprueba su abundante correspondencia actual-
mente conservada en el Archivo Nacional, su exaltado
y bien inspirado patriotismo Ih Ilevariá a tocar todos
los resortes a fin de obligar a las provincias argenti-
nas a lanzarse contra el Brasil, el enemigo, entonces,
del pueblo oriental. La actividad de Trápaní en esos
días de julio y agosto de 1825, debió ser asombrosa.
Gomensoro y Muñoz, miembros de la Comisión Orien-
tal, en sus comunicaciones con Lavalleja, reiteradas
veces dicen en sus cartas: nuestro Trápard todo lo
ha facilitado"; "en consorcio de nuestro guía el señor
Trápani, no dejamos cosa por hacer que tenga co-
nexión con la libertad de nuestro país'\ Trápani, en
efecto, ante las declaraciones del Congreso y del Eje-
cutivo de Buenos Aires de neutralidad en la contienda,
ponía en esos mismos días toda la suma de sus recur-
sos morales y materiales al servicio incondicional del
ideal de independencia nacional. Sutil, fino de carác-
ter, sagaz en sumo grado^ habíase insinuado con Ma-
nuel J. García, Ministro de Relaciones Exteriores, des-
pertando en éste la ambición de la reconstrucción de
la parte principal del antiguo virreinato, en los mo»
mentog mismos que el Paraguay y las Provincias del
Alto Perú se separaban definitivamente. No podía ser
otra, en efecto, sino García, la personalidad consagra-
da en el escenario de Buenos Aires, a la cual Trápani,
usando de todo misterio, aun en sus propias cartas
reservadas a Lavalleja, anunciaba respecto a su pronun-
ciamiento en favor de la causa oriental. "Nuestro and'
go — es el mejor amigo que tienen hoy los orientales*
No puedo decir sobre esto más; pero si yo merezco
algún crédito con usted, debe usted persuadirse de
[801
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
esto mismo a ojos cerrados y no creer Ttada, nada más
de cuanto le digan en contrarío."
* A esta orientación de conducta, y decidido ya a
precipitar los acontecimientos a fin de lanzar las pro-
vincias argentinas contra el Imperio, subordina Trá-
pani su política, y sus coraunicaciones con Lavalleja,
revelan ese premeditado plan» "Influya usted — di-
cele en la carta que extractamos — para que del modo
más solemne posible, se anule lo actuado por el mal-
dito Congreso Cisplatino; se nombren los diputados
al Congreso, procurando vengan los menos clérigos
posibles, y se juren las banderas de la Nación, que
son las de Buenos Aires, y es ésta la cucarda que debe
usar el ejército oriental, para alejar toda idea de dis-
cordia."
El objetivo del emisario secreto en Buenos Aires
es evidente: él no persigue sino la idea principal de
obligar a las provincias argentinas a declarar la gue-
rra al Brasil. En cuanto a la convicción íntima de
que con tal propósito no iría implícita la pérdida de
la Independencia nacional, la documentación del mis-
mo y de los otros comisionados en Buenos Aires, es-
pecialmente la de don Francisco J. Muñoz, vinculado
y asociado como es natural a la acción de Trápani,
lo demostraría sin el menor género de duda.
En efecto, mientras Trápani trata de producir la
guerra con declaraciones expresas de la Asamblea
próxima a instalarse en la Florida, Francisco J, Mu-
sí Lb afirmación contenida aquí, de que era M J. García
el personaje a quien se refería Trápanij está ratificada en las
mismas cartas de Trápani y La valle ja, con motivo de las pro-
posiciones de paz que llevara Garcia al Brasil en abril de
1827. (Los documentos originales en el Archivo Histórico Na-
cional.)
[81]
PABLO BLANCO ACEVSDO
ñoz coadyuva a ese mismo fin, augiriéndole a don Ma-
nuel Calleros, Presidente del Gobierno Provisorio, en
carta reservada del 17 de agosto, el propósito de pre*
cipitar los movunientos del ejército de Rodríguez en
formación sobre el Uruguay, el cual debería pasar a
la otra orilla y situarse en el Río Negro, para iniciar
así las hostilidades. Muñoz creia factible el proyecto,
y pedia tan sólo la autorización para obrar con el
Gobernador Sola, de Entre Ríos; y promover una ac-
ción conjunta con él; aludiendo a las promesas que
podrían hacerse a éste, si se aceptaba su proyecto,
decíale a Calleros: **las ofertas que se hacen a Sola,
si se logra el plan no pueden servirnos de peso, por-
que al país le conviene sacrificar ahora mucko^ para
terminar la guerra y recuperarse por medio de insti'
tuciones sin trabas'*.
Pero si las palabras precedentes no llevasen a un
entero convencimiento de que los esfuerzos de Muñoz
y de Trápani iban dirigidos únicamente a obtener, aun
pasando por los mayores riesgos, la Independencia
Nacional^ la misma carta en párrafos subsiguientes se
encargará de confirmarlo. Dícele, en efecto, Muñoz al
Presidente del Gobierno Provisorio: "Mucho celebra-
ré que se reúna la Asamblea Provincial y que se ex-
pida del modo que está indicado" y agrega: ''apenas
la Sala se expdda en lo principal, deben retirarse los
diputados para reunirse cuando el país en un estado
menos alarmado lo permita, pues, este cuerpo pura-
mente legislativo, no debe, ni puede expedirse con la
calma que debe, en medio del estrépito de las armas.
Lo principal — continúa repitiendo en esto a Trá-
pani — es nombrar Gobernador y Capitán General,
con facultades amplias y extraordinarias- Declarar
[82]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL,
que se use en la Provincia el Pabellón Nacional, De-
clarar, también, ilegales, incoDsistentes, las actas del
Congreso Cisj^tino y las demás que tuvieron lugar
en aquella época hasta el día. Esto es lo e$encíal"y y
terminaba Franciaco J. Muñoz su carta a Calleros con
las siguientes palabras que no pueden dejar ni la más
leve sospecha de su significado, importancia e inten-
ción, por la persona que las escribía y la oportunidad
de su redacción, nueve días antes de la Declaratoria
de la Florida: '*Sin duda — afirmaba — vamos a te-
ner Patria y nosotras al cerrar nuestros ojos para
siempre^ legaremos a nuestros hijos una riqueza con
dejarles Patria y Libertad",
IV
Nos parecería innecesario, escritas las precedentes
páginas, explicar aún el fondo de las deliberaciones de
la Asamblea de 1825. Convocados los pueblos orien-
tales a elección de diputados, por régimen indirecto,
para la formación de una Cámara de Representantes,
ésta se reunió en sesiones preparatorias el 20 de agos-
to, en la Villa de la Florida, designando Presidente a
don Juan Francisco de Larrobla, y nombró dos días
después — el 22 — los Diputados al Congreso Gene-
ral Constituyente de Buenos Aires: don Tomás Xavier
Gomensoro y don José VidaK a quienes se dieron
poderes e instrucciones especiales»
El jueves 25 de Agosto de 1825 se declaró la Asam-
blea solemnemente instalada, dictando tres resolucio-
nes en esc mismo día. La primera, relativa a la De-
92 Oficio de F. J*. Muñoz a Manuel CaUeros. (Los origi-
nales en el Archivo Histórico Nacional)
[83]
PABLO BLANCO ACEV£XK>
claración de Independencia de la Provincia Oriental
y anulación consiguiente de los actos de incorpora-
ción anteriores a Portugal y Brasil; la segunda, de-
clarando también que la Provincia Oriental quedaba
unida a las demás de este nombre, en el territorio de
Sud América; y la tercera, fijando el pabellón celeste,
blanco y punzó para singularizar su ejército y flamear
en territorio oriental.
No es del caso dudar del orden en que fueron san-
cionadas estas actas. Como lo decimos^ la primera fue
la de la Independencia, y ésta misma, redactada de
manera tal que la prímeia parte dispositiva hiciera
referencia a la anulación de los actos de incorpora-
ción, y luego, en seguida, a la consignación expresa
del hecho fundamental de la Independencia. La segun-
da fue la de unión con las demás provincias del Rio
de la Plata, y la última, la que establecía la enseña
nacíonaL estatuyendo que ella seria la bandera trico-
lor desplegada en La Agraciada y bajo cuyos pliegues
se agrupara el Ejército Oriental, Esta misma versión
es la que se deduce de la memoria autobiográfica de
Carlos Anaya, firmante de las actas del 25 de Agosto«
La importancia de este documento, infelizmente de-
masiado parco para revelarnos totalmente lo ocurrido
en la sesión memorable, ratifica Duestra afirmación.
Anaya se expresa en los siguientes términos, que to-
mamos a la letra: ^^Se instaló, en efecto, la Sala en el
Pueblo de la Florida el 25 de Agosto del mismo año
1825: evacuadas las sesiones preparatorias en que re-
sultó Presidente el Cura de Canelones don Juan Fran-
93 Las tres actas en bus coplas originales, suscritas por el
Presidente Larrobld y el Secretario Araucho y enviadas a]
Gobernador Lavalleja para su cumplimiento^ en el Archivo
General Admmistrativo.
[84]
LA INDEP^ÍDENCIA NACIONAL
CÍ9C0 Larrobla^ al abrirse la primera Sesión Legisla-
tiva hice moción concebida en estos conceptos: ^^que
se ordenase a todos los Paeblos del Estado que con-
formes a lae mismas formas y publicidad con que los
agentes del Brasil habían violentado, hecho labrar y
firmar actas de reconocimiento y juramento del Im-
perio y demás docunienloa que se encontraban en los
Archivos Capitulares y de Justicia, en días festivos,
con asistencia de todas las Autoridades Locales, Ci-
viles y Eclesiásticas y vecindario más notable, se pro-
cediese incontinenti a testar todas las actas y docu-
mentos de degradación e ignominia, que habían tenido
lugar, durante su dominación; y que anotándolo los
escribanos respectivos, se rearcldvasen asi para me-
moria de la perfidia de los opresores; dándose cuenta
de haberlo asi verificado auténticamente, al Excmo.
Gobierno Provisorio, a quien encargaba este cumpli-
miento". ^'Mi moción — continúa Anaya — fue re-
cibida por los HH. RR. con susto y sorpresa, por el
gran compromiso que entraban los pueblos, sin una
fuerza protectora; pues el Ejército Patrio no podía
distraer sus operaciones de la guerra; porque era un
esqueleto sostenido sólo por el Patriotismo de pocos,
sin prometer moralmente otro resultado que la amarga
experiencia del año 23. Sin embargo, mi moción fue
favorecida por los SS. Diputados don Luis Eduardo
Pérez, don Atanasio Lapido y don Simón del Pino;
los demás no se atrevieron a sostener la contraria di-
rectamente, porque también era arriesgado en aque-
llas criticas circunstancias; no faltaba patriotismo,
pero eran muy eventuales las garantías y las segurida-
des públicas/'
"Tuvieron sucesivamente lugar, Leyes y Reglamen-
tos. Se declaró por un acta solemne legislativo la la-
[85]
PABLO BLANCO ACEVEDO
dependencia del Estada de la dominación extranjera,
declarándonos unidos a la República Argentina, aun
cuando no tuvimos contestación durante las sesiones
ni hasta después de algún tiempo que el Ejército de la
Patria triunfó de los Portugueses en la Victoria del
Sarandí, quedando dueños del territorio Oriental, ex-
cepto Montevideo y la Colonia. No era muy sencilla
la resolución del Gobierno Argentino y sin un triunfo
nuestro del tamaño del que entonces tuvimos el 12 de
octubre de 1825, era asunto muy arduo y hasta cierto
punto imposible pronunciarse aquel Gobierno!"**
Y bien, el documento cuya transcripción acabamos
de hacer no sólo prueba el orden de redacción de las
Actas, sino que su contenido se enlaza con la índole
de las comunicaciones que el Gobierno Provisorio re-
cibiera de sus comisionados y agentes secretos de Bue-
nos Aires. Además, de la aparente contradicción que
existe en determinados puntos entre esa corresponden-
cia y lo decidido por la Asamblea, resulta indudable
la parte absolutamente nacional de las Declaraciones
de 25 de Agosto. Veamos: tanto Trápani como Muñoz,
insisten categóricamente que cuatro eran las cuestio-
nes a tratarse en la Asamblea; la elección de Diputa*
dos al Congreso Constituyente; el nombramiento de
Gobernador y Capitán General, con facultades extra-
ordinarias; la anulación de los pactos de incorpora-
ción a Portugal y Brasil, y adoptar el pabellón de Bue-
nos Aires como bandera del Ejército Oriental. Muñoz
en su carta reservada a Calleros, de 16 de agosto,
afirmaba que ^^eso era lo esenciaP', y refiriéndose a
la próxima instalación de la Asamblea, decía: "mu-
94 Memorias autobiográficas Inéditas de don Carlos Anaya.
(En sus orlgmaleB en el Archivo Histórico Nacional.)
[86]
LA IKraPENDENdA NACION AL,
cho celebraré que se reúna y se expida del modo que
está indicado*\ Bien, la Asamblea se constituyó el 20
de agosto; en su sesión preparatoria del 22, nombró al
general Lavalleja Gobernador y Capitán General, con
las mismas facultades extraordinarias, y designó en
igual fecha a Gomensoro y Vidal, Diputados al Con-
greso» Luego, el 25 solemnemente se instaló, y según
el testimonio de Anaya, por moción de él mismo, se
resolvió anular las actas de incorporación a Portugal
y Brasil. Esta es justamente el Acta de Independencia.
Ahora bien: la palabra Independencia no se halla ex-
presada en las comunicaciones de Trápani y de Mu-
ñoz, bien que implícitamente, tanto el uno como el
otro se refieren reiteradas veces a ese concepto, espe-
cialmente el último, en sus frases que hemos subraya-
do: *'que oZ morir legarían a sus hijos una rigweza
dejándoles Patria y Libertad*\ La duda, pues» que pu-
diese ofrecerse comparando los términos de Trápani y
Muñoz y lo dispuesto por la Asamblea del 25 de Agos-
to en esta primera acta, no tiene más que una explica-
ción. O bien los comisionados del Gobierno Proviso-
rio, entendían que en la anulación de los actos de in-
corporación a Portugal y Brasil iba sobreentendida la
Independencia nacional, y que una Asamblea que así
legislaba de hecho se convertía en autoridad suprema
e independiente, o, la Asamblea misma de la Florida
no satisfecha ampliamente con una manifestación tá-
cita, expresamente consignaba la Declaración de la
Independencia, para que no hubiese ninguna duda a
ese respecto.
Verdad es que los dos extremos no eran antitéticos,
ya que las intenciones patrióticas de Trápani y Muñoz
tendrían que estar descontadas en el seno de la Asam-
[87]
PABLO BLANCO ACEVEDO
blea de agosto, pero nos inclinamos, de acuerdo con
la documentación exhibida, a la opinión de que la
Asamblea quiso puntualizar un criterio propio esta-
bleciendo como lo hizo solemnemente "que el Pueblo
Oriental reasumía los derechos de los demás pueblos
de la Tierra, declarándose Independiente de Portugal,
Brasil y de cualquier otro del Universo". En efecto,
la memoria de Anaya, que hemos transcripto, y la ac-
titud de las personas cuyas firmas suscriben el Acta
de 25 de Agosto confirmarían ampliamente esa pre-
sunción. Anaya dice que su moción para anular los
efectos de incorporación, causó estupor, y esa sorpre-
sa, además de los motivos que da Anaya, demuestra
que las comunicaciones de Trápani y Muñoz con La-
valleja y el Gobierno Provisorio no habían transcen*
dido a todos los miembros de la Asamblea o, por lo
menos, que la índole de los asuntos que se iban a tra*
tar ese día no todos la conocían, ni tenían tampoco
opinión anteriormente hecha. Pero, agrega Anaya que
mientras Luis Eduardo Pérez, Atanasio Lapido y Si-
món del Pino apoyaron su indicación, los restantes
miembros no la contradijeron. Ahora bien, la filiación
de Carlos Anaya y de aquellos que francamente apo*
yaron su indicación era no sólo la de exaltados arti-
guistas, especialmente el autor de la moción, sino que
además pertenecían a la fracción La valle jista. Pérez
había sido de los independentistas de 1823 y uno de
los firmantes del Tratado con Entre Ríos; Lapido ha-
bía desempeñado su misión con Bolívar para intere-
sarlo en la causa oriental, y del Pino formó en el gru-
po que desembarcara en La Agraciada el 19 de abril.
Luego pues, el sentimiento de la Independencia abso-
luta no pudo ser sino el motivo de sus determinacio-
[88]
LA tNDEPBHDWCIA NACIONAL
nes. Pero si esto debió primar para ellos como un
imperativo categórico, la orientación de ese criterio,
en lo fundamental, confundíase con el del resto d,e la
Asamblea y, especialmente, con aquellos de sus miem-
bros que en 1823 y por la acción principal de Rivera
y de Obes creyeron en el hecho del reconocimiento
directo de la Independencia por el Brasil Joaquín
Suárez, diputado por la Florida, de cuño netamente
artiguista, cuya firma es la primera que aparece en
la adhesión entusiasta dél Cabildo de Canelones al
Gobierna Patrio instalado en 14 de junio de 1825,
estaba en bu número. Con él, debió contarse Manuel
Calleros que como Presidente del Gobierno Proviso-
rio había suscrito las instrucciones a la Comisión
Oriental, para que sostuviese los derechos de ¡ndep^n-
déncia del país. Y aun todavía formarían un grupo
compacto vinculados en la misma idealidad: Juan
Francisco Larrobla, Presidente de la Asamblea, que
en 1825 era Cura Párroco de Canelones; Felipe Alva-
rez Bengochea, miembro del Cabildo de Maldonado
en 1823; Gabriel Antonio Pereira, patriota desde 1811
y emparentado con Artigas, y con ellos el resto de ciu-
dadanos representantes de Durazno, Mmas, Colonia y
localidades departamentales: De León, Ignacio Ba-
rrios, Muñoz y Cortés. Para todos, sin excepción, la
ruptura y anulación de los pactos con Portugal y Bra-
sil equivaldría a la Independencia misma, y en esa
convicción estatuyeron en la letra del documento el
proemio a la primera acta del 25 de Agosto y la se<
gunda disposición.
No resta, por tanto, para penetrar acabadamente al
fondo de las deliberaciones de la Asamblea del 25 de
Agosto, sincr el estudio de la segunda de sus actas,
7
PABLO BLANCO ACEVKDO
vale decir la que establece en su comienzo ^^que el voto
de la Provincia Oriental era por la unión con las de-
más provincias argentinas*^ ^ y en su parte dispositiva:
"gue aquélla quedaba unida a las demás de ese nom-
bre en el territorio de Sud América". Esta fórmula no
tiene antecedentes expresos en la documentación a que
hasta ahora nos hemos referido. Fluye, pues, de esto,
que su redacción debió surgir en la Asamblea como
un acto de deliberación propia. Los objetivos de Trá-
pani y de Muñoz, según lo hemos demostrado, tenían
por finalidad, además de la íntima patriótica, arras-
trar a Buenos Aires a la lucha contra el Brasil. A ese
objeto y como medio de sostener la independencia,
solicitaban de Lavalleja, con vehemente interés, el re-
conocimiento de la bandera de la& Provincias Unidas
por el Ejército Oriental, entendiendo que un hecho
real y exterior de tal naturaleza y significado, obliga-
ría a los Gobernadores a salir de la neutralidad, lan-
zándolos así a la guerra. La Asamblea de la Florida,
sin embargo, y aquí el documento es inte rgiversa ble,
no aceptó semejante proposición, y, al contrario, de
un modo expreso en la tercera acta del 25 de Agosto,
estableció que la enseña nacional era la ya admitida,
compuesta de tres franjas horizontales: celeste, blanca
y punzó, la misma que debería flamear en Rincón y
Sarandi«
Esta contradicción entre antecedentes y consecuen-
cias^ no es posible que se hubiese desarrollado sin una
previa armonía necesaria en las deliberaciones de la
Asamblea. Procediendo, por tanto, con lógica, los he-
chos tuvieron forzosamente que suceder así: esa últi-
ma proposición de Trápani y Muñoz, todo lo bien ins*
pirada que fuese, encontraría, como es natural, una
[901
LA IWPEPENDEWCIA NACIONAL
franca repulsa en el seno de la Asamblea, constituida
en su mayor parle por antiguos soldados de Artigas,
además de la necesaria perturbación que provocaría
en las tropas el que se en arbolase una bandera, la de
Buenos Aires, contra la cual ellas mismas habían com-
batido. Debió ser entonces, y ante la violencia de las
circunstancias, que se llegaría a una solución seme-
jante a la ya empleada en 1823, pronunciándose por
la unión con las provincias argentinas, y como medio
de que ellas concurriesen a la guerra con el Brasil.
¿Pero esa unión manifestada en la segunda acta del
25 de Agosto, era equivalente a la incorporación, con
la renuncia, por tanto, a la Independencia absoluta,
afirmada en la primera, solemne e inequívocamente?
Los Diputados de la Florida debieron distinguir con
precisión exacta, y en ninguna circunstancia mejor
que la de entonces, los dos vocablos en sus acepciones
legitimas y verdaderas. Cuando se refirieron a la anu-
lación de los pactos celebrados desde 1821, dijeron
sm vacilación de palabra que declaraban "írritos,
nulos» disueltos y sin ningún valor los actos de Incor*
poraciójif reconocimientos, aclamaciones y juramentos
a Portugal y Brasil" y con esto hacían relación a he-
chos recientes, al Congreso Cisplatino y a las actas
arrancadas a los pueblos por Lecor en 1823. Eso, para
ellos, era la incorporación, vale decir, la negación de
sus derechos a regirse por las instituciones emanadas
de autoridades propias, en función de soberanía. En
la segunda acta, en cambio, y cuando quieren expre-
sar su adhesión a las provincias del Río de la Plata,
es otra la voz empleada y dicen ellos: ^^queda la Pro-
vincia Oriental UNIDA a las demás en el territorio
de Sud América'*. Y bien, ¿qué entendieron por unir
[91]
PABLO &LANCO ACEVEDO
esta provincia a las otras? En puridad de términos
gramaticales: unir o unión no es sino el efecto de atar,
juntar dos cosas, convenirse en pareceres» aliarse para
un objeto común. Fue con este significado y no otro
que declararon la unión con las demás Provincias, y
así de esta manera la entendieron los Diputados de la
Florida, muchos de ellos personas de gran ilustración,
como Carlos Anaya, quien en el documento más arriba
citado dice latamente y sin ningún escozor de concep-
to: "Se declaró solemnemente la Independencia del
Estado de la dominación extranjera, declarándose
unidos a la Argentina".
Por lo demás, las consideraciones que podrían in-
vocarse en favor del principio enunciado, fluyen de
todas partes en cuanto se insiste en el tema. En los
días más aciagos de la dominación portuguesa, en
1821, deliberando los diputados orientales bajo la pre-
sión de las armas, en presencia del generalísimo Lecor
y de una guardia armada, en el recinto de sesiones,
se celebró ei Congreso que resolvió la incorporación a
Portugal. Y bien, en ese acto y ante tales circunstan-
cias, los representantes no sólo expresaron sus reservas
sino que puntualizaron en ocho artículos sobre puntos
concretos, las bases de la incorporación. Posterior-
mente<, en 1823, en oportunidad semejante, Lecor im-
puso a los Cabildos departamentales el reconocimiento
del Brasil, y sus respuestas darían motivo a las ins-
trucciones que el doctor Lucas J. Obes llevaría a Río
de Janeiro. ¿Cómo es posible pues, que por un acta
fundamental y el mismo día de declararse la Indepen-
dencia absoluta del país por una Asamblea libre y so-
berana, se estableciese la incorporación a la Argentina»
sin limitaciones de ninguna clase?
[021
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Hemos dicho que los argumentos de orden histórico
y constitucional demostrativos de la única interpreta-
ción racional que se puede dar a la segunda Acta del
25 de Agosto surgen claramente al mínimo examen
hecho de ese documento. No es creíble que los Dipu-
tados de 1825 distinguieran con la nitidez de hoy,
transcurrido casi un siglo de sistemas institucionales,
la diferencia existente entre la forma constitucional
de la República Argentina y el conglomerado más o
menos armónico o inestable que entonces constituían
los distintos territorios de las Provincias del Río de la
Plata. Pero, lo que sí podían precisar con exactitud
meridiana, porque ellos habían sido actores en prolon-
gadas contiendas, era lo que significaba, en un caso,
la adhesión o unión con Buenos Aires, y en otro, con
la masa entera de las Provincias, El primer extremo,
que de haber predominado hubiera conducido necesa-
riamente a la incorporación, no sólo no está expreso
en el acta comentada de agosto, sino que los antece-
dentes que pueden invocarse son absolutamente con-
trarios a que ese pensamiento se hubiese aceptado* En
efecto: la negativa de la Asamblea de la Florida, de
no adoptar la bandera o cucarda de Buenos Aires,
como lo indicaban Trápani y Muñoz, demuestra de
modo rotundo el propósito de no someterse ni siquie-
ra por pacto de unión con la antigua capital virreinal.
Pero es más» en 1823 y ante el fracaso absoluto en
que cayeran las esforzadas gestiones del Cabildo Re-
presentante para promover la Independencia del país,
en los últimos momentos, después de un año de activi*
dadee, iniciadas ya las negociaciones de paz entre por-
tugueses y brasileños, aquella valiente corporación,
como un recurso supremó arrancado a la necQsidaj» se
193]
PABLO BLANCO ACEVEDO
pronunció en favor de Buenos Aires, solicitando su
protección. Y bien, ¿podría acaso suponerse que la
Asamblea de la Florida, cuando aún no se habían li-
brado sino escaramuzas con las tropas imperiales, hi-
ciese un acto de sometimiento sin condiciones al ene-
raigo tradicional como lo era la ciudad de los Consu-
lados y Directorios?
No sólo sería imposible que tal hecho hubiese su-
cedido sino que las referencias que acabamos de hacer
respecto al Cabildo de 1823 sugieren todavía otra cla-
se de consideraciones. El acta de -9 de octubre de
aquel año establecía en su tercera disposición funda*
mental: '*que la Provincia Oriental del Uruguay no
pertenecía, ni quería pertenecer a otro poder, estado
o nación que la que componían las Provincias de la
antigua unión del Río de la Plata". "^^ y la de 1825
dice solamente que la Provincia Oriental quedaba
unida a las demás' en el territorio de Sud América.
Compárense los dos textos, y las diferencias de pala-
bras y de espíritu resultan evidentes.
¿Cuál, pue«í, es la única interpretación clara de la
segunda acta del 25 de Agosto? Ella no estableció sino
un pacto de unión, de alianza, de identidad de inte-
reses con las provincias aigentinas, a las cuales tantos
vínculos de raza, de lengua, de comunidad en sus ins-
tituciones democráticas y en sus orígenes históricos
la ligaban desde años atrás« ¿Pudo representar eso
una abdicación de independencia y soberanía? No»
Tampoco lo fue de sometimiento a Buenos Aires, y.
95 Recuérdese aún la Interpretación que daba el general
Soler, enviado por Buenos Aires en 1823, a cuya gestión nos
referunoe en el capítulo anterior, cuando decía a su QolJlerno
en el mes de diciembre de aquel año, que los onental^s lo
único a que aspiraban era a la independencia
[94]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
en este sentido, no hubo contradicción aparente o real
entre las ideas sustentadas por Artigas y las que pre-
dominaron el 25 de Agosto. Artigas se valió de las
provincias argentinas para luchar contra Buenos Aires,
y la Asamblea de la Florida intentaba hacer lo mismo
a fin de llevar la guerra al Brasil.
Fue, por tanto, la segunda declaratoria, una mani-
festación terminante de unión territorial o ratificación
expresa de que la Provincia Oriental había pertene-
cido "por los vínculos más sagrados" (comunidad de
idioma, de raza y vecindad geográfica) al conglome*
rado que constituyera el antiguo virreinato. La incor-
poración no resulta de esas palabras y no sólo el acta
y los antecedentes de ella no lo dicen sino que tam-
poco la situación política y orgánica de las provincias
argentinas, en 1825, lo permitía. Corrientes, Entre
Ríos, Santa Fe y Buenos Aires estaban ligadas reci-
procamente por el Tratado del Cuadrilátero (enero 25
de 1822) el que, en su artículo primero, obligaba el
reconocimiento mutuo del estado de Independencia y
de libertad en que cada Uno, de hecho y de derecho,
se hallara. Entre Ríos, a semejanza de Buenos Aires,
habíase dictado una Constitución propia, local, de tipo
unitario, que establecía el ejercicio de su soberanía y
los derechos de sus habitantes (marzo 8 de 1822);
Corrientes, en igual sentido, tenía la suya, también
escrita y de igual carácter de la anterior (setiembre 15
de 1824) ; Tuoumán habíase declarado libre e inde-
pendiente, y su Gobernador, don Bernabé AraÓ2, titu-
lábase Presidente de la República Tucuniana; en fin,
en Santiago del Estero campeaba por sus respetos el
caudillejo Ibarra, y en La Rio ja ya se insinuaba la
figura trágica de Facundo Quiroga, cuya plena apari-
PABIO BLANCO ACEVEDO
ción e» el e<;renario político se produciría inmediata-
mente, en 1826.
La incorporación, de haberse establecido en el acta
de 25 de Agosto, ¿a cuál de esos Estados, perfecta-
mente diferenciados entre sí, se habría hecho? A uno
determinado en particular, o al conjunto de todos;
pero en este último caso, sería una unión territorial,
respetando la independencia de cada uno, y por tanto
la que ya había sido proclamada por los orientales en
la Asamblea de la Florida. Luego, pues* aun de este
modo, las actas de 25 de Agosto no hubieran sido
antitéticas sino complementarias,
Pero se agregará que si la segunda acta no procla*
maba la incorporación, el nombramiento que hiciera
la Asamblea de Agosto, de Diputados al Congreso
Constituyente de Buenos Aires, y su deseo de que ellos
participasen de sus deliberaciones, implícitamente ha-
cía el reconocimiento de una autoridad superior. Los
que así piensan, olvidan la verdad histórica y especial-
mente las bases de constitución de ese Congreso, regi-
do por las disposiciones fundamentales que lo orga-
nízaron* de 13 de noviembre de 1824. En ellas, pun-
tualizase concretamente que los Estados o Provincias
de régimen antiguo se reconocían en el goce de sus
instituciones propias, mientras no se dictase la Cons-
titución. Por tanto, la Asamblea de la Florida pudo
enviar sus delegados, aun en el orden estrictamente
legal, sin abdicar de su independencia y sin que hu-
biese contradicción entre sus actos y declaraciones.
Además, si examinamos esta última faz de la cuestión,
es tan sólo para agotar la controversia: sabido es que
los diputados orientales deberían pasar muchos meses
sin incorporarse al Congreso y que cuando lo hicie-
[96]
LA IND^EyPENCIA WACIOWAL
ran, llevarían una instrucción única: la de reservarse
el derecho de rechazar la Constitución.
V
La organización política de la Provincia se hizo a
partir del 25 de Agosto de 1825, bajo un plan de Inde-
pendencia absoluta, y es sin duda, tanto la Declara-
ción en sí misma, como la aplicación de su espíritu,
que hicieron de inmediato sus autores, un argumento
decisivo y conc^uyente para establecer el punto de
partida de la Independencia Nacional. La Asamblea,
actuando como Constituyente y Legislativa en uso de
su doble "soberanía ordinaria y extraordinaria", se-
gún repite en los proemios de sus resoluciones, esta-
bleció el Poder Eiecutivo representado por el Gober-
nador y Capitán General y tres Ministros secretarios
en los deparlamentos de Gobierno, Hacienda y Guerra
(ley de 26 de agosto de 1825), Estableció expresa-
mente las facultades de ese Poder y autorizó su dele-
gación en una o más personas en cuanto al mando
político, siempre que las ocurrencias de la guerra lo
decidiesen. Fijó en la letra de la ley, en los casos de
Pactos o alianzas con alguno o a^^nos de los demás
gobiernos o personas particulares*', el procedimiento
que debería observarse, exigiendo la inteligencia y el
acuerdo con la Asamblea. Puntualizó la forma de sub-
rogación o reemplazo de Capitán General y Jefe de
las fuerzas en el caso de ausencia o acefalia. De estas
disposiciones que se contienen en la ley de 31 de agos-
to de 1825, las dos última» eran de carácter emínente-
96 ""Diario de Sesiones de la Junta de Bepresentantes".
(Pttblksac^ de I» B. Ctaara de Diputados» 1920.).
PABLO BLANCO ACEVEIX)
mente nacional. Estatuyó ampliamente sobre amnistía
u olvidos por disentimientos anteriores "en los diver-
sos períodos calamitosos por que atravesara el país"
(setiembre 5 de 1825) facultad ésta del resorte exclu-
sivo de los cuerpos legislativos dentro del régimen
unitario o de los congresos en los sistemas federales.
Declaró la libertad de los esclavos e interdictó severa-
mente todo comercio de esta clase con países extran-
jeroSf atribución ésta también de carácter nacional*
(Setiembre 7 de 1825.) Legisló sobre formas de orga-
nización del Ejército paia defensa del país, señalando
procedimientos de enganche de ciudadanos; sobre
contribuciones para las necesidades de la guerra; res-
pecto a administración de justicia* determinando la ju-
risdicción de los jueces, los recursos de apelación con-
tra sus sentencias, los cuales — decía la ley — "se ha-
rán, por ahora, ante el Gobierno y hasta que el país
pueda contarse en estado de consultar la creación del
Tribunal de más alta autoridad en los juicios conten*
ciosos" (setiembre 2 de 1825). Finalmente, estableció
las épocas de su receso, la constitución de la Comisión
Permanente, su número, facultades y casos especiales
de convocatoria a sesiones extraordinarias de la Asam-
blea.
En cuanto a la aplicación hecha por el Poder Eje-
cutivo de las atribuciones conferidas por la Asamblea
de la Florida, igualmente su criterio se orientó dentro
del principio de una plena y absoluta Independencia
del Estado, y citaremos dos casos notorios en compro-
bación del aserto. El primero fue la autorización con-
cedida antes y después del 25 de Agosto por el Go-
bierno Patrio, para armar en corso diferentes naves
o autorizar a particulares que lo hicieran con el ob-
[98]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
jeto de combatir y perseguir en los nos de la Plata
y Uruguay a la bandera brasileña, estableciendo de
este modo una jurisdicción de hecho y pública sobre
las aguas territoriales. El segundo caso^ tan categó-
rico como éste, fue el procedimiento seguido ante un
proyecto de Trápani y Francisco J. Muñoz, para pre-
cipitar la declaración de guerra de las Provincias Ar-
gentinas al Brasil. Nos hemos referido a ese intento,
concretado en el propósito de producir un acuerdo con
el Gobernador de Entre Ríos don León Sola a fin de
obligar al ejército de Martín Rodríguez acantonado
en la línea del Uruguay, para que rompiese las hosti-
lidades con el Brasil. El oficio reservado de Muñoz y
dirigido al Piesidente del Gobierno Provisorio, Ma-
nuel Calleros, ya incorporado entonces a la Asamblea
de la Florida en carácter de diputado, fue enviado por
éste, en carta fechada en la Florida el mismo día 25
de Agosto de 1825, al nuevo Gobernador general La-
\alleja, '*a ím — decía — de instruirlo de la solicitud
reservada y del buen resultado que pudiera tener si
dicho Muñoz se contrajera a operar con exacta pru-
dencia". Bien, Lavalleja, autorizado por la Asamblea
en 31 de agosto para formalizar pactos o alianzas con
los gobiernos o personas particulares, optó por diri-
girse directamente al Gobernador Sola, para que ini-
ciase sus movimientos contra Martín Rodríguez y su
ejército, en la seguridad de que éstos no podrían sino
vadear el Uruguay y producirse entonces el suceso
esperado. Sola no se animó a tomar sobre si esa res-
ponsabilidad, pero de las dos actitudes de Lav^Ueja y
de aquél, se deduce la diversidad de criterios en en-
97 Oficios de Trápnni a LavaUeja áe agosto y setiembre
de 1825. (Originales en el Archivo Histórico Nacional.)
[99]
PABLO BLANCO ACEVEDO
tender las Independíeiicias respectivas en que cada Es-
tado o Provincia se encontraba. En efecto: el Gober-
nador de Entre Ríos, con fecha 29 de setiembre, acu-
saba '^recibo de la nota importante, referente al con*
cur<(o que se solicitaba en la guerra contra el Brasil,
pero agregaba, que no estaba en la esfera de sus fa-
cultades el proceder arreglado a las simpatías que le
inspirara la buena causa, por estar primeramente las
opiniones del Ejecutivo Nacionar\ En cambio^ el
Gobernador Oriental, la Asamblea de la Florida y los
miembros de la Comisión en Buenos Aires, llamada en
esos días y en diversos documentos con la denomina-
ción características de Legación OrientaL^^ pasaban
por encima de ese Ejecutivo, resolviendo por ellos la
guerra. Por lo demás, el antecedente citado de la fa-
cuitad otorgada al Gobierno para la celebración de
pacto f y alianzas con gobiernos o personas, acordada
por la ley de 31 de agosto, equivale a una ratifi-
cación rotunda del concepto de la situación de Inde-
pendencia en que se hallaba, ya que a ningún Estado
le es dable entrar en acuerdos y alianzas con otro sin
entenderse, por lo menos, de que quien lo propone es
persona de derecho internacional»
VI
El 25 de Agosto de 1825 es, en realidad, el día ini-
cial de la Independencia Nacional Así no sólo lo de-
98 Los oficios de Muñoz a Calleros y de éste a Lavalleja,
en sus originales en el Archivo Histórico Nacional. El de
X^eón Sola a Lavalleja» en el Índice del Archivo de la antlaua
Inspección de Armas. (Publicación de 1885 )
99 Véase, eiitre otros* el documento número 257 de la co-
lección Lamas* en él Archivo Histórico Nacional.
100 En BU original en sH Archivo General Administrativo.
£100]
LA INDEPENDENCIA NACIQNAL^,
cretó la Asamblea de la Florida sino que de la misma
manera lo entendieron todos los habitantes del país,
quienes en actos públicos aclamaron su Declaración.
Los oficios dirigidos a los Cabildos y autoridades de*
partamentales para el juramento del Acta de la Inde*
pendencia, fueron cumplidos rigurosamente y en to-
das parles se ejecutó y solemnizó el acontecimiento en
presencia del pueblo y de las autoridades. Asi, en Ca-
nelones, como lo establece el acta de su Cabildo de
setiembre 3 de 1825, se reunieron en ese día, en la
Sala Capitular, los miembros de la Corporación, el
cura párroco de la viUa, el escribano y el vecindario,
y luego de leerse el oficio del Gobierno y la Declara-
ción de la Florida, "habiendo arengado en seguida —
dice el documento — el Alcalde Presidente en turno,
sobre que la indicada disposición era una de las más
gratas y conformes al sagrado derecho de Independen-
cia, se mandó traer a la vista los libros de actas en
que se hallaban escritas las de incorporación y reco-
nocimiento a Portugal y Brasil, las mismas que en el
acto quedaron borradas y testadas desde la primera
linea hasta la última, poniéndose la siguiente inscrip-
ción : Viva la Patria y Libertad recuperada por el Aé-
roe don Juan Antonio LavaUejOf Gobernador y Ca-
pitán General de La Provincia OnentaL
101 Ldfi dos actas de los Cabildos de Canelones y San José
en sus originales pasados al Gobierno de la Florida, en el Ar-
chivo General Administrativo tJna versión oral y de la Cual
Se hace eco don Isidoro De María en su "Historia de la Re-
pública", refiere el episodio del juramento de la Independen-
cia Nacional por los diputados firmantes del acta de 25 d«
Agosto en "Piedra Alta'', en las proximidades de la ciudad
de la Florida. Hemos tenido siempre respeto por las tradicio-
nes narradas por De Izarla» muchas de las cuales posterior-
mente Sd heai podido coaalirmar dócumentalmentfi. En cuanto
al juramento áe "Piedra Alta*', no dudamos de su e^cactitud.
La única difmncia qu« posiblemente exista entre la tradl-
tlfll]
PABLO BLANCO ACEVEDO
En San José se juró con iguales solemnidades. "Des^
pues de la Misa Popular, con asistencia del Pueblo y
su Jurisdicción, se reunieron en la Sala Capitular",
expresa el acta del Cabildo de 8 de setiembre de 18£C.
"Se leyó en alta e inteligible voz, por el Alcalde de
Primer Voto, el oficio del Excmo, Gobierno Proviso-
rio, en el que aparece inserta una sanción dictada por
la H. Sala de Representantes de la Provincia, de fecha
en la Florida el día 25 de Agosto del año que corre,
relativa a dar por írritos, nulos, disueltos y sin efecto
alguno, todos los actos de Incorporación a Portugal y
Brasil; y por cuanto el Pueblo aborrece y detesta has*
ta el recuerdo de esos documentos, se testen y borren.
En su segunda deliberación así decide, y declara de
hecho y derecho: Libre e independiente del Rey de
Portugal, del Emperador del Bra>sü y de cualesquiera
otros del Universo. En cumplimiento de lo anterior,
se mandaron sacar del Archivo las actas siguientes (a
continuación se mencionan f y a presencia del Pueblo
ae borraron y rompieron todas las antecedentes actas
en su orden y para que así conste; se labró la presente
acta el 8 de setiembre a las doce del día del año 1825,
en la Sala Capitular del Departamento de San José,
— firmando a continuación: Manuel Muñoz, Alcalde
ción y la verdad histórica debe ser que quienes juraron la
Independencia en la Florida fueron las autoridades y habi-
tantes de la población, lo que no obsta a que estuvieran pre-
sentes los Diputados firmantes del acta de 25 de Agosto. Este
fue el procedimiento que se siguió en todos los pueblos y
Villas del país, y ai cual se refieren los dociimentos mencio-
nados de Canelones y San José. ^ Agregaremos, íinalmente»
que en el archivo particular del señor Raúl Montero Busta-
mante se encuentran los origínales del oficio dirigido por el
Gobierno de la Florida al Cabildo de Minas» adjuntando el
Acta de la Independencia de 25 de Agosto de 1825. para que
aqueUa autoridad prestase su juramento y la traBmitlese con
idénticos fines a las demás poblaciones departamentales.
tl02]
LA JNUEPENDWCIA NACIONAL
de Primer Voto» — Ignacio Arregui — doctor Joseph
Andrés Salvatierra, Cura Vicario — Francisco Larrie-
ra, Alguacil Mayor — y Manuel Jáuiegui, Secreta-
no*
Juraron así la solemne Declaratoria de la Florida
todos los pueblos de la República, y esos juramentos y
aclamaciones, sellados con el sacrificio de sus vidas
en el Rincón, en Sarandí, Ituzaingó v las Misiones,
formarían esa inmensa e ininterrumpida tradición de
una centuria que afirma, junto con la prueba docu-
mental» que el 25 de Agosto de 1825 fue la fecha ini-
cial de la Independencia Nacional.
[103]
CAPITULO VI
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Y LA GUERRA DE LAS PROVINCIAS
UNIDAS CONTRA EL IMPERIO DEL BRASIL
SUMARIO: Consecuencia de las batallas del Rincón y Saran-
dí. — Inteligencia que loa Orientales dieron a esos hechos
de armas — La campaña de Independencia terminada. —
^Negociaciones de paz de Rivera con Abren y Bárrelo —
Base única: la Independencia Nacional, — Corresponden-
cia de esta actitud con el acta fundamental del 25 de Agosto
de 1825,
Consecuencias de Rincón y Sarandí en Buenos Airea. —
Entusiasmo de la población. — Felicitaciones al Cuartel Ge-
neral Oriental. — Carta del Ministro de Relaciones M. L
García al general Lavalleja. — Vanante radical de la polí-
tita de Bue^nos x^irea. — La guerra al Brasil. — Espíritu de
la prensa. — La Monarquía y la República. — Fines perse-
gmdoa. — £1 Congreso Constituyente y el acta de 25 de
Agosto. — Alteración de términos; Incorporación a la Ar*
gentina — Nota reveladora del plan del Ministro García. —
El Brasil y la guerra de las Provincias Unidas. — El general
Rodríguez pasa el Uruguay. — Resiatencias que provoca en
las poblaciones el tránsito de ese ejército. — Actitud de
Rivera — Actitud de Lavalleja. — Las comunicaciones ofi-
ciales y la correspondencia pnvada de Lavalleja.
Los dos principios opuestos: el Acta de Independencia de
25 de Agosto y el proyecto argentino de la Incorporación. —
Producción del gran conflicto. — Propósitos de Rivada-
^ia, — Notas de los Ministros Alvear y Agüero a Lavalleja
y a la Asamblea Representativa. — El ejército onental con-
siderado como ejército aliado y el territorio del país, extrari'
¡ero, — Ultimátum dirigido a Lavalleja a fin de que renun-
cie a la Gobernación, y a la Asamblea para que lo depon-
ga. — £1 sonietuniento absoluto o la negación total de au-
xilios. — £1 plan de Larrobla para la separación de Bue-
[104]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
nos Aires. — Lavalleja y Alvear. — Momentos álgidos para
la Independencid Nacional, — Peligros inminentes de jumo
y julio de 1826, — Carácter del general Lavalleja. — Sus
emisanos a Buenos Aires. — Actividades de Trápaní y del
coronel Lengua?. — Cartas reveladoras de Manuel Moreno,
de DorregOt de López y de Bustos. — Fórmula de solución
aconsejada por Lenguas. — Trápani y el Agente Americano
de Negocios. — Pliego» reservadísimos que éste en^ía por
Trápani — Próxima llegada al Plata de Lord Ponsonby. —
La base de paz. — Los Orientales y su Independencia. —
Lavalleja acepta la fórmula de Lenguas y delega el mando
político en la persona de Joaquín Suárez. — El ejército
nacional concurre con el de Buenoa Aires a la nueva cam-
paña contra el Brasil. ^ £1 ideal de los Orientales en Itu-
zaingó, — La Independencia Nacional.
I
Las batallas del Rincón y Sarandí, libradas con di-
ferencia de días, tuvieron para loa orientales el ca-
rácter de victorias definitivas. Así lo entendieron los
jefes vencedores, y Lavalleja, al tiempo que deposi-
taba el poder político de su Gobierno, de acuerdo con
las facultades expresamente conferidas, se dirigió a
la Asamblea Representativa anunciándole que iniciaría
negociaciones de paz con el enemigo porque la guerra
estaba terminada. Ambos documentos^ el mensaje a la
Asamblea y su comunicación de paz al general Lecor,
jefe supremo de las fuerzas del Brasil, merecen la re-
producción de sus páirafos principales porque ellos
constituyen una prueba definitiva del pensamiento úni-
co del Acta de 25 de Agosto de 1825. "Mi primer paso
— decía Lavalleja en su oficio a la Asamblea — ha
sido invitar al general Lecor a retirar pacíficamente
sus tropas al territorio del Brasil, y espero su contes-
tación para medir por ella mi conducta. Si adoptase
[106]!
a
PABLO BLANCO ACEVEDO
el partido que marca la juáticia y común conveniencia^
dejando en libertad a un pueblo que ha declarado a
la faz del mundo no obedecer a tirano alguno^ desde
luego quedaríamos en paz con los limítrofes. Si se obs-
tinase en el escándalo de continuar su intruso dominio
entre Dosotros, obligados por su temeridad, el rayo
de la guerra convertirá en polvo a nuestros agre&orea,
contando en nuestro auxilio la protección del Ser Sw-
premo y de los amigos de Im hombres", "El día feliz
en que mis compatriotas gocen tranquilamente las dul*
zuras sociales, mi mayor recompensa será contemplar^
los con placer desde el seno de la vida privada.*' "Cuar-
tel en la Barra del Pintado, a 22 de setiembre de
1825/' He aquí ahora, el oficio de paz dirigido al
general Lecor y que también publicamos por lo con-
cluycnte y categórico de sus términos: "Excmo, Se-
ñor: Revestido, coma me hallo, de la autoridad de
carácter de Gobernador y Capitán General de esta
Provincia por el voto libre y expreso de los pueblos
que la componen^ creo tmo de mid deberes más esen-
ciales participar a V, E, esta circunstancia para deri-
var de ella el objeto importante de la presente comu-
nicación. Abajidonemos, Excmo. Señor, toda especie
de prestigio y pretensiones marcadas con el espíritu
de la ambición y extrema injusticia con que por el
espacio de nueve años se ha querido sujetar la cerviz
de los orientales a los tronm de Portugal y Brasil^
tergiversando, por resortes bien conocidos a V. y
del mundo entero, la voluntad general de los habitan*
tes del país, resueltos siempre a romper el yugo omi-
noso que los oprimía* Sea la última prueba indestruc-
tible, ese ardor heroico con que se han conmovido y
empuñado las armas tres mil quinientos bravos al
[1061
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
clamor de la Libertad e Independencia del País. Ya
es tiempo que V. E. en bien de la humanidad eslre-
mecida con la idea de las victimas que van a sacrifi-
carse en la sangrienta lucha sostenida por un poder
que intenta esclavizar contra otro que combate por su
libertad y por los más juntos derechos que conoeen los
hombres, tribute un noble homenaje a la razón y a las
luces del siglo, haciendo a su soberano, el Emperador
del Brasil, una manifestación exacta e imparcial del
estado político de esta provincia, de su resolución uná-
nime y decidida de recuperar su existencia social a
toda castOf y de los males irreparables que van a se-
guirse, del empeño innoble y quimérico de subyugar
un pueblo cuya histori^t está adornada con mil rasgos
de grandeza y heroicidad en la causa de su Indepew-
dencia^ contaJido para sostenerla con el apoyo de las
provincias libres del Río de la Plata. Yo ruego a V.
tome sobre sí este honroso deber, aconsejando a S« E.
retire sus tropas de este territorio, facultándole para
entrar en relaciones de paz y amistad, tan precisas
entre pueblos que están en íntimo contacto por su lo-
calidad e intereses comunes, y ahorrando, entretanto,
la preciosa sangre que va a empapar los desolados
campos de oriente y causar la aflicción de mil familias
inocentes, cuya responsabilidad pesará sobre V, E.,
en el caso inesperado de desatender un puso que €tco7tr
se ja la prudencia, la justicia y la humanidad", (Cuar-
tel en la Barra del Pintado, setiembre 22 de 1825. —
Juan Antonio Lavalleja.)
Las precedentes proposiciones con el Brasil se ini-
ciaron antes de la batalla de Sarandi. Después, el 22
102 Los citados doOiunentos se publicaron en "El Argos"
Buenos Aires en el número 192 úéí 1? de octubre de 1625.
(Colección del autor )
IM71
PABL.O BLANCO ACEVEDO
de octubre, el general Fructuoso Rivera, con autoriza-
ción expresa del Gobernador general Lavalleja, las
prosiguió, dirigiéndose confidencialmente a los jefes
brasileños Sebastián Barrete y mariscal Abreu, coman-
dantes de las provincias limítrofes, incitándolos a la
celebración de la paz entre los diferentes Estados. El
oficio al primero, incluía las proposiciones hechas al
segundo, siendo, por tanto, comunes para ambos. El
general Rivera se manifestaba en los mismos términos
de Lavalleja a Lecor, y recordando a Abreu su co-
rrespondencia del mes de mayo anterior, decíale: "En-
tonces estaba persuadido V. E. que con la tropa de su
mando obligaría a este País se viese perfectamente
uncido al yugo de la esclavitud, sin recordar que sus
habitantes habían jurado morir primero que volver a
esa degradación. V. E. es un testigo ocular de los su-
cesos anteriores, en que las armas de la Patria fueron
acreditando, con sus triunfos^ la exposición de mi ci-
tada comunicación, y lo es también, de las posterio-
res jomadas de 24 de setiembre último, en el Rincón
de las Gallinas^ y la del 12 de octubre del presente, en
la costa de Sarandí; ellos han acreditado a V. E. hasta
lo sumo que los orientales saben cumplir sus votos, y
que una vez emprendida una obra saben concluirla y
perfeccionarla. Esta Provincia no tiene más que per-
der su libertad y ésta la ha afianzado con las armas;
de consiguiente, la guerra le es más beneficiosa que
perjudicial. En este estado y deseando conservar con
las provincias vecinas una armonía inalterable, y en
fuerza de las facultades que para entrar en negocia-
ciones me ha concedido el Excmo, Señor Gobernador
y Capitán General don J« A. Lavalleja, me dirijo a
V. E,, con el fin de que nos ponga a cubierto de los
[108]
LA INI»P£NDENCIA KACIONAI^
males de la guerra, una transacción que mantenga las
relaciones de amistad y comercio que siempre ha de-
seado esta provincia. Sírvase contestarm^e que abraza
el partido de la paz y nombrar los sujetos que deben
concurrir a firmar los Tratados**. (Fructuoso Rivera,
Costa del Río Negro, octubre 22 de 1825,) ^^'^
II
Pero las victorias del Rincón y Sarandi no sólo de-
terminaron a Lavalleja y a Rivera a abrir negociacio-
nes de paz con el Brasil sino que a la vez las noticias
de los triunfos, publicadas y divulgadas tanto en el
interior argentino como en Buenos Aires, promovieron
entre sus hombres más representativos un movimiento
de opinión que se tradujo de inmediato en entusiasmos
y en aplausos para el ejército victorioso. Las versiones
de Sarandi llegaron a la vecina ciudad en la larde del
19 de octubre, siete días después de la histórica jor-
nada, y "El Mensajero Argentino", principal periódico
entonces, publicaba una hoja suelta en la que con
grandes títulos decía: "¡Viva la Patria! ¡Vivan los
bravos orientalesr\ y luego, a continuación, refería
lo fundamental del suceso: ^'Todas las fuerzas patrió-
ticas se han encontrado con las imperiales en la Hor-
queta de Sarandi; formaron sus líneas y al momento,
cargarse, vencer y concluir con loa esclavos del Em-
perador, fue uno mismo. Ciento y tantos oficiales,
ochocientos soldados prisioneros; el campo en más de
tres leguas cubierto de cadáveres; la destrucción com-
103 Las simientes comunicaciones se publicaron en la
prensa de Buenos Aires de la época. — La versión la toma-
mos de Balrich: "Historia de la Campaña del Brasir** P¿S*
407, quien dice haberla tomado de sus originales.
[109]
PABLO BLANCO ACEVEDO
pleta de toda la caballería enemiga, es lo que han con-
seguido los orientales, en un momento^ con aa valor y
su patriotismo* Ahora sí, puede decirse, — exclama*-
ba — La Banda Oriental es libre! Que viva!'*
Rebosantes de iguales sentimientos llegaban al cam-
pamento de Lavalleja entusiastas cartas de Martín Ro-
dríguez, Jefe del Ejército en el Uruguay, de Mateo
VidaL de Miguel J. Azcuénaga, de José Joaquín Pa-
lacios, de Balcarce, Ministro de la Guerra, y de Gar-
cía, Ministro de Relaciones Exteriores, Este último,
luego de expresar a Lavalleja su adhesión más incon-
dicional, felicitábalo regocijado "por los sucesos glo-
riosos — decía — que han llevado el nombre de V. E,
y el de los bravos orientales, al más alto punto de
gloria que es posible".
Una variante radical en el espíritu de la prensa de
Buenos Aires, se subsiguió de inmediato. "El Ar-
gos", que llevara la opinión oficial, inició una propa-
ganda refiriéndose al bochorno que representaba para
la América la existencia de una monarquía en el con-
tinente. Y ya en este tema agregaba: "Tan lejos de
haberse uniformado el sistema ainericano con la inde-
pendencia del Brasil, en los términos que éste la posee
es una anomalía que es preciso remover por las vías
más eficaces* El Brasil constituido en República, go-
bernado por los principios americanos, y sin adhesión
particular a la Europa, el Brasil, bajo este aspecto
feliz, es sí, el complemento del sistema de América;
de otro modo es un enemigo que debemos combatir,
104 Se put>llcó en hoja suelta por la Imprenta de '"El Ar-
gentino" de Buenos Aires, el 19 de octubre de 1825, a las 9
de la noche. (Colección del autor.)
105 Las cartas que se mencionan existen en sus originales
en el Archivo Histórico Nacional.
[110]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
empresa que algún día será agradecida por los verda-
deros brasileño3'\ Otro editorial todavía, del mismo
diario, de fin de octubre de 1825, afirmaba que la
lucha contra el Brasil era irremediable si su pueblo
piersístia en mantener sus instituciones que quebraban
la homogeneidad política de las Indias Occidentales.
La guerra contra el Imperio del Brasil es necesaria
para acudir a su pueblo oprimido, cuyas legítimas rei-
vindicaciones el gabinete de Río de Janeiro, no hace
lugar: ^'Guerra justa, guerra santa, — decían los ar-
lículos de la prensa — y tanto más, cuanto ellu debe
contribuir a derribar ese monumento de los principios
añejos que ha puesto al frente de la América, La Santa
Alianza. Podemos aún añadir que ésta es una guerra
popular de la República contra el Imperio que la ame-
naz(¿\
A este diapasón de la prensa se ajustaron los actos
del gobierno de Buenos Airea, que comenzó a enviar
proclamas a las provincias invitando a los gobernado-
res para la formación de contingentes contra el Brasil
que amenazaba las fronteras de Entre Ríos y la segu-
ridad del territorio argentino, por lo cual era necesa-
ria la guerra*
El gabinete de Las Heras vio entonces una nueva
oportunidad para restaurar el antiguo ensueño de la
capital virreinal: la posesión del puerto de Montevideo
y la conquista del territorio septentrional del Rio de
106 "El Argos" de Buenos Aires de 29 de octubre de 1825,
Citado por A Várela: '^Duas grandes intrigag", tomo lí, pá-
gina 72.
107 Véase, entre otros, la proclama del Gobernador B.
Bustos, de Córdoba, en "El Argos" de setiembre 30 de 1825.
tlU]
PABLO BLANCO ACEVEDO
la plata. Los dérechos de sus habilanleg, los sacri-
ficios incontables para constituir una nacionalidad, la
afirmación rotunda que hicieron de esos deseos lan-
zándose a una empresa temeraria y de casi imposibles
resultados, pero cuyo éxito pleno habíase obtenido en
cinco meses de lacha culminados por las victorias de-
finitivas de Rincón y Sarandí, todo quedó a un lado,
y la guerra se declararía, no para afianzar libertades
ya recuperadas, sino para batir al Imperio del Brasil
y ejercer el dominio en un territoiio ya independiente.
La guerra, pues, tomaba un aspecto absolutamente dis-
tinto de aquella que inspirara los esfuerzos del pueblo
oriental, y Buenos Aires, sea porque conviniese a su
política interna un conflicto de esta clase que obliga-
ría la disminución de los efectivos provinciales, dedi-
cados a mantener sus revoluciones intestinas, o bien,
por el entusiasmo que despertaran entre sus hombres
dirigentes las perspectivas de una guerra continental,
cuyo peso se soportaría en país extraño, el cual que-
daría después a su merced, decidió la continuación de
una lucha, que, en sus fines, había sido lograda en su
parte principal.
£1 Congreso Constituyente legló sus actos en ese
criterio y modificando notoriamente la letra y el es-
píritu de la segunda acta del 25 de Agosto, declaró
incorporada la Provincia Oriental al territorio argen-
tino. Es esta en verdad, y el hecho bien merece una
consignación especial, la primera vez que la palabra
incorporación aparece en los numerosos legajos docu-
mentales que de este período hemos examinado.
108 La frase no es nuestra sino del señor J Alvarez en su
"Historia de Santa Fe*'.
rii2i
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
La Única explicación es la que se ha dado: la de
cambiar el sentido de una Declaratoria solemne para,
asi, dar base efectiva a una guerra, quizá innecesaria
en aquellos momentos. Fue ese el motivo aparente de
la lucha contra Brasil. El Ministro García, en 4 de
noviembre, dirigíase al de Relaciones Exteriores del
Imperio, Carvalho de Meló, en los términos siguientes,
que reproducimos sin comentarios, pues de ellos re-
sulta nuestra afirmación anterior. Decía García "que,
habiendo los habitantes de la Provincia Oriental recu-
perado por sus propios esfuerzos la libertad de su te-
rritorio, luego de instalar un gobierno regular, han
declarado la nulidad de los actos por los cuales se pre*
tendió agregar aquel país al Imperio del Brasil, y han
expresado que su voto era por la unidad con las demás
prmnncias Argentinas, El Congreso General de las Pro-
vincias Unidas no podía negarse ft usar de un derecho
que jamás fue disputable, ni dejar abandonada a su
propio destino una población armada, valiente e irri-
tada y capaz de los últimos extremos en defensa de
sus derechos; que en consecuencia^ y en sesión de 25
de octubre^ reconoce a la Provincia Oriental de hecho
reincorporada a la República de las Provincias Unidas.
Por esta solemne Declaración el Gobierno General está
comprometido a proveer a la defensa y seguridad de
la Provincia Oriental. El llenará sus compromisos por
cuantos medios estén a su alcance y por los mismos
acelerará la evacuación de los dos únicos puntos mili-
tares que guarnecen las tropas de S. M. Agregaba
finahneníe "que en esta nueva situación el Gobierno
conserva el mismo espíritu de moderación que sir\^e
de base a su política y dirigido las tentativas que ha
repetido en vano, para negociar amigablemente la res-
[1131
PABLO BLANCO ACEVEDO
íitución de la Provincia Oriental . . » reduciendo sus
pretensiones a conservar la irue^ridad del territorio
de las Provincias Unidas y garantir solemnemente pa-
ra lo futuro la inviolabilidad de sus limites centra la
fuerza y seducción'^
El Brasil contestó la nota de García con la decla-
ración de la guerra*
III
Durante los meses da enero y siguientes de 1826,
comenzaron a pasar, continuando sus marchas de con-
centración sobre la línea del Uruguay, los contíngen-
tes de las provincias argentinas. En su mayor parte
o totalidad, eran reclutas enganchados para la guerra,
que no tenían ninguna instrucción^ y fye por esto
que las acciones militares con el Brasil» correspon-
dientes a ese año, se desempeñaron únicamente con
las tropas orientales. Difícil es precisar, a través de la
documentación de ese período, el carácter con que las
fuerzas de Buenos Aires fueron recibidas por las au-
toridades locales. No hay la menor duda que el go-
bierno de Rivadavia, en uso de declaraciones anterio-
res del Congreso Argentino, consideró la Provincia
Oriental sometida enteramente a sus dictados» Así se
inspiraron sus decretos y resoluciones^ redactados a
nombre del "Ejecutivo Nacional*' o del "Gobierno Na-
cionar' y en los cuales se concedían grados a los ofi*
cíales uruguayos o se prevenían órdenes invocando
los altos intereses de ^'la Nación''^ en la guerra con*
109 La precedente nota reservada, reción se publicó en "El
Mensajero Argentino", de noviembre 22 de 1825, de donde la
extractamos. (Colección del autor )
110 Carta de Tomás Inarte a Lavalleja y de aquél a Ataña*
sio LapidOj de enero de 1326. (Manuscritos originales «n el
Archivo Histórico Nacional )
[114J
LA XNI>EPENDENCIA NACIONAL
tra el Imperio del Brasil Tal modificación sustancial
de los términos sobrentendidos, respecto al apoyo qu€
prestarían las provincias argentinas a la cansa de la
Independencia, trajo en esos primeros meses de 1826
una perturbación honda en las filas de soldados de la
patria, convocados al esfuerzo y sacrificio personal de
vidas y fortunas para romper la sujeción de la domi-
nación brasileña y que, no alejada ésta, y al contrario,
provocada todavía su mayor reacción, veíanse de nue*
vo uncidos a otro poder igualmente extraño» Pero, si
las influencias y los procedimientoa de los gobernan-
tes de Buenos Aires pudieron promover alteraciones
en el criterio de algunos, la masa de habitantes de la
campaña no perdió un instante la dirección de sus sen*
timientos íntimos. Una página sugerente y reveladora
de esa convicción arraigada y unánime por la Inde*
pendencia jurada en 1825, la consignó, en sus Memo*
rias, un distinguido oficial argentino, comandante de
uno de los contingentes de Córdoba, y que en razón
de servicios debió cruzar los entonces casi desiertos
campos uruguayos. "Cuando llegábamos a una estan-
cia o localidad — dice — sus habitantes salían a reci-
birnos, y entrando en conversación, luego de inquirir-
nos si en nuestra fuerza había porteños y constatado
que éramos provincianos, nos expresaban que ellos ja-
más dependerían de Buenos Aires; que el Gobierno
quitado su prosperidad, arruinando el puerto de Mon-
tevideo • . . Entonces, al oírlos — afirma Tod, que es
el nombre del testigo citado, — comprendí hasta cuán-
to las ideas de Artigas habían penetrado en el alma
popular,"
111 Tod, "Memorias <le la Campaña del Brasir» citada por
Lópsz en "Caudülos Orientales".
de allí era el causante de sus de:
les había
[115]
PABLO BLANCO ACEVEDO
Ya Fructuoso Rivera, Inspector General del Ejér-
cito, en los meses de enero y febrero de 1826, había
promovido diversas reuniones agitando el espíritu de
rebeldía contra la autoridad argentina. Más parco en
manifestaciones públicas o en actitudes radicales, el
Gobernador 7 Capitán General de la Provincia, don
Juan Antonio Lavalleja, sea que considerara que el
peligro más inmediato entonces era el Brasil o que
confiara íntimamente en que los hechos al fin toma-
rían su curso único y verdadero, continuó admitiendo,
verdad que exterionnente, el peso de esa nueva inge-
rencia extranjera lanzada sobre el territorio oriental.
Sus documentos oficiales, sus comunicaciones y pro*
clamas confiadas en la redacción a secretarios, algu-
nos de ellos vinculados notoriamente a Buenos Aires,
son a veces contradictorios en cuanto a revelar el es-
píritu que guiara sus propios pensamientos. Unica-
mente la correspondencia privada, escrita de su puño
y letra, es la que permite penetrar a fondo su criterio
sobre los acontecimientos en que fuera principal actor»
El mismo^ a su Agente en Buenos Aires don Pedro
Trápani, que lo era también entonces de la Asamblea
Representativa, le decía en 18 de marzo de 1826,
después de darle la versión exacta sobre el ataque a
la Colonia que él mandara en persona y cuyo parte
difería sensiblemente del publicado en Buenos Aires»
que sus comunicaciones propias las confiaba a
nadie sino a él mismo y a sus borrones^'. ^"
112 La Asamblea Representativa en enero de 1$26 se dirigió
en oficio al señor Pedro Trápani, nombrándolo Agente de Ne-
gocios en Buenos Aires. (Copiador de oficios de la Asamblea
A. G. A )
113 Oficio de Lavalleja a Trápani del 18 de marzo de 1B26
publicado por Francisco V. Silva: "El Libertador Bolívar y
el Deán Funes" Biblioteca Ayacucbo.
rii6]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Este periodo de los primeros seis meses de 1826, se
caracteriza por un aumento cada vez más sensible y
pertinaz de la acción argentina para sojuzgar la opi-
nión pública del país, utilizar sus recursos en hombres
y dinero, para llevar su guerra al Imperio del Brasil
y dominar la Provincia Oriental, la cual, aniquilada
por la prolongación de la lucha, según los planes de
Rivadavia, concluiría por incorporarse radmente a las
demás del Río de la Plata y obedecer a Buenos Aires,
como ya lo hacían las del litoral del Paraná.
El gran conflicto estalló, como era de esperarse,
cuando la imposición de Buenos Aires llegó al máxi-
mo, en junio de ese año, resolviendo su gobierno ha-
cer tabla rasa con la Constitución independiente, que
por sus propias autoridades se diera el Estado Orien-
tal. Hasta entonces las intenciones de Rivadavia y sus
Ministros pudieron aparecer como dudosas, pero su
política, en esos días, sufrió una violenta acentuación.
Don Carlos Alvear fue nombrado Ministro de la Gue-
rra, y este hecho coincidió con la sublevación de las
milicias de Felipe Caballero, que del Cuartel General
de Lavalleja se alejaron obedeciendo a las sugestiones
del general Rivera, La designación de Alvear tenía, a
su vez, una causa fundamental: apresurar los movi-
mientos de las tropas para que la iniciación de trata-
tivas de paz que se daban como seguras, encontrasen,
al arribo al Plata del Ministro de Inglaterra, esperada
en los meses de junio o julio, el ejército enteramente
unido y en pie de guerra a íin de que esa paz fuese
en las mejores condiciones para Buenos Aires.
Pi.ro los propósitos de Rivadavia y Alvear avanza-
ron más aún y se concretaron en la aspiración de im-
poner a este último como generalísimo de las Íuer2as
[U71
PABLO BLANCO ACEVEDO
en la campaña contra el Brasil. Un obstáculo serio ee
presentaba: la organización propia que la Provincia
Oriental se había dado en uso de su soberanía e inde-
pendencia, creando la Asamblea de Representantes
inaugurada en la Florida el año anterior y que había
continuado sesionando y dictando leyes de carácter
nacional Además» el Gobernador General Lavalleja.
nombrado por expresa resolución de la autoridad le-
gislativa, investía el doble carácter de Gobernador y
Capitán General del Ejército en la guerra con el Bra-
sil. El procedimiento seguido, a pesar de estas graves
dificultades, no varió, ni se reparó en medios para al-
canzar el fin propuesto. Mientras el Congreso Consti-
tuyente halagaba el sentimiento de Lavalleja, sancio-
nando una ley de premios para él y los que lo acompa-
ñaran en la empresa de La Agraciada del 19 de Abril
— majo 26 de 1826, — con diferencia de cinco
días, el 31 de mayo, y luego también el 15 de junio,
llegaban a Lavalleja y a la Asamblea Provincial enér-
gicas notas de Alvear y del Ministro de Gobierno Ju-
lián Agüero, afirmando hechos — absolutamente cier-
tos por lo demás — ^ con cuya revelación pretendían
demostrar la necesidad de que Lavalleja renunciase su
cargo de Gobernador y Capitán General, colocándose
como jefe divisionario, y, a la vez^ reducir las activi-
dades de los representantes sólo a las tareas de orden
provincial.
Las notas de los Ministros argentinos merecen un
examen, pues laa afirmaciones que se hacen, integran
una de las pruebas inequívocas de la verdad de los
sentimientos de la Independencia Uruguaya, procla*
114 £1 general Lavalleja en julio 2 de 1826 renunció enér-*
gteamente los iavores-die la mencionada ley argentina,
[U8]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
mada públicamente en el Acta memorable de 25 de
Agosto del año anterior* Comenzaba Alvear en su co-
municación, de 31 de mayo, por echar en cara a La-
valleja su contemplación con los insurrecto» del capi-
tán Felipe Caballero; decíale que "nunca, como en
aquel momento, era tan necesaria la unidad con el
Gobierno Nacional^ encargado de la guerra, cuando,
por parte del Brasil, se decía en Europa, que los
orientales no querían pertenecer a lu Nación Aigeu'
tina; que en tal cago^ Lavalleja se engañaba si creía
que había senda para elegir: entre la subordinación
más rigurosa, o la anarquía más caracterizada. La
conducta de Caballero es verdaderamente indecorosa
y criminal... No hay más que un solo ejército hoy
en la Provincia Oriental y ninguno existe que no sea
nacional y estos principios no sólo deben adoptarse,
porque son de ley sino porque sin ellos^ ni puede ha-
ber ejército, ni hacerse la guerra, ni organizarse la
Nación. Es preciso, pues, que el señor general (La-
valleja) observe con propiedad su posición y el esta-
do de la Provincia, que la Nación^ considerándola re-
incorporada, tomó a su cargo la dirección de la gue-
rra que de hecho, habían empezado las legiones orien^
tales: al orden que el señor general había podido es-
tablecer en ellas, y su contabilidad estaba clasificada
por la necesidad y Justificada por la victoria, pero
había cesado aquélla, y ésta no era una garantía de
la organización social, ni del resultado de la guerra:
las instituciones que se ha dado la Provincia, ni pue-
den «obreponerse a las leyes Jiacionales ni subvertir
el orden miUtar^*. De aquí, daba en deducir Alvear
"que, desde luego que el jefe del ejército (Martín
Rodríguez), pasó a la Provincia con el carácter de
[ 119 1
PABLO BLANCO ACEVKDO
capitán general y con las atribuciones que le ha dado
el Congreso General Constituyente^ CESÓ EL SEÑOR
GENERAL EN LAS FDKCIONES DE JEFE PS LAS TROPAS
Y DE HECHO EL CARÁCTER DE GrOBERNADOR Y CAPI-
TÁN General de la Provincia quedó reducido a
LO EC0NÓMIC0*ADMINISTRATIV0, PUESTO QUE DE
OTRO MODO las fuerzas denominadas orientales CONS*
TITUIRÍAN UN EJÉRCITO ALIADO Y LA PROVINCIA UN
TERRITORIO, AUNQUE ALIADO, EXTRANJERO, lo CUal
desvirtuaría la unidad de operaciones y sobre todo
dejaría al Gobierno y a la Nación en una posición
equívoca y faka", Es necesario destacar la impor*
tancía de estas manifestaciones que^ dirigidas a un
objeto determinado (el nombramiento de Alvear en el
comando del ejército), revelaban la realidad misma de
la Independencia Nacional, y ningún documento hay
tan convincente como éste, desde que quien lo escri-*
bia eia un enemigo del Pueblo Oriental,
Tan terminante si es posible fue la nota — con
idéntico motivo — del Ministro de Gobierno Agüero,
pasada a Lavalleja en junio 16 y de la cual fue porta-
dor un plenipotenciario especial» el Sr. José Núñez,
Sus objetos eran los mencionados por Alvear. Decíale
en dicha nota que la libertad de la Provincia iba ínti-
mamente unida, por haberlo así resuelto el Congreso
Constituyente, a la defensa de la integridad nacional.
Sin embargo, de todas las leyes y resoluciones dicta-
das por ese Cuerpo, a ninguna se le da cumplimiento.
115 El oficio antecedente reiterado y ampliado todavía en
junio 16, se halla reproducido en extenso en el tomo III del
índice del ArcHivo de la antigua Inspección G. de Armas
116 El orden de exposiclán obliga la colocación de las no-
tas de Alvear y Agüero una seguida de la otra. En realidad,
la nota de Lavalleja contestando a Alvear* tiene la ¿echa de
16 de junio, que es la misma en que escribe Agttero.
, . , -LA INtTBPfiSNDENCIA NACIONAL.
Asíi decía, la ley argentina de 13 de marzo que pone
todas las Aduanas dependientes de Ja Presidencia de
la República, ha sido resistida abiei tamente en el te-
rritorio oriental, en donde se recaudan impuestos adua-
neros, que no se vierten en la Tesorería General. Que
otra ley de 24 de junio, respecto a que las provincias
expresasen la base sobre la cual debía confeccionarse
la Constitución política del país, tampoco había tenido
ningún eco en la Asamblea Representativa. Finalmen-
te, luego de insistir en '7a inobediencia e insubordina*
ción de las autoridades*^^ concluía el señor Agueio
por plantear a nombre del Presidente Rivadavia el di-
lema siguiente: **o /as leyes de Buenos Aires se reco-
nocerim y cumplirían por las autoridades orientales^
para lo cual era necesario que LavüUeja se despojare
de su categoría de Gobernador y Capitán General^ o
TIO recibiría el ejército oriental auxilios de ninguna
clase por el Gobierno de la Nación". En igual forma
amenazante, el Ejecutivo Argentino se dirigía a la
Asamblea de la Representación Oriental, significándo-
le su deber de separar a Lava! leja de la gobernación^
y agregaba en último término: *''Mas si por desgracia
— decía Agüero — se encuentran dificultades pura
adoptar este partido^ el Gobierno Nacional segmiá con
firmeza la marcha que se ha propuesto y no transigirá
jamás con alguna que esté en oposición con los inte-
reses generales de que ha sido encargado en circuns*
tandas tan difíciles**, Los señores Agüero y Alvear
no dicen quién encargó al Congreso semejantes atri-
buciones.
117 Manuscritos originales; Archivo Histórico. Se publica-
ron adeznátf en la "Revleta Histórica'^ lomo VI» pág 462
{141]
PABLO BLANCO ACfiVfiDO.
La respue&ta del Gobernador Oriental a la prime-
ra nota de Alvear, de 31 de mayo, no ee hizo esperar,
y en 16 de junio contestaba aquella comunicación. La-
valleja no quiso decidir de inmediato un rompimiento
con Buenos Aires, pero las expresiones de su contes-
tación y sug actos demuestran claramente que no es-
taba dispuesto a obedecer de ninguna manera la& ór-
denes emanadas de la vecina orilla. Comenzaba por
no aceptar terminantemente que las divisiones orien-
tales a su cargo se disgregasen para incorporarse al
ejército de Rodríguez. Afirmaba en seguida, que esas
fuerzas no irían a concentrarse en un rincón del país,
donde estaban las "nacionales'*. "Que sus solda-
dos, si bien tomaron las armas voluntaríannente por
su exaltado patriotismo y por libertar a su pais de ti-
ranos, también las empuñaron para defender los pue-
blos a que pertenecían sus hogares, sus intereses y el
honor de sus familias/' Referíase en seguida a la orga-
nización interior del país y al falso concqito de Alvear,
cuando éste decía que "en el comienzo de la guerra
por los orientales, se hubiera dado una tal cual orden
para reglar su contabilidad.'^ Lavalleja se indigna
contra esa manifestación y dice "del entusiasmo del
país entero, de la guerra, de la seriedad de las medidas
adoptadas, de la absoluta moralidad de sus tropas muy
118 Una aclaración es necesaria para determinar el signifi-
cado de este vocablo empleado en los documentos de Lava-
lleja. Las tropas de Buenos Alres« por pertenecer en sus con-
tingentes a los envíos de las ProvincíaSj llamábanse Nacio-
nales. Ssa era la denominación corriente y simplista. Al adop-
tarla Lavalleja las Uama asi. porque ese era su nombre, pero
no porque entendiera que dichas tropas fuesen nacionales en
el Territorio Oriental. Igual comentario merece el hecho de
referirse algunos documentos al "Ejército Nacional". Así se
llamaba el de Buenos Aires, pero la adopción de ese nombre.
Si caracterizaba un gobierno determinado» no implicaba el
reconocimiento de los Orientales de que asi lo fuese,
E1221
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
distinta de las llamadas tropas regladas, y con una
disciplina militar cuyos resultados ha podido conocer
la Provincia."
Por lo demás, Lavalleja establecía categóricamente
que "su investidura de Gobernador y Capitán General
ae la Provincia Oriental, la había recibido de la Re*
presentación legítima de la H, S. de R. R. de la Pro-
vincia Suprema del País^\ "Al general que firma, le
liga desde entonces de hecho y de derecho, la tnás sa-
grada responsabilidad sobre la seguridad, defensa y
orden de la Provincia, Ella, ULTERIORMENTE, se incor-
poró a la República Argentina" ; pisó el ejército na-
cional a órdenes del general en jefe Rodríguez, las
márgenes orientales del Uruguay, ¿y por este hecho
han cesado los compromisos del que suscribe sobre el
país y sobre las tropas de que él había sido único crea-
dor? Pero el Gobernador Oriental aún agregaba, con-
testando a las expresiones de Alvear según las cuales
**eZ ejército oriental constitma un ejército aliado y la
Provincia un territcjrioy amque amigo, extranjero' \
**que sus compromisos con la Provincia no desvirtua-
ban las operaciones militares, ni él creía que por un
sentimiento a la Nación debía abandonar unos pueblos
de cuyos compromisos había sido autor". Finalmente,
y refiriéndose a las críticas de Alvear, que calificara
119 Roproductonos literalmente el párrafo, pues él demues-
tra acabadamente lo que hemos sostenido antes, es decir, que
la IncorpoTactón fue un acto ulterior a los de la Asamblea
de la Florida, entre los cuales se contó el nombramiento de
Lavalleja» como Gobernador y Capitán General. Además cabe
llamar la atención, que la atribución que Lavalleja se reco-
noce, de ser responsable de la seguridad, defensa y orden de
la Provincia, era una facultad eminentemente nacional, deri-
vada de la convicción de los Orientales de formar un Estado
Independiente, y por lo tanto en pugna con el concepto de la
incorporadán heQha en Buenos Aires y surgida por una com-
binación maquiavélica del Ministro García.
E123]
los procedimientos seguidos en la ProTÍncia Oriental
de anárquicos, Lavalleja, en términos firmes, contes-
taba que si desgraciadamente las razones vertidas en
la precedente nota llegasen a ser interpretadas como
presuntivas de la anarquia, *'habría concluido en expre-
sar sus sentmientos ante el Gobierno de la República
f Argentina)''.
En cuanto a la Asamblea Provincial, optó como me-
jor temperamento, por el del silencio absoluto, ante
las notas de Agüero* Mientras tanto el conflicto pro-
movido por Rivadavia, Alvear y Agüero, con el pro-
pósito de destruir definitivamente la Independencia
Oriental, asumió en aquellos días, últimos de junio y
julio de 1826, proporciones considerables y anuncia-
doras de una escisión violenta entre los poderes coali-
gados en la lucha con el Brasil. El descontento, los tu-
multos y asonadas en los cuerpos del ejército oriental,
fueron las primeras y naturales consecuencias de tales
hechos. Un malestar se siguió en todos lados: Lava-
lleja, instado por Buenos Aires para mover su cuartel
desde el Durazno al Queguay, resolvía permanecer con
sus tropas en absoluta incomunicación con las que tu-
viera Rodríguez. A la vez, cundía en el ejército y en
la Asamblea de Representantes, haciendo camino en
todas partes, el propósito de romper definitivamente
con Buenos Aires, prosiguiendo la guerra contra e!
Brasil y contra aquel Gobierno. Se contaba, en verdad,
para tal empresa, con la ayuda del antiguo oficial es-
pañol don Luis de la Robla, cuyas actividades desple-
gábanse en Montevideo y donde creía obtener contin-
gentes de fuerzas y dinero para iniciar la lucha. Esto
120 Oficio del general LavaUeja a Alvear, de 16 de Junio
de 1626. (Archivo de la ex Inspección G. de Armas )
C124]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
mismo y en nota reservadaj el Ministro Agüero, con
fecha 26 de junio, lo hacía saber a la Asamblea Re-
presentativa Oriental, significándole que ^^estaba en
conocimiento del Gobierno de Buenos Aires un pro-
yecto que se había concebido y se promovía con calor
en la Provincia y cuyo fin se reducía a separarh de
la Unión Argeniina, constituyéndose en un Estado In-
dependiente, En tal caso, decía, debía saber la Asam*
blea que el Gobierno Argentino estaba resuelto a em-
plear todo su poder para prevenir el mal, destruyendo
la conspiración y a sus autores^',
Los días corridos entre 13 de junio y 15 de julio de
1826, fueron de inmensa agitación en el Cuartel Ge-
neral Oriental. El Generalísimo Lavalleja, cuya fiso-
nomía revélase a través de la numerosa corresponden-
cia de ese tiempo, como la de un hombre de gran
tranquilidad de ánimo^ firmeza de convicciones y, a la
vez, de prudencia valiente para decidir la mejor acti-
tud y la que más conviniera al Pueblo Oriental, se
pondría en activa comunicación con todos sus agentes,
obteniendo noticias minuciosas que determinarían la
conducta a seguir. Por primera vez, en realidad, jugá-
base, con su actitud, el destino del pueblo Oriental en
aquella campaña iniciada con tanto calor y resolución
en 1825 por la Independencia absoluta, y en la cual
los acontecimientos se habían enlazado de tal modo
que si el país conseguía la victoria del Brasil, esa vic-
121 La documentación original en el Archivo Histórico. Al-
gunas piezas fueron publicadas en la "Revista Histórica". So-
bre el resultado de esa violenta y atentatoria actitud de los
políticos bonaerenses en el ánimo de Lavalleja» de la Asam-
l)lea Representativa y d«l Ejército Oriental» instruiría minu-
ciosamente una extensa comunicación» fechada en San José
el 6 de julio, d;el comisionado porteño don I^aclo Núfiez al
general Rodríguez, Jefe del SJército Argentino de operacio-
nes en el Urugus^
[125]
PABLO BIAWCO ACEVEDO
toria quedaría amenguada por el hecho del someti-
miento a Buenos Aires. Fueron, en realidad^ esas se-
manas, las cubninantes en esa guerra, y esos^ los mo-
mentos más álgidos de toda la lucha. Pero el principio
de la nacionalidad otra vez se salvaría, pasando íntegro
y sin mácula en medio del vértigo de los sucesos pre-
parados y elaborados en Buenos Aires, con el enemigo
al frente, sobre la frontera de Cerro Largo, quien pre-
paraba en esos instantes el gran ejército del Empera-
dor. Lavalleja comenzó por dirigirse a Trápani, su
agente secreto, cuyo proverbial piatriotismo le estaba
descontado. Envió aún a esa ciudad a su secretario
particular el coronel Pedro Lenguas. Despachó con
idénticos fines al coronel Pablo Zufriategui y a su
íntimo don Atanasio Lapido. Esos días la actividad
de los orientales en Buenos Aires fue máxima. Trá-
pani se puso al habla con Dorrego, recién llegado del
Alto Perú, con Manuel Moreno, cuya oposición a Ri»
vadavia era conocida, y con el Agente de Negocios de
Norte América. Lenguas, Zufriategui y Lapido cono-
cieron de cerca las intenciones del gabinete de Ríva-
davia y cuál era el verdadero objetivo propuesto.
Las contestaciones llegaron en seguida al Cuartel
General de Lavalleja. Manuel Moreno escribíale en
junio 13 y comenzaba diciendo que, a pesar de todos
sus esfuerzos, le había sido imposible doblar la opi-
nión del Gobierno argentino contra Lavalleja y con-
tra el ejército oriental, y agregaba: "Mas si, como es
de temer, sigue esta hostilidad oscura contra la exis-
tencia de unas fuerzas (las orientales ) , las únicas que
han de obrar de un modo definitivo en la presente
guerra y contra su digno general, mientras con pre-
mios públicos se trata de alucinar a ese héroe, de ro-
ci2ai
. LA INI>i3»Em>ENCIA NACIONAL
tromper su honradez y de prevenir ante el público laa
quejaB que ha de producir la atroz perfidia que le
quiere arrebatar del puesto que hoy felizmente ocupa
en los negocios de su Patiia, no quedará otro medio
que el de ocurrir al Congreso, no como militar, sino
como Gobernador de la Provincia Oriental". Do-
rrego, a su vez y en la primera carta de junio 15, tran-
quilizando el ánimo de Lavalleja, decíale solamente
que, recién llegado a Buenos Aires de un largo viaje
al Norte, podía anunciarle los propósitos del Liberta-
dor Bo-lívar, de ponerse en camino con su ejército,
para combatir al Brasil* A estas comunicaciones ca-
bían agregarse todavía otras, de Estanislao López, de
Santa Fe, y de Bustos, de Córdoba, haciendo causa
común con Lavalleja.
Pero de estos ofícios, los que le darían ciertamente
la pauta a seguir, al Gobernador Oriental, serían los
de Trápani y de Lenguas. En junio 14 el coronel Len-
guas, después de reflexiones atinadas sobre la marcha
de los negocios^ de los propósitos de Buenos Aires,
invocando la opinión de Zufriategui y de Lapido, in-
sinuábale la solución al conflicto planteado por Riva-
davia y proponíale que resolviese la situación, aco-
giéndose a la ley sancionada por la Asamblea de la
Florida, que le permitía la delegación del mando poU-
tico<, sin renunciar a los fueros gubernamentales. Aun
esa solución quizá Lavalleja no la hubiera aceptado,
pero un oficio de Trápani aclararía finalmente la cues-
tión. El activísimo agente, que tantos méritos contrajo
por la causa de la independencia y para quien la Re-
122 Manuscritós originales de Moréno a LavaUeja de 13 de
julio de 1626. (Archivo Histórico Nacional.)
laa Manuscritos originales de Dorrego, Ldpez y Bustos a
PABLO BLANCO ACEV£DO
pública no ha tenido todavía ni el más simple acto
recordatorio^ se había puesto al habla con el Agente
de Negocios de Norte América. Por él supo la proxi-
midad de la llegada al Plata del Ministro de Inglate*
rra. Lord Ponsonby, y del mismo Agente americano
recibía pliegos reservadísimos para Lavalleja, los que
remitía adjuntos en su oficio de 22 de junio» pidién-
dole los contestase y devolviese con un emisario espe-
cial. ¿Qué expresaban esos pliegos? Trápani en su
reserva aL«;oluta no lo dice. Pero la correspondencia
de ese tiempo se encarga de revelarlo. No pudo ser
sino la consulta previa de la CanciUeria Inglesa, sobre
la aceptación por los orientales de los términos de paz
con la base única de la Independencia, versión ésta
que concuerda ab-^olutameníe con la afirmación de Ar-
nold Wright, según la cual los orientales fueron loa
primeros, antes de Buenos Aireií y el Brasil, de quienes
se solicitó su asentimiento.
El general LavalJeja pudo entonces tranquilamenle
delegar el mando político, como lo hizo en 15 de julio
de 1826, en la persona del benemérito ciudadano don
Joaquín ¿uárez, y concurrir él y sus divisiones a la
nueva campaña contra las tropas del Imperio* Los
Orientales pelearían así en J^uzaingó por un solo ideal,
el mismo de Rincón y Sarandí: la Independencia Na-
cional.
124 La documentación de Trápani y de Lengua? en sos
manuscritos originales en el Archivo Histórico Nacioti^L
C1281
CAPITULO VII
LOS ORIENTALES Y LAS NEGOCIACIONES
DE PAZ CON EL BRASIL
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
SUMARIO: Cordialidad de relaciones entre el Uruguay e In-
glaterra. — Su ongen — La ocupación de 1807. — Arti-
gas y el Tratado de Comercio de 1817. Samuel Hood,
— Sus informes al Foreign Office de 1823 y 1824. — Exac-
titud de apreciaciones. — Política de Cannmg en el Rív>
de la Plata. — Misión de Woodbme Parish. — La ocupación
del territorio Oriental por Portugal y Brasil, — Informe de
Núñez — Otras informaciones. — Documentos reservados d
Canning. — La emancipación de 1825 y el comentario de
la ''Revue Brilannique". — Anuncios del arribo al Plata
de Lord Ponsonby. — Parish, Trápani y el Gobierno Orien-
tal. — Memorándum de Parish a Rivadavia, — Llegada d«
Ponsonby a Buenos Aires. — La Base de Paz de 1826* —
Reconocimiento de la Independencia del Territorio Oriental.
— Fondo de la cuestión. — La verdad de loa derechos te
riitoriales del Brasil y de Buenos Aires — Informació^i
exacta que da Trápani al Gobierno Onental sobre las nO'
gociaciones.
Consecuencia de Ituzaingó. — Propósitos de la misión Gar-
cía, Objetos de la misma, según oficios de Trápani al
Gobierno Oriental. — Remisión a Lavalle;ia del memorándum
con las propoaicionea de Paz, por el Ministro de Relaciones
Exteriores de Buenos Airea. — Partida de García — Le
Independencia Nacional. — Correspondencia entre Trápani
y Lavalleja referente a la Independencia. — Importancia
de la mediación inglesa según Trápani. — Negociaciones
át Trápani, Ponsoaby y Gordon. — LavaUeja y Ppnsonby.
— Comentarios de Trápani sobre la situación internadonal
del pafs. entre Buenos Aires y el BrasiL — El Uruguay y
el eguilil^o americano. — ImpósíbiUdad de bloqueo^ —
11291
PABLO BLANCO ACEVBDO
Progreso necesario del país, — ■ Unión entre los Orientales
para constituir el paíe. — Comprensión de estas ideas poi
Lavalleja. — Lavalleja y Rivera. — Carta de Fructuoso Ri-
vera al general Lavalleja, aceptando la conciliación*
Pefraudación de esperanzas, — Fracaso de la misión Gar-
cía. — Argumentos fundamentales hechos por éste en Río de
Janeiro. — La Cruzada de loa Treinta y Tres y la Repú-
blica Oriental. — El tratado de García juzgado por Riva-
davia. — La renuncia al gobierno. — Reconocimiento que
Bemardino Rívadavia hace de la Independencia Nacional.
Examen retrospectivo. — La acción de Rívadavia en el
Territorio Oriental. — £1 problema nacional para Rivera,
Lavalleja y el doctor Lacaa J. Obea. — La capital Canelones,
centro de 'Mvadavianos". — La propaganda de "E^ Eco Orien-
taI'^ — Las ideas de sus redactores, Ocampo y Ferrara. —
Su acción sobre la Asamblea Representativa 7 !od delegados
al Congreso Constituyente de Buenos Aires. — Circimstan-
ciasi de esas elecciones. — Los votos de los diputados Orien-
tales en el debate de la Constitución de 1826. • — Fl voto
de don Santiago Vázquez, diputado por La Rioja. — La
opinión de don Pedro Feliciano Cavia y la Independe '^cia
Nacional. — Intensidad de la pre«!Íón "rivadaviana" en
Canelones. — Aceptación de la Constitución de 1826 jmr
la Asamblea Representativa. — Nulidad legal del acto —
Presunción de la inexistencia real de esa declaración. —
Los documentos reservados de 1826.
Consecuencia de la caída de Rivadavia. — La Indepen-
dencia de hecho del Territorio Nacional — Reorganización
nacional — Prí meras medidas. — Prisión y deportación de
los agentes extranjeros, Ocampo y Ferrara. — Ultimos ma-
nejos de ésto«?. - La Asamblea Representativa delega en el
Ejecutivo ProvÍ7icial de Buenog Aires, loa asuntos de paz y
guerra. — Las protestas en el Cuartel de Cerro Largo. —
Carta de Loreto Gomensoro a Lavalleja sobre la composición
de la Asamblea. Necesidad de medidas extremas aconseja-
das por Trápani. — Lavalleja decide la disolución de la Junta
de Representantes. — Su motívo fundamental: la aprobación
de la Constitución de J626. — Crítica del suceso. — Come-
tario del mismo, por Trápani. — Nueva situación ilel Oo-
biériio OriéniaL Impoitanda de su autoridad. — Ei^uiva-
léncia de funciones con el gob'erno de Dortego. ^ El hecho
de Ia Iifdependetida s^igdii Carlos Anava. Nómbitiitiemo
LA UOraPENDENCIA NACIONAL
de don Luis Eduardo Pérez como Gobernador Delegado. —
Situación del país en los meses finales de 1827.
I
La cordialidad de relaciones entre Inglaterra y el
Uruguay data ciertamente de muchos años atrás. En
1807, apenas pasados en Montevideo los días trágicos
del mes de febrero de aquel año, la amistad surgió en
seguida entre los ocupantes de la plaza y sus pobla-
dores, y Robar tson y con él los oficiales ingleses de la
invasión, nos han dejado crónicas interesantes de la
hospitalidad que encontraron en la antigua ciudad
colonial. Verdaderamente, fueron los ingleses los gran
des transformadores de las ideas entonces imperantes,
y Montevideo, durante la Junta Independiente de Elío,
recibiría en sus aguas los buques mercantes ingleses,
iniciando con ellos en América^ el primer régimen de
comercio absolutamente libre. Después, Artigas, en los
momentos más inciertos de su ardorosa campaña con-
tra Buenos Aires y Portugal, encontró una única buena
voluntad extranjera, la del comandante inglés Frank-
land, con quien formalizó un tratado de comercio, el
primero en el Río de la Plata, En 1823, producidos
los sucesos de ese año, los independientes de Monte-
video tuvieron una vez mas el apoyo en el Cónsul
Británico, Mr. Samuel Hood, a quien uno de sus bió-
grafos nos describe como un experto funcionario y
gran observador* Hood, en verdad, merece el re-
cuerdo de su acción, ya que sus inteligentes informes
al Foreign Office de Londres, contribuyeron cierta-
mente a determinar la política inglesa en el Río de
Arnc^d WrU^tat, op. elt.
[ Í31 ]
PABLO VLANCO ACEVEDO
la Plata» De uno de ellos, y cuya fecha debió ser la
de 1824, extractamos loa siguientes párrafos: "Los
partidos políticos en Montevideo están clasificados
bajo cuatro diferentes denominacioneg, a saber: rea-
listas, patriotas, imperialistas y negativos. El partido
realista está formado por españoles de edad avanzada
y constituyen una agrupación en decadencia, pues sus
hijos se sienten atraídos por la causa de los patriotas.
El partido patriota comprende las clases bajas de los
criollos, quienes miran la ocupación brasileña como
una usurpación debida más a la intriga que a la fuerza,
y se consideran como un pueblo subyugado^ Por efecto
de costumbre y fuerza de educación, detestan cuanto
se relaciona con los brasileños y portugueses. Aun-
que unidos por un odio común al Brasil, en todos
los demá<^ puntos están en completo desacuerdo; la
mayoría de ellos han sido partidarios de Artigas y
sus oficíales, cuyo programa era la total independen-
cia cíe todos los demás países." Hood no da importan*
cia al partido imperialista^ compuesto de brasileños o
soldados portugueses, ni al "negativo" o indiferente.
En otra de sus comunicaciones, de abril 22 de
1B24, decía el Cónsul Británico, que la anexión de la
Provincia Oriental al Brasil era de una inmensa im-
portancia para ese país, por cuanto le proporcionaba
el mejor límite natural, el Río de la Plata y, sobre
todo, el puerto de Montevideo con todas sus venta-
jas, por ser éste el único puerto en el río. Refiérese
en seguida a Buenos Aires, expresándose así: "Se habla
que los intereses comerciales de esta ciudad son tan
abiertamente opuestos a los de Montevideo que, en
caso de pertenecer ambas ciudades a un mismo Go-
bierno, es muy probable que se sacrificasen los inte-
[132]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
reges de esta ciudad y provincia, al engrandecimiento
de su rival; y se añade que tal unión sería muy per-
judicial para el comercio en general, porque al hacerse
dueños, los porteños^ de ambos lados del Plata, mo-
nopolizarían en provecho propio el comercio de todas
las ricas provincias adyacentes, así como también el
único camino practicable a Santiago de Chile y costa
opuesta de Sud América^ colocándose en situación de
hacerse dueños de todo el comercio sudamericano".
Inglaterra, por entonces, no decidió de inmediato
una acción en el Río de la Plata: antes bien, Canning,
Jefe de Gabinete, se dispuso a formalizar un tratado
de comercio con Buenos Aires, y a ese efecto el nuevo
Cónsul nombrado en esa ciudad, Mr. Woodbine Parish,
llegó a un convenio de esa clase con el Gobierno de
Las Heras (febrero 2 de 1825). Pero la misión de
Parisb, además de los objetivos comerciales, tuvo otro
de carácter político. Su estada en Buenos Aires co-
incidió con el estallido de la insurrección Oriental,
la Declaración de Independencia de la Florida y la
intervención de Buenos Aires en la guerra contra el
Imperio. Sus informes a Londres debieron ser preci-
sos, respecto a los motivos de la guerra que sostenían
los orientales y, puesto al habla con un distinguido
escritor, cuya autoridad es respetable por la imparcia-
lidad de sus juicios, el señor Ignacio Núñez, obtuvo
de éste un estudio minucioso de la política e historia
de las Provincias Unidas, que era acompañado de un
apéndice en el cual se contenía una noticia circuns-
tanciada de la usurpación de Montevideo por los Go-
biernos portugués Y brasileño. La obra de Núñez se
126 Amold Wright» op. cit
PABLO BLANCO ACEVEDO
publicó en Londres en 1825, en inglés y español,
siendo traducida aún al francés con noticias comple-
mentarias sobre la campaña de los Treinta y Tres
de 1825, y ampliada con notas y adiciones. ^-^
Las referencias^ pues, que existieron en el gabinete
inglés» de los asuntos del Rio de la Plata, y espe-
cialmente a propósito de los derechos del Brasil y de
Buenos Aires, sobre el territorio Oriental del Uruguay
y la legitimidad de las aspiraciones de sus habitantes
para constituirse en un Estado Ubre e independiente,
debieron ser completas y verídicas. La prensa in-
glesa así lo demuestra; apenas iniciada la guerra con
el Brasil^ la Revista Británica, en su edición francesa,
afirmaba en 1825 que las noticias llegadas del Rio de
la Plata hacían creer que una nueva República sur-
giría en la América del Sur. Verdad es que la biblio-
127 Woodblne Parish, distinguido escritor y hombre de cien-
cias, miembro de la Sociedad Geográfica de Londres, publicó
en 1S52 una de las obras más interesantes en la blbliogralla
histórica del Hio de la Plata "Buenos Aires and the Pro-
vlnc«s oí the Rio de la Plata", London, 18S2 ^ De su pri-
mera edición, el señor Justo Maeso en ese afio haría una re-
dición en castellano, El ejemplar de la obra de Núñez que
tenemos a la vista es la edición castellana publicada en Lon^
dres por B Ackermann en 1825 La edición francesa 6e pu-
blicó en París en 1826 por Varalgne (cit. de Melián Laíinur,
"Los Treinta y Tres'\ pá^ 78),
128 Entre los expedientes consultados en las colecciones
del Archivo Histórico Nacional, hay una copla legalizada del
documento original existente en la Biblioteca Nacional de
Río de Janeiro y que hace referencia a \in extenso memorial
dirigido en 1B26 al Ministro Canning en Londres, en el cual
Be analizan detalladamente todos los antecedentes de la em-
presa libertadora de 1B25» los juramentos de los Jefes Orien-
tales desde 1617« y las declaraciones de todos, en la unidad
del sentimiento de no ahorrar ni economizar esfuerzos y
sacrificios basta conseguir la Independencia de su país El
extenso escrito no lleva firma, pero el estilo ágll> el conoci-
miento e intimidad de los datos que menciona» la claridad
y elegancia de la exposición, hacen suponer que su autor
debió ser el doctor Lucas J Obes, entonces residente en
Rio de Janeiro.
[184]
LA. INDEPENDENCIA NACIONAL
grafía rioplatense europea era, en estos años, abun-
dante, y una cantidad ya considerable de obras y tra-
bajos científicos habíanse publicado, demostrando el
interés de Europa en el aumento de las corrientes co-
merciales con los países del sur continental, donde las
producciones eran cuantiosas y los gastos de explo-
tación reducidos.
Fue asi que, producidos los sucesos de 1825, los
cuales volvían a poner en actualidad cuestiones ya dis-
cutidas en las cancillerías del viejo continente en 1820,
sobre arreglos fronterizos entre las posesiones de ul-
tramar de España y Portugal, complicados todavía
aquéllos con la constitución independiente del Brasil y
con la intervención de Buenos Aires, cuya política an-
terior era conocida, especialmente por la obra difun-
dida entonces de Brackenridge, el Ministerio inglés
decidió el envío de Ministros acreditados a Río de
Janeiro y al Plata» para conocer el estado de esos
países y la justicia de las reivindicaciones y derechos
en juicio, actuando en un sentido favorable a la paz.
Un factor todavía de más importancia determinaba
en esos momentos la conducta de Inglaterra, y era el
bloqueo riguroso puesto por la escuadra Imperial so-
bre el puerto de Buenos Aires, que imposibilitaba la
libre navegación en el Río de la Plata, produciendo
frecuentes incidentes con buques de bandera inglesa.
129 La Bevue Brltannique contiene en sus volúmenes Sv»
6» 7 siguientes de 1826 a 1830 diversos estudios sobre el Río
de la Plata, que revelan en sus autores conocimientos exac-
tos de la geografía e historia de estos países.
130 Voyage to Buenos Aires períormed in fhe yeara 1817
and 1818 t)y order o£ the Ametican Government tiy H. M.
Biackenridge» Esq. Secretary tbe Misslon, Londoin. Radiard
PhlUlps, IBSO. (Ccdecciáii del autor.)
[135]
pABIiO BLANCO ACEVEtK)
cuyos cargamentos habían sido incendiados, o decla-
rados presas marítilmag y conducidos a Río, con las
consiguientes reclamaciones de sus dueños, hechas ante
Londres.
En los meses de junio y julio de 1826, los periódi-
cos de Buenos Aires anunciaban la próxima llegada aJ
Plata de Lord Ponsonby, y el Gobierno de Rivadavia
se apresuraba a hacer saber la noticia a las autorida-
des del Territorio Oriental, Su Gobernador, el gene-
ral Lavalleja, estaba ya prevenido, y el agente con-
fidencial Trápani, en esos días, lo enteraba de la
inminencia de ése arribo* Una activa correspondencia
entre Lavalleja y Trápani se sucede en los meses de
agosto y setiembre, con respecto a las negociaciones y
a los propósitos de que sería portador Ponsonby. En
efecto, por vía confidencial y en los primeros días de
agosto, el Cónsul inglés Parísh presentaba un memo-
rándum sobre las bases de paz al Gobierno de Buenos
Aires. Ellas debieron ser las mismas a que se refería
Trápani en su carta de junio 22 y las cuales^ llegadas
al Cuartel de Lavalleja a fines de ese mes, se contes-
131 Como motivos determinantes de la política Inglesa
debe mencionarse la intensa crisis económica por que pa&ara
el Helno Unido de la Gran Bretaña, desde 1619, la cual pro-
dujo el propósito entre sus estadistas de la busca y apertura
de nuevos puertos para la salida de su gran producción.
Montevideo y Buenos Au'es, el Hio de la Plata y los terri-
torios bañados por sus afluentes, ofrecíanse como marcados
de Importancia La guerra estallada y el bloqueo puesto por
la escuadra brasileña, habían detenido considerablemente la
Navegación y el comercio. Según una estadistica publicada
en 1845» el valor de las e^úrtadones de Inglaterra en el
Rfo de la Plata, había sido de 1822 a 1824 de £ 909,330, mlen^
tras que en 1326 lo fue solamente de £ 279,463, para descen-
dí todavía, en 1827, hasta £ 150,000 (Tilomas Baines Obser-
vaelonee soibre el estado de los negocios en el Río de la
Plata. I«iverpool, 184S.) - -
[136]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL.
tarían en julio, arribanclo la respuesta a Buenos Aires
en la áltuna semana del mismo mes.
Sin embargo, Ponsonby, demorado en Río de Ja-
neiro, donde se había puesto al habla con el Empera-
dor, recién Uegaria a Buenos Aires en setiembre, y el
25 de ese mes presentaba ante Rivadavia un pliego de
proposiciones de paz, sobre el cual los orientales, ex-
presamente por sus autoridades legítimas, se habían
pronunciado. Dicho documento, en doce artículos, re-
feriase en primer término a la erección de la Provine
cia Oriental en un Estado Libre e Independiente^ con
el compromiso subsidiario, de las partes contratan-
tes, de abstenerse por sí de toda ingerencia directa o
indirecta, respecto a la forma de constitución política
y gobierno, que los habitantes del mismo Estado juz-
gasen conveniente establecer. Una sola disposición li<
mitaba su soberanía, y era que la nueva nacionalidad
no podría ser incorporada a potencia europea o ame-
ricana, a ninguna condición. El Gobierno de Riva-
davia contestó casi de inmediato y su comunicación
a Ponsonby, de 3 de octubre, es evidentemente con-
traria a la base indicada para la cesación de hosti-
lidades, desde que afirmaba que una tal propuesta
perjudicaba la existencia de la República de las Pro-
vincias Unidas, no teniendo, además, su Presidente,
facultades para tratar una cuestión de tal índole. No
obstante, Ponsonby, en su oficio de 24 de octubre,
insiste nuevamente en la mediación iniciada, afir-
132 En el legajo documental de las cartas de Trápanl a
Lavalleía. faltan las comunicaciones de agosto y setiembre,
pero en la de 10 de octubre, que es la primera después de la
de JunlOp dice Trápanl» refiriéndose a las negociaciones de
paz "que en lo demás se refiere y ratifica en lo que ha di-
cho en sus anteriores", lo que prueba una vez más el pleno
conocimiento de LavaUela sobre la negociacián
tl37]
M
PABLO BLANCO ACEVEDQ
mando haber recibido comunicaciones de su Gobierno,
a fin de representar al de Buenos Aires la convenien-
cia de continuar las negociaciones que conducirían a
la Paz. Este oficio y las noticias llegadas entonces de
que el Brasil se negaba a todo arreglo amistoso, deter-
minaron la declaración de Riyadavia, consignada en
nota de 26 de octubre a Ponsonby, en el sentido de
estar dispuesto '^al ajuste de una paz htmrasa para
ambas parles beligerantes y en tales términos que
aseguren dicha paz de toda renovación de guerra".
Una manifestación de tal naturaleza, como no podía
ser de otro modo, implicaba la aceptación de la base
propuesta por el Ministro inglés^ quien se apresuró a
enviar a Río de Janeiro el memorándum de pacifica-
cíón, el cual sería presentado ante el £mperador por
el Enviado británico en aquella Corle, Mr. R. Gordon,
Las respuestas de Río de Janeiro sufrieron» sin duda^
alguna demora, motivada por la inminencia del cho*
que de armas a que los ejércitos republicanos e impe-
riales se aprestaban y cuya suerte se decidiría en
Ituzaingó» Gordon, aún en 4 de febrero de 1827, en
oficio a Ponsonby, aseguraba la posibilidad de que
el Brasil aceptase la proposición para erigir el Terri-
torio Oriental en Estado Independiente. No fue, sin
embargo, así, pues el marqués de Queluz, Ministro de
Negocios del Imperio, oficialmente contestaba en 19
de febrero de ese año, manifestando categóricamente
el rechazo de toda negociación que tuviese por motivo
el desconocimiento de los derechos del Brasil al Es-
tado Oriental, invocando, para ello, el hecho de la
ocupación consentida por Buenos Aires. Gordon re-
mitió a Londres y para conocimiento de Canning, la
última respuesta y los antecedentes de la fracasada
mediación.
[1381
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
II
Es necesario destacar, del precedente cambio de
notas en Buenos Aires y en Rio de Janeiro por los
agentes de la Cancillería Inglesa, algunos puntos de
carácter esencial. Son, en primer término, que esta
negociación inicial de 1826, se referia únicamente a
encontrar un término favorable entre el Brasil y la
Argentina (representada ésta por el Gobierno de Riva*
davia), a fin de hacer cesar la guerra* La controver-
sia entre los dos beligerantes era una cuestión pura-
mente de derechos, que cada uno pretendía tener,
sobre el territorio Oriental Los del Brasil tan solo
basados en el hecho de la ocupación de 1817 que ellos
invocaban valederos contra Buenos Aires, de acuerdo
con las estipulaciones de ese año firmadas en Rio de
Janeiro, ya que otros anteriores no podían mencio-
narse, pues los tratados de 1777, entre España y Por-
tugal, habían delimitado las fronteras en el Ibicuy;
posteriormente, antes del año 17, no existía más ocu-
pación que la producida por los avances territoriales
de 1801 y la incursión temporal y transitoria de 1812.
LuegO) pues, para el Brasil, el límite del Río de la
Plata solamente emanaba del hecho de la invasión
portuguesa resistida durante cuatro largos años contra
los esfuerzos desesperados de los orientales y de su
jefe Artigas. Pero, si los derechos territoriales del
Brasil eran menos que relativos, los de Buenos Aires
no eran mejores. Durante el período colonial, la
Gobernación de Montevideo había formado en el
Virreinato una entidad perfectamente autonóm ca, y
la jurisdicción que los virreyes o audiencias ejercían
a nombre de España, únicamente lo era en orden je-
rárquico de apelación, sin que sus resoluciones fuesen
[139]
PABLO BLiAKCO ACEVEDO
definitivas. Al contrario, el Cabildo de Montevideo
y el Gobernador, dependientes de U Metrópoli, ejer-
cían de hecho y de derecho una competencia plena y
exclusiva en el territorio. Producida la independencia,
un decreto de la Asamblea Constituyente de Buenos
Aires de 1813, declaró la incorporación de la Pro-
vincia Oriental a las Provincias Unidas, pero esta
resolución no tuvo otra importancia que la de un acto
unilateral, sin establecer dominio, ya que en este tiem-
po, y de un modo definitivo en 1815, el país formó
un Estado aparte. Luego, el derecho formulado por
Rivadavia y cuyo desconocimiento, según sus palabras,
afectaría la existencia argentina^ se basaba solamente
en la declaración del Congreso de noviembre de 1825,
sugerida por el Ministro García, estableciendo la Re-
incorporación de la Provincia Oriental al territorio
de las Provincias argentinas.
La cuestión de derechos territoriales, dada la au-
sencia de razón de los contendientes, quedaba, pues,
reducida en último término por parte de Buenos Aires
a su declaración de 1825, y del Brasil, a la ocupación
de hecho del territorio. Rivadavia comprendió, pri-
mero que el Imperio, la falsedad de su situación, y
de ahí sus manifestaciones para aceptar tan aolo una
paz honrosa^ que no descubriese el fondo de aquella
trama urdida sobre la Reincorporación de la Provin*
cia Oriental, por pedido expreso de sus habitantes,
l£i Brasil, en cambio, sostuvo la suya únicamente para
no aparecer como usurpador y confiando que el éxito
de las armas le diese una razón más clarividente.
Ahora bien: destacado el aspecto principal de la
negociación iniciada por el Ministro de Inglaterra,
y puntualizado, suficientemente, que la paz deseada
era para concluir un pleito en que las dos partes se
[14a]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
creían con derechos, es menester afirmar, de un modo
categórico, que esa controversia era absolutamente
ajena a la causa de la Independencia Nacional La
habilidad de la mediación inglesa en 1826, consistió
en la proposición de la base del reconocimiento de esa
Independencia, con lo cual se daba satisfacción am-
plia a las aspiraciones de los habitantes del mismo
territorio, que así la habían proclamado el 25 de
Agosto de 1825» Es por esto que Ponsonby recabó,
en primer término, la opinión de sus autoridades, y
manifestada ésta, se convirtió, de hecho, en su repre-
sentante más decidido.
Por lo demás, es igualmente imprescindible decirlo,
las autoridades del país estuvieron perfectamente en-
teradas de esta tramitación, como conocerían las sub-
siguientes, hasta la definitiva de 1828, El Agente de
Negocios Oriental no dejó de trasmitir ai Gobernador
Lavalleja sus impresiones y, especialmente, en su ofi-
cio de 10 de octubre, le adelantaba su juicio, después
confirmado, de que el Brasil no aceptaría la baae de
la Independencia Nacional, por lo cual agregaba: '*es
menester mayores pruebas para que el Emperador se
acabe de persuadir'*. Posteriormente, si bien por con-
ducto distinto., se obtenían las mismas referencias por
intermedio del señor Ignacio Núñez, a quien el Go-
bernador Oriental le sugería, dada su vinculación con
Parish y Ponsonby, que éstos iniciaran una consulta
a los habitantes del país, a fin de que se pronuncia-
sen una vez más, públicamente, por su independencia
del Brasil y de Buenos Aires»
133 L.as comunicaciones citadas, en sus originales en el
Archivo Histónco Nacional La de Núfiez a Lavalleja, que
es de 30 de diciembre de 1826, se refiere a cartas anteriores
cambiadas entre ambos y que no constan en los legados do-
cumentales exammadofl.
rwn
PABLO BLANCO ACEVEDO
ITl
La victoria de Ituzaingó, celebrada ruidosamente
en Buenos Airea y tenida por la prensa y el Gobierno
como un triunfo definitivo de la República contra el
Imperio, suscitó la creencia de que el Brasil se resol-
vería a entrar de lleno en una negociación de paz.
Los informes de la Cancillería Inglesa permitían ase-
gurar que eí Emperador no rechazaría proposiciones
que tuviesen por fundamento la base anterior, de 1826,
de la Independencia Oriental, siempre que ellas fue
sen formuladas por un comisionado especial. Las en-
trevistas en^re Pon«onby el Ministro de Rivadavia.
Francisco de la Cruz, se verificaron en los días 10,
12 y 14 de abril de 1827, y de sus términos, el Comi-
sionado en Buenos Aires, señor Trápani, informaba
detenidamente a su Gobierno, manifestándole que,
dada la situación interna de las provincias argentinas,
"la Paz con el Brasil sería un remedio eficaz*': "ella
se hará — agregaba — sobre la base de la IntHepen-
dencia absoluta de la Banda Orientad; a ese efecto *a
(a Río de Janeiro) el señor Manuel J. García'\
Esto mismo era lo resuelto por Rivadavia, quien, en
13 de abril, otorgaba sus instrucciones a don Manuel
José García, antiguo Ministro en Río de Janeiro, para
que celebrase la paz con el Brasil a nombre de Bue-
nos Aires, "en términos bonorables y con recíprocas
garantías a arabas partes, sobre la base de la devo-
lución de la Provincia Oriental, o la erección y reco*
134 En el oficio de Trápani a Lavalleja, que es de abrU
12, no está expresado el nombre de García, pero de los tér-
minos empleados y de los antecedentes de la corresponden*
ela» se deduce claramente su nombre por la referencia que
hace Trápani al autor de la famosa ReincorpoTactórtt de no-
viembre de ia25
[142]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
nocimiento de dicho territorio en un Estado separado^
libre e independiente, bajo las formas y reglas que
8U9 propios habitantes eligiesen y sancionasen''. De-
más está decir que la primera cláusula era absoluta-
mente inocua. Rivadavia habia ya comprendido el
asunto de la Reincorporación, y sus documentos oficia-
les, de esa época, dejan a un lado los términos aque-
llos sonoros e imperativos del "Ejecutivo Nacional"
o del "Ejército Nacional"; el primero llamábase
"Gobierno de Buenos Aires^' y el segundo, más clara-
mente, ^*EjércUo Repiublicano*\ El Ministro de Go-
bierno Julián Agüero daba cuenta detallada del pro-
yecto de la negociación al Gobernador Oriental,
General Lavalleja, con anterioridad a la partida de
García, y, contestando las comunicaciones de aquél,
en abril 17^ relativas a la situación del Ejército Orien-
tal y a la permanencia de Alvear, "por las diferencias
que se habían producido", decíale a Lavalleja, al
tiempo de enviarle los antecedentes de las comunica-
ciones que llevaría el Comisionado de Buenos Aires,
''que por favor no dejase el puesto en el ejército^'f
agregando que "nadie más que el mismo Lavalleja
sabía que la Guerra había sido precipitada por él".
Manuel J. García, en efecto, embarcóse en Buenos
Aires el 19 de Abril» con destino a Rio de Janeiro.
Tres días antes de la partida, asi se lo bacía saber el
Comisionado Trápani al Gobierno Oriental. La co-
rrespondencia de aquél con Lavalleja y que abarca
el período previo hasta el regreso de García a Buenos
Aires, merece un examen detenido, pues ella perfila
acabadamente la situación del país frente a las tra-
ías Oficio de Agüero a LavaUeja de abril 7 de 1827. (Ar-
chivo tlUítórleo Kaelondl)
[143 1
PABLO BLANCO ACEVEDO
tativas de paz entre el Brasil y la Argentina. Diferen-
cias obstinadas, entre los dos Jefes de los ejércitos
vencedores en Ituzaingó, se habían suscitado inmedla
tamente después de ese suceso, o habían tenido ya su
comienzo en la apertura de la campaña. Lavalleja^
al tiempo que se dirigía a Agüero, denunciando la
conducta de Alvear, en cuanto ésle proponíase la
subdivisión de las tropas Oríentales, hacialo por oficio
reservado, de marzo 26, al Comisionado Trápani,
quien contestaba en abril 26, que '^reconocía que la
conducta de Alvear, en verdad, lo ponía en un gran
compromiso, pero que, prescindiendo de las medidas
que adoptase el Gobierno de Buenos Aires, su opinión
(la de Trápani), era la misma que ya había reiterado
antes y que estaba reducida^ en primer lugar, a que
la fuerza de la Provincia Oriental no debía desmora-
lizarse, ni desraembrarse por pretexto alguno; que
ella debía se^ir ahora sacrificándose por evitar que
el portugués enemigo consiguiese ventaja alguna, para
que en caso de que la guerra terminase por la nego-
ciación, esas mismas fuerzas, por lo menos las vete-
ranas, sirviesen para lag guarniciones de las Plazas y
puntos de la f^onte^a'^ Y agregaba Trápani: "Es in-
dudable que el Ministerio Inglés está fuertemente
interesado en que la guerra termine, pero, convencido
de nuestra justa causa^ está dispuesto a contribuir por
su parte a este objeto. Pop tonto^ es preciso informar
136 Alvear en bu EsQioslclón de 1827 se refiere diversas
veces a las dificultades de la guerra por el espíritu artiguista
de las tropas Orientales, por lo que las Ideas de Artigas
habíanse inculcado en estos soldados. Agrega aún que su
plan de campaña fue modificado porque los Orientales de-
cían que su propósito era que ellos sostuviesen solos la gue-
rra, para después dominarlos más fácilmente. ÍExp págs 18
y lio. se publicó por la Imp. Arg. 1827 ) (Colección par-
tictilar )
LA^INDiBPENDENCIA NACIONAL
a los Orientales de fonnalidad, patriotisrno y honra-
dez» ya que la negodacion con el Brasil tendrá lugar
'Sitbre la Base de la Independencia de la Provincia
Oriental, que ella formará un Estado que se gobernará
por las leyes y reglamentos que él se dicte, y en cuya
formación ninguna influencia extranjera tendrá de-
recho a intervenir. A este fin, sale el señor Manuel
García para Río de Janeiro» Ahora bien: si la paz
se considera tan honorífica como se propone, ¿no es
la mayor de las felicidades que, en nuestro presente
estado de cosas, podría venimos a consolar? Si el
Emperador portugués saliese con una pata de gallo,
después de la positiva intervención británica y haber
particularmente mostrado deferencia a una transacción
y manifestado deseos de que se mandase un Ministro,
¿no se expondría a perder la confianza y amistad del
Gobierno Inglés y ser declarado por un justo despota?
Nosotros, por nuestra parte, ganaríamos en el con-
cepto de esa nación, sabia, liberal y poderosa, cuyas
buenas relaciones debemos procurar cidtivar, asi como
con las demás, pues en seguida que sea la Indepen*
dencia en nuestra Provincia, no debemos más que pro-
curar la Paa interior, y el fomento de nuestra industria,
que indudablemente vendrá por el comercio, el que
será atraído tanto por la fertilidad de nuestros campos
poblados, cuanto por las leyes y el Gobierno que se
forme, el que debe ser el más llano, justo y menos
fastuoso posible. Es, pues, para uno y otro caso, o
mejor diré para seguir la guerra, bien sea para cons-
truir la paz, que interesa la conservación en el mejor
orden posible de las fuerzas Orientales a cuyo objeto
debe usted influir y trabajar/' ^^"^
m De Trápanl a Lavalleja, abrU 16 de 1827. (A. H. N.)
[145]
PABLO BLANCO ACEVEDO
La importancia de esta carta del Enviado Especial
en Buenos Aires al General Lavalleja, asi como de
las siguientes que extractamos, es capital Ellas de-
muestran el concepto definitivo que tenían los Orien-
tales de su nacionalidad| de la constitución indepen»
diente del país, convicciones éstas que lo llevaban a
considerar, en abril de 1827, un año y medio después
de la Declaración de la Florida, no sólo la guerra
de Independencia teimínada y obtenidos enteramente
sus propósitos, sino a pensar ya en el porvenir, pre-
viendo una grandeza de futuro.
Pedro Trápani, personalidad de un valor singular
por su inteligencia, su perspicacia, su acendrado pa-
triotismo, quizá la que más descuella y que culmina
más alto en la obra que concreta y realiza el pensa-
miento inicial del 25 de Agosto, habíase ya puesto al
habla directamente con Ponsonby. Es su amigo per-
sonal y BU confidente y el que vincula al Gobierno
Oriental con la Legación Inglesa a fin de llevar ade-
lante el pensamiento que inspiró la lucha contra el
Brasil, comenzada en 1825. Por Trápani, consigue
Lavalleja que el Ministro Gordon, en Río de Janeiro,
se interese por la suerte de su hermano Manuel Lava-
lleja, hecho prisionero de los imperiales en 1825. En
mayo 3, la correspondencia del sagaz enviado, cuyo
título equivaldría o superaría al de Ministro Diplo-
mático, continua con el Gobernador Lavalleja en los
términos siguientes: ^'He tenido varias conversaciones
con Lord Ponsonby sobre nuestra Provincia. El hace
justicia a los Orientales y habla de usted bien» Esta
es una relación que procuraré conservar. El está muy
empeñado en la Paz sobre la base que le tengo indi-
cada» El Gabin^e Inglés desea la Paz parque con ^a
[146]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
seguirá el comercio. Prescindiendo de los motivos fi-
lantrópicos que tiene para desearía, el Lord e& un
caballero en toda la fuerza de la expresión y a sus
maneras, tan civiles como amables, reúne las virtudes
de franqueza y rectitud. No me parece estaría demás
que usted le escribiese, pero si lo hace, debe ser de
su propia letra. Puede usted introducirse, diciendo
que habiendo sido informado por mí de todo el em-
peño que dicho señor ha tomado por conseguir una
paz honrosa a la nación, y ventajosa a la Provincia
de su nacimiento, y sabiendo usted, también, el modo
generoso con que ha admitido el hacer por su her-
mano prisionero las diligencias posibles para conseguir
ae le dé buen trato» etc., no puede menos que tomarse
la libertad de escribirle» con el objeto de darle las más
expresjvas gracias, ofreciéndosele, etc., etc,, (al princi-
pio de la carta se pone My Lord — el tratamiento es de
Exa, — y en el sobre escrito: Al noble Lord Pon-
sonby, Ministro Plenipotenciario de S* M. B,, etc.,
Buenos Aires)» Yo me alegraré que por este medio
consisTR usted esta relación que siempre nos hará
honor"-
Simultáneamente con la anterior, Trápani contestaba
otra de Lavalleja, de 31 de marzo, recibida con atraso
y en la cual el Gobernador Oriental consideraba la
13B Es evidente la entrelinea que contiene esta frase El
señor Trápani usa en su correspondencia de giros de esta
clase que revisten sus cartas de mayor interés, además, de-
muestra que se daba cuenta perfecta que la Intervención
de Ponsonby en favor de la Independencia, no era única-
mente por la Justicia que le representaba la causa Oriental.
199 Es interesante destacar la habilidad diplomática de
Trápani, a fin de que Ponsonby no se sorprendiese de re-
cibir una carta de un Gobierno que no estaba reconocido y
al cual tampoco estaba acreditado Además, el temor de que
esa carta pudiese eactravlarse obliga las precauciones minu-
closaa del Comlslcmado Oriental. El manuscrito en el Archivo
Hlst6rIco NaclonaL
[147]
PABLO BLANCO ACEVEDO
practicabilidad del Tratado que se propondría al Bra-
sil. Temía el G€neralí&ima Oriental que una inde-
pendencia simple, Bin garantías de ser respetada por
parle del Imperio y de Buenos Aires, se expondría,
en el estado del país, con la prolongación de la lucha,
a ser atacada de inmediato por uno u otro poder*
"Esos temores — contestábale Trápani en su carta
confidencial que examinamos — por mucho que ten-
gan de prudentes son infundados. La Provincia Orien*
tal, formando un Estado Independiente y conserván-
dose en orden, guardando como corresponde sus
fronteras, no puede ser atacada, si no vienen sus ene-
migos de la Luna: vamos raciocinando como hombres!
En el estado antiguo y en que se ha encontrado la
Provincia Oriental, ella ha sido siempre la manzana
de la discordia. Por un tratado, quedando ella Inde-
pendiente, será el Iris de la Paz. Este es mi modo
de ver. Si ella fuese atacada con injusticia por los
brasileños, por el tratado las demás Provincias deben
sostenerla, y si sucediese (lo que no debe esperarse)
por las Provincias, el Brasil la sostendrá. Véase, pues,
cómo esa Provincia o Estado vendrá a ser la palanca
que mantenga el equilibrio y evite la guerra. Hay.
además, por el Tratado, una ventaja para todas las
Provincias: el Río de la Plata no podrá ser bloqueado
en quince años, Y si no nos pueden atacar por mar
en ese tiempo, ¿las temeremos por tierra? ¡No, ami-
go!, este es un asunto que debe pensarse, sin olvidar
que después de conseguido, nuestro territorio nada
más necesita que un Gobierno moderado y justo, que
140 La fecha de la carta de Lavalleja en 31 de marzo su-
pone su ccmocimiento. con anterioridad, de los objetivos de
la misión Garda, recién concretada a mediados del mes de
abrU
[148]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
conservando el orden interior, proteja los diferentes
ramos de industria que en ella abundan. En quince
años no habrá guerra. En ese tiempo, se cruzarán
más y más los intereses de sangre y comercio entre
nosotros. Nuestros campos se poblarán con hijos de
Buenos Aires y de las demás Provincias, También ha-
brá bastante campo para la emigración extranjera,
dándose a ésta la extensión que prudentemente le co-
rresponda. La Provincia Oriental será más dichosa y
rica sola que unida al Imperio mejor del Universo.
No es posible — terminaba su tan interesante docu-
mento el Comisionado Oriental — detallar en una carta
escrita de trompón, todas las ventajas que promete el
bien meditado proyecto de paz, pero como antes de
concluirse ha de ser considerado, meditado y discu-
tido por las autoridades competentes, dejaremos a su
tiempo el poder juzgar de una manera más positiva
de él» Hasta tanto, sepa usted que sus cartas me son
muy interesantes y que ellas, bajo el supuesto (que
yo aseguro) de ser exactas y verdaderas, son leídas
con interés por un individuo que tiene una parte prin-
cipal en nuestro bien. Asi, pues, repito que conviene
ir preparando los ánimos de todas las personas de in-
flujo, mérito y honradez, para que, convencidas de la
utilidad que debe resultar a su Patria una buena orga-
nización, se presten gustosos a rendir los servicios que
se les exijan para la consumación de la obra^\
Es de creer que Lavalleja no sólo aprobó entera-
mente el pensamiento de Trápani sino que de inme-
141 La referencia, como se comprenderé, es al Ministro
Ponsonby.
142 liBs palabras subrayadas en este documento se en-
cuentran asi en el orjglnaL (Manuscntos originales en el Ar-
chivo Histórico KaclonAl.)
[149]
PABLO BLANCO ACEVEXK)
diato se puso & la obra a fin de conciliar todas las
voluntades para que el reconocimiento de la Indepen*
dencia Nacional encontrase a loa Orientales en una
perfecta unión* Las cartas posteriores, de ese mes^ del
Comisionado en Buenos Aires, no hacen referencia
eino a la certidumbre de la vuelta de García, trasmi-
tiendo las manifestaciones de Ponsonby, y su impre-
sión favorable sobre la aceptación del Tratado por el
Brasil, de acuerdo con las comunicaciones que reci-
biese del Ministro en Río de Janeiro, Mr. Cordón. En
cuanto al Gobernador Oriental, siguiendo el pensa-
miento de Trápani, autorizó a éste, conjuntamente con
D. Pascual Costa, para entrevistarse con el General
Rivera, quien desde el nombramiento de Alvear ha-
bíase retirado del ejército, proponiéndole una conci-
liación en homenaje a la proximidad de la paz y a
la necesidad de que los uruguayos todos colaborasen
en seguida en la reconstrucción nacional. Fructuoso
Rivera no fue sordo al llamado, y dejando a un lado
resentimientos anteriores, con la nobleza característica
de su espíritu, se dirigió en una carta amistosa al Ge-
neral Lavalleja, de junio 25, protestando de sus sen-
timientos patrióticos y aviniéndose plenamente a un
arreglo.
Los sucesos, sin embargo, se encargarían de dar una
solución bien distinta a todas estas bellas esperanzas
de Rivera, Trápani y Lavalleja» El emisario a Rio de
Janeiro, M, J. García, desembarcó en Buenos Aires el
23 de junio con el Tratado ajustado en Río de Janeiro,
de 24 de mayo de 1827, Mantenido por algunos días
en resen^a, fue dado a la publicidad el 30, conjun-
143 Manuscritos originales de Rivera a LavaUeJa. (Archivo
Histórico Nacional.)
[150]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
lamente con la renuncia del Presidente Rivadavia ante
el Congreso Constituyente. En verdad, el Plenipoten-
ciario no habfa hecho honor a su tradición de habilí-
simo diplomático de 1816 y 1825. Vanamente había
pugnado en la Corte Imperial por las ventajas que
resultarían para Buenos Aires y el Brasil, y para &us
relaciones recíprocas, el poner fin a la guerra dejando
a un lado los derechos que ambos se atribuían sobre
el territorio Oriental a fin de que éste, de acuerdo con
sus propósitos reiterados, se constituyera en una na-
ción independiente. Inútiles fueron la dialéctica y los
argumentos del negociador, esta vez bien entrados en
razón, para demostrar hasta la evidencia que los sen^
timientos del Pueblo Oriental eran por su Independen-
cia absoluta; que era imposible, de no ser ese hecho
terminante y general en los habitantes de su territo-
rio, suponer ''que Treinta y Tres hombres mal arma-
dos^ arrojasen en pacos días a las fuerzas brasileñas
de la República Oriental y se, apoderasen de toda
ellat sin más excepción que dos plazas fuertes'*.^**
Todo resultó inútil, pues coincidiendo su llegada con
las declaraciones que días antes hiciera el Emperador
don Pedro I ante las Cámaras del Brasil, de vengar
el ultraje de Ituzaingó, éste se resistió a cualquier
transacción. Pero García llegó más lejos de las ins-
trucciones que llevara, y, ultrapasándolas (según él
mismo lo reconociera tratando de justificar su acti-
tud), firmó una convención por la cual se reconocía
expresamente la soberanía del Brasil sobre el territorio
144 Es interesante destacar las palabras República Oriental^
pues siendo el concepto de 14 de mayo de 1827 (segunda
conferencia entre García y el Marqués de Queluz), demues-
tra que para el Comlfllonado <3e Buenos Aires, la nueva na-
donalidad era reconocida por el Gobierno Argentino.
1151]
PABLO BLANCO ACEVEDO
disputado por Buenos Aires. Fue ese antecedente^ que
dejaba en descubierto la intervención de los gober-
nantes porteños en su guerra con el Imperio, el que
provocaría la renuncia inmediata de Rivadavia, no sin
que éste, refiriéndose al Tratado celebrado por García,
lo calificase de '^sentencia de ignominia y señal de
degradación"/*^ Verdad que, para honor del Presi-
dente argentino arrastrado en su caída por aconteci-
mientos sobre los cuales él no tuviese una complicidad
directa y que recibiera ya tramados y urdidos, a tiempo
de depositar su mandato, dirigióse al Pueblo Oriental
en nobles y francas palabras que vindicarían su nom-
bre ante la posteridad del extravío de 1826, cuando
pretendió avasallar los votos de Independencia que hi-
ciera la Asamblea de la Florida de 23 de Agosto, Sus
palabras, que merecen ser reproducidas, estaban re-
dactadas así: "Habitantes de la Provincia Oriental: la
defensa de vuestro territorio, de vuestra Independen*
cia, de vuestra seguridad; la conservación de los de-
rechos que poseéis, como miembros de un pueblo libre,
han formado una de mis más importantes tareas du-
rante mi magistratura. El territorio de vuestra Pro-
vincia ha sido el teatro de hazañas que sellarán vuestra
existencia política y el oprobio de vuestros invasores.
He tenido la dulce satisfacción de unir vuestras annas
con la de vuestros hermanos, los habitantes de las
otras Provincias,^ y de ver apoyada la victoria sobre
esta base formada por la fraternidad y el patriotismo.
¡OHenUdes! No es sólo vuestra causa la que va a ju-
145 Los antecedentes citados se publicaron en la prensa
de Buenos Aires úe la época. Véanse los números úe 30 de
dunlo y siguientes de '*E1 Avisador Umversal". En los del
10 y 11 de julio aparece un eietenso remitido de M. J. Garcia,
esepllcando su conducta en Bfo de Janeiro. (Goleccito del
autor.)
LA mraSPBMDENCIA NACIONAL
garse en los limites de vuestra hennosa Provincia: es
la causa de América^ amenazada por todos los males
que han afRgido al mundo antiguo, si se toleran en
su recinto los extravíos de la ambición y los crímenes
de la conquista. Mis votos os acompañarán, como os
han acompañado mis esfuerzos, en el retiro de la vida
privada. Siempre ocuparéis mis recuerdos, y el día
en que vuestras proezas arranquen al usurpador una
paz digna de vuestro nombre, será el más venturoso
de mi vida:'
Para la causa de la Independencia Nacional la caída
de Rivadavia, cuyo espíritu entonces había penetrado
justamente las consecuencias de la política errónea
que dominara en el último gabinete de Las Heras y
cuyas interioridades él no conociera por su ausencia
del Rio de la Plata en los meses últimos de 1B25, fue,
sin duda, en este período de 1827, un evidente mal
que retrasaría y dificultaría la única solución posible
del conflicto. Otra hubiese sido la marcha de los su-
cesos si el famoso estadista argentino hubiera actuado
en aquel año, y la guerra de Buenos Aires con el
Brasil quizá no ae habría empeñado hacia la reivin-
dicación de pretendidos derechois territoriales sino
más bien por las decisiones claras, categóricas del
Pueblo Oriental, para obtener su Independencia. Rin-
cón y Sarandí constituirían así, como lo pensaron los
Orientales, victorias definitivas, y tres años de guerras
inútiles hubiéranse ahorrado a los tres países conten-
dientes. Más aún: es posible que la lucha de partidos,
con las necesarias complicaciones recíprocas entre las
provincias argentinas y el Estado Oriental, tampoco
146 Se publicó en "£1 Avisador Universal" de 3uho 2 de
1827.
11
[153]
PABLO BLANCO AC£V£DO
se suscitaran^ suprímiéndoae, de este modo, ese ger-
men de violencia que agitó y conmovió a las socieda-
des rioplatenses durante más de veinte años y cuyos
síntomas, precursores de tempestad, aparecieron en
los dos países, apenas terminada la paz de 1828.
IV
El derrumbe del régimen, que llevara la guerra de
Buenos Aires al Brasil por el ideal utópico de recons-
truir el antiguo territorio virreinal, obliga necesaria-
mente, dada la trabazón íntima de los sucesos y de
los hombres en la política de las dos orillas del Plata,
a un examen retrospectivo para desentrañar más fiel*
mente aún la gestación de la Nacionalidad Uruguaya,
proclamada en 1825, y cuya realidad internacional se
tocaría en la Convención de agosto de 1828. Las teo-
rías de Rivadavia, sus proyectos económicos y socia-
les, producen una inmensa agitación en los espíritus,
suscitando, en su país, ya las odiosidades de los ex-
cluidos, o bien la fascinación de los que creyeran que
la acción preconizada era sinónimo de civilización.
El período de 1825 a 1828, con ser la época plena de
la lucha con el Brasil, es^ además, de una inmensa
revolución en las ideas. Pocos fueron los hombres
dirigentes, en los distintos escenarios políticos, que
conservaron una seguridad determinada sobre el fondo
de lo que constituiría la felicidad de los pueblos. Al-
gunos, y refiriéndonos únicamente a las personalida-
des Orientales, quedaron indiferentes al margen de
las reformas sustentadas. Fueron éstos los represen-
tantes de la clase militar, los que en mejores condi-
ciones podían auscultar o percibir más directamente
el alma de las muchedumbres. Para ellos, para Rivera
£154]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
y Lavalleja, el único gran problema fue el de la In-
dependencia del paísj que garantía su tranquilidad y
progreso de futuro. Con ellos estaban todos los rebel-
des a la prepotencia y hegemonia de Buenos Aires:
la prensa de Montevideo, en manos entonces de espa-
ñoles, que sintieran en carne propia los excesos de los
Alvear y Posadas de 1814 y las complicidades trágicas
de Pueyrredón; los que preferían pactar con el Bra-
sil antes que con las Provincias limítrofes: Lucas J.
Obes, incorporado por voluntad propia a la revolu-
ción de 1825, y que recluido por mandato de Riva-
davia en la lobreguez de una cárcel, apenas en liber-
tad, apostrofaría con toda la rudeza y el vigor de su
palabra a los que querían comparar su conducta con
la de aquellos que sacrificaron la Provincia Oriental
a aus ambiciones en 1816, o a los que, de acuerdo
con Lecor, fueron los autores de la verdadera anar^
quía de 1820.
Pero las ideas y los procedimientos del grupo riva-
daviano penetrarían en el territorio Oriental por la
doble fuerza del espíritu y dq la coacción. Centro de
147 El doctor Lucas J. Obes» acusado en Buenos Aires de
compUcidad con el Brasil, publicó en 1826 diversos opúsculos
de defensa contra la arbitrariedad de las autoridades que
conocieron en su causa. Sentenciado a destierro, dedujo ac-
ción de nuUdad ante el Congreso Constituyente Es bien in-
teresante este documento, no sólo por la brillantez del estilo
en que está redactadOt sino por la causal invocada para pro-
bar la nulidad, y que era, según el doctor Obes, la incompe^
tencla de la Justicia argentina. Decía él haber salido del
Brasil, en d^de estuvo desde 1824, y venido al territorio al
amparo de la ley de olvido dictada por la Asamblea de la
Florida. Luego, afirmaba, que en caso de comisión de falta,
era la justicia Oriental la imica competente. Este argumento
planteado en 1B26, y nada menos que por una personalidad
de la talla intelectual del doctor Obes, demostraba que en
su concepto la Independencia de su país entonces era total
y absoluta. Los distlutoB recursos se pubUcaron en folletos
por la Imp. Argentinai en 1826. (Colección del autor)
[155]
PABLO BLANCO ACEVEDO
esos manejos artificiosos sería la ciudad de Canelo*
nes, asiento de las autoridades legales y administra-
tivas de la Provincia y de su Asamblea Representa-
tiva, Ausente el General Lavalleja después de los su-
cesos de junio y julio de 1826, el Gobernador Dele-
gado don Joaquín Suárez vióse, sin quererlo, rodeado
de personas enteramente ajenas al sentimiento patrio
y que habían sido enviadas de Buenos Aires a fin
de actuar en los consejos y dirigir la opinión, Don
Francisco Ferrara y el doctor don Gabriel Ocampo
serían los más indicados en esos propósitos; el pri-
mero interviniendo en la contabilidad de las rentas
del Estado y el segundo dirigiendo un periódico titu-
lado Eco OrientaF\^*^ valiéronse de todas las
armas a fin de destruir enteramente el principio fun-
damental de Independencia, en que se constituyeran
los Orientales inmediatamente después de la insurrec-
ción de 1825. Verdad es que eran aquellos momentos
(fines de 1826 y principios de 1827) los del periodo
de acentuación máxima de la ingerencia de Rivadavia
y Alvear. AquéU tolerando los excesos, éste promo-
viendo la sublevación de Fructuoso Rivera y diri-
giendo oficios y circulares a las autoridades de Cane-
lones para que por vías de hecho extinguiesen toda
manifestación províncialista contando con la pasi-
vidad obligada del General Lavalleja, quien entonces
poníase al habla con la mediación inglesa para con-
seguir por otros medios el fin de la campaña liberta-
dora, obtuvieron, no hay duda de ello, su objeto,
148 Según Zmny denominábase así, pues fue verdadera-
mente el eco de los dictados de Buenos Aires.
149 En el archivo de don Juan Francisco Giró se encuen-
tran las piezas originales de esas gestiones (Archivo Histó-
rico Nacional*)
[156]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
desviando las convicciones intimas de muchos* Asi^ y
bajo estas penosas circunstancias, arrancáron&e las
designaciones de Diputados al Congreso Constituyente
de Buenos Aires, que votaron por el régimen de la
unidad constitucional en las sesiones del mes de oc-
tubre de aquel año de 1826.
Por lo que esas opiniones vertidas representaran
como antecedente contrario al Acta de 25 de Agosto,
es necesario, antes de precisar juicios, examinar la
forma y el modo en que esos votos fueron emitidos.
Tanto el señor Mateo Vidal como el señor Silvestre
Blanco, Diputados por la Provincia Oriental, dejaron
constancia expresa de que sus opiniones eran absolu-
tamente individuales, no habiendo recibido ninguna
instrucción de la Asamblea Representativa. La parti-
cipación de ambos en el debate, favoreciendo el ré-
gimen de la unidad el primero, y el sistema federal el
segundo, no tuvo otra importancia que el concepto
que a ellos particularmente le merecían las formas de
gobierno discutidas* £n cuanto al voto de Santiago
Vázquez, miembro de la Asamblea Constituyente, su
opinión menos aun comprometió la idealidad de la
Independencia Nacional, por la cual pugnaran los
Orientales, Santiago Vázquez no representó en el Con-
greso de Buenos Aires al Estado Oriental, encontrán-
dose entre sus miembros, llevado por la Provincia de
La Rio ja. En este sentido, interpretando la voluntad
de sus electores, pudo pronunciarse ampliamente so-
bre el fondo de la cuestión sin comprometer en lo
más mínimo el sentir de la inmensa mayoría de sus
compatriotas- Por lo demás, y como una contradic-
150 En tal carácter y como Diputado por la Provincia de
lia RiúJa es que Santiago Vázquez firmó la Constitución Ar-"
[157]
PABLO BLANCO ACEVEDO
ción mayor todavía de este momento tan especialísiitio
en la gestación de la nacionalidad uruguaya, la ver-
dad absoluta del sentimiento Oriental sería expresada
en la Asamblea y de un modo categórico por el en-
tonces Diputado por Corrientes, don Pedro Feliciano
Cavia, celebre autor del libelo anti-artiguista de 1818.
"Yo no tengo el honor — decía Cavia — de repre-
sentar a la Provincia Oriental, pero me lisonjeo de
que ella sea mi segunda Patria. Su voto no debe con-
siderarse por lo que hace en medio de la angustia del
tiempo. Ella cuando no tenía que temer lo que ahora,
fue el gennen de la federación, la que ha dado pasog
enormes en esa carrera de que jamás retrocederá: y
aunque no tenga espíritu profético, soy vecino de allí^
conozco a sus habitantes y sé que ellos no abando-
nan lo que una vez han sostenido, y si ahora ejecuta
ese paso de resignación, es el ultimátum de los sacri-
ficios que hace eaa benemérita Provincia por atender
al objeto primario, que ahora tiene, de exterminar a
ese Imperio usurpador; pero ella volverá a sus ideas
así que haya conseguido el objeto primario que ahora
tiene, cual es el de sw Independencm y su tranquilidad
interior y como se ha dicho muy bien, debe ésta
afianzarse para conseguir la libertad; esta es la es-
cala que no puede menos de guardarse y es el último
de los sacrificios que eUa hace. Esta es la razón de su
pronunciamiento actual, pero pasado el momento de
la crisis volverá a tomar su primera fuerza**^^^
^entina de 1826 Véas« pág 54 de la misma, en su edición
de diciembre 1826, publicada por lA Itnp del Estado B. A
(Colección del autor.)
151 Diarlo de sesiones del Congreso Constituyente de las
Provincias del Río de ]a Plata, Nó$. de setiembre y octubre
de 1826
LA JNDEPWUWCIA NACIONAL
El sistema de presión, de influencias, iría más le-
jos aún: la prensa de Canelones^ en manos de los pe-
riodistas asalariados de Rivadavia, después de Itu-
zaingó, mientras discutía con "El Semanario Mercan-
til de Montevideo*'^ demostrando que las provincias
argentinas cooperaban tan sóio a la Independencia
Oriental, iniciaba a la vez la propaganda en favor de
la aceptación de la Constitución de Buenos Aires, co-
nocida y publicada recién en esos mismos meses»
La Asamblea Representativa, por sucesivas renun-
cias y nuevas elecciones de sus miembros, habíase
renovado totalmente y ni uno solo de aquellos pri-
meros componentes de la Florida, ahora la integraban.
Salvo una o dos excepciones, ninguna persona de
arraigo en la opinión quería pertenecer a ella, y su nú-
mero, fijado en el de cuarenta Diputados, reducíase
entonces a quince o dieciséis, con los cuales sesionaba.
Fue en esas circunstancias, en la sesión del 28 de
marzo de 1827, sin quorum legal, con veinte votos
presentes sobre cuarenta en total, y por una mayoría
de diecisiete solamente, lo que anulaba la decisión,
según lo expresaron los Diputados Zufriategui y Chu-
carro, que se aprobó la Constitución sancionada por
el Congreso de Buenos Aires.
152 Ver principalmente los Nos 8 y 12 de abril de '^El Eco
Oriental", editado en Canelones, 1627 (Colección del autor»)
153 Es posible que el hecho mismo de la votación, en la
forma que lo registra el acta de la sesión citada {publicación
de la H Cámara de Representantes, 1920) no haya existido.
Fue común en esa época excepcional que los Diputados apre-
miados pop la violencia de las circunstancias en que les tocara
actuar, resguardasen sus conciencias ante la posteridad por
documentos secretos Uno de éstos apareció muchos años
después, en 1396, al arreglarse el archivo de la Secretaria de
1.1 H Cámara de Diputados, en sobre cerrado con sus lacres
aún intactos» con la fecha de 1826. Mandado abrir en sesión
secreta, enteróse la Cámara que era un smiple resgtiardo de
[159]
PABLO BLANCO ACEVEDÚ
V
La caída estrepitosa de Rivadavia tuvo para los
Orientales que peleaban en los campos de batalla con-
tra el Brasil^, todos los aspectos de una verdadera
rberación- El júbilo que ese becho representara fue
aún mayor con el cambio de rumbo de la poh'tica de
Buenos Aires. En julio 13, el Gobernador Lavaje ja
recibía del nuevo Ministro Balcarce las comunicacio-
nes para que separase del ejército al Generalísimo Al-
vp¿r V se hiciera cargo del comando superior de las
fuerzas. Un mes después, el Com'sionado Trápani in-
formaba detalladamente de todos los sucesos ocurridos
en aquella capital y de la organización de las nuevasf
autoridades. En agosto 19, nuevamente Balcarce en-
teraba a Lavalleja de la disolución del Congreso Cons-
tituyente y a la vez le pedía, en otro oficio, mandase
instauiar un sumario respecto a la conducta observada
por Alvear en la campaña de Ituzain^ó. Trápani, por
su parte, complementaba estas novedades con otra
(agosto 25) altamente halagadora para Lavalleja y
los Orientales y que se refería a la política de Dorre-
go: "sus propósitos — decía — son conocidos y él está
aquellos miembros de las primeras legislaturas natrias que
en la alternativa de votar a Rivadavia para su representante
al Congreso Argentino o exponer quizá sus vidas» optaban
por lo primero, garantiendo sus conciencias ante la posteri-
dad por medio de aquel contradocumento firmado por todos
Como antecedente de especial Interés para ilustrar el verda-
dero pensamiento nacional en Canelones en esos mismos días
de marzo y abril de 1827. consúltese el periódico citado "£1
Eco Oriental" de ese año en su 12. Descríbese en sus
columnas la fiesta celebrada en la localidad con motivo de
la aprobación de la Constitución de Buenos Aires, consis-
tente en un banquete con asistencia de gran número de in-
vitados. Se pronuncian vanos discursos y es de destacar
que mientras loa Argentinos brindan por la unión con Buenos
Aires, los Orientales brindan por los Treinta y Tres* la Patria
y la Libertad.
[160]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
por nuestra justa causa**; verdad es que el Comisio-
nado Oriental, siempre certero en gus juicios, en nota
posterior (setiembre 1^) le expresaba sus temores
con respecto a Balcarce, a la vez que le informaba
reservadamente de los primeros anuncios de cam-
paña a Millones, dirigida por el general Fructuoso
Rivera.
Tal cambio fimdamental en la situación, determinó
al General Lavalleja a una acción firme y decidida a
fin de consolidar plenamente en el territorio, en ese
momento, fu doble autoridad de Gobernador y Gene-
ral en Tefe del Ejército. Canelones, constituirla en
capital de la Provincia, proseguía siendo aún objeto
de influencias extrañas representadas por los redacto-
res de "El Eco Oriental", Ocampo y Ferrara, quienes,
a pesar del descenso de Rivadavia, continuaban en
sus manejos contrarios a los intereses nacionales, pri-
mando en las resoluciones de la Asamblea Provincial.
Esta misma, después de su acto de 28 de marzo acep-
tando la Constitución de las Provincias Unidas, había
caído en gran desprestigio, agravado todavía con el
hecho inconsulto de autorizar al Ejecutivo de la Pro-
vincia de Buenos Aires para que entendiese en todos
los asuntos concernientes a la guerra, a la paz y a
las relaciones exteriores de la Provincia Oriental
(setiembre 20 de 1827).
Era evidente que esta orientación política represen-
taba una tendencia contraria no sólo a la perseguida
por el General Lavalleja sino a la del país. Las pro-
testas no tardaron en llegar al Cuartel General del
Ejército, y don Loreto Gomensoro — setiembre 19 — ,
154. Los originales de las manuscritos citados, en el Archivo
tíl8t6rico NaclonáL
PABLO BLANCO ACEVEDO
en conocimiento de esos sucesos decíale al Generalí*
simo que '^la Sala de Canelones se componía de riva-
davianos, individuos egoístas, imbéciles y sin arraigo
en la opinión'\ En semejantes términos expresábase
Trápani desde Buenos Aires, quien, luego de decir
que la preocupación principal debía ser la de reorga-
nizar el Ejército Oriental, agregaba las siguientes fra-
ses: "el único obstáculo a ese fin es la Junta de
Representantes que ha jurado la Constitución de Ri-
vadavia. Así seguirán obrando (los Diputados) en el
mismo sentido y puede usted llenarse de laureles en
el campo de Marte, pero usted esté seguro que si no
se deshace para siempre esa colmena^ sus triunfos se-
guirán siendo para otros como lo sabe usted por
experiencia* Es necesario, pues, que los Orientales se
convenzan que mientras dependan de otros^ no habrá
ni felicidad ni sosiego'\
El Gobernador Lavalleja no vaciló más en su ac-
ción. Concuriieron aún a determinarla las cartas con*
fidenciales y apremiantes de Balcarce y de Moreno,
Ministros de Dorrego, rogándole aunase todos los es-
fuerzos a fin de que la paz con el Brasil pudiese
hacerse cuanto antes, para lo cual dispusiese las me-
didas sobre remoción de oficiales y personas que
juzgase necesarias. Comenzó aquél, en 20 de setiem-
bre, por mandar arrestar a los redactores de "El Eco
Orientar\ Gabriel Ocampo y Francisco Ferrara, y
enviarlos a Buenos Aires. Casi en seguida, luego
155 Los orlíinales de los últimos documentos citados, de
Trápani, Balcarce yi Moreno, en el Archivo Histórico Nacio-
nal. Agregaremos aún que en el 20, correspondiente al 28
de setiembre de 1627 del Diario de Sesiones de la Junta de
Representantes de la Provincia de Buenos Aires, se contiene
un documento y proyecto de Tratado suscrito por el doctor
Francisco Ferrara» por el cual se intentaba la formación de
un país independiente Integrado por el Territorio Oriental
y Id Próvincia de Buenos Aires
[162]
LA INDSrPENDENCIA NACIONAL
de una reunión previa de los comandantes y jefes de
las divisiones Orientales, en la cual, según las actas
labradas, se establecía la nulidad de las resoluciones
de la Asamblea Provincial, en virtud de la aceptación
que habían hecho sus miembros de la Constitución
Argentina de 1826, el General Lavalleja, en oficio de
octubre 12, disponía la disolución del alto cuerpo y
la clausura de su sala. ^'^^
Lejos estamos de justificar ampliamente la actitud
de Lavalleja procediendo por la violencia a disolver
aquella primera Cámara Legislativa. Verdad es que
ella se había puesto notoriamente contra el país, dando
fuerza de leyes fundamentales a resoluciones ilegíti-
mas y contrarias al sentir de la inmensa mayoría de
los Orientales, sancionando la Constitución Argentina
de 1826 y, aún después de disuelto el Congreso que
la promoviera, delegando una parte de su soberanía
en el Ejecutivo Provincial de Buenos Aires, para' que
resolviese en los asuntos de la paz y de la guerra.
El golpe de Estado de 12 de octubre anulaba la fuerza
de esaa decisiones y concentraba en un solo poder,
el del Gobernador y Capitán General, todas las atri-
buciones de las autoridades superiores de la Provincia.
Desde este punto de vista, y a los efectos de los fi-
nes primarios de la Guerra de Independencia, era
indudable que la situación mejoraba, desde que no
sería ya posible la intervención de influencias extrañas
que pervirtieran y extraviaran las opiniones íntimas
de los pueblos. Esto mismo, y con palabras semejan-
156 Las actas y documentos de la disolución de la Asam-
blea Representativa, están publicados, unos en el Diario de
Sesiones de la Junta de Representantes (ed 1920>, otros en
]a "Revista Histórica", tomo IV,
[163]
PABLO BLANCO ACEVEDO
tes, manifestaba el Comisionado Trápani a Lavalleja,
aprobando plenamente su conducta^ en carta de oc-
tubre 10, al acusar recibo de las actas de los jefes
de cuerpo, precursoras de la disolución de la Asam-
blea^^ y en la cual aludiendo a esos hechos, decía:
^^que era necesario que esos sucesos no se reprodu-
jesen para que otros se aprovecharen; y que lo in-
dispensable en el momento, debía ser la reorganización
del ejército, a fin de constituir el paí$'\ ^^"^
En cuanto a la posición del Gobernador, claro está
que se fortificaba inmensamente, no existiendo más
poderes constitucionales sino los que él mismo repre-
sentaba. Su jerarquía era la única, siendo exactamente
igual en atribuciones y competencia a la del Gober-
nador Dorrego en Buenos Aires y más poderosa que
la de éste, todavía, desde que el general Lavalleja era
entonces Jefe Supremo de los Ejércitos en la campaña
contra el Brasil. La trascendencia, pues, de aquel acto
de fuerza, ilegal pero necesario, de clausurar la Asam-
blea, fue vasta en sus proyecciones. La provincia
Oriental, a partir de esos meses de octubre y noviem-
bre, entra en el goce de una independencia absoluta,
salvo en aquella parle de su territorio, Montevideo y
la Colonia, ocupada por las tropas brasileñas. Además,
la contienda de extensiones territoriales, por las cua-
les se creyese con derechos la fracción de Rivadavia
y que había movido la guerra con el Imperio, había
cesado no existiendo de parte de Buenos Aires, en
157 Todavía en oficio posterior de octubre 2t, acusando
recibo de las notas de Lavalleja sobre la resolución disol-
viendo la Asamblea, Trápani decíale: "que la medida era la
ánlca posible, pues no se podía conílar la Patria a una ma-
driguera de políticos que especulaban con las Jeyes" (Ma-
nuscritofi originales» en él Aiclhivo Histórico Nacional)
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
ese momento, ningún propósito de volver por esa po-
lítica» No sólo las últimas tratativas de paz, a base
de la Independencia Oriental, implicaban de hecho
la renuncia a esa pretensión sino que el nuevo Gober-
nador Dorrego no tenía más facultades que las mismas
de Lavalleja, desde que ambas autoridades eran idén-
ticas en atribuciones, en sus respectivas provincias,
lo cual inhibía a aquél de toda ingerencia en los asun-
tos ajenos a su territorióTEsto mismo y la conside-
ración del poder representado por el Gobernador
Oriental, la necesidad de contemplar su autoridad apo-
yada por varios millares de hombres en armas, obli-
gaba a Buenos Aires a un reconocimiento de hecho
de la Independencia del Estado Oriental. En este cri-
terio se orientó, en los meses finales del año 1827,
la conducta de Dorrego, ya enviando a Lavalleja, para
su conocimiento y antes de aprobación definitiva, los
Tratados interprovinciales con Córdoba^ o remitiendo
noticias de interés político.
Manuel Moreno, Ministro de Relaciones, a su vez
se dirigía a Trápani en carácter de Agente de Negó-
dos comunicándole las novedades de las tramitaciones
de paz con el Brasil, y Bale arce, Ministro de la Gue-
rra, al felicitar a Lavalleja por su resolución disol-
viendo la Asamblea, decíale "que ese hecho acredi-
laba una vez más la voluntad de los Orientales de
morír o salvar su Patria^*,
Con razón, pues, Carlos Anaya, Colector de Adua-
nas de la Provincia, decíale a Lavalleja en esos mis-
mos días, que "de hecho estábamos Independientes y
que era preciso empezar a reorganizar el FaU^\
Así lo entendería el Gobernador Oriental delegando
las funciones políticas en la persona del ilustre ciu-
[165]
FASLO BLANCO AC3BVBDO
dadano don Luis Eduardo Pérez (diciembre 7 de
1827), reemplazante de don Joaquín Suárez, y quien
continuaría, conjuntamente con los demás funciona-
rios públicos^ la obra ya comenzada de iniciación de
h vida política y administrativa nacional
tiee]
CAPITULO VIII
EL ACUERDO DE PAZ
DE 28 DE MARZO DE 1828
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
SUMARIO; Situación del país a íinea de 1827, — G>nuenzo
de reconstrucción nacionaL — Situación de Buenos Aires y
de las provincias Argenbnas. — Lavalleja y Dorrego. — £1
Brasil en 1827* — La Independencia Oriental para Doirego
y el Emperador del Brasil. — La personalidad de don Pedro
Trápanl. — Su acción fundamental en la Independencia del
Uruguay. — Trápani y Ponsonby. — Diplomacia de ambos
en Río de Janeuro y Buenos Aires. — La independencia abso-
luta, — Las cancülerías Argentina y Brasileña, — Dorrego
y la Independencia Nacional. — Acción del Ministro Inglés,
Mr. Cordón» del Embajador Francés y del Plempotenciario
de Bolívar, en Río de Janeiro. — Fórmula única: la Inde-
pendencia Nacional. — Identidad de propósitos de Trápani y
Ponsonby, — Las negociaciones de Inglaterra y las de
Bolívar.
Arribo al Plata de las primeras fórmulas de paa aceptadas
por el Brasil. — Misión de Mr, Fraser, Secretario de la Le-
gación de Inglaterra ante el Gobierno Oriental. — Texto de
las proposiciones de paz. Reconocimiento de la Independen-
cia Nacional» — Extraña actitud de Dorrego, — Misión se-
creta de VidaL - — Actitud valiente del Comisionado don
Pedro Trápani. — La fórmula exacta de las negociaciones
de paz, — Dorrego, Trápani, Ponsonby y el Gobernador
OríentaL — £1 Gobierno Argentino comunica a Lavalleja
loa originales de las negociaciones de paz.
Arribo de las comunicaciones de Trápani» del Comisionado
Vidal y de Mr, Fraser al Cuartel de Cerro Largo. — El
Acuerdo de 28 de marzo de 1828, — El Gobierno Uruguayo
acepta la paz con la base de la Independencia Nacional. —
Respuestas del Gabemador Lavalleja al Gobernador Dorre-
[167]
PABLO BLANCO ACEVEDO
go, al Ministro Inglés Mr. Gordon, v a Lord Ponsonby —
La fórmula de la Independencia Nacional en 1828 y el mo-
tilo de la guerra de 1825«
Las noticias de la próxima celebración de la paz en el
Cuartel de Cerro Largo. — Comimicación de la base pro*
puesta al Gobernador Delegado don Luis Eduardo Pérez. —
Regocijo entre los soldados del ejército — Lavalleja, La-
guna y José María Paz. — Celebración del primer armisti-
cio de la guerra. — La dimisión Oriental de Basilio Araújo
fraterniza con los soldados brasileños. — Importancia que
dio Lavalleja a las negociaciones de paz — Sus origínale*»
guardados en su archivo particular. — ■ Su propósito de en-
tregar los destinos de la Patria al Cuerpo Legislativo de
la República»
I
El año 1827 terminaría en un ambiente de relativa
tranquilidad. Después de los grandes sucesos de orden
militar y político acaecidos en ese período, la conse-
cuencia que pudiera deducirse de ellos era que la
Paz estaba próxima y que ningún acontecimiento de-
tendí ía su celebración. El Capitán General de la Pro-
vincia y General en Jefe del Ejército de operaciones
contra el Brasil encontrábase al fin, por un conjunto
de circunstancias felices, con su autoridad perfecta-
mente cimentada. Mientras desde su Cuartel General
de Cerro Largo continuaba la guerra, manteniendo la
defensiva contra las fuerzas imperiales, por medio de
las divisiones de los generales Enrique Martínez y
José María Paz, que cubrían la frontera sobre el Este
y Norte, y las de los coroneles Julián Laguna y Leo-
nardo Olivera, destacadas, una próxima al Cuareim
y la otra en Santa Teresa, el país libre ya de domi-
naciones extranjeras, salvo las plazas de Montevideo
y la Colonia, comenzaba, por medio de sus autorida-
des establecidas, la era de su reconstrucción. El Go-
[168]
LA INDEPEMBENCIA NACIONAL
bemador Delegado, don Luis Eduardo Pérez, asistido
de su Ministro en las ramas de Hacienda y Gobierno,
don Juan Francisco Giró, instalado en el Durazno,
era la autoridad ejecutiva y la que constituía el poder
administrador. La disolución de la Asamblea Repre-
sentativa» en octubre de 1827^ sorprendió a ésta des-
pués de haber realizado una vasta obra sobre materias
de legislación política y social. Un abundante número
de leyes habíanse dictado entonces sobre organizacio-
nes judiciales, de policía, regímenes de impuestos y
de aduana, de propiedad, presupuestos y gastos, im-
prenta, derechos individuales, etc. Todo ello quedó
subsistente, y dentro de la anormalidad Je las cir-
cunstancias cumplíanse sus decisiones, formando nu-
merosos conjuntos de expedientes los asuntos tra-
mitados en las oficinas de Durazno, asiento de la
Gobernación, en las de Canelones, donde estaban las
de rentas y contaduría, y en Maldonado, habilitado
su puerto como aduana nacional. Bajo este aspecto
de tranquilidad» alejada el enemigo o reducido a la
impotencia por los asedios en los dos únicos puntos
ocupados del territorio, la campaña ofrecía, con la
libertad de que gozara, verdaderos síntomas de bien-
estar.
No era ésta la situación interna que pudiera ob-
servarse del lado de las provincias aigentinas, com-
plicadas en la ardorosa lucha contra el Brasil. El
bloqueo del Río de la Plata, mantenido de una manera
más o menos efectiva sobre el puerto de Buenos Aires,
alejaba de las rutas de navegación los buques de ul-
tramar, y mientras el comercio de Montevideo pros-
peraba, el de la otra orilla veía disminuir sus fuentes
principales de recursos, consistentes en las recauda-
[169]
12
PABIiO BLANCO ACEVEDO
ciones aduaneras. Mezclábanse aún intimamente con
este estado económico^ causas gravísimas de agitación.
Dorrego, surgido por un movimiento revolucionario
que derrocó al Presidente Rivadavia^ no sólo no había
podido consolidar su situación cada día más crítica
sino que sus planes de federación convertíanse, en
la práctica, en una situación de plena anarquía por
las prepotencias y ambiciones de caudillos ensoberbe-
cidos quienes manteníanse en perpetua guerra en las
provincias del interior. La conmoción sufrida con el
derrumbe del régimen unitario no hizo sino encender
más vivamente las pasiones. El Gobernador de Buenos
Aires, llevado de sus propósitos de reorganización
constitucional, se encontraba con enemigos en las pro-
vincias y con toda la animosidad del partido caído,
representado por sus hombres civiles y militares. A
este afligente estado de cosas, a los recelos y temores
por la acción que pudiesen ejercer determinados ofi-
ciales caracterizados como secuaces de Alvear, refe-
riríase Dorrego en numerosas comunicaciones confi-
denciales al Generalísimo Lavalleja, describiendo las
incertidumbres de su posición y pidiéndole no conce-
diese licencias a jefes argentinos incorporados al
ejército de operaciones.
En cuanto al Brasil, la situación del Imperio no
era menos insegura y delicada. La guerra contra las
*Trovincias do Sul", como el Emperador llamara en
sus proclamas a la que sostuvieran sus ejércitos en
las fronteras de Río Grande, había sido desde el prin-
cipio eminentemente impopular. Ninguna ventaja de
orden positivo habían obtenido sus tropas en la ya
larga guerra, y primero Rincón, luego Sarandí, Santa
Teresa y después Ituzaingó» representábanle, del punto
[170]
LA INDEPENDENCIA NACIONAlu
de vista militar, una derrota considerable en sus pla-
nes de dominio. No era creíble que sus soldados pu-
dieran rehacerse; la inmovilidad que siguiera al
último de los desastres, era una demostración de que
por entonces — fines de 1827 — la campaña estaba
terminada. Menos aún podía tener confianza en el
auxilio eficaz de fuerzas extranjeras; algunas, obte-
nidas a base de contingentes alemanes, amenazaban
restar toda cooperación por la frecuencia de motines
e insurrecciones. Además, las condiciones del interior
del vasto imperio eran en extremo difíciles. Sucesos
graves desarrollábanse en Pernambuco y Bahía; bacía
el Río Grande, por escaso que fuese el contacto y la
influencia con los republicanos, las poblaciones sufrían
un intenso malestar debido al contagio e infiltración
de ideas opuestas a los sistemas imperantes de go-
bierno y que, de no extinguirse de inmediato, podrían
afectar hondamente la estabilidad del país entero. En
reabdad^ los riograndenses, cuya fisonomía social,
costumbres y hábitos han sido y son tan semejantes
a los de la mayor parte de nuestros campesinos de
la zona Norte de la campaña, habían coadyuvado en
la obra de independencia del país y no fueron pocos
los soldados y oficiales que hicieron causa común con
los Orientales en su lucha contra el Imperio, Con todo,
el poder material del Brasil no podía declararse en-
teramente reducido mientras contase con la superio-
ridad de su escuadra, que mantenía la efectividad del
bloqueo en el Río de la Plata, y la ocupación de las
dos plazas fuertes en el territorio; Montevideo y la
Colonia.
La guerra, pues, presentábase con dos únicas so-
luciones: ta celebración de la paz entre las provincias
[1713
PABLO BLANCO ACEVEDO
argentinas y el Brasil, a base de un abandono mütuo
de pretendidos derechos a extensiones territoriales, y
la cual, de hacerse, implicaba el reconocimiento de
la Independencia Nacional, o la prosecución de aqué-
lla, con las alternativas de una lucha larga para la
que ninguna de las partes, fuera el Brasil o Buenos
Aires, estaba preparada. Sin embargo, la primera de
las soluciones^ que hubiese sido la más patriótica y
razonable^ no podía ser aceptada por ninguno de los
dos contendientes: por Dorrego, por cuanto su ele-
vación al cargo de Gobernador había sido hecha con
una bandera de reacción contra la política de Riva-
davia, y éste, si bien al final de su mandato, ya había
reconocido de hecho la Independencia Uruguaya.
Dorrego, pues, forzosamente, debería marcar la ten-
dencia contraria, vale decir, la defensa de lo que él
llamara la integridad territorial argentina. Verdad es
que el gobernante porteño en los comienzos de su
gestión habíase insinuado con los Orientales, ofre-
ciéndoles el reconocimiento de su Independencia, y de
ahí las comunicaciones antes citadas de Trápaní a
Lavalleja asegurándole que aquél estaba "por nuestra
justa caus€^\ Pero, consolidado en el poder, su criterio
debió variar para no exponerse a las mismas críticas
que señalaran las causas de la caída de su predecesor*
En el Brasil, las circunstancias eran semejantes: de
su Emperador, que afirmara pocos días después de
Itozaíngó que *'el honor de su país exigía una repa-
ración", siendo este el motivo del rechazo de las bases
que llevara García, no era de creerse que en tan po-
cos meses hubiera podido variar de criterio.
Son estos los momentos más interesantes para la
gestación y reconocimiento pleno de la Independen»
[172]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL,
cia. Proclamada ésta solemnemente el 25 de Agosto de
1825 por el voto unánime de la Asamblea de la Flo-
rida, los acontecimientos habíanse enlazado hasta
producir el gran choque de junio de 1826 en que las
aspiraciones intimas de los Orientales, encontráronse
frente a dos peligros igualmente gravea: o la domi-
nación argentina, o la dominación brasileña. Salvado
el principio de la nacionalidad casi milagrosamente
entonces, volvía a hallarse de nuevo el país en una
situación de plena angustia, en este período culminante
de la campaña^ cuando los esfuerzos en los campos
de batalla llegaban al máximo de los sacrificiosp
Es tiempo ya, a fin de perfilar la trabazón de los
sucesos originados en seguida, que destaquemos aún
más el vigor de una personalidad a cuya acción está
íntimamente ligado el reconocimiento pleno de la na-
cionalidad Oriental del Uruguay» Ella fue la de don
Pedro Trápani, a quien hemos citado repetidas veces
en el curso de este Informe. Oriental, nacido en ^Ion-
te video, educóse en Europa, donde adquirió una cul-
tura excepcional, la que se revela en su abundante
correspondencia, toda autógrafa. Poseedor de cuantio-
sos bienes de fortuna, fue de los independentiotas de
1823, debiendo emigrar a Buenos Aires luego del fra-
caso de aquel movimiento nacional. Radicado en esa
ciudad, donde se dedicara a las tareas de exportacio-
nes de carnes, hizo, de su residencia en Barracas, un
centro de actividades revolucionarias» Allí se reunie-
ron los Orientales y concibieron el plan de la campaña
de 1825, siendo su hermano don Jacinto Trápani uno
de los Treinta y Tres. Don Pedro Trápani permanece-
ría en aquella ciudad durante toda la guerra, desem-
peñando la doble función de Tesorero General de la
[173)
PABLO BLANCO ACEVEDO
Campaña de Independencia, a la vez que la de Agente
Privado del Gobierno Oriental, Pedro Trápani asu-
me las características, en este último aspecto de sus
cometidos, no ya de simple intermediario, sea con el
Gobierno de Buenos Aires o con la Legación Inglesa,
sino el de consejero permanente del General Lavalleja,
con quien mantiene una correspondencia ininterrum-
pida que se inicia en el mes de abril de 1825 y ter-
mina en 1829. A través de esas cartas, algunas de
ellas de varios pUegos, que formaron el gran archivo
secreto del Generalísimo Lavalleja, — adquirido des-
pués del fallecimiento de éste por el doctor don Andrés
Lamas y pasado posteriormente por sus herederos al
Gobierno Uruguayo con deslino al Archivo Histórico
Nacional — se destaca nítidamente el valor y la sig-
nificación de la personalidad de su autor, destinada
a ocupar uno de los sitios más preminentes en la
historia de la República, Su acción es fundamental
en este período previo al reconocimiento definitivo
de la Independencia, y el desarrollo de los sucesos
ocurridos, determinantes de la Convención de agosto
de 1828, podrían sintetizarse con la sola exhibición
de las comimicaciones cambiadas entre Trápani y La*
valleja, suprema autoridad en el Gobierno Oriental.
158 Como antecedentes de la famUia de Trápani deberemos
consignar que según consta en un expediente sobre adqui-
sición de tierras, formalizado por el mismo don Pedro Trá-
pani en Montevideo, en 1810, ante el Gobernador Vigodet,
éste declaraba ser notoria su descendencia de los primeros
pobladores de la ciudad, la circunstancia de su rango entre
los primeros de la sociedad y los servicios continuados de
BU padre, durante treinta y siete años como capitán de Caba-
llería Además, señalaba el hecho de que, a pesar de com-
ponerse la familia de once hermanos, ninguno había solicitado
jamás mercedes especíales del Gobierno Español (Expediente
original sobre compra de tierras por don Pedro Trápani, en
el Juzgado Nacional de Hacienda )
[174]
tA INDEPENDENCIA NACIONAL
TiápaDÍ, en este tiempo, había penetrado en los
secretos de las diplomacias de Buenos Aires y de Río
de Janeiro y estaba al tanto de la de Lord Ponsonby,
de quien era particular amigo y asiduo concurrente
a 9U casa. A su finísimo tacto no habían escapado
las intenciones de Dorrego, quien luego de mostrarse
partidario del reconocimiento de la Independencia
Uruguaya, cambiaba de opinión y trataba de sacar
partido provocando el aumento de las nvalidades ya
existentes entre los generales Fructuoso Rivera y Juan
Antonio Lavalleja con el fin de crear una situación
que fuese incompatible con el propósito de hacer del
territorio Oriental una nacionalidad independiente. En
1 calidad, la política de Dorrego se ceñía estrictamente
a esta acción, y si por un lado incitaba a Rivera para
su campaña a las Misiones, por otro participaba los
planes de éste al general Lavalleja, solicitando su in-
tervención. Verdad es que el gobernante de Buenos
Aires aparentaba someterse a las decisiones del Jefe
superior del ejército en la campaña con el Brasil y
respetar sus fueros de Gobernador Provincial, a pesar
de ser su autoridad de igual categoría que la de Do-
rrego. Así, en todo el mes de diciembre de 1827,
llegaban al Cuartel de Cerro I^argo las piezas docu-
mentales de los Tratados celebrados por Rivera con
los Gobernadores de Entre Ríos y Santa Fe, para
que aquél se hiciese cargo de la campaña contra las
Misiones, y conjuntamente las respuestas de Balcarce
a Estanislao López y León Sola manifestándoles que
Dorrego no podía oponerse a las resoluciones de
Lavalleja "porque éste investía dos clases de funcio-
nes» la de Gobernador de la Provincia Oriental, en
cuyo caso Buenos Aires no tenía jurisdicción, y la
[175]
PABLO BLANCO ACEVEDO
de Generalísimo del Ejército de operaciones, que ha-
cía que si Lavalleja disponía que Rivera no fuese a
las Misiones, esa orden se cumpliese".
El fondo de esta gestión fue comunicado en sus
detalles por Trápani al Cuartel General de Cerro Largo
y en carta de 15 de enero de 1828, el Comisionado
Oriental decíale a Lavalleja: *^Todas las noticias que
he podido conseguir respecto a Fructuoso Rivera, se
las he trasmitido en mis cartas del 17 y 21 de di*
ciembre y 1^ del presente. Es preciso que usted las
lea con alguna atención, pues ellas podrán interesar
algún día tal vez más que lo que ahora demuestran*,
II
La paz, y con ella el reconocimiento de la Inde-
pendencia Nacional, estaba próxima a concretarse en
una feliz realidad. Un mes antes de los últimos su-
cesos examinados, Trápani expresábale en noviembre
1^ de 1827, al general Lavalleja, que Canning, "el
mejor amigo de los Orientales^ había muerto*\ pero
que no era de creer que la política inglesa \^ariase.
Que en esos mismos días sabía que el Embajador
Francés en la Corte de Río de Janeiro había prome-
tido su mediación, con la base de Ponsonby para
reanudar las gestiones de paz y agregaba: "^es nece*
sario la unión y la firmeza, que ellas nos darán la
Independencia y la libertaid"* El activo Agente Orien-
tal, como siempre, no se engañaba. La política inglesa
en Rio de Janeiro, inspirada desde el Río de la Plata
por Trápani y Ponsonby, trabajaba febrilmente para
158 Las documentaciones últimamente citadas de Trápani,
PorregOl Lavalleja, Rivera» León Sola y Estanislao López, en
sus originales en el Archivo H NacionaL
[176]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
que el Imperio hiciese ofrecimientos efectivos de paz.
Pocas veces, como en este periodo, la correspondencia
entre Trápani y el general La valle ja fue más activa.
Intermediario entre Ponsonby y el Gobierno Orien-
tal, su acción fue la de un verdadero Ministro Diplo-
máticoy con la particularidad que sus consejos priman
en las resoluciones del Cuartel de Cerro Largo. Desde
su residencia en Barracas {Buenos Aires), el Comi-
sionado uruguayo, en 10 de diciembre de 1827, des-
pués de acusar recibo de las comunicaciones del
general Lavalleja, mostrábale su complacencia ^'por-
que las ideas — decía — de los dos, estaban en plena
consonancia. Me consta — agregaba todavía — que
d Lord Ponsonby ha escrito al Lord Dudley (que
ha sucedido a Mn Canning en el Ministerio de Rela-
ciones Exteriores), recomendando a usted por sus
virtudes cívicas y viveza en el arte de la guerra; ésta
es una consideración que debe usted tener presente,
para que su conducta ulterior sea consiguiente a la
que ha dado motivos a adquirir usted esa opinión*
Obre usted, pues, con prudencia y firmeza, que usted
adquirirá un nombre entre las gentes de valer. No
vaya a precipitarse por ese fuego patriótico que suele
perder a veces a los mejores hombres. Gane usted
tiempo y procediendo con la misma política que el
año 25, estoy casi cierto que se conseguirá nuestro
objeto", A continuación, con fecha 13, manifestábale
sus reservas sobre Dorrego y decía que no podía ver
a ese hombre ^^desde que se manifestó tan opuesto
a que la paz se hiciese sobie la base de la Indepen-
dencia Absoluta'^ En cuanto a Lord Ponsonby, Trá-
pani, luego de decirle a Lavalleja **que no dejara de
escribirle porque éi haría todo lo que pudiese por
[177 1
PABLO BLANCO ACEVEDO
los orientalistas (como él los llama), cuya causa y
conducta está perfectamente simpatizada con su alma",
añadía, en ese estilo muy peculiar de su correspon*
dencia: "Lo que yo aseguro a usted ^ que en euarUo
al Lord lo tengo orientalizado, y que el Borrego
deberá tomar alguna medida sobre el nuevo Wash-
ington, aunque no tengo esperanza que aquélla fuese
En verdad, la política inglesa, a instancias de Pon-
sonby y de Trápani, no estaba ociosa y, en Río de
Janeiro, el Plenipotenciario Mr. Gordon trataba de
aunar esfuerzos para disponer al Gabinete Imperial
hacia soluciones de paz. Una parte habíase ya con-
seguido: tanto el Embajador de Francia como el Co-
misionado de Bolívar ante el Emperador, doctor
Leandro Palacios, se interesaban por llegar a térmi<
nos satisfactorios en la lucha sostenida en el Plata.
El Libertador de América, en efecto, había seguido
la campaña de la Independencia en todos los detalles
de su desarrollo desde su iniciación en 1825, ilustrado
asiduamente por la correspondencia que mantuviese
con el Deán Funes, su agente confidencial, quien no
cesó de instruirlo con minuciosidad, '^'^'^ Los objetivos
perseguidos por Palacios eran distintos de las bases
de Ponsonby, pero como esa mediación de Bolívar
parecía dirigirse a pactar la paz directamente con el
Gobierno Oriental, don Pedro Trápani se lo prevenía
160 Las dos cartas mencionadas de don Pedro Trápani a
Lavalleja y que faltan en los Iega:fos examinados, felizmente
fueron publicadas hace años por el doctor Saldías en su
"Historia de la Confederación Argentina", tomo I, pág. 360
161 La correspondencia entre el Deán Funes y el Liberta-
dor, que abarca el período de 1825 a 1B27, ha sido piabll(»ida
por el señor J, Francisco V Silva en su estudio sobre Bolí-
var y Funes. Ed Ayacucho, de R. Blanco Fcmbona.
[178]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL.
a Lavalleja diciéndole en 15 de enero de 1828: **E1
Emperador ha mandado en el último paquete un ofi-
cial encargado de hacer a usted proposiciones; ellas^
según todas las apariencias deberán ser capciosas;
Vd. las considerará y todo lo que no sea entregar a
nuestras annas las plazas de Montevideo y Colonia,
deberá ser tenido por sospechoso* La remisión de este
Comisionado es a virtud de la interposición puesta
por un tal Palacios, Comisionado de Bolívar cerca del
Emperador; de manera que habiendo él visto que de
los Ingleses no podía arrancar más bases que la
Independencia absoluta de la Banda Oriental, y a
pretexto de seguir el Emperador una política toda
americana^ viene por esos rodeos a entrar en Trata-
dos y a hacer proposiciones que usted examinará si,
como creo, se dirigen a usted^ al mismo tiempo que
lo hagan al Gobierno de Buenog Aires, quien, &egún
entiendo, ha solicitado ese nuevo conducto"» ^"^^
Esj pues, desde este momento y como una conse-
cuencia necesaria de la acción diplomática en que se
manejaban las distintas cancillerías, que Ponsonby,
de acuerdo con Trápani, activa, tanto en Buenos Aires
como en Río, las negociaciones de paz. Dejemos otra
vez que el Agente Oriental nos de con sus palabras,
la exacta impresión de cómo se formalizaban las tra*
tativas.
Decía Trápani a Lavalleja^ en la misma carta re-
servada de 15 de enero: ^^Sé que el Lord Ponsonby
ha pasado dos comunicaciones solicitando sondear la
voluntad del actual gobernante Dorrego sobre entrar
a tratar de nuevo con el Emperador, sobre la base
162 Manuscritos originales en él Archivo Hlstdnco Nacional.
C179]
PABLO BLANCO ACEVEDO
consabida de la Independencia Absoluta de esa Pro*
vincia, partiendo del principio que esa base había sido
ya aceptada por los gobiernos anteriores. Después de
algún tiempo, Borrego (me dicen) contestó un pape-
lón propio de su caletre, en el que hacía uso de su
política tortuosa y aunque llena de lisonjas y demás
*'tournures", como dicen los franceses, hacia la per-
sona a quien se dirigía, por último trataba de evadir
la contestación positiva. Luego que el Lord observó
esto, le pasó una nueva nota exigiendo una contes-
tación categórica, después de hacer uso de todas las
razones que le inducían a solicitarla, con todo aquel
pulso político y firmeza que los diplomáticos ingleses
saben manejar estos negocios. Según entiendo, cinco
o seis días van corridos y S« E. aun no ha contestado.
Veremos por dónde sale'*.
El Gobernador de Buenos Aires, sin embargo, debió
contestar en esos mismos días, y a esa respuesta se
refiere Trápani en la subsiguiente comunicación al
general Lavalleja, de enero 25^ diciéndole: "Supuesto
que el Gobernador Dorrego mejor aconsejado entra
ahora admitiendo la base consabida de la Indepeti'
dencia Absoluta de la Provincia Oriental y que pro-
mete recomendarla a los Diputados por Buenos Aires
en la Convenciónj parece que esa Provincia deberá
hacer otro tanto con los suyos a fin de que en aquella
corporación no se encuentre algún tropiezo. Yo me
persuado que el Emperador admitirá la base consa-
bida. De lo contrarío él dará la última prueba a la
nación mediadora y a las demás que su terquedad ha
llegado a ser perfidia y, por consiguiente, yo no me
extrañaré que la primer medida de Inglaterra será el
no reconocer el bloqueo, y si permitiese el Empera-
[180]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL.
dor mi humilJe opinión diría que él será tratado por
más o menos como.., (¿Turquía?). Así no puedo
persuadirme que bu tenacidad llegue a tal grado, pero
si llegase, las consecuencias para él serán funestas.
Contésteme si Borrego le ha dwho al^o sobre que
admite su Gobierno la base consabida. Esto me inte-
resa saberlo*\
Es necesario destacar la importancia de estas co-
municaciones que por primera vez se publican y que
demuestran la perfecta armonía del Gobierno Uru-
guayo con la Legación de Inglaterra, Las cartas de
Trápani por la seguridad de los términos en que están
redactadas, revelan, además, que el Comisionado
Oriental estaba en continua relación con Ponsonby y
que, por su inlennedio, el Ministro mediador conocía
exactamente la opinión del Pueblo Oriental, represen-
tado por la autoridad constituida de su Gobernador,
quien, a su vez, mantenía un contacto permanente con
todos los hombres civiles y militares del país, los cua-
les desde 1825 unánimemente se pronunciaran por la
Independencia Nacional.
Pero si la Cancillería Inglesa de acuerdo con los
Orientales obraba con toda energía en Buenos Aires
a fin de obligar a Dorrego a que aceptase lo que ya
Rivadavia anteriormente había admitido, en Río de
Janeiro, Mr, Gordon procedía de igual manera con
el Ministro de Relaciones del Imperio, Marques de
Aragaty. Coincidían, como se ha dicho, estas gestio-
nes en la capital brasileña, con las que simultánea-
mente realizaba, con fines semejantes, el representante
del Libertador Bolívar, don Leandro Palacios. Hasta
163 Las comunicaciones citadas en SUS orlgínaleSr en el
Archivo Histórico Nacional,
[181]
PABLO BLANCO ACEVEDO
Buenos Aires y Montevideo, en los primeros días de
febrero, llegaban las noticias de esta última negocia-
ción y de la posibilidad de que el Imperio se resolviese
a tratar la paz, ya por la mediación de Bolívar o por
la mediación inglesa. En Montevideo, en efecto, esos
sucesos eran comentados y daban motivo a que
el comandante de la línea sitiadora, don Manuel
Oribe, se dirigiese, en febrero 9, al general Lavalleja
trasmitiéndole las versiones entonces circulantes en la
ciudad. La novedad debió correr rápidamente, pues
el Generalísimo Lavalleja escribía a su vez a Trápani,
en febrero 11, inquiriéndole los detalles de las últimas
conversaciones diplomáticas. Es posible que en este
momento ni Trápani ni Ponsonby supiesen a ciencia
cierta cuál de las dos mediaciones, la de Inglaterra o
la de Bolívar, era la aceptada por el gabinete de Río
de Janeiro y más aún, en caso de formalizarse, qué
actitud asumiría Borrego. A este fin era la pregunta
de Trápani en su carta anterior de 25 de enero a
Lavalleja, inquiriéndole si Dorrego le babía trasmitido
las proposiciones de paz y que se las enviase. Pero
esto era una presunción de Trápani, pues, en las co-
municaciones confidenciales del Gobernador de Buenos
Aires al Gobernador Oriental, de esos días y que son
diversas, Dorrego no hacia mención a tratativas de paz.
Esa incertidumbre para Trápani debió durar todo
el mes de febrero, aumentada todavía respecto a con-
testaciones definitivas del Brasil, con los anuncios que
llegaran de ese país relativos a próximas revolucio-
nes y de atentados a la vida del Emperador. Así, en
carta de 23 de febrero, decíale el Comisionado de
Buenos Aires al general Lavalleja: "Contesto ahora
a las apreciables suyas del 11 del presente: a las que
[182]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
escribió el Secretario digo que en mis cartas últimas
hallará usted cuanto ahora solicita respecto a las
bases consabidas. Ahora se me asegura <pie el Gober*
nador Doriego trata de seguir las negociaciones de
paz por medio del señor Palacios, Encargado de Ne-
gocios de Bolívar en el Janeiro. £1 Emperador habrá
visto que la negociación por medio de Palacios le
tiene en más cuenta: Primero, porque tal vez no se
hará hincapié en la ba^e consabida; segundo, porque
tal vez no se hablará de asegurar la libre navegación
del Río de la Plata y que no pueda ser boqueado por
cierto tiempo^ Respecto a la opinión sobre la conducta
que debemos seguir en el caso de que alguna revo-
lución espantosa estallase en el Brasil, le recomiendo
guarde una posición circunspecta e independiente,
pues estamos acordes que nuestra causa es defender
y libertar nuestra tierra y no introducirnos en nego-
cios ajenos, ni menos entrar en planes de asesinar
emperadores. Nuestra política, pues, debe ser sacar
para nuestra patria todas las ventajas que con pru-
dencia podamos y que sin duda nos proporcionarán
esOB movimientos, pero de ningún modo desmembrar
nuestro poder ni dejar de conservar esa posición in-
dependiente^ que algún día nuestros paisanos conoce-
rán lo que vale. Ahora, contestando a la carta escrita
por usted, le diré, que en verdad es interesante y que
cada día me lisonjeo más y convengo con usted en
que la campaña del presente año lleva la misma mar-
cha de la del año 25, consagrada sobremanera en esa
calma prudente en sus operaciones militares y mucho
más sí las fuerzas de su mando ocupan los pueblos de
1S4 Todas las palabras subrayadas se encuentran asi en el
original.
[183]
PABLO BLANCO ACEVEDO
las Misiones y un necesidad de ejércitos que obren por
separado^', ^^'^
Si alguna duda quedase de cuáles fueron los pro-
pósitos de la campaña de 1825 y en qué se asemejaba
aquélla a la de 1828, los subsiguientes sucesos que
historiaremos, acabarán de eliminar hasta la más re*
mota sospecha de cuál fue el pensamiento que guiara
a los Orientales en la memorable Acta de la Indepen-
dencia de 25 de Agosto, cerrada como debió serlo esa
Declaración con las bases de paz propuestas por el
Ministro de Relaciones Exteriores del Brasil al ge-
neral Lavalleja, aceptadas por éste en representación
de la autoridad legal que investía como Gobernador
del Estado, y luego obligadas a ser ratificadas ante
el Emperador por el general Fructuoso Rivera en su
audaz y temeraria campaña de las Misiones.
III
Con diferencia de pocos días, en la primera semana
de marzo de aquel año 1828» llegaron procedentes de
Rio de Janeiro, enviadas por el Ministro Plenipoten-
ciario inglés Mr. Gordon, dos series de comunicacio-
nes referentes a las negociaciones de paz, entonces en
trámite. Unas venían dirigidas a Ponsonby y al gene-
ral Lavalleja, y ante quien sería conductor hasta su
165 La explicación de este párrafo, es la siguiente* Lava-
Ueja e&cribia ba:]o la impresión de las cartas confidenciales
de Borrego y Balcarce, de 23 y 27 de enero de 1828, anuncián-
dole que la expedición de Misiones se haría con un ejército
bajo las órdenes de Estanislao López Como éste, además de
argentino* era evidente que obraría por su cuenta, el general
Lavalleja trasmitía a Trápanl su desagrado de que esa cam-
paña se realizase en esas condiciones. Verdad es que la
conquista de los pueblos de las Misiones no la haría Liópez,
sino un oriental, el general Fructuoso Klvera.
[1841
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
cuartel en Cerro Largo el Secretario de la Legación
Británica en Río de Janeiro, Mr* Fraser, las otras iban
solamente destinadas a Ponsonby en Buenos Aires.
Las recibidas primeramente serían conducidas a esa
ciudad a bordo de la fragata ^'Tetís'', las segundas,
por la corbeta **Oberón"»
Las primeras contenían un memorándum firmado
por el marqués de Aragaty, Ministro de Relaciones
Exteriores del Imperio^ sobre proposiciones de paz, en
la siguiente forma que copiamos a la letra:
Artículo 1^ S. M, el Emperador del Brasil, por
una parte y la República de las Provincias Unidas del
Río de la Plata por otra, deseando poner término a
la guerra, y establecer sobre bases solidas y duraderas
la armonía, buena inteligencia y amistad que deben
existir entre Naciones vecinas, cuya riqueza y pros-
peridad se hallan tan intimamente ligadas, convienen
en aceptar la mediación de la Gran Bretaña, asi para
ajustar desde luego una Convención Preliminar, como
para un Tratado definitivo de paz y amistad, a que
dicha Convención ha de servir de base.
Art* 2^ Queriendo S. M. I., de su parte, manifes-
tar cuánto desea que no subsista motivo alguno para
futuras disensiones, que alteren la tranquilidad de sus
subditos y perturben la buena armonía que desea
conservar con las demás potencias, promete del modo
más solemne erear^ erigir y constituir completamerUe,
la Provincia Cisplatina en un Estado libre^ separado
€ independiente. La categoría de este nuevo Estado
será determinada en el Tratado que se ha de ajusfar
en la forma del artículo V>.
Art. 3^ Luego que la aceptación de los dos pre-
cedentes artículos por las dos partes contratantes íuese
[185]
u
PABLO BLANCO ACEVEDO
recíprocamente intimada por los Ministros de la Po-
tencia mediadora, serán nombrados y enviados a la
Ciudad de Montevideo los respectivos Plenipotencia-
rios, encargados de ajustar sobre los cinco presentes
artículos^ una Convención Preliminar que sirva de
base al Tratado definitivo.
Art. 4^ Desde el momento en que conviniesen los
referidos Plenipotenciarios, habrá cesación de hostili-
dades por mar y por tierra, sobre el principio del
statu qiio de los beligerantes, quedando reservados a
las partes contratantes sus respectivos derechos como
existían antes de la guerra, y quedando entendido:
primero, que durante este armisticio, las tropas Im-
periales, sus caballadas y respectivo tren no ocupa-
rán en la Banda Oriental ningunos otros puntos sino
aquellos que de presente ocupan; y que las fuerzas
al mando del general Lavalleja, quedarán dentro de
los límites de sus presentes posiciones; segundo, que
se suspenderá el bloqueo, y las hostilidades por mar
cesarán en dos días hasta Santa María, en ocho hasta
Santa Catalina, en quince hasta el Cabo Frío, en
veintidós hasta Pernambuco^ en cuarenta hasta la lí-
nea, en sesenta a la costa del Este y en ochenta a los
mares de Europa*
Art, 59 En cuanto durare este armisticio, a nin-
guna persona se pedirá cuenta por cualquiera de las
partes contratantes de su conducta política durante la
guerra.
(Firmado) Marqués de Aragaty.
Las segundas comunicaciones, firmudas por Cordón,
y producto de conferencias posteriores con el Marqués
£186]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
de Aragaty, reducían ese articulado a tres únicas pro-
posicionesy concretadas asi:
Primera: S, M. Imperial tratará la paz sobre las
bases de la Independencia de la Banda Oriental;
Segunda: El nuevo Estado no tendrá libertad para
unirse por incorporación con algún otro; y
Tercera: S. M, Imperial conviene en entregar las
plazas fuertes a los mismos Orientales,
Tan interesantes y trascendentales documentos fue-
ron conocidos primeramente en Buenos Aires por
Ponsonby y por Trápani. Casi al mismo tiempo, el
Secretario de la Legación Británica, Mr, Fraser, se
ponía en viaje para ei Cuartel de Cerro Largo, ha*
cíendo el trayecto por tierra^ penetrando en el terri-
torio Oriental después de pasar entre las íilas del
ejército de Lecor,
Ponsonby, por su parte, con fecha 9 de marzo,
presentó ante el Gobierno de Dorrego, las dos series
de proposiciones firmadas por Ara^aty, si bien en la
nota oficial trasmitía únicamente las tres proposición
nes sobre la base de la independencia del territorio
Oriental, la restricción a la facultad de incorporación
y el acuerdo del Emperador de entregar las plazas
fuertes a los miamos Orientales. El mencionado docu-
mento de Ponsonby, después de referirse al recibo
de la comunicación del Ministro Gordon en represen-
tación del Emperador del Brasil, concluía en la forma
siguiente: "Como los términos anteriores (las tres ba«
ses mencionadas) contienen especialmente las bases
166 Le? comunicaciones todas de la proximidad del ambo
a Cerro Largo de Mr. Fraser, de su pasaje por el ejército
de Lecor y de su parlamento para entrar en el campamento
Oriental, véanse en sus originales reservados, en el Archivo
del general Laguna, toma 1, Biblioteca Naciongl.
[187J
I>ABL0 ELAÑCO ACEVEDO
del convenio a que el Gobierno Republicano ha con*
sentido antes de ahora, y como ellos son manifiesta-
mente y en sumo grado ventajosos, preservando igual-
mente el honor y asegurando los mejores intereses de
la República, el infrascripto no duda que el Excmo,
Gobierno dará su inmediato y más cordial consenti-
miento a estas proposiciones"*
La respuesta de Dorrego no se hizo esperar y al
día siguiente de la nota de Ponsonby, vde decir el
10 de marzo, el Ministro de Relaciones, Balcarce, con-
testaba en términos categóricos, aceptando de plano
y sin discusión las propuestas del Brasil, a la vez que
manifestaba la decisión de enviar un Ministro a Mon-
tevideo, "para que en consorcio — decía — del que
S. M. L se digne nombrar, ajuste y celebre las pa-
ces". ^^'^ Tan extraordinario celo de Dorrego y el hecho
de que en su comunicación mezclase las dos fórmulas
del Marqués de Ara^aty, es decir, Us contenidas en el
primer memorándum y las tres bases aisladas y sim-
ples redactadas posteriormente, debieron producir en
el ánimo de Ponsonby y especialmente en el de Trá-
pani, las dudas sobre cuáles eran las bases verdade-
ramente aceptadas por Dorrego. Esta zozobra y per-
plejidad fue aumentada al día siguiente con el anuncio
del envío desde Buenos Aires, de una misión secreta
confiada a don José Vidal, el cual debería salir de
inmediato para el campamento de Cerro Largo a fin
de solicitar del general Lavalleja la aprobación, por
su parte, de las proposiciones de paz. Como se com-
167 Los dos oficios de Ponsonby a Dorrego y de Balcarce
a Ponsonby, en coplas originales, conformadas por don Juan
Antonio Argench, íueron enviados en esos miamos días al
general LavaUeja, archivándose en los legajos documentales
de donde ahora los tomamos. (Archivo Histórico Nacional.)
[1B8]
LA ZNDEPENDKNCIA NACIONAL
prenderá, entre' Ibs dos propuestas, las del memoTán*
dtim y las comignadas en las tres bases simples, había
diferencias notables. Lias primeras referíanse a un re-
conocimiento hecho al Brasil, para que el Emperadon
como ún acto de complacencia, crease la Independen-
cia del nuevo Estado, cuyo Hmite de soberanía que-
daba a su facultad. Iras segundas, por el contrario,
eran la estipulación de una base expresa: la Indepen-
dencia Nacional, comó término principal para la ne-
gociación. El fondo y el motivo de la dualidad de
formulas^ según posteriormente y en 1^ de abril lo
expresaba Trápani a Lavalleja, estaba en que Cordón,
después de haber obtenido de Aragaty el memorándum
primero, concreto en las tres cláusulas siguientes las
bases definitivas, siendo éstas a su vez también apro-
badas por el Gabinete Imperid.
La noticia de la partida del Comisionado Vidal
para el Ciiarlel General de Cerro Largo, fue conocida
en seguida por Trápani, aun cuando a pesar de sus
diligencias y las de Ponsonby debería ignorar cuál
de las dos series de propojddones serian las remitidas
por Dorrego. No era ctieítión de emisarios ni de co-
rrfeos, y el peligro de que Lavalleja fuese inducido a
error, determinó la conducta a seguir por el valiente
y abnegado Comisionado Oriental Trápani no vaciló
y corriendo los mayores riesgos, después de escapar
en el puerto de Buenos Aires a la vigilancia del Almi-
rante Brown, consiguió embarcarse en el mismo buque
que transportara al enviado a Buenos Aires. Inmensa
impresión prodújole a Dorrego el gesto de Trápani
y de inmediato envió en su busca al comandante J.
M, de Rosas, pero el Agente Uruguayo, a quien aquel
primer gobierno .patrio de 1825 i^íiase los n^ocios-
[imi
PABLO BLANCO ACEVEDO
internacionales del país, haría honor a su tan ilustre
y destacada actuación en toda esta campaña por la
Independencia Nacional, y eludiendo persecuciones y
vigilanc'as, desde el pueblo de Las Víboras, ya en el
territorio oriental, por chasques reforzados, remitió
al general Lavalleja las últimas bases exactas y ver*
daderas aceptadas por el Brasil, agregando todavía
el comentario sobre el contenido del menfioránduin, a
fin de que ese documento no fuese considerado,
Gran alboroto causó en Buenos Aires la ¡da de Trá-
pani y las circunstancias que rodearon su precipitado
viaje. Balcarce remitió en 15 de marzo un reclamo
violento contra el general Lavalleja, por los procedi-
mientos de su Comisionado en aquella ciudad. Decíale
el Ministro de la Guerra y Relaciones: "La causa de
la conducta del señor Trápani no es un misterio. Su
interferencia en asuntos de Estado, cuando no tiene
autorización ni carácter alguno, es al menos una torpe
intrusión. La relación de este individuo con extran-
jeros de categoría, la protección decidida que presta
con sus opiniones a los intereses de ellos^ de quienes
a su vez es considerado y protegida; las conferencias
en que se ha mezclado la noche precedente al día de
su embarco; la calidad de las personas con quienes
las ha tenido y otros incidentes que hay por medio,
cuya naturaleza el Gobierno sólo puede avaluar de-
bidamente, hacen presentir al mismo Gobierno que el
señor Trápani trata de influir y trabajar por cuantos
arbitrios estén a su alcance para que la Banda Orien-
tal se ponga bajo ei pupilaje de algún extranjero^
como si necesitase de él en su prosperidad, cuando en
su estado adverso no había implorado ni necesitado
sus auxüws". Todavía en 17 de marzo, y como si no
[1901
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
fuese suficiente la anterior, Balcarce insistía ante
Lavalleja mostrando el desagrado y la contrariedad
del Gobierno de Buenos Aires por la conducta del
Comisionado Oriental y luego de reproducir casi los
mismos términos de la ñola anterior^ expresábale:
"el infrascripto se cree, con ju&ticia, relevado de dar
nuevas lazones a este respecto, mas no podrá omitir
una muy poderosa: esta es, el deber de removei para
la realización de los objetos que el Gobierno se pro-
pone todos los obstáculos que pudieran ofrecerse, entre
los que es uno, disipar las sospechas que la permanen-
cia del señor Trápani, en la Provincia Oriental, pu-
diera inspirar, pues se asegura de él que desde Las
Vacas mantiene uiux ccmunicación directa con eO
Lord Ponsonby: lo que si fue^e cierto, bien conoce
el señor General cuán pehgroso sería''*
Es difícil, en la diversidad de documentos origina-
les que tenemos a la vista, deducir exactamente cuáles
fueron las bases que Dorrego remitió al Gobierno
Oriental para su aprobación. La nota reservada que
Balcarce con fecha 12 de marzo envió al Generalísimo
Lavalleja y de la cual fue portador el Comisionado
don José Vidal, consigna que: '*el Gobierno de Buenos
Aires había aceptado las bases estipuladas por media*
ción de la Legación Inglesa con el Emperador del
Brasil para celebrar la paz bajo la base de la Inde-
pendencia Absoluta de la Banda Orientar'* Las ex-
tensas consideraciones que siguen después de esa afir-
mación se refieren a manifestaciones del Gobierno
Argentino» relativas a la demostración de la imposi-
16a Loe dos oficios anteriores de 15 y 17 de marzo d«
1628, de Balcarce i^l genera] Lavalleja, en sus originales en
el Archivo Histórico NacicmaL
1191]
PABLO BLANCO ACEVEDO
bilidad material de la prosecución de ia guerra, por
los gastos y la situación económica del país^
El Ministro Balcarce todavía agregaba: "Por todas
estas razones y demás que obviamente ocurrirán a
la penetración del señor General en Jefe« el Gobierno
ha creído no sólo conveniente sino necesaria la admi-
sión de la base, principalmente cuando ella propor-
ciona el fin primario que la República se propuso en
la contienda, a saber: romper las cadenas en que ge-
mían los dignos habitantes de ese suelo; restituirlos
a la libertad y a sus derechos políticos, y desautorizar
el título de conquista que había sido sancionado por
la República en el mero hecho de dejar impune la
usurpación* Todos estos bienes se consiguen con la
base propuesta y aceptada; cualquiera que sea la
pérdida que la nación haga en la desmembración te-
rrítoriaL que debe ser su resultado, ella debe creerse
suficientemente indemnizada con la prosperidad de
ese precioso suelo, con la creación de un nuevo Estado
y con la perspectiva de tener siempre en él, un aliado
y un amigo poderoso y bueno; pues jamás puede de-
jar de ser un hermano natural, unido por intereses
sólidos y vínculos los más estrechos al resto de la
Asociación Argentina, de que un día formó parte y
que ha tomado tanto interés en su causa, A lo que
se agrega que al tiempo de realizarse el trcUado^ esta
base recibirá Umitación, y muchas más se podrá espe*
rar esto, si en el intermedio consegramos veniajas
decisivas sobre las fuerzas del Imperio"*
Por su parte, el Comisionado don Pedro Trápani,
quien desde el puerto de Las Vacas había seguido a
San José y luego al Durazno donde las terribles acu-
saciones de Dorrego contra su conducta lo detuvíeaenp
[103]
LA INDEPENDENCIA NAaONAL
escribía, con fecha 1*? de abril, al general Lavalleja
la siguiente carta, que explicaría ampliamente la con*
ducta observada y las poderosas razones que motiva*
ron su precipitado viaje al territorio oriental. Dfecíá
Trápani en la fecha indicada: "No hay remedio; el
Gobierno de Buenos Aires para cohonestar sus pro-
cedimientos violentos contra mí^ tiene que hacer uso
de cuantas calumnias pueda, pero esas armas aleves
por agudas que aparezcan se embotarán en el muro
impenetrable de una conciencia inocente. Recorra
usted mis cartas y en ellas hallará el fundamento de
mis desavenencias con él: la Independencia Ahsciukt
de esta Provincia que H miró y sostuvo ser una tnd'
ción el proponer tul base. Ahora, el pérfido^ vino
poniendo bajo su firma que era ese el objeto de todas
sus aspiraciones y deseos^ Su amor propio no puede
sufrir que la oposictón mía haya prevalecido, y en
lugar de procurarme aventajar mis servicios mayores,
se prevale, el miserable, del lugar eminente que ocupa
para profanarlo en medio de falsedades, contra un
hombre qüe al menos no es acreedor a ellos".
IV
Durante los días transcurridos del 20 al 28 de
marzo de 182B, llegaron al Cuartel General de CeríO
Largo, para conocimiento y aprobación del General
en Jefe del Ejército y Gobernador del Estado Oriental
don Juan Antonio Lavalleja, todas las negociaciones
de paz tramitadas en Río de Janeiro entre Gordon y
el Marqués de Aragaty, y en Buenos Aires entre Pon»
169 Loe do6 documontes, en sus originales, de BalcarCd a
Lavalleja, de 12 de marzo, y de Tr&pani a LáVáUeja» dé
da alxrtt de 1B88. en el Arctilva Htetáriop KacloneL
[1831
PABIO BLANCO ACEVEDO
sonby y Dorrego, así como la crítica a las bases pro-
puestas, formuladas por Trápani y remitida desde el
pueblo de Las Víboras en el Departamento de la Co-
lonia* Estas últimas comunicaciones debieron ser las
primeras en llegar. El 24 arribaría el Comisionado de
Buenos Aires don José Vidal con los oficios expedidos
el día 12; posteriormente recibiría la nueva comuni-
cación de Balcarce, fechada en Buenos Aires el 16 de
marzo, y en cuya remisión esta vez se mencionaban
las tres cláusulas propuestas por el Brasil y aceptadas
por Dorrego, a consecuencia de la actitud valiente
asumida por Trápani y que motivó su viaje al terri-
torio Oriental» Las últimas en recibirse fueron las de
Mr. Cordón, de las cuales sería portador el Secretario
de la Legación Inglesa en Río de Janeiro, Mr. Fraser.
Este arribó a Cerro Largo pasando por las lineas bra-
sileñas del ejército de Lecor llegando a presencia del
general Lavalleja el 28.
Todas las negociaciones sometidas al dictamen del
Gobierno Oriental no contenían en esencia mús qu^
una sola base de paz: la Independencia del territorio
Oriental del Uruguay. Así, y para puntualizar los
hechos, reproduciremos, tomándolo directamente de
su original, el texto del oficio remitido al general La-
valleja por el Plenipotenciario Inglés ante el Brasil,
Mr, R. Goidon, y que a la letra decía:
A S. E. el General Lavalleja.
Rio de Janeiro, 17 de febrero de 1828.
General:
Considerando que una justa paz es el único fin le-
gítimo de la guerra, y ^ando convencido que sus
[194]
LA IKIXBPENDENCIA NACIONAL
progresos en la Banda Oriental son dirigidos princi-
palmente por esos principios^ no habré necesitado un
justo pretexto para trasmitir a S. E. los inclusos pre-
liminares que han sido establecidos por el Emperador
del Brasil,
Siendo el destino de la Banda Oriental el objeto
manifiesto de la guerra entre el Brasil y Buenos Aires,
no tengo la menor duda que S. E. recibirá con gusto
la oportunidad que actualmente se presenta, de efec-
tuar una paz de que la Independencia de su país nativo
¡arma la base principal, y que no dejará de emplear
sus esfuerzos para que sea aceptada por la República.
Yo suplico a E, vea en esta carta una prueba
del interés que toma la Gran Bretaña en la prosperi-
dad de la Banda Oriental, como también en la termi-
nación de la guerra, y usted esté seguro que su
cooperación a un inmediato cese de hostilidades, ase-
gurará sus buenos oficios en las subsiguientes nego-
ciaciones.
Tengo el honor, etc.,
(Firmado) R. Gordon.
Este oficio, cuya importancia es manifiesta por ser
el primero que los Orientales recibieron del Imperio
aceptando el principio proclamado en la Florida e]
25 de Agosto de 1825^ vale decir, la Independencia
Absoluta, del Brasil, de la Argentina y de cualquier
otro poder del universo, venia acompañado del me-
morándum de las bases firmadas por el Ministro de
Relaciones Exteriores del Imperio, Marqués de Ara-
Saty.
Los oficios de Buenos Aires^ firmados a su vez por
el Ministro de Relaciones, Balcarce, y a los cuales nos
t>ABLO BLANCO ACEVEDO
hemos referido precedentemente, consignaban, de igual
modo, a nombre del Gobernador de Buenos Aires,
como depositario éste de la voluntad de las Provincias
Argentinas, igual base, la de la Independencia Ahso-
bUa, reconociendo en tal actitud la plena validez de
la Declaración solemne del Pueblo Oriental, manifes*
lada en la Florida el 25 de Agosto de 1825.
Finalmente, loa oficios del Comisionado del Go-
bierno Oriental e intermediario con Lord Ponaonby,
don Pedro Trápani, referíanse, en esencia, a la tras-
misión de las bases únicas y verdaderas propuestas
por la Cancillería Británica y aceptadas por la Argen-
tina y Brasil, cuyo texto se reducía al reconocimiento
expreso por ambos países de la Independencia de!
Estado Oriental del Uruguay.
El Gobernador y Capitán General don Juan Anto-
nio Lavalleja. sin vacilación, contestó a las tres nego-
ciaciones en los mismos días de ese mes de marzo de
1828, aceptando a nombre del Pueblo Oriental el he-
cho del reconocimiento por la Argentina y BrcLsil de
la Independencia Nacional y por tanto la constitución
del País en un Estado Libre e Independiente,
En fuerza de las circunstancias y conociendo el Go*
bemador Oriental la duplicidad con que procediera
la Cancillería de Dorrego, su respuesta a Balcarce,
cuya redacción posiblemente perteneció al Secretario
señor Juan Andrés Gelly (argentino), está concebida
en términos que no pudieran producir escozor, ni roza-
miento con aquella autoridad. Asimismo y a pesar de
ese antecedente, Lavalleja decía, cou fecha 26 de
marzo al Ministro de Relaciones de Buenos Aires^ en
síntesis, lo que sigue: el General en Jefe que suscribe,
ha recibido por manos de don José Vidal la nota re-
LA ZMXKEPENDENCIA KACIONAt.
servada dirigida con fecha 12 del corriente y bien
impuesto de su interesante contenido, responde en el
término siguiente; ^'Ha recibido el General en Jefe
le copia de las bases estipuladas por mediación de la
Legación Inglesa con el Emperador del Brasil, para
celebrar la Paz con la Base de la Independencia Abso-
luta de la Banda OrierUd. £1 General en Jefe, Gober*
nador y Capitán General de la Provincia está confor-
me en todas sus partes con las expresadas bases'*.
(Firmado) Juan Antonio Lavalleja. Al Excmo. Minis-
tro de la Guerra (y Relaciones)^ don Juan Ramón
Balcarce",
La contestación al oficiq del Plenipotenciario Cor-
dón, — del cual había sido portador el Secretario de
la Legación de Inglaterra en Río de Janeiro — , te-
niendo en cuenta que esa negociación se refería a las
primeras bases de AraQaty, después modificadas, no
fue definitiva, aun cuando el comisionado Mr. Fraser
llevaría a Buenos Aires la nota oficial y fundamental
del Gobierno Uruguayo para ser entregada a Lord
Ponsonby, agente principal de la mediación britá*
nica.
Esta nota, cuyos términos no podemos reproducir
en extenso por no haber quedado copia en el archivo
de la secretaría particular del general Lavalleja, se
encuentra actualmente en su original, en los Archi-
vos del Foreign Office de Londres, Mr. Arnold Wright,
historiador de esta negociación y que ha examinado
ese documento, a él se refiere expresamente, y por las
frases que transcribe se deduce la aceptación más ro-
tunda del Pueblo Oriental, representado por su auto-
170 El documento citado lúe publicado en la ''Bevlsta His-
tórica", tomo VII. página 776,
[W3
PABLO BLANCO ACEVEDO
ridad legal el general Lavalleja. aprobando el concepto
de la Independencia Nacional proclamada por la Asam*
blea de la Florida el 25 de Agosto de 1825, Dice
Wright: "el general Lavalleja dio en seguida su con-
íormidad a las proposiciones, diciendo: que ellas es-
taban ideadas para satisfacer las aspiraciones de todos
los habitantes de la Banda Oriental, puesto que los
ponía en posesión de lo que había sido el origen de
sus luchas durante los tres últimas años, y que las
proposiciones eran de tal naturaleza, que si hubiesen
sido hechas en 1825, las hubiese aceptado entonces"*^^'
V
Las base? de paz que terminarían con la campaña
de Independencia, estaban, pues, acordadas y concer-
tadas por los tres poderes que habían tomado parli-
cipación en la lucha: el Gobierno Oriental, el de Bue-
nos Aires y el del Brasil. El general Lavalleja asi lo
entendió, siendo uno de sus primeros actos enviar,
en nota autógrafa, al Gobernador Delegado en lo po-
lítico y administrativo don Luís Eduardo Pérez las
bases convenidas sobre la Independencia NacioneL
Con respecto a la fecha exacta de la aceptación de
171 El señor Wright no cita la fecha de este documento,
pero la consignación de las palabras del general Lavalleja,
de que la Independencia Oriental había sido el origen de
las luchas durante los tres últimos años, demuestra que su
redacción íue en 1828. Además, el señor Wright menciona
que de esa respuesta fue encargado ante Ponsonby, el Secre-
tarlo de la Legación Británica en Río de Janeiro, fastas dos
manifestaciones del historiador Inglés confirman absoluta-
mente que esa íue, en efecto» la respuesta de Lavalleja en
el mes de marzo de 1828
172 Nota de 22 de mayo, del general Lavalleja a don Lula
Eduardo Pérez (Manuscritos origmales en el Archivo Gene-
ral Administrativo)
[198]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
las bases no hay ninguna duda^ pues el mismo general
Lavalleja, como era natural que así fuese, dio capital
y extraordinaria importancia al hecho de la llegada a
su tienda de campaña, en el Cuartel General de Cerro
Largo, del Secretario de la Legación Inglesa, portador
de las primeras proposiciones de paz aceptadas por el
enemigo y las cuales hacían referencia expresa al re-
conocimiento de la Independencia Nacional, motivo
único de la gueria de los Orientales con el Brasil.
Ese acontecimiento ocurrió el 28 de marzo, siendo
de la misma fecha la carta reservada de Lavalleja al
general Laguna, Jefe de Vanguardia, en la cual le
decía: **Hoy ha estado conmigo él Enviado Fraser,
quien me ha entregado las comunicaciones que traía.
Por ellas creo que no se ofrece dudas respecto a la
Paz, pues me ha traído las bases de ella y en todo
están conformes con las que se han propuesto al Go«
biemo« El contenido de ésta resérvelo, como es nece-
sario, pues no será conveniente que la tropa se en-
golfe en el asunto de la Paz".
No obstante y a pesar de todas las medidas, un
suceso de tal magnitud no pudo quedar en silencio.
Días después, las noticias de la paz fueron el comen-
tario obligado en todo el ejército. Laguna inquiría
del general José María Paz que le enviase las con-
dicionea exactas con las cuales se terminaba la guerra,
173 £1 oficio reservado, escrito de puño y letra de Lava-
lleja, al general Laguna, de 28 de marzo de 1828, en el Ar-
chivo del general Laguna (Biblioteca Nacional). Días antefi»
con fecha 24 del mismo mes, Lavalleja había escrito a La-
guna dándole cuenta de la proximidad de la llegada del
Comisionado de Buenos AireSj señor Vidal, enterándolo de
las bases de que era portador, noticias éstas de las cuales
no podía estar en conocimiento sino por Ims comunicacioneB
de Trápani, fechadas en Las Víboras y Uegadas antes al cam-
pamento, como ya se ha dicho.
[1991
PABLO BLANCO ACBVEDO
y aquél le trasmitía el texto fiel de las tres proposi-
oiones* La nueva trascendió a todos los cuerpos del
ejército, y el r^ocijo y entusiasmo fueron tales que
el coronel don Basilio Araujo, Jefe de las extremas
vanguardias sobre las líneas enemigas, en 30 de marzo,
suspendió las hostilidades, formalizando un armisticio,
durante el cual los Orientales fraternizaron por pri-
mera vez en toda esa campaña, con los ejércitos del
Brasil.
Por lo demás, como circunstancias finales de la
trascendencia e importancia que dio el general La va-
lle ja al hecho de que el Brasil y la Argentina le ofre-
ciesen la paz reconociendo cada país la Independen-
cia Nacional proclamada en aquella Asamblea de la
Florida de 25 de Agosto de 1825, mencionaremos dos
detalles de diferente índole, pero ambos reveladores
de los sentimientos que experimentara el Jefe de los
Treinta y Tres^ al poner su conformidad a las bases
presentadas. El primero fue el envío que hiciera La-
valleja a Trápani, al Durazno, de los antecedentes to-
dos de la negociación para ser entregados a su esposa,
doña Ana Monterroso de Lavalleja, a fin de que se
conservasen en su archivo privado. El otro, su de-
cisión de convocar, inmediatamente de hacerse la paz,
a la Suprema Representación Nacional. **Nosotros —
decía el general Lavalleja al general Laguna^ en carta
de 30 de marzo de 1828 — en nuestras fatigas cons-
tantes hemos hecho asomar ante la Patria el iris de
la tranquilidad. Concluyamos la obra y cuando se
haga la Paz, entonces pondremos los destinos de la
Patria en el CueijK) Legislativo."
174 Manuscritos originales de Lavalleja a Laguna, de 30
de marzo de 1828. (Archivo Laguna, Biblioteca Nacional.)
[200]
CAPITULO IX
RECONOCIMIENTO DE LA
INDEPENDENCIA NACIONAL.
EL TRATADO DE RIO DE JANEIRO DE 1828
SUMARIO; Eatado de las negociaciones de paz. — Actitud
del Gobierno Oriental frente a la Argentina y al Brasil. —
Regreso de Trápani a Buenos Aiies. — Nueva política de
Dorrego. — Trápani y Ponaonby. — Los servicios de éste
a la causa de la Independencia Nacional.
Motivos de demora en las contestaciones finales del Bra-
sil, ^ El general Fructuoso Rivera y la conquista de las
Misiones. — Doble resultado de la famosa campaña; su ce-
lebración en Cerro Largo» como antecedente irrecusable para
afianzar la Independencia Nacional; en Buenos Aires para
exigir la paz del Brasil» sin desmembraciones territoriales —
Nueva actitud de Dorrego. — Precipitado envío de comisio-
nados a Río de Janeiro. — El Gobierno Oriental y la au-
sencia de su representación en las negociaciones de Río de
Janeiro. — Carta de Trápani al general Lavalleja sobre la
necesidad de esa participación, — Explicación de las causas
de la prescmdencía de un delegado nacional — La política
de Dorrego. — Negativa de éste, después de las Misiones, al
reconocimiento de la Independencia. — Oficios reservados
a Guido y Balcarce, — Réplica de éstos sobre la única base
de paz: la Independencia Nacional, — Actitud de Ponsonby.
— Su embarque para Río de Janeiro. — Su rol decisivo en
los protocolos y en la Convención de 27 de agosto. — Re-
presentación investida. — Unidad de propósitos de Inglaterra
y del Uruguay. — La nueva faz de los sucesos en el Cuartel
de Cerro Largo. — Lavalleja, Rivera y Trápani, y la Inde-
pendencia Nacional. — Partida de Ponsonby. — Ultinias
manifestacionea de loa Orientales en favor de la Indepen-
dencia del país. — Representación de lod Pueblos Orientales
ante Ing^latetra 7 Francia^ — Texto de la comunicación al
14
[201]
PABLO BLANCO ACEVEJ&O
Embajador Francés en Río de Jdueiro, solicitando el reco-
nociimento de la Independencia Nacional.
El Tratado de Río de Janeiro de 27 de agosto de 1828. —
Aceptación lisa y llana de la Base fundamental: la Inde-
pendencia Nacional y la Soberanía Absoluta, — Garantías
que recíprocamente ae acuerdan la? partea en su interés
privativo para que la guerra no pueda renovarse. — ■ Las
Bases de Paz de 28 de marzo y lo resuelto en Río de Ja-
neiro. — Reconocimiento de la Independencia, y no Decla-
ración, — El Ministro de Inglaterra y la Convención de
1828. — Ponsojiby remite las cláusulas esenciales al Go-
hiemo Onental. — Interpretación que da Inglafierra al
Tratado del Brasil. — Contestación del Gobierno Nacional,
aceptando y ratificando el Tratado por el que se reconoce
la Independencia. — Texto de las notas cambiadas entre
Ponsonby, Hood y Lavalleja.
El Gobernador Dorrego envía al Gobierno Oriental el
texto de la Convención del Brasil. — Interpretación que da
a eiia disposiciones el Ministro de Relaciunes general Ron-
deau. — La Independencia Nacional y la colaboración ar-
gentina, — Contestación del Gobierno Oriental. — £1 ge-
neral R»era y el objetivo fundamental de su campana en
Misiones; la Independencia Nacional. — Texto de la comu-
nicación de Rivera al Gobierno de la República. — La
prensa de Montevideo y el Tratado del Brasil- — El ideal
de los Orientales, con Artigas en 1815 y con Rivera y La-
valleja en 1625: la Independencia absoluta del Territorio
Oriental del Uruguay.
I
"Las Bases de Paz están concertadas, pero la paz
no está hecha'*, decía el general Lavalleja al general
Julián Laguna, en carta de 30 de marzo de 1828. En
realidad esa era la situación exacta de las negocia-
ciones tramitadas y en las cuales se había llegado
hasta conseguir de los Gobiernos de Buenos Aires y
del Brasil el reconocimiento expreso y categórico de
aquel principio inspirador de la campaña de 1825 ini-
[202]
T^A INDEPENDENCIA NACIONAL
ciada por los Orientales en favor de la Independencia
y la libertad absoluta del país.
Pero la índole misma de las tramitaciones de paz,
la forma en que ellas se habían llevado a cabo, laa
dudas que al Gobierno Oriental pudiera sugerirle la
conducta antes observada por Dorrego y Balcarce y
aún por el Gabinete Imperial, debieron primar en el
ánimo del general Lavalleja para que adoptase una
actitud de circunspección a fin de obtener el logro de
los propósitos de la guerra sin comprometer su si-
tuación preminente de General en Jefe del Ejército
de Operaciones y Gobernador Capitán General de la
Provincia Oriental.
Verdad es que la información precisa de la política
de Buenos Aires y de Río de Janeiro que se siguió
después que él hubo declarado solemnemente a nom-
bre del Pueblo Oriental su aprobación a la Base pro-
puesta de la Independencia Nacional, continuaba sién-
dole manifestada en sus detalles por el sagaz Comi-
sionado don Pedro Trápani, El activo Agente de Ne-
gocios, luego de su estada forzosa en el territorio
Oriental, volvería a Buenos Aires por interposición del
general LavaUeja y a la cual Dorrego no pudo sino
asentir. Encontrándose en el Durazno recibió la co-
municación para que partiese nuevamente a aquella
ciudad, y el 9 de abril poníase en camino en com-
pañía del Secretario de la Legación Inglesa, Mr. Fraser,
quien era portador de los oficios de Lavalleja a Lord
Ponsonby. El 14 estaría ya en Buenos Aires. Es de
esa fecha la subsiguiente comunicación a su Gobierno.
Trápani en ella estudia prolija y detalladamente todas
las negociaciones, diístacando la importancia de las
propuestas de paz contenidas en las cláusulas sobre el
[203]
PABLO BLANCO ACEVEDO
reconocimienlo de la Independencia, y la entrega, a
los Orientales, de Montevideo y la Colonia; explica
aún, lo mismo que ya hemos dicho antes, cómo, por
la habilidad de Mr. Gordon, se había conseguido que
el Imperio aceptase aquellas bases^ después de haber
propuesto las anteriore3. Finalmente, luego de decirle
al general Lavalleja que si el Jefe enem go Lecor le
solicitase un armisticio, pidiera como garantía de su
fiel ejecución la entrega de la Plaza de Montevideo,
terminaba su larga carta con la siguiente nota: "El
señor Ponsonby me encarda diga a usted que el señor
Goberncdor Üorrego está haciendo todo empeño por
la paz".
Esta afirmación era entonces cierta. A partir del
19 de Abril, la correspondencia de Buenos Aires con
el Gobierno Oriental se inicia en tono de sinceridad.
Ll 19, Baicarce remitía a LavaLeja todos los» antece*
denles de las negociaciones de paz y que eran las
mismas que aquél tenía en su poder desde marzo por
ios oficios de Trápani, El 27, el Ministro Manuel Mo-
reno hacía llegar a Cerro Largo el original de la úl-
tima comunicación de Ponsonby, en la cual éste, con
referencia a Gordon, aí-rmaba que el Gabinete Impe-
rial se ratificaba en sus declaraciones anteriores, es-
tando de acuerdo con las últimas bases piopuesiae
en 18 de febrero* En abril 29, Dorrego hacíale saber
que todas las noticias eran favorables a la próxima
terminación de la guerra y al envío de los Ministros
del Emperador a Montevideo, a fin de que la paz se
ajustase definitivamente.
175 Todas las comunicaciones mencionadas, en bus origi-
nales, existen en el Archivo Histórico Nacional,
[204]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Las correspondencias todas del meg de mayo lle-
gadas al Cuartel General de Cerro Largo, eran en el
mismo sentido de las anteriores: en la del 8^ Trápani,
contestando a las impaciencias de Lavalleja, le daba
la seguridad ^^que la respuesta definitiva del Brasil
no podía demorar". Dorrego, en 10 y 17 de ese meg,
dec!araba que no había novedades^ pero que Pon-
sonby le aseguraba que el primer buque seria por-
tador del Tratado de Paz; la de mayo 16, de Trápani
a Lavalleja, es con idéntico motivo: "que la Legación
Inglesa tenía completa tranquilidad sobre las noticias
de Río de Janeiro".
Uno de esos oficios merece la transcripción de al-
gunos de sus párrafos principales por las referencias
que consigna sobre la mediación de Inglaterra en el
reconocim'ento de la Independencia Nacional, Es del
Comisionado don Pedro Trápani al general Lavalleja,
de mayo 8, y en el cual, luego de referirse al estado
de las negociaciones y a las esperanzas de que el
primer correo que arribara traería las noticias de la
conclusión de la guerra y con ella el reconocimiento
de la Independencia Nacional, alude a la proximidad
del embarque de Ponsonby para Río de Janeiro, para
remplazar allí a Mr. Cordón. Dice así: "Ya sabrá
usted por los papeles públicos que el Lord Ponsonby
pasa al Janeiro en lugar de Mr, Gorclon que va a
España; perdemos un amigo en el Lord, diga cuanto
se quiera, la maligna y torpe vulgaridad. Era preciso
que usted leyese la nota que este Ministro ha trasmi-
lido a su Gobierno, haciendo una narración desde la
pasada de los Tremía y Tres a esa Provincia. Tal vez
a nmgún americano se le habrá ocurrido escribir
sobre esa época tan extraordinaria y brillante para
[205]
PABLO BLANCO ACEVEDO
la Hisloria, y esa nota, escrita por un anciano de 64
años, está llena de conceptos tan exactos como justos
y honorables a nuestra justa causa. Tal vez a la des-
pedida, me atreva a solicitar de él una copia. El Lord
debe salir de aquí en todo el mes de junio y estoy
cierto que los Orientales le deben mucho. El me sig-
nificó el deseo que tenía de conocer a usted antes de
dejar estos países. Yo le contesté que no había cosa
más fácil, pues podía hacer que su fragata arribase
a Maldonado, en cuyo punto podía convenirse la en-
trevista* En fin, usted verá lo que guste se le diga a
este respecto".
II
Las negociaciones de paz habían sufrido un corto
compás de espera en cuanto a la ratificación amplia
del Emperador del Brasil respecto a las propuestas
formuladas por su Gabinete ante el Ministro Gordon.
De Montevideo, en el mes de abríK debieron llegar a
Río de Janeiro las versiones del desembarco en el te-
rritorio Oriental del general Frucluoso Rivera, de
sus desavenencias con Lavalleja y de la decisión de!
primero de marchar a la conquista de las Misiones*
En efecto, el audaz caudillo, después de sufrir varios
meses las influencias de Dorrego y de los Gobernado-
res de las Provincias de Entre Ríos y Santa Fe, había
concluido por libertarse de ellos, diciéndole a Dorrego
en último término ^'qite lo que él quería i*ra pelear^*.
Consecuente con esa determinación, luego de formar
una división compuesta absolutamente de Orientales,
penetró en el territorio, encontrándose en el Durazno
del 6 al 16 de marzo de 1828; alli, púsose al habla
con el Gobernador Delegado, don Luis Eduardo Pé-
[206]
LA INDrEPENDENCIA NACIONAL
rez; celebró con él una conferencia que tuvo lugar en
la propia casa del general Lavalleja, en presencia de
su esposa doña Ana Monterroso, resultando de esta
entrevista las cartas cambiadas entre Rivera y Lava-
lleja hacia un proyecto de uniformidad en los planes
de acción. Después proseguiría el general Rivera su
rumbo al Norte en dirección al Cuareim.
Estas novedades no habían dejado de comentarse
en Montevideo; desde aquí las autoridades brasile-
ñas comunicaron el nuevo aspecto de la situación cre-
yendo en la inminencia de un choque de armas entre
los mismos Orientales y por tanto el estallido de la
guerra civil que haría frustrar las negociaciones de
paz« En Río de Janeiro las noticias de Montevideo
tuvieron como efecto la paralización de las negocia-
ciones, ya a punto de terminarse. Pero el general Ri-
vera estaría destinado a dar el último golpe en favor
de la Independencia Nacional, confiimándose así aquel
vaticinio de Rivadavia en su proclama de 1827, en que
expresaba : '^que el día más venturoso de su vida seria
cuando los Orientales arrancasen con sus fuerzas al
Brasil una paz digna de su nombre". Rivera, en efec-
to, invadió el territorio de las Misiones y en una cam-
paña vertiginosa, en el espacio de un mes, del 15 de
abril al 15 de mayo, se había apoderado de todos los
pueblos de esa Provincia, sublevando sus habitantes,
foiTnando así un numeroso ejército que encerraba sin
escape al imperial de Lecor situado en Río Grande,
sobre el Yaguarón.
Desde Haum, en la costa del Ibicuy, el general Ri-
vera hacia saber su espléndida victoria al Goberna*
176 Los documentos citados fueron pubUcados por el doc-
tor A. Saldfas en su ''Historia de la Confederación Argen-
tina**, tomo I,
[207]
PABLO 3IiANC0 ACEVEDO
dor Lavalleja y al Gobierno de Buencw Aires, quienes
recibirían el parte, con diferencia de días, en la pri-
mera semana de jimio de 1828» Lo mismo en el Cuar-
tel de Cerro Largo que en Buenos Aires, la noticia
de la conquista de Misiones causaría sensación y, en
tanto en esta ciudad se festej aria como un factor nuevo
para imponer la paz al Brasil en condiciones más
ventajosas que no irrogaran desmembraciones terri-
toriales, en Cerro Largo se haría en la convicción de
que el acontecimiento afianzaba definitivamente la In-
dependencia, obligando al Emperador a no tener ni
una sombra de vacilación para su inmediato recono-
cimiento.
Así fue en verdad, y mientras desde el ejército del
Yaguarón volaban al Ibicuy las felicitaciones y los
elogios por el éxito de la brillante jornada, y arriba-
ban hasta Río de Janeiro los ecos del nuevo desastre
para las annas del Imperio, en Buenos Aires, sin
dilación alguna, decidíase apresuradamente el nom-
bramiento de los Plenipotenciarios argentinos que de-
berían tratar la paz con el Brasil. El 17 de junio, es
decir, pocos días después que la noticia de Misiones
llegara a Cerro Largo, y apenas confirmada ella en
Buenos Aires, el Gobernador Dorrego comunicaba ofi-
cialmente al general Lavalleja la resolución de haber
nombrado a los generales Guido y Balcarce para que
se embarcaran a la brevedad posible con destino a
Río de Janeiro. La fecha exacta de esa partida la co-
nocería el Gobierno Oriental por intermedio de Trá-
pañi, quien en junio 28 la trasmitía desde Buenos
Aires, bien que cuando esta comunicación llegaba a
Cerro Largo, los comisionados ya habíanse embarca-
do. En efecto, en 4 de julio^ Balcarce se dirigía al
[208]
LA INDEPEI^IDENCIA NACIONAL
general Lavalleja confidencialmente anunciándole su
salida ^^ara la importante negociación de paz en la
Corte de] Brasil, agregando que por esa indicación
sabría aquél dónde podria dirigirle sus preceptos, los
cuales recibiría y cumpliría a satisfacción''.
Y bien; llegamos con esto a una de las últimas fa-
ses de toda esta larga y accidentada negociación. En
k Convención que se celebró en Rio de Janeiro el 27
de agosto de 1828, el Gobierno Oriental, principal
interesado en cuanto al resultado del convenio, no tuvo
representación. ¿Fue esto un error imputable al ge-
neral Lavalleja? ¿Nunca pensó éste, que el país cuya
Independencia se reconocería al fin solemnemente, te-
nía derecho, al par que los contratantes, a una parti-
cipación especial en el Tratado definitivo de Paz? Dis-
tintas hipótesis antes de ahora se han formulado como
explicación de ese hecho contradictorio, llegándose a
afirmar por unos, que la representación de los dere-
chos e intereses de la nacionalidad Oriental del Uru-
guay, implícitamente estuvieron a cargo de los Dele-
gados del Gobierno de Buenos Aires, mientras que
otros, al acusar de negligencia y descuido al general
Lavalleja, se limitan a decir que el Tratado de Río
de Janeiro de 1828 fue un convenio privado entre
dos países en guerra que llegaban a un término medio
acordado entre ellos como única forma de alcanzar
la Paz.
Por nuestra parte, juzgamos erróneos los dos cri-
terios. El Gobierno Oriental tuvo la exacta compren-
sión del rol que debía jugar en ese acontecimiento,
y hasta afirmamos que el general Lavalleja decidió
177 Manuscritos originales de Balcarce a Lavalleja, de
Buenos Aires. Julio 4 de 1828. (Archivo Histórico Nacional.)
[209]
PABLO BLANCO ACEVEDO
la necesaria intervención de los Orientales en el Tra-
tado que había de dar como consecuencia el recono-
cimiento de aquel primer postulado del 25 de Agosto
de 1825. Pedro Trápani le había advertido ya esa
actitud a adoptar en carta de 15 de abril, inmediata-
mente de conocer los oficios de LavalJeja a Ponsonby
prestando su plena conformidad a la Base de la Inde-
pendencia Nacional a establecerse en el Tratado defi-
nitivo. *'\o no sé, habíale dicho Trápani, si la pro-
vincia Oriental tiene derecho a exigir una interferencia
directa en la negociación, supuesto que se trata de
su suerte futura, como un Estado que va a ser inde-
pendiente* Si así fuese, parece que el Gobierno en-
cargado de la guerra uo tendría dificultad en dársela:
si no la da, ¿qué hacei ? El general Lavalleja tiene
bastante experiencia para conocer su poder moral y
físico en Id Provincia, y deducir después si podría
salir airoso feienipre que algunas fuerzas se opongan
a «US miras, y esto debe pesarse en la balanza de la
justicia y de la política^'*
No tenemos la más mínima duda, aunque falta en
el caso el documento comprobatorio, que el general
Lavalleja realizó exactamente la sugestión de Trápani
y promovió ante el Gobierno de Buenos Aires y ante
Ponsonbyj el deseo de la representación Oriental, en
el Tratado a firmarse en Montevideo o en Río de
Janeiro. Si apí no lo hubiese hecho, habría sido la
primera vez que el general Lavalleja no siguiera la
instrucción de su Comisionado y consejero privado,
ya que sin excepción y desde 1825, detrás de todas
las actitudes del Generalísimo y Gobernador hubo
176 Manuscrito d« Trápani a Lavalleja, de 15 de abril de
1826. r Archivo Histórico Nacional )
12101
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
siempre una carta de Trápani determinante de la con-
ducta observada.
Fuerza es, pues, dar a ese hecho singular de la au-
sencia de representación eil el Tratado de Río de Ja-
neiro, la única explicanión posible y es la que hemos
dejado traslucir antes. La victoria de Misiones, feste-
jada ruidosamente en Buenos Aires, donde se pasea-
ron los estandartes brasileños, los únicos en toda la
campaña que tuvieron carácter de trofeos y que fue-
ron tomados al enemigo por el general Rivera, pro-
dujo ante Dorrego el mismo efecto que a García v a
Las Heras las victorias de Rincón y Sarandí, hacjén-
dole concebir a aquél la suprema esperanza de obtener
una paz en la cual se reconociesen los pretendidos
derechos territoriales de Buenos Aires sobre el Estado
Oriental del Uruguay,
De ahí la oposición de Dorrego al pensamiento de
Trápani y Lavalleja, y el apremio en el nombramiento
y embarque de los Comisionados, cuya paitida se
efectuaría apenas días después de la fecha en que el
Gobierno Oriental acusase recibo del oficio en el cual
se le avisaba esa designación y cuando ya no había
tiempo material de discusión de formas ni de proce-
dimientos. Pero la presunción que sentamos no sólo
parece confirmada a la luz del documento inequívoco
de Trápani, sino además con la actitud del propio Go-
bierno de Buenos Aires* Fue así, en verdad. Si las
instrucciones de Dorrego a Guido y Balcarce, pudie-
ron ser dudosas en cuanto a los objetivos de su viaje
precipitado a Río de Janeiro^ esas opiniones serían
radicales después que los Comisionados habíanse ya
embarcado. Én julio 26 el nuevo Ministro argentino
de Relaciones Exteriores, general Rondeau, enviaba
[211]
PABLO BLANCO ACEVEDO
una extensa comunicación a los Plenipotenciarios ante
el Brasil, manifestándoles: "que los avances de la ex-
pedición del Norte que hacen su movimiento favora-
blemente sobre el Río Pardo y amenazará en breve
a Porto Alegre^ lo ponen (al Gobierno de Buenos
Aires) en la necesidad de separar toda idea cuya ten-
dencia sea la absoluta Independencia de la Provincia
Oriental, y formación de un Estado nuevo. Por esto,
agregaba, el Gobierno ha resuelto que los señores
Ministros no deben consentir en entrar a estipular
ningunú clase de Tratados que tengan por objeto es*
pedal reconocer la absoluta Independencia de la Pro-
vincia Oriental erigida en un Estado nuevo; que, por
el contrario, en todos los precisos casos han de dejar
conocer la oposición que ofrece para ella el pronun-
ciamiento de la opinión conforme y general a este
respecto, y el fatal ejemplo de reconocer el principio
de poderse ceder o disponer de una parle del terri-
torio en obsequio del resto y que en este concepto
solamente se consideren autorizados para negociar,
que ya en el caso de convención, armisticio o por
el de Tratado, quede sujeta aquella Provincia a una
independencia temporaria que sirva de ensayo para
conocer sus disposiciones a las mejoras que haya ad-
quirido con la experiencia de lo pasado y al final de
lo cual se pronuncie en favor de uno de los dos Es-
tados a que quiera pertenecer".
La precedente nota de la Cancillería Argentina fue
contestada por los Comisionados Cuido y Balcarce
desde Río de Janeiro, De la respuesta de éstos se de-
duce cuáles serían las circimstancias en que se encon-
traron inmediatamente después de su llegada a aquella
ciudad. Ellos rechazaban de plano las nuevas órdenes
[212]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
de Dorrego, y luego de manifestar el entero fracaso de
una negociación a base del reconocimiento de una In-
dependencia temparairia, decían francamente que lo
único posible y sobre lo cual podría hablarse, era
sobre la Independencia absoluta, principio éste acep-
tado ya por el Brasil^ por el Gobierna^ Oriental y por
la mediación inglesa. En cuanto a las suposiciones de
Dorrego, de que los progresos de la expedición del
general Rivera habían hecho variar las circunstancias,
Guido y Balcarce razonablemente esta vez decíanle
al Gobernador de Buenos Aires, "que cuanto mayo-
res sean esos progresos, más derechos creerán haber
adquirido los Orientales para conquistar una inde-
pendencia que sin esos títulos nuevos ha sido siempre
el objeto de su idolatría",
Posiblemente, de esta nueva actitud de Dorrego, el
Ministro Ponaonby tuvo a tiempo la información ne-
cesaria^ pues su anunciado viaje a Río de Janeiro fue
resuelto en los mismos días en que el Gobierno de
Buenos Aires adoptaba el plan promovido ante Guido
y Balcarce, Nadie mejor que él, testigo de los esfuer-
zos de los Orientales por el logro de la Independencia
Nacional, en constante relación con el Agente Uru-
guayo don Pedro Trápani, estaba en condiciones para
actuar de modo preponderante y eficaz en las nego-
ciaciones a celebrarse en Río de Janeiro. Allí iría
para concurrir a la obra de la paz y dejar fijada en
la Convención de 1828, si no su firma, algo tan im-
portante como ella» la voluntad expresa, categórica y
unánime del Pueblo Oriental, de constituir un país
179 Los documentos citados fueron publicados por el doc-
tor Alberto Palomeque en su obra sobre "El General Rivera
y la Campaña de lae Mlalones'V pág< 474 y si^lentea.
[21S]
PABLO BXJVNCO ACEVEDO
libre e independíente^ tal como lo proclamaran sus
representantes el 25 de Agosto de 1825.
La última actitud de Dorrego fue conocida por el
Gobierno Oriental y especialmente por el general La-
valleja. Este debió vacilar y hasta desesperanzar quizá
del resultado final de las negociaciones, teniendo en
cuenta la conducta proseguida por el Gobernador ar-
gentino. Síntomas de grave malestar cerníanse además
entre los Jefes del ejército destacado en la frontera
de Cerro Largo y que afectaban la moral de las tropas
y de su Generalísimo. Este había escrito a Buenos
Aires a don José Vidal, antiguo Comisionado de Do-
rrego^ manifestándole su voluntad de renunciar al
mando de las fuerzas y hasta alejarse del territorio
Oriental en vista del cúmulo de acontecimientos que
se oponían a la felicidad del país y al logro de su
Independencia Absoluta, único fin de toda esa ardo-
rosa campaña iniciada en 1810 y a la cual, después
de dieciocho años de vicisitudes y sacrificios incon-
tables, aun no se le veía término. Otra vez, como en
tantas ocasiones anteriores, sería Trápani el encargado
de levantar el espíritu del Generalísimo, poniéndolo
en la realidad de las circunstancias. ^^Ahora más que
nunca, — decíale Trápani a Lavalleja en carta de 28
de julio de 1828 — , sí, se necesita una fuerza regular
y organizada como corresponde en esa Provincia. Ya
sabe usted que esto se lo tengo prevenido y según mi
opinión las cosas no se guardarán en eso sólo: las
columnas del trono de S. M. L son de banana da te-
jra, y así, con circunspección^ prudencia y im paco
de paciencia, conseguirá usted la Independencia, pero
si la Provincia no tiene una fuerza regular, suya, pro*
pía, muchos trabajos le esperan. Si usted, como lo
[214]
LA INOEPENDENCIA NACIONAL
dice^ llega a enteruíerse bien con Fructuoso Rivera,
podían dar un golpe maestro^ pero desconfío mucho
de las pasiones de los hombres. Ellas han de existir
siempre para desgracia del género humano. Pero si
ustedes se entendieran bien, repito» ¡cuánto bien po-
drían hacer a la humanidad y a su Patria! Sé que
usted ha escrito a don José Vidal, diciéndole que usted
está descontento, aburrido de sus paisanos, que va a
dejar la Provincia o que no vivirá en ella. Estoy muy
distante de dar lecciones, pero le digo que hay ciertas
cosas en la vida que son mejores para hechas que
para dichas, y esto ultimo me ha parecido extraño,
cuando usted siempre me ha hablado de sus Orienta*
les como de su Dios".
III
Lord Ponsonby salió de Buenos Aires con destino
a Río de Janeiro en los días finales del mes de julio
de 1828. Antes de dejar aquella ciudad o a su trán-
sito por Montevideo, pudo enterarse de las últimas
novedades ocurridas en el territorio uruguayo* La
inminencia de la paz^ la seguridad absoluta de que
ella se haría sobre la base de la Independencia Nacio-
nal, consagrando así en una realidad la suprema as-
piración de los Orientales y el único y legítimo ideal
sustentado en tantos años de porfiadas luchas contra
tantas dominaciones distintas, había sacudido y elec-
trizado los espíritus. Un hondo clamor surgía de todos
sus habitantes que se debatían en loa campos de pelea
IBO Oficio de Trápani a LavaUejap de 22 de juUo de 1828
(Archivo Histórico Nacional.) lias palabras subrayadas se
encuentran asf en el original.
[215]
PABLO BLANCO ACEVEDO
O resistían de todos modos la dominación extranjera,
aún en los sitios del territorio ocupados todavía por
las fuerzas del Imperio. El 16 de junio anclaba en
el puerto de Montevideo un bergantín de guerra fran-
cés, cuyo comandante, el capitán Mamineau-, se puso
al habla con un residente francés, antiguo vecino de
la ciudad, Mr. Dapples. De esa entrevista y de los trá-
mites sigilosamente realizados en Montevideo, resul-
taron dos comunicaciones que el mismo Dapples en-
tregó personalmente al Jefe de la línea sitiadora,
comandante Pablo Pérez, a fin de que por intermedio
del coronel Pedro Lenguas se trasmitiesen al Gobierno
Delegado del Durazno, solicitando su aquiescencia.
Ambos documentos referíanse a una exposición hecha
a nombre de "Los Pueblos Orientales*' y de la cual
sería portador el comandante francés, quien la lleva-
ría a Río de Janeiro para colaborar así, por medio
de la embajada de ese país, a fm de que la Indepen-
dencia Nacional fuese de todos modos reconocida en
el Tratado próximo a celebrarse. Los oficios, redac-
tados en forma de proclama, comenzaban con este
título: *%os Pueblos de la Banda Onenial^ armados
para defender los derechos sagrados e imprescripti-
bles que tienen de la naturaleza de su Libertad y de
su INDEPENDENCIA, a los pueblos ilustres y generosos
de la Gran Bretaña y de Francia, Amistad j Paz y Co-
mercio", Hacíase en seguida una relación de la lucha
de emancipación contra España; de la situación di-
fícil en que se encontraba el país en 1815, "en medio
de circunstancias inherentes a todo pueblo joven"*
Luego aludíase a la conquista del territorio y a los
esfuerzos de los Orientales durante tan prolongada
guerra, a la voluntad incontrastable de seguir hasta
[216]
LA INDBFEyPENCJA NACIONAL
el ím, fiin desmayo, . cualesquiera que fueren las con-^
tíngeDciaB hasta afianzar de modo definitivo el ob-
jeto primordial de sus anhdos. "Ese es nuestro ides^l
— decía — y Francia, que veló por la Independencia
de la América del Norte, que acaba de enviar a Río
de Janeiro una escuadra al mando del Almirante
RoussiU) escuchará qon interés la Reclamación de un
pueblo como el nuestro, que nuqca le ha ofendido y
que ahora no pide sino uua cosa justa y legítima: el
goce de su Independencia"*
Así, afirmado el principio en la guerra, en la yo*
luntad inquebrantable de los Orientales, expresado ya
por sus legítimos representantes solemnemente el 25
de Agosto de 1825, reiterado en una campaña terrible
en la cual el ideal máximo j aupremo chocó lo mismo
contra el Brasil en los campos de batalla que contra
Buenos Aires en la esfera de ima diplomacia difícil
y azarosa, ratificado ahora por el aura popular como
lo había sido meaes antes por LavaUeja, aprobando
la Base de Paz» y por Rivera que libraría el último
lance culminante de victoria, pasó incólume basta im*
ponerse como un precepto rotundo e imperioso en la
Convención de Agosto de 1828.
IV
Así ocurrió, y sea el acuerdo amigable, la com-
prensión natural de loa intereses recíprocos, o la sana
intervención de la Legación Inglesa dispuesta a recor-
dar los términos en que la paz se propusiera y se
181 El expediente réla^vo a la Hedamaclón de loa Pue*
blos Orientales, da 1828, en sus originales, se encuentra en
«1 Arehlvo General Administrativo,
izaj
u
PÁÉLO nUítUCO AC£V£DO
aceptara por los tres países interesados (oriental, ar-
gentino y brasileño) en los meses de febrero y marzo
de aquel año, el hecho real y cierto fue que la cuestión
fundamental de la Independencia Nacional se dio
desde el principio de las deliberaciones como un hecho
absolutamente admitido y sobre el cual no hubo dis-
cusión. Esta, si se planteó, radicó únicamente en
cuanto a las garantías que creyeron establecer mutua-
mente y con fin egoísta y particular, el Imperio y los
Ministros Guido y Balcarce con el objeto de evitar
en el Tratado mismo, que las nuevas autoridades a
organizarse en el Estado Oriental, pudiesen desarro-
llar sus actividades libres de sugestiones argentinas
o brasileñas que comprometiesen de inmediato las re-
laciones entre los dos países signatarios de la paz. En
este sentido se uniformaron los artículos de la Conven-
ción relativos a la forma de elecciones para los re-
presentantes de las nuevas autoridades y los requisitos
previos a la aceptación de la Constitución. El resto
de las disposiciones, a pesar de la abundancia de pa-
labras en las diversas conferencias que les precedieron
para su preparación, no alteraron en su fondo las
bases aquéllas de Ponsonby sobre las cuales se había
pronunciado el general Lavalleja el 28 de marzo« A las
precauciones de éste y que informa su corresponden-
cia anterior con Trápani, respecto a la situación del
país, una vez constituido, para el caso de una inter-
vención inmediata de la Argentina o Brasil, tanto en
los protocolos como en la Convención estableciéronse
las cláusulas aquéllas obligando a los gobiernos cau-
santes de las vicisitudes por que antes atravesara el
Uruguay, a que respetasen su Independencia, en la
fonna que se haría en el Tratado definitivo de Paz, y
[218]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
a apoyar al gobierno legal, que se constituyera^ contra
las perturbaciones provocadas por las posibles guerras
civiles durante un plazo de cinco años. Fuera de cues-
tiones de redacción se mantuvo íntegro el Tratado en
los términos ya convenidos, acordándose asi que la
plaza de Montevideo, todavía ocupada por el Brasil,
"se entregaría en statu quo ante belbim a comisarios
competentes y nombrados ad-hoc por el Gobierno legi-
timo de la Provincia".
Tan sólo un detalle de interés surgió en las delibe-
raciones previas a la Convención y fue la controversia
suscitada alrededor de la acepción justa de ciertos
vocablos. Los Ministros brasileños insistieron en que
el Brasil debía declarar la Independencia Oriental, y
que las Provincias Unidas reconocerían el mismo prin-
cipio, en cuyas dos formas distintas tendrían que re-
dactarse los dos artículos primeros del Tratado. Tal
afirmación originó la réplica de los de Buenos Aires,
en el sentido de considerar que si el Emperador del
Brasil declaraba la Independencia y ellos tan sólo le-
conocían ese becho, podría interpretarse en el sentido
de admitir el reconocimiento de derechos teiritoriales
anteriores por parte del Brasil» circunstancia^ según
Guido y Balcarce, incierta, pues el Territoiio Oriental,
decían, habíase formado en la unión argentina. Los
brasileños, por su parte, respondieron negando ese an^
tecedente y expresando que la Provincia de Montevi-
AeOy desde la época de Artigas^ se había gobernado
independientemente de Buenos Aires. Planteada la dis-
cusión y admitido "por ambas partes que los derechos
que tuvieran los beligerantes no eran sino probables",
uniformaron opinión atribuyéndose cada uno la ía-
cuitad de declarar la Independencia» aunque por dos
[219]
PABLO BLANCO ACEVEDO
artículos reparados, lo cual equivalía a un veidadero
reconocimiento individual de cada una de las partes.
No es de creer que en las sesiones previas de la
Convención de Río de Janeiro de 27 de agosto de
1828, se hubiesen planteado cuestiones distintas de las
que ilustran los protocolos de las conferencias respec-
tivas. Allí imperó solamente una voluntad y fue la de
Ponsonby, quien en d caso representaba, es cierto,
un interés de la Gran Bretaña, en el sentido de ase<
gurar la libertad de navegación y comercio en el Río
de la Plata para la bandera de los buques ingleses,
pero apoyado y confundido ese propósito en la vo-
luntad real y positiva de los Orientales de constituir
una nacionalidad libre e independiente, pensamiento
que nadie pudo conocer mejor que él, por su relación
directa durante más de dos años continuados con la
eminente personalidad del Comisionado Uruguayo, don
Pedro Trápani»
En este sentido, ai los Orientales no fueron repre-
sentados en el Tratado de agosto, Ponsonby rem*
plazo fielmente al Delegado Nacional, y el Gobierno
del general Lavalkja, autoridad suprema del país, re-
cibiría de la Legación de Inglaterra el texto fiel de
la Convención de 27 de agosto de 1828 y su interpre-
tación legítima y verdadera.
Fue cuatro día» después^ el 31 de agosto, que Pon-
sonby fechó su comunicación dirigida al Gobierno
Oriental y en la cual le participaba oficialmente el re-
conocimiento de la Independencia de la República
Oriental del Uruguay, Escrito el documento en los
dos textos, inglés y castellano, llegaría en el primer
buque salido para el Río de la Plata, arribando a
Montevideo conjuntamente con la noticia de la paz,
el 12 de setiembre. El Cónsul inglés en Montevideo,
[220]
LA INIMSPENDENCIA KAdOKAL
Mr. T. S. Hood, al cual vinieran remitidos los pliegos,
los entregó en propias manos al Jefe de la linea si-
tiadora, coronel don Manuel Oribe, quien a su vez
los devolvería de inmediato al Cuartel General de
Cerro Largo, donde llegaron días después, dando mo-
tivo a la respuesta del general Lavalleja a Ponsonby«
acusando recibo del Tratado.
La importancia de esos documentos definitivos, y
que terminan las guerras de los Orientales por la In-
dependencia del país, nos obliga a su transcripción
íntegra, que haremos sin comentarios, por lo mismo
que de la claridad de sus términos se deduce lo fun-
damental, vale decir, el reconocimiento en Río de
Janeiro de la Independencia Absoluta del Territorio
Oriental del Uruguay, en su latitud más amplia de
derechos y soberanía, tal como se proclamara por la
Asamblea de la Florida, el 25 de Agosto de 1825.
Helos, pues, a continuación:
Montevideo» 12 de setiembre de 1828.
Excmo* Señor:
El despacho que se acompaña de Lord Ponsonby,
fue recibido esta mañana y se lo envío sin demora
álguna pór intermedio del general Oribe.
Me complazco en saludar a S. E. con la más alta
consideración, y congratularlo por el feliz término de
la guerríi.
Tengo el honor de suscribirme de S. E., su más hu-
milde servidor.
(Firmado) Ttmiás Samuel Hood.
Exctno. Geñéral dün Juan Antonio Lavalleja,
[221]
PABLO BLANCO ACEVEDO
Rio de Janeiro, 31 de agosto de 1828.
Creo oportuno poner en conocimiento de V, £♦ el
hecho de que ha sido firmada por los Plenipotencia-
rios de Su Majestad Imperial y los del Gobierno de
la República Argentinaj una Convención preliminar
y cesación de hostilidades, cuyo documento se envía
a Buenos Aires por el mismo buque que conduce esta
carta a V. E.
No dudo que el Gobierno Republicano creerá opor-
tuno dar su pronta ratificación a la Convención, por-
que lo considero evidentemente e innegable un arreglo
en el más alto grado honorable y ventajoso para la
República, poseyendo además la propiedad muy va-
liosa de ser también honorable y útil a
Yo me congratulo de que V. E. se haHa bien im-
puesto de mi conducta política, y de los sentimientos
porque ha sido dirigida desde que tuve el honor de
ser Ministro de S, M, Británica en Sur América, y
tengo la segundad de que V. E, dará crédito a lo que
he dicho antes, hablando en términos generales de la
naturaleza de la Convención, en cuyos detalles no en-
traré, por cuanto, darlos a V. E. será la feliz prerro-
gativa del Gobierno de la República, haciendo sin
embargo^ mención de uno o dos puntos.
La Independencia Absoluta dd País nativo de V. E.
es reconocida y el establecimiento de su Gobierno y
constitución, dejado absolutamente en manos de su
mismo Pueblo»
A 3a República no se le exige ningún sacrificio, ni
ninguna concesión. Toda la Convención se halla fun-
dada sobre el principio de una pacificación sincera,
182 Las frases subrayadas estén asi en el original inglés.
[2221
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
y los arreglos que se han adoptado para HeTarla in-
mediatamente a efecto, son sólo los que han parecido
necesarios a asegurar su justo y amigable cumpli-
miento.
A uno de estos arreglos deseo llamar la atención
particular de V, E. Es aquel que establece la inme-
diata desocupación de las Misiones por las tropas (ya
sea bajo el mando del general López o del general
don Fructuoso Rivera, o de cualquiera otro coman-
dante), que ahora ocupan militarmente esa Provincia.
Puedo informar a V. E. que si este punto no hubiese
sido concedido por los Plenipotenciarios Republica-
nos, la Paz no hubiera podido jamás realizarse: Que
yo como Ministro Mediador lo aconsejé del modo más
enérgico a los Ministros argentinos y añadiré que si
no se hubiera convenido por ellos, las esperanzas de
la Paz, y la cierta y segura Independencia del País
de V, E., hubiesen sido sacrificadas por una negativa,
Inglaterra habría cesado de ser el mismo amigo que
la República Argentina siempre ha encontrado en esa
Nación.
Considero la evacuación de las Misiones ser en sí
misma muy ventajosa para la República, y particu-
larmente para la Banda Orienta!. Si a las tropas de
López o Rivera se les permite ocuparlas, tendrán el
poder (y quizá la intención) de desbaratar las medi-
das adoptadas para el bien general. V. E. sabe con
cuanta facilidad una soldadesca irregular puede co-
meter actos de hostilidad por los que el Gobierno tiene
que ser responsable, y cuan peligroso es para la
Paz, que cuestiones relativas a tropelías e injurias,
nazcan entre dos estados en el mismo momento del
arreglo de una querella. V. E. conoce bien la natu-
raleza y el carácter de la fnerza que ahora ocupa las
[223]
PABLO BLANCO ACETODO
Misiones, y cotioce aún más cuanto puede ser necesa-
ria a V. E. para asegurar la obediencia debida a las
órdenes de una autoridad legítima y superior, tanto
en lo político como en lo militar.
Supongo que difícilmente puede ci^eerse posible que
el Gobierno de Buenos Aires retarde la ratificación
de la Convención preliminar, ni que permita que al-
guien la retarde^ Concluyo, por tanto^ que se darán
órdenes inmediatamente para la evacuación de las Mi-
siones. Sobre este punto sólo tengo que repetir lo que
antes he dicho, que si las Misiones no son evacuadas,
todavía habría que combatir por la Independencia
de la Banda Oriental, Montevideo no seria evacuada
por los brasileños, y la guerra podría durar todavía
por un espacio de tiempo indefinido.
Presumo que el Gobierno de Buenos Aires cuidará
de que la Convención de Santa Fe no destruya la
grande obra que ha sido ejecutada. Bien conozco la
impotencia real de esa Asamblea, y en común con todo
el mundo rehusaré dar crédito a cualquiera que pre-
tenda que el retardo en la ratificación o alteraciones
en los artículos de los preliminares, pueda ser efec-
tivamente interpuesto por esa Asamblea, en oposición
a los deseos de! Gobierno de Buenos Aires. Diré fran-
camente a V. E. que en mi opinión la demora ea alta-
mente peligrosa, y las alteraciones serán fatales a la
Paz.
Concluiré, pues, con ofrecer a V. E. mi más so*
lemne seguridad de que firmemente creo en la since-
ridad del Gobierno Imperial en esta negociación y
Convención, y confío en su fidelidad a sus compro-
misos, si la República obra de una vez con perfecta
buena fe. Estoy cierto de que el Gobierno Imperial
y sobre todo Su Majestad Inqierial misma, cree y
LA INDEPENDENOA NACIONAL
sabe que es su interés poner un término a la guerra,
l>ajo las condiciones en que han consentido. Repito
que no tengo duda de su sinceridad y V. E. debe ad-
vertir en el inmediato levantamiento del bloqueo del
Río de la Plata, (por cuyo acto Su Majestad Impe-
rial se priva m el acto de su arma más poderosa),
un testimonio insospechable de que desea hacer la
Paz con sinceridad y honor.
V. tiene en los negocios de su pais esa gran in-
fluencia que necesariamente pertenece a los grandes
servicios y a una habilidad reconocida. Sé que V, E.
debe conocer el mérito y beneficios resultantes a su
país del Tratado; su influencia será puesta en acción
con la prudencia y energía que también le pertene-
cen, si fuese necesario; y como V. E. ha roto las
cadenas de su País, debe vigilar cuidadosamente sobre
su libertad naciente.
Tengo el honor de asegurar a V. E. de mi alta con-
aideración y aprecio.
(Firmado) Ponsonhy,
A S. E, el General don Juan Antonio Lavalleja.
Por su parte, el Gobernador Oriental contestó en
la siguiente forma:
Cuartel General en Cerro Largo.
Setiembre 20 de 1828.
Mi Lord:
Con mucho placer he recibido la honorable carta
de V. E. de fecha 31 del pasado, cuyo contenido me
[225]
PABLO BLANCO ACEVEDO
instruye de la Convencidn preliminar y cesación de
hostilidadeg que ha sido firmada por los Plenipoten-
ciarios de la República Argentina y los de Su Majes-
tad Imperial, cuyos documentos, seg:ún rae lo comu-
nica V. E., se dirigen al Gobierno Republicano en el
mismo buque que ba conducido la distinguida nota
de V. E,, para que sean ratificados.
Sin embargo que V, E. tiene la bondad de instruir-
me de los principales artículos de aquel documento,
espero por instantes que ese Gobierno me comunique
el todo de ellos; y estoy firmemente persuadida que
obrará gustoso el reconocimiento de un Tratado pre*
liminar que, haciendo honor a la República, obvie
también la continuación de la guerra en que se halla
empeñada, por sostener nuestros más sagrados dere-
chos.
La Nación Argentina y a la vez el Pueblo Oriental,
serán siempre muy gratos a los buenos oficios que
V. E. ha prodigado en representación de su Gobierno,
para mediar en este interesante negocio y desde ahora
me felicito en que tendrá un puntual cumplimiento,
pues no debe hallarse un motivo que lo impida, cuanto
ha prestado su intervención el Excmo. Señor Ministro
de Su Majestad Británica, a cuyo Señor, el Gobierno
Republicano, por diferentes motivos, unirá con el ma-
yor reconocimiento por su antigua amistad.
En cuanto a la desocupación de los Pueblos de las
Misiones, soy de opinión que el Gobierno de la Repú-
blica no trepidará en comunicar terminantes órdenes
para que se verifique, mayormente cuando su nega*
tiva envuelve el que no pueda ajustarse la Paz, como
V, E. lo indica.
[226]
LA mtfflPENDENCIA NACIONAL
Yo siento no poder dar a V. E, una contestación
afirmativa sobre este particular, puesto que como digo
a V. aun no he recibido la notificación que espero
me comunique el Gobierno, sobre el asunto de que
se versa. Sin embargo, por mi opinión particular, creo
que todo se allanará y S. E. será recompensado en sus
servicios por el bien de la República, por medio de
un reconocimiento general de los preliminares que se
remitieron al Gobierno para su aprobación.
Concluyo esta comunicación con agradecer a V. E.,
del modo más elevado, sus saludables insinuaciones,
excitando mi actividad, opinión y empeño para velar
sobre la conser\'^ación de la libertad naciente del País,
y puedo asegurar a V* E. que seré tan infatigable en
estos principios, como ardoroso en el rompimiento de
las cadenas que lo oprimieron anteriormente.
Con estos sentimientos, tengo el honor de ofrecer
a S- E,, mi sincera amistad, aprovechando la ocasión
de saludarlo con mi más alta consideración y res-
peto.
(Firmado) Juan Antonio Lavaüeja.
V
La Convención Preliminar de Paz fue remitida por
el Gobernador Dorrego al Gobierno Oriental el 21
de setiembre de 1828. El oficio reservado con que se
acompañaba» suscrito por el Ministro de Relaciones
Exteriores, general Rondeau, referíase tan sólo a las
183 Los manuscritos originales de Ponsonby y de Hood ál
general Lavalleja, en sus dos textos, inglés y español» 6e
hallan en el Archivo Histórico Nacional. En los mismos lega-
jos se halla la nota*conte5taclón de LavaUeJa a Ponsonby,
b1 bien ésta simplemente en borrador
[227]
t*ABLO BLANCO ACEVEDO
disposiciones que los Comisionados contratantes ha-
bían creído establecer en el Tratado, a fin de garan-
tir a sus respectivos países la posibilidad de una rea-
nudación de hostilidades, por actos emanado» de agi-
taciones internas en el territorio nacional. Ni una
palabra consignábase relativa al objeto fundamental
del Convenio, limitándose, al referirse a la Indepen-
dencia Nacional^ a manifestar los términos en que
Buenos Aires había entrado en la guerra con el Bra-
sil, Decía así el oficio: "La copia adjunta de la Con-
vención Preliminar es la mayor prueba del interés y
empeño con que el Gobierno General ha procurado dar
a la Provincia Oriental, instituciones y garantías que
la pongan en disposición de asegurar su futura suerte,
estableciendo una administración juiciosa que, sin bo-
rrar de la memoria los males a que la arrastraron por
largo tiempo los desórdenes y la anarquía, pueda con-
tener a los que en cualquiera clase se figuren posible
atraer de nuevo la división sembrando la cizaña. Es
verdad que la fatalidad a veces encuentra partidarios
entre los que, descontentadizos por naturaleza, no tie-
nen por bueno sino lo que sale del circulo a que
pertenecen; pero si tan limitadas ideas pueden alguna
vez hallar cabida en el corazón de los hombres, los
Orientales que aman a su País y tantos sacrificios han
prodigado por la Libertad e Independencia^ serán in-
dudablemente los escollos adonde se estrelle la am-
bición de los que sólo pueden vivir a favor del liber-
tinaje y el desorden. La salud, pues, de la Provincia
Orienta] va a ser confiada a la juiciosidad de sus
buenos hijos. Para conseguirla nada es más urgente
que la Unión y la Fraternidad^ y el Gobierna General
se lisonjea que los primeros que darán el ejemplo.
1 2281
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
serán aquellos que constituidos en la cumbre del poder,
están en disposición de ejercerlo para alejar toda
sombra de descontento y parcialidad. Por su parte,
el Gobierno General hará cuanto le impele a hacer el
honor y la satisfacción que le cabe de haber ayudado
€71 tan sagrada lucha a una Provincia hermana, ligada
por tantos intereses y tantos recuerdos de gloria que
la historia no podrá separar al hacer el elogio de la
lucha que va a terminar honorificamente".
El general Lavalleja contestó al oficio precedente.
Sus términos, como los empleados en la correspon-
dencia oficial de todo ese período^ seguida con el Go-
bierno de Buenos Aires» estaban ajustados a los mis-*
mos que usara la Cancillería de Dorrego, en donde,
según se ha visto, raras veces consignábase la verdad
de los sentimientos. £l Gobernador Oriental no po-
día proceder de diferente manera y su carta de 2 de
octubre está redactada de modo tal que sus frases
parecen dirigidas en elogio de la República Argén*
tina por su actuación en la Convención de Paz. Nadie
mejor que el mismo Lavalleja podía estar instruido
de la realidad de aquella política, y a las informacio-
nes minuciosas del Comisionado Trápani, sostenidas
hasta los últimos días de la negociación, agregábase
todavía la nota de Ponsonby, remitiéndole el Tratado
y en la cual se hacía referencia^ como ya se ha indi-
cado, a la duplicidad del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Buenos Aires.
El oficio-contestaeiónj en efecto, estaba así conce-
bido: '^El infrascripto Gobernador y Capitán General
184 Oficio reservado del Gobierno de Buenos Aires al Go-
l7i«rno Oriental* de 20 de setiembre de 1B28. (Manuscritos
orieinales en el Archivo Cenerál A^uústoaiivo.)
[339]
PABLO BLANCO ACEVEDO
de la Provincia Oriental, tiene el honor de acusar re-
cibo a S. E, el Señor Ministra de Relaciones Exterio-
res, de la nota que le ha dirigido con fecha 20 del
pasado, acompañándole en copia autorizada la Con-
vención Preliminar^ sancionada por los Plenipoten-
ciarios de la República y los de Su Majestad el Em-
perador del Brasil, para el Tratado definitivo de Paz.
'^Trasportado de placer el Gobernador que firma,
al enterarse de un documento que tanto honor hace
a la República Argentina y que corresponde tan dig-
ñámente a los nobles esfuerzos del Gobierno encargado
da la dirección de la guerra, no puede dejar de feli-
citarlo, del modo más distinguido, por un triunfo tan
completo que asegura la tranquilidad, prosperidad y
engrandecimiento de la nación".
"El Gobernador que suscribe agradece altamente
la anticipación con que S» E. se ha servido comuni-
carle la copia de aquellos Tratados preliminares, antes
de ser ratificados; pero el que firma está penetrado,
como lo está S» E, mismo, de que este paso debe darse
por hecho, respecto a que dichos artículos no encie-'
rran ninguna especie que pueda oponerse a la rati*
ficación". ^«^^
"Si la guerra no ha podido terminarse sino desli-
gando a la Banda Oriental de la República Argentina,
185 De más está decir que iguales a éstos eran los términos
en que Trápani y Ponsonby liabían colocado las negociacio-
nes para hacer que Buenos Aires entrase en el ajuste de paz
con el Brasil, con la Base del reconocimiento de la Indepen-
dencia Nacional
186 Se advierte claramente en esta frase el deseo del Go-
bierno Oriental, una vez más de acuerdo con Ponsonby, de
obligar la ratiíicación inmediata del Tratado, dando ese an-
tecedente el general Lavalleja por ya hecho y tomando a ese
íln la palabra del Gobernador de Buenos Aires, quien, en
BU documento anterior, no hacía referencia a ese requisito.
[230]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
constituyéndola en un Estado Independiente, ella sa^
brá dirigirse al Destino que se le prepara, sin olvidar
los sagrados lazos con que la naturaleza la ha iden-
tificado a las Provincias hermanas, ni podrá jamás
desconocer los nobles y grandes sacrificios que ha
prodigado para libertarla de la dominación extranjera
hasta constituirla en un Estado Independiente."^'''
"Convencido el infrascripto Gobernador y Capitán
General de la Provincia, con la fuerza de las razones
que contiene la citada comunicación de S. E., ha cxi*
gido del modo más terminante la pronta reunión de
la Sala de Representantes, que piensa estará verifi-
cada muy en breve para poner en manos de dicha
Representación, el interesante documento que S. E.
ha remitido con copia sustancial del oficio de rcmi-
8Íón« — /uan Antonio LavallejaJ* ^^"^
VI
La Independencia Absoluta del Territoiio Oriental
del Uruguay, finalidad perseguida desde 1811 en las
187 PreBcmdlendo de la parte de verdad que se contiene
en estas palabras en cuanto al contingente efectivo de las
provincias argentinas en el esfuerzo de la Independencia Na-
cional, es evidente que el pensamiento exacto del Gobierno
Oriental aparece disfrazado aquí, obligado por la actitud de
la cancilleria de Buenos Aires Si el último párrafo encerrase
una convicción de Lavalleja, estaría en oposición con toda la
correspondencia mantenida con don Pedro Trápani desde 1825.
188 Para la verdadera inteligencia del párrafo y en cuanta
él se reitere a la aceptación del reconocimiento de la Inde-
pendencia por la Argentina y el Brasil, recuérdense los tér-
minos del ofido del general Lavalleja al geneial Laguna, de
30 de marzo de 1828, citado anteriormente, y en el cual aquél
decía: "Nosotros en nuestras fatigas constantes hemos hecho
asomar ante la Patria el Iris de la tranquilidad Concluyamos
la obra y cuando se haga la PaZy entonces pondremos los
destinos de la Patria en el Cuerpo Legislativo** (La nota del
Gobierno Oriental, acusando recibo del Tratado del Brasil.
e$tá publicada en el tomo IV de la Colección Biedma ''Partes
OflclaleB'% pág 607 )
[2311
PABLO BLANCO ACEVEDO
continuadas guerras contra los esiiañoles y portugue*
ses, contia Buenos Airee y el Brasil, había terminado.
Así lo entendieron los Orientales, y sus actos, desde
setiembre 20, fecha del arribo de la comunicación de
Ponsonby adjuntando las bases de la paz, se encau-
zaron en la convicción íntima que tuvieron todos los
habitantes, de constituir, después de tantos años de
sacrificios y vicisitudes^ una nacionalidad libre e in-
dependiente.
El cumplimiento exacto que se diera a la Conven-
ción de agosto sin una vacilación de espíritu, la con-
vocatoria del Cuerpo Legislativo, autoridad suprema
en el País, la renuncia al generalato del Ejército de
operaciones contra el Brasil que hiciera Lavalleja al
día siguiente del acuse recibo del Tratado de Paz
(octubre 2 de 1823), la inauguración solemne de la
Asamblea Constituyente y Legislativa, (noviembre de
1828) y la tentativa iniciada por don Pedro Trápani
ante el primer Gobierno de la República (enero de
1829) de acelerar cuanto antes la celebración del Tra-
tado Definitivo complementario del Preliminar de 27
de agosto, todo demostraría la resolución inquebran-
table de los Orientales de mantener a toda costa la
Independencia Nacional, cuyo reconocimiento interna-
cional acababa de hacerse por los países que creíanse
herederos en derechos de las dos antiguas naciones
colonizadoras*
£1 general Fructuoso Rivera, héroe de las Miaionea
y a quien la causa de la Independencia Nacional le
debería la colaboración eficaz que hizo realizable la
empresa del 19 de Abril y la última jomada decisiva
que obligó al Emperador del Brasil a suscribir la Paz,
desde su Cuartel General en Itú, sobre las márgenes
[232]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
del Ibicu). aceptaría de plano, también, sin reserva
alguna, el articulado de Río de Janeiro, y en noviem-
bre 28 de aquel año colocaría su valiente ejército a
disposición de la autoridad superior de la República»
En su nota de esa fecha, el vencedor de Misiones,
luego de historiar los antecedentes de su temeraria
expedición^ decía: ^^£n semejante estado el Gobierno
de la República Argentina envió Plenipotenciarios al
Janeiro, y ajustó los preliminares de una paz que res-
tituye las Misiones al Imperio del Brasil, pero que
desliga la Provincia Oriental de la federación argen-
tina; le asegura su Independencia Absoluta y le hace
pisar el primer escalón de sus altos destinos. La so-
beranía DE LA Provincia Oriental 1 Esta es la Base
del Tratado, y este era el único objeto de la invasión
de Misiones en su origen^ y la del continente, cuando
se concibió que (la empresa) no era difícil. La gue-
rra, pues, ha cesado para el Ejército del Norte, que
ejecutó lo primero y se hallaba encargado de lo se-
gundo. Y sus Jefes, Oficiales y tropa, enajenados con
la perspectiva del nuevo Estado a que pertenecen, a
nada más aspiran que a ia dicha de saber que su
patria, libre de enemigos y puesta en el goce de su
soberanía, puede ya restituirles sus padres, sus espo-
sas e hijos, para volar hacia ellos, mostrarles sus
heridas, llorar con ellos de gozo y poner sus espadas
a los píes de la Patiía para que disponga de ellas
como un tributo que a ella sola le pertenece desde
que ella sola es arbitro del deslino de sus hijos, —
Fructuoso Rwera\^^^
189 La nota fechada en Itú, noviembre 28 de 182B, está
dirigida al Excmo. Gobierno Provisorio del Estado Soberano
Oriental. Las frases subrayadas encuentran asi en el im«
preso que se dio a publtcadón en Montevideo* por la Imp,
de la Candad, 1826. (Colecclóa del aiitoi,)
16
t283]
PABLO BLANCO ACEVEDO
La prensa de Montevideo reprodujo en sus colum-
nas la Convención de Agosto, que ponía término a la
guerra con el Brasil y reconocía la Independencia Na-
cional. **E1 Observador Oriental" hizo el comentario
de sus principales disposiciones y luego de afirmar
que ellas satisfacían ampliamente la aspiración uná-
nime del Pais) agregaba que por esa Independencia
los Orientales habían peleado en 1815 y empuñado
las annas nuevamente en 1825.
ISO Como textos <Xe la Convención de agosto de 1828j ade-
más de los citadoSt se ha tenido el manuscrito original de su
ratificación en Montevideo, en 4 de octubre de 1828 (Archivo
General Administrativo.) Además, fue publicada en folleto
por la Imp. Republicana, en portugués y en español (Mon-
tevideo. 1826.) En algunas de Zas primeras ediciones de la
Constitución de 1330. especialmente la de la Imprenta de E]
Universal y la de la Caridad, también se reprodujo. (Los im-
presos todos en la colección del autor.)
C234]
CAPITULO X
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Síntesis histórica
SUMARIO. La Independencia del Uruguay y la emancipa-
ción americana. — Caiacteres diferenciad — La lucha en
el Río de la Plata. — La capital Buenos Auca y el Tein-
tono Oriental del Uruguay. — Orígenes de la guerra —
Las inslituciones coloniales. — Artigas, el federal i'mio ar-
gentino y la nacionalidad Oriental del Uruguay,
Carácter de la guerra de Independencia en el Río de la
Plata. — Consecuencias de las luchas contra Artigas. —
Las dos fuerzas de la revolución: el tradicionalísnin y las
doctrinas revolucionarias. — Proceso de origen idéntico en
Buenos Aires y Montevideo. < — Aspectos sociales en el Uru-
guay. — Punto de contacto de las do3 tendencias distintas;
la Independencia Absoluta del Territorio. — Causas y an-
tecedentes en las doa corrientes de opinión. — Concepto de
la nacionalidad en 1820, — Fructuoso Ri>era, Lucas J,
Obeg y el Cabildo Representante de 1823.
La campaña de 1825, — Por qué es por la Independencia
del país. — Conjunción de las dos fuerzas históricas. —
Rivera y Lavalleja. — El aitiguísmo y Montevideo. — Laa
Declaraciones del 25 de Agosta en la Florida. — La fórmula
argentina de la Incorporación y la nacionalidad Oriental. —
Ri\ adavia y el sentimiento uruguayo. — La personalidad de
don Pedro Trápam^ la mediación de Inglalena y la Indepen*
dencia Nacional. — La Comención de 1628 y la DGclara<t
loria de Independencia de 1825.
El 25 de Agosto de 1825 fecha máxuna de la Indepen-
dencia Nacional, — Demostración cronológica de la tras-
cendencia de la Declaración de la Florida — Compara^
ciÓD de la fórmula del 25 de Agosto con loa empleadas en
otros países sudamericanos* — La Declaratoria argentina
' del 9 de Julio de 1816 y la del 25 de Agosto de 1825.
[235]
PABLO BLANCO ACEVEDO
Lasi acias de la Florida. — La Independeiuúa Nacional y
la Unidad con la Independencia Argentina.
El Juramenta de la Independencia por los Pueblos Oríen-
talea en 1825. — Arranque de la tradición del 25 de Agosto
como fecha de la Independencia Nacional. — El primer elo-
gio de la prensa a la Declaratoria de la Flonda. — "El In-
vestigador" en 1833 califica la Declaración como el Docu-
mento más solemne y más honroso para el Pueblo Onen-
tal, Identidad de criterio con el de la Comisión Parla-
mentaria informante. — La fecha del primer Centenario de
la Independencia Nacional: el 25 de Agosto de 1925.
I
La Independencia Nacional fue una consecuencia
determinada de factores distintos concurrentes a ese
único resultado. Mientras en la mayor parle de los
países de América la revolución emancipadora del do*
minio colonial no tuvo otro carácter que el de una
lucha entre españoles continentales y peninsulares, en
el Uruguay^ por circunstancias especialísimas de su
proceso histórico anterior a 18 10, asume de inmediato
dos aspectos claramente manifestados y concomitan-
tes: el uno de reacción contra las prácticas de la
metrópoli, el otro de lucha contra loa gobiernos de
Buenos Aires, centro de despotismos de virreyes, de
triunviratos y directorios. Por fuerza de los aconte-
cimientos y cejadas las resistencias del poder antiguo,
las oposiciones de intereses, ya irreductibles entre las
dos capitales del Plata, toman vastas proporciones, y
la guerra estalla porfiada y violentamente, libre en-
tonces del contralor que la detuvo durante los años
de la dominación española.
Aquella guerra fue más que nada una pugna san-
grienta entre dos situaciones cicadas por las leyes de
España, y Buenos Aires, tradicionalmente ciudad prin-
[236]
LA pjDEPENDENCIA NACIONAL
cipal) se encontró en seguida de su revolución frente
a frente con la autonomía inconmovible y cenada de
la gobernación uruguaya, núcleo ésta, a su vez, del
territorio más rico en estas posesiones* del sui del con-
tinente» Lucha de hegemonías en favor de monopolios
comerciales, la contienda no podía tener término sino
con el sometimiento de una ciudad a la otra o la plena
independencia de ambas* La consecuencia fue la úl-
tima^ 8Í bien ella no se akanzó sin que antes las leper-
cusioiies de la ardorosa refriega se extendiesen en las
provincias y territorios del antiguo virreinato, en
donde los principios proclamados en el Uruguay en-
contraron amplia acogida, dando bandera a todas las
reivindicaciones autonómicas.
No es de creer en el error o en la culpabilidad de
los que sostuvieron cada una de las tendencias opues<
tas entre Montevideo y Buenos Aires, Si hubo error
inicial que produjo la escisión violenta de 1814, culpa
fue tan sólo de las instituciones coloniales* del des-
conocimiento de España de sus intereses verdaderos
en las regiones del Sur continental y que permitió, en
el transcurso del tiempo, la erección de antagonismos
exagerados derivados de una política equivocada cual
era la de pretender hacer de una ciudad puerto único,
y agrupar en la otra todas las autoridades superiores,
civiles y comerciales. Una variante en el comienzo, el
asiento de la institución consular en Montevideo, hu-
biera modificado posiblemente los términos en que fue
planteada la lucha, y las rivalidades ya hostiles en
1810 no se hubiesen acaso producido, faltando en-
tonces los elementos necesarios que ocasionaron los
sucesos de 1814 y 1815.
[237 ]
PAgLO mANCO ACEVEDp
La incomprensión de España en la aplicación de su
régimen colonial fue grande. No entendieron sus es*
tadistas el fomento del comercio de Lima, sin arrui-
nar a los comerciantes de Buenos Aires, y habilitaron
este puerto para la navegación internacional, al mis-
mo tiempo que llenaban de franquicias y privilegios
el puerto de Montevideo, haciéndolo punto de destino
en las rutas del Atlántico y en las largas travesías de
las naves del Perú. Maiiano Moreno en sus Memorias,
publicadas en 1812, ya hacía notar la contradicción
de las instituciones imperantes en el Río de la Plata y
la influencia que la lucha comercial, que sería su
resultado, traería para la armonía y la buena vecin-
dad entre las dos ciudades más importantes. Ellas y
sus territorios, comprendidas las Misiones y las pro-
vincias del Paraná, constituían el virreinato verdadero,
ya que las demás, separadas por la inmensidad del
desierto, por las prolongadas distancias y las dificul-
tades insalvables del intercambio, para nada conta-
ban. El virreinato encerraba, pues, tan sólo el Río
de la Plata y los territorios inmediatos, y rota defi-
nitivamente la unión política representada por las
decisiones del Consejo de Indias, las dos fuerzas se
arrojaron una sobre otra: Buenos Aires en defensa
de sus tradiciones de capital principal, Montevideo
con los prestigios de su rápido engrandecimiento, mer-
ced a las excelencias de su puerto, y centro comercial,
a su vez, de dilatada campaña^ donde pacían cantida-
des millonarias de cabezas de ganado.
191 El Intercambio Interprovincial — dice Levene— se tia-
cia en pequeña escala porque tenia por delante barreras
Invencibles, de carácter geográfico y financiero que desar-
ticulaban toda comunicación. (Comercio de Indias Documen-
tos para la Historia Argentina, tomo V, página TJXl )
[238]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
De la vorágine de los acontecimientos que llenan
por entero la primera década revolucionaria^ no que-
dan en 1820 sino los hechos mismos que fueron sus
resultados: la teoría artiguistay como la llamara Pe^
dro F, Cavia en sü panfleto de 1818, que unía laa
provincias por un lazo federal a base del reconoci-
miento recíproco de laa respectivas independencias, y
la ocupación cierta y efectiva del territorio Oriental
del Uruguay por el ejército portugués» que lo invadiera
con ánimo de conquista en 1816 y se apoderara de sus
ciudades y de sus riquezas, no sin que antes los habi*
tantes hicieran la más heroica de las resistencias en
defensa de los derechos inalienables de su soberanía.
Del primero de los resultados surgen los tratados
interprovinciales^ forma inicial del federalismo argen-
tino, bien que del mismo postulado se afirmara en
lo más hondo de los sentimientos del Pueblo Oriental,
el concepto de la propia nacionalidad, aun cuando la
invasión extranjera hiciera imposible entonces la ex*
teriorización de esa idealidad largamente elaborada en
sus múltiples y ardorosas guerras contra España pri-
mero, después contra Buenos Aires y luego contra la
coalición de los Directorios porteños con Portugal.
En 1821 la nacionalidad está formada y a través
de las actas del Congreso de aquel año, bastardeado
por Lecor en sus resoluciones legítimas, descúbrense
sin esfuerzo las convicciones arraigadas de sus miem-
bros para conseguir la independenciaj no aceptando
ni siquiera los hechos ya consumados sino a base de
garantías que se tradujesen en reconocimientos de li-
192 El Protector Nominal de los Pueblos Libres don José
Artigas claBiíicado por "El Amigo del Orden" (Pedro Feli-
ciano Cavia). Buenos Aires, Imp, de los Niños Expósitos,
1818, pfig. 34. (Colección del autor.)
[239]
PABLO BLAKCO ACEVEDO
bertades efectivas. Es este e! resultado de la acción
de Artigas, personalidad tipo de las independencias
de los Estados, y que batido en su ideal máximo de!
vínculo de unión que acercaría el Paraguay y Alto
Perú con Buenos Aires, las Misiones y la Banda
Oriental, al dejar inconclusa una obra semejante a la
de Washington en la democracia americana, si cons-
tituía por un lado la nacionalidad argentina, agru-
pando las autonomías provinciales, por otro fundaba
una nacionalidad determinada al sostener con el he-
roísmo de sus rebeldías indomables la defensa de los
derechos de su Patria contra la metrópoli hispana, la
tiranía de los Directorios y la conquista portuguesa»
II
Movimiento político, asonada tumultuaria, la con-
moción del 25 de Mayo de 1810 no tuvo en sus co-
mienzos más caracteres que la de Montevideo del 21
de setiembre de 1808, la de Chile de 18 de setiembre
de 1810 o la de Caracas del 19 de abril del mismo
año, y en todas, la mutación o el cambio del régimen
dominante se hizo bajo una sola fórmula encerrada en
sacramentales palabras: "jViva el Rey Don Fernan-
do VII nuestro augusto Señor!" "[Abajo el mal go-
bierno!". Revolución, propiamente, no existió en nin-
guna» si por revolución ae entiende renovar principios
imperantes o la sustentación de ideales distintos de
reorganización ?ociaL Alteración de personas simple-
mente en la dirección de la cosa pública fue su resul-
tado, y las tradiciones elaboradas lentamente por el
proceso histórico ya formado, volvieron a imperar
nuevamente^ al menos de un modo especialisimo en
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Buenos Aires, una vez pasado el primer sacudimiento.
Los dirigentes en este período de 1810 a. 1820, son los
miemos del siglo XVIÍI, y la revolución reabnente se
produce en la acepción exacta del vocablo, cuando las
multitudes, guiadas por los prohombres salidos de
las ciudades rebeldes a los centralismos despóticos,
golpean ya las puertas de la capital virreinal. Es esta
la segunda fase del drama revolucionario, y la per-
sistencia de las ideas de libertad, de igualdad, de
instituciones democráticas de gobierno que dominan
las masas alzadas frente al reaccionarismo burgués,
monárquico y despótico de la ciudad principal, dan
forma a las orientaciones de opinión hacia dos parti-
dos, incubados en las luchas contra Artigas y cuyas
primeras manifestaciones ge hacen ya perceptible& en
1820; el uno, caracterizado por un franco reacciona-
rismo, apegado netamente a las prácticas que España
impregnó a sus colonias en tres siglos de conquista;
el otro, más liberal y cuyo carácter predominante es
la desvinculación de la metrópoli, no sólo del punto
de vista político, sino moral y social.
El proceso es idéntico en Montevideo y en Buenos
Aires, y, tanto en una como en otra sociedad, las dos
fuerzas se originan y recorren este primer periodo de
su evolución a impulso de iguales factores que las de-
terminan. La revolución, por tanto, se hace propia-
mente en la» ciudades o en los núcleos poblados que
han llegado ya a un grado de adelanto y desarrollo.
Son las teorías nuevas, el ejemplo de Europa y de
Norte América, las constituciones y las declaraciones
de derechos, la infiltración de los elementos extranje*
ros, que actúan violentamente y que al golpear la
base fundamratal del andamiaje institucional antiguo.
[241]
PABLO BLANCO ACEVETO
conmueven la sociedad, dando asi origen a dos teii.
dencias diferenciadas* El elemento campesino, e} gau-
chaje, principalmente en el Uruguay, cuna de esa
formación social gestada en las luchas incesantes con
los portugueses durante el siglo XVIII, había tomado
desde un principio una dirección determinada, ini-
ciándose en lo que era manifestación virtual de su
vida propia: la independencia absoluta, sin más suje-
ción que la del caudillo local, y por cuyos ideales lu-
charía sin término con ese ardor y tenacidad con que
caracterizará su poderosa acción en las porfiadas re*
sistencias contra el extraño invasor.
Circunscribiendo el tema al Uruguay mismo, las
diferencias de las dos fuerzas que la revolución eman-
cipadora ha puesto en descubierto, son evidentes en
cuanto a los medios que arabos grupos de opinión se
proponen para llegar a lo que cada uno estima el
ideal de la felicidad pública* Esa diversidad de cri-
terios apenas bosquejada en los años transcurridos
desde 1813 a 1825, pero cuyos aspectos destacantes
producirían la intensa crisis comenzada en 1843 y que
domina gran parte del siglo XIX, tuvo entonces en
ese primer tiempo un punto absoluto de contacto y
era la unidad de propósito en cuanto al concepto
firmemente arraigado de integrar con el país una na-
cionalidad única, libre e independiente. La primera
fuerza, la netamente conservadora, representada por
elementos antiguos de la colonia en Montevideo, había
claramente perfilado su acción, oponiéndose sin tregua
a Buenos Aires en sus ambiciones de prepotencias y
hegemonías, ya que nadie como sus miembros com-
ponentes sintieran en sus intereses más íntimos los
efectos de la política del Consulado y las tropelías de
[242]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Alvear eñ 1814. La segunda, si bien es suya la ban-
dera de Montevideo y agítase por los mismos senti-
mientos rebeldes a la autoridad que intenta gobernar-
los^ — de ahí la fórmula de 1813 con el pacto de las
independencias provinciales y la habilitación de los
puertos de la Colonia y Maldonado al comercio inter-
nacional, — es igualmente independiente en sus ma-
nifestaciones fundamentales, exteriorizadas de modo
grandioso^ en las épicas jomadas cpie integran ese
período de realizaciones nacionales.
Cuando la ocupación portuguesa se efectúa^ las
tendencias marcadas en el seno de la sociedad uru-
guaya siguen, a partir de 1820, su dirección inicial
La nueva dominación no aporta ningún elemento que
modifique las convicciones anteriores; férrea y abso-
luta, entraña en sus instituciones los mismos aspectos
de la antigua potencia colonizadora. Por fuerza, el
despotismo de la autoridad se afirma, principalmente
en Montevideo, y son sus valores económicos los que
sufren máa las consecuencias de la conquista. El co-
mercio local decrece con la creación de impuestos^ al
mismo tiempo que la campaña se despuebla por las
fabulosas extracciones de ganados que pasan ince*
santamente en grandes arreadas para las estancias de
Río Grande. Además, los portugueses son los enemi"
g09 irreconciliables de España, y la clase representa*
tiva del tradicionalismo español habíase educado en
ese odio que existiera entre las dos naciones, cuyos
pleitos de fronteras en el territorio Oriental agitáranse
constantemente durante el siglo XVIII. La reacción,
pues^ contra el ocupante que ha entrado merced a la
continuación de las luchas entre los Orientales y Bue-
nos Aires es permanente, y delegada a una ocasión
oportuna para exhibirse en la plenitud de su vigor.
[243]
PABLO BXANCO ACnSVEDO
Aquélla se presentó por primera vez en 1822, con
motivo de la proclamación de la Independencia Bra-
sileña, hecho que de por sí anulaba las. declaraciones
del Congreso de 1821 por las cuales Lecor arrancara
la incorporación a Portugal y Brasil. Fueron lag cla-
ses conservadoras, los vecinos de arraigo de Mon-
tevideo los primeros en aprovechar de las circunstan-
cias para iniciar el movimiento revolucionario* Ni con
el Brasil ni con Portugal* fue su divisa, y la indepen-
dencia absoluta sería por ellos adoptada, ya que tam-
poco aceptarían la intromisión de Buenos Aires, causa
de las desgracias y vicisitudes ocurridas desde 1810
y cuyog orígenes databan todavía de mucho tiempo
atrás. Pero entre el Cabildo Representante de 1823 y
Fructuoso Rivera^ y con él, Lucas Obes, Nicolás
Herrera y casi sin excepción los jefes y oficiales que
habían peleado en los campos de batalla contra Es-
paña y su régimen institucional ya ejercido por la
metrópoli o por quienes en el Río de la Plata hereda-
ron sus viciosas piácticas^ existía un abismo de dife-
rencias y eran ellas las que habían producido el
mismo movimiento de emancipación, Lucas Obes per-
seguido, desterrado por patriota en 1811; Nicolás He-
rrera incorporado desde el comienzo a la revolución
y actor en muchos de los sucesos de la política de
Buenos Aires; Fructuoso Rivera, segundo jefe de Arti-
gas, y con Rivera todos los oficiales caudillos Orienta*
les, si coincidían con los de Montevideo en cuanto al
pensaniienlo de la independencia, los separaban los pro-
cedimientos para alcanzarla, mucho más en aquellas
circmistancias cuando una nueva fuerza tal como la
Independencia del Brasil, suceso al cual especialmente
el doctor Obes no permaneciera ajeno, constituía un
I 244]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
factor imprevisto y dignp de examen por las conse-
cuencias a derivarse con respecto a la ocupacim del
territorio Oriental
La revolución independiente de 1823 estuvo desde
un principio destinada al fracaso. La perfecta soli-
daridad de acción necesaria entre las tendencias polí-
ticas de los habitantes del país para obtener el resul-
tado apetecido no había llegado todavía a concretarse
en fórmulas definitivas. La campaña y sus elementos
dirigentes pudieron ver en los directores del movi-
miento de Montevideo, por lo mismo que algunoa de
ellos habían pennanecido neutrales en las contiendas
artiguistas, una inclinación máa o menos encubierta
hacia Buenos Aires, y el Cabildo Representante, a su
vez, no revelados para sus miembros los propósitos
de Rivera y de Obes, quizá entendió en U actitud de
éstos una adhesión implícita al Brasil
Los hechos se encargarían de revelar a unos y a
otros las fuerzas con que debería contarse para el mo-
vimiento de independencia, al tiempo que acercarían
las distancias entre los dos grupos de opinión, ha-
ciendo comprender a todos que sólo la unidad y el
mancomún de los esfuerzos podían dar el resultado
ansiado desde tantos años atrás. La independencia del
Brasil en nada influiría en la suerte del Uruguay, y el
nuevo Imperio americano afirmaría aún más la polí-
tica de usurpaciones territoriales característica de la
nación portuguesa. Por su parte, los independientes
de Montevideo también recibiiían una desilusión^ ya
que el apoyo que insistentemente solicitaran de Bue-
nos Aires o de las Provincias para su causa, no tuvo
otra consecuencia que la misión de Valentín Góxaez^
[245]
PABLO BLANCO ACEVEDO
destinada a conseguir del Brasil la devolución de la
Provincia Oriental a la integridad argentina,
III
La campaña de 1825 no pudo ser — decíamos en
el Capítulo respectivo— sino por la Independencia
absoluta del País. Sus autores principales y únicos,
Rivera y Lavalleja» constituían la representación más
genuina de las dos fuerzas de opinión puestas en
juego en 1823. Un solo ideal los une, y es el mismo
concepto de independencia en que coinciden por cau*
sas ya históricas, tanto los que pelearon con Artigas
como los que sufrieron desde Montevideo el despotismo
político y comercial de Buenos Aires y el mayor peso
de lag dominaciones extranjeras, portuguesas y brasi'
leñas. Es un momento, el de 1825, en que las dos
corrientes partidarias, vincúlanse ante la magnitud de
la empresa en perspectiva y la gravedad de las cir-
cunstancias imperantes. Convertidas en una sola, ac«
túan en la formación del primer Gobierno patrio, en
la Asamblea de la Florida y en los campos de batalla
del Rincón y Sarandi. Después, apártanse de nuevo,
quizá para siempre, y aun cuando vibran al unísono
en los dictados del sentimiento patrio, difieren ya in-
tensamente en sus principios originarios, hasta pro-
ducir, con el transcurso del tiempo, las hondas crisis
de mediados del siglo XIX.
Asi se hicieron las declaraciones del 25 de Agosto,
y los nombres de los que firmaron las famosas actas
revelan tanto como los documentos mismos, cuál de-
bió ser d pensamiento de aquellos representantes, los
[2461
liA IND£P£ND£NCI.\ NACIONAL
más^ andgucm soldados de Artigas, héroes de Las
Piedras, Guayabo y Catalán, Iob otros, adictos a Mon-
tevideo y que negaron la Revolución de Mayo de
1810 y sufrieron las vejaciones de Alvear en 1814»
Pero la campaña iniciada en 1825 lo es por la In-
dependencia Absoluta del País, aun a pesar de la
declaración de guerra de Buenos Aires al Brasil, La
¿ncorporación^ urdida por García, sancionada por el
Congreso Argentino, es un acto unilateral, político,
que explica la intervención en la lucha con un propó-
sito egoísta, acaso un ensillo nunca realizado: la re-
construcción territorial del antiguo virreinato. Para
los Orientales jamás hubo incorporación aparente ni
real, y los sucesos de julio de 1826, momento culmi-
nante del tempestuoso choque de los sentimientos ar-
gentinos y uruguayos, se encargarían de dar la pauta
a ios que pretendieran imponer su voluntad al precio
de sometimientos no aceptadosi ni siquiera delante
del enemigo acantonada sobre las fronteras de la
Patria.
Verdad es que la influencia argentina en 1826 y
1827 tiene aspectos avasalla-dores; verdad es que las
ideas del gobernante de Buenos Aires, Rivadavia, pe-
netran en el Uruguay por el vigor de sus grandes
concepciones políticas y sociales y la presión de sus
agentes, lyiás fácil de ejercer aquélla cuando el Em-
perador del Brasil preparaba sus cuantiosos ejércitos
para entrar en batalla; verdad es aún, que Canelones^
capital independiente del país, se halló convertida en
centro de rivadavianos, los cuales se valen de la pren-
sa, del caudal de sus talentos para torcer la opinión
pública y llegar hasta conseguir por manejos artificio*
aos, la aprob9CÍQn de la Constitución Argentina de
C2471
PABLO BLANCO ACEVEDO
1B26. E& verdad todo esto y todavía más: el escudo
de Buenos Aires y el título de República de Us Pro^
vincias Unidas estampados en una parte de la docu-
mentación oficial de la época; pero toda esa intro-
misión que se sucede desde el mes de julio de 1826 a
octubre de 1827, no apaga ni extingue un solo mo-
mento el ardor nativo, el sentimiento vivo por la In-
dependencia Nacional, pronunciados precisamente en
este período sin una vacilación, sin una duda, de un
modo categórico, uniforme y continuo por las distin*
tas fuerzas de opinión, provocadas en la exterioriza-
ción de manifestaciones íntimas ante la violencia de
esa otra dominación extranjera que invade los espí-
ritus en los precisos instantes en que el pueblo se
agrupara en las filas de los ejércitos para dirimir con
el Brasil el mejor dominio territoriaL
Es la prensa de Montevideo, "El Semanario Mer-
cantir' de José Raimundo Guerra, que sin cesar re-
cuerda en sus columnas los espantosos episodios de
la ocupación porteña de 1814, como desenmascara la
política de Rivadavia, cuyos objetivos son sojuzgar
la voluntad nacional; es Fructuoso Rivera y una por-
ción numerosa de oficiales, quienes se apartan del
ejército y hasta entran en hostilidades^ antes de so-
portar el comando de log Rodríguez y los Alvear; es
el doctor Lucas J. Obes que aprisionado en la cárcel
de Buenos Aires niega la competencia de la jurisdic-
ción argentina, amparándose en las que para él eran
leyes nacionales; es, finalmente, Lavalieja, quien si
asume una actitud aparente de contemporización con
las autoridades de la otra banda del estuario, man-
tiene desude el comienzo de la lucha un agente confi-
dencial don Pedro Trápani, con una instrucción única:
[248]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
la de obtener el reconocimiento de la Independencia
Nacional,
Don Pedro Trápani es, sin duda, el personaje cen-
tral del intenso drama que ha de dar por resultado
la culminación de los esfuerzos en favor de la Inde-
pendencia del País. El resume en su actividad ejem-
plar, en la pureza de sus convicciones, en su exaltación
patriótica, inteligencia y austeridad de carácter^ todas
las fuerzas concitadas en sus energías máximas para
el logro de la aspiración inquebrantable de los pue-
blos Orientales, Es consejero del general Lavalieja,
como lo es de Fructuoso Rivera, c^n el cual está dis-
puesto siempre a suavizar las rebeldías de su extra-
ordinario temperamento y llevarlo a términos de con-
ciliación que hicieran factibles realizaciones armónicas.
Por eso la acción, de Trápani surge plena en 1B25 y
llega a su intensidad mayor en los años subsiguientes,
para desaparecer en la sombra cuando el ideal su-
premo de la Independencia ba sido afianzado.
La mediación inglesa es su obra exclusiva, y sería
negar la evidencia suponer posible la tenacidad de
Ponsonby en la base de la Independencia, con la cual
se abre paso en las Cancillerías de Río de Janeiro y
Buenos Aires, hasta arrancar su reconocimientOj, a no
existir en esa actitud la voluntad firme e inconmovible
de Trápanij quien investía el doble carácter de Dipu-
tado de la Asamblea Representativa y Comisionado
del Gobierno Oriental Asi, la Convención de 182B,
producido el Acuerdo de 28 de marzo y la ratificación
categórica del pensamiento fundamental de la guerra
de los Orientales con el Brasil, afirmado todavía con
la victoriosa campaña de Misiones, no es sino una
concuencia de aquella larga y accidentada negocia-
'249]
17
PABIiO BLANCO AC£V£]X)
ción que se inicia en 1825 y que es conducida por
Trápani, con una sagacidad y patriotismo ejemplar,
hasta conseguir el resultado definitivo: el reconoci-
miento de la libertad e Independencia de la República
en la soberanía plena de su territorio y de sus dere-
chos inalienables, tal como fueron declarados por la
Asamblea de la Florida*
IV
El 25 de Agosto de 1825 es la lecha máxima de la
Independencia Nacional. Usando un procedimiento
cronológico puede establecerse que con la apertura del
puerto de Montevideo al comercio internacional, el 12
de octubre de 1778, se inicia una primera etapa en la
evolución histórica nacional; a ella le subsigue la de-
claración del Cabildo de Montevideo de 18 de julio
de 1806, proclamando al Gobernador Huidobro auto-
ridad superior en el Río de la Plata; después, el 21
de setiembre de 1808 señala una época con el desco-
nocimiento que hace el pueblo de Montevideo del
Virrey de Buenos Aires, instalando una Junta propia
de Gobierno; a este hecho le sigue la negativa de la
autoridad capitular de 15 de junio de 1810, no acep*
tando el nuevo régimen erigido en la vecina ciudad
con motivo del suceso del 25 de Mayo. El 28 de fe-
brero de 1811 pronúncianse los Orientales por la
emancipación de la nación colonizadora; el 13 de
abril de 1813, reúnense en el campamento de Artigas
los Diputados de los Pueblos, quienes, al instalar el
primer Gobierno local, proclaman la Independencia y
Soberanía de la Provincia, sin más limitación que el
pacto recíproco entre los Estados por el cual se dele-
£250]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
gan las facultades no reservadas, a la reunión de un
Congreso general; el 25 de Agosto de 1825, declárase
la Independencia Absoluta del territorio Oriental del
Uruguay, concepto éste reconocido intemacionalmente
euf la Convención de Paz entre la Argentina y Brasil,
de 27 de agosto de 1828.
De estas efemérides» todas dignas de recordación,
brilla como la más grandiosa, la del 25 de Agosto de
1825. Si la de 1813, en su significado histórico, íue
precursora inmediata, la de 1825 constituye su com-
plemento definitivo y la consagración de una realidad
efectiva, ya que, desconocido el pensamiento de Ar-
tigas por el cual deberían unirse en vinculo común las
independencias de los Estados, quedó tan sólo firme
e inconmovible, a pesar de las ocupaciones extrañas,
la propia del Uruguay, para ser exteriorizada de un
modo solenme e inequívoco por la voz de sus legíti^
mos representantes, en la célebre Asamblea de la
Florida-
Nada empaña el concepto de esa culminante decía-
ración de Independencia. Superior a la fórmula de
Buenos Aires del 25 de Mayo de 1810, por la cual
realizábase la revolución bajo la égida tutelar del Rey
don Fernando VII; superior a la que inicia la eman-
cipación chilena de 18 de setiembre de 1810 y que
respetaba los derechos del monarca español, como lo
hiciera también la de Caracas del 19 de Abril de 1810,
la uruguaya del 25 de Agosto es más completa y ní-
tida en su pensamiento fundamental, aun todavía com-
parada con la argentina del 9 de julio de 1816. Sa-
bido es — lo dice Mitre — que el texto origmal de la
declaración de independencia argentina^ tan sólo hacia
referencia ^'a las protestas consignadas por los con-
E251]
VABU) BLANCO ACEVEDO
gresales de Tuctimán para promover y defender la
libertad de las Provincias Unidas y su independencia
del Rey de España^ sus sucesores y metrópoli*\ siendo
posterior al acto mismo y en sesión secreta que se
indicó la conveniencia que en los documentos a pa-
sarse al ejército se agregase, después de las palabras
sucesores y metrópou^ la frase y de toda otra domi-
nación extranjera, 'Mando por razón de la alteración
del texto — expresa el acta reservada — sofocar el
rumor esparcido que el Director del Estado, el general
Belgrano y aun algunos individuos del Soberano Con-
greso, alimentaban ideas de entregar el país a los
Portugueses"» Por su parle, el doctor Saldias, his-
toriando el mismo suceso, reproduce las instrucciones
reservadísimas que en sesión de 4 de setiembre de
1816 dictaba el Congreso de Tucumán para que fue-
ran tenidas presentes por su enviado a Río de Janeiro
y cuyo articulo 4^ decía así: "que se imponga de la
fuerza y de la del general Artigas, y que en razón de
sus observaciones declare o retarde la negociación,
ínterin las Provincias Unidas aumentan sus fuerzas u
obtienen ventajas en Chile o Perú; pero si las armas
portuguesas progresan rápidamente procure concluir
los tratados, sea sobre la base del restablecimiento de
la casa del Inca, enlazada con la de Braganza o sobre
coronar en las Provincias Unidas un Infante de Por*
tugal u otro extranjero que no sea de Españi¿\^^
Las declaraciones de Independencia Nacional del
25 de Agosto de 1825 no contienen ninguna reserva
de forma o de fondo. Ellas son de una absoluta y
193 Mitre. "Historia de Belgrano". tomo 11, pág 372.
194 A. Saldias, "La Evolución Republlcaiui'\ pág 140.
[252]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
meridiana claridad, y únicamente torciendo o alteran-
do el significado propio de los vocablos empleados en
sus acepciones precisas, puede llegarse a tesis que
desnaturalizan el sentido histórico de loa acontecimien-
tos y forzar la realidad hasta hacer decir a los fir-
mantes de las Actas de la Florida expresiones impo-
sibles de haber sido consignadas desde el punto de
vista de la realidad política a que los Estados o Pro-
vincias del Río de la Plata habían llegado en su evo-
lución orgánica en el año de 1825.
Dice, en efecto, la primera de laa Actas del 25 de
Agosto: "La Honorable Sala de Representantes de la
Provincia Oriental del Río de la Plata en uso de la
soberanía ordinaria y extraordinaria que legalmente
reviste para constituir la existencia Política de loa
Pueblos que la componen y establecer su Independen-
cia V felicidad, satisfaciendo el constante. Universal y
decidido voto de sus representados; después de con-
sagrar a tan alto fin su más profunda consideración,
obedeciendo a la rectitud de su íntima conciencia, en
el nombre y por la autoridad de ellos, sanciona con
valor y fuerza de Ley Fundamental, lo siguiente:
l'^ Declara írritos, nulos, disueltos y de ningún
valor para siempre los actos de incorporación, reco-
nocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados a
los Pueblos de la Provincia Oriental por la violencia
de la fuerza unida a la perfidia de los Poderes del
Poitugal y BrasiL . » y por cuanto el Pueblo Oriental
aborrece y detesta tales documentos, se testarán los
Magistrados civiles de los Pueblos en cuyos archivos
se hallan, concurrirán el primer día festivo, y en unión
del Párroco, vecindario y Escribano, a la Casa de Jus'
[253]
PABLO BLANCO ACEVEDO
tícia y los testarán y borrarán desde la primera linea
hasta la última.
2^ En consecuencia de la antecedente Declaración,
reasumiendo la Provincia Oriental la plenitud de los
derechos, Libertades y prerrogativas inherentes a los
demás Pueblos de la Tierra^ se declara de hecho y de
derecho libre e independiente del rey de Portu-
gal, DEL EMPERADOR DEL BrASIL Y DE CUALQUIER
OTRO DEL UNIVERSO y con amplío y pleno poder para
darse las formas que en uso y ejercicio de su sobera-
nía estime conveniente. Dado en la Sala de Sesiones
de la Representación Provincial, en la Villa de San
Femando de la Florida., a veinticinco de Agosto de
mil ochocientos veinte y cinco."
Y expresa la segunda acta del mismo 25 de AeoPto:
"La H. Sala de Representantes de la Provincia Orien-
tal del Río de la Plata, en virtud de la Soberanía
Ord'naria y Extraordinaria que legalmente reviste
para resolver y sancionar todo cuanto tienda a la feli-
cidad de ella: que su voto, general y constante, so-
lemne y decidido, es y debe sen por la unión con las
demás provincias argentinas a que siempre perteneció
por los vínculos más sagrados que el mundo conoce:
Por tanto ha sancionado y Decreta por Ley funda-
mental, lo siguiente: Queda la Provincia Oriental del
Río de la Plata unida a las demás de este nombre en
el territorio de Sud América, por ser la libre y espon*
tánea voluntad de los Pueblos que la componen, ma-
nifestada en testimonios irrefragables y esfuerzos he-
roicos, desde el primer periodo de la regeneración
política de d chas provincias. Dado en la Sala de Se-
siones de la Representación Provincial en la Villa de
C2S4]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
San Fernando de la Florida a veinte y cinco días del
mes de Agosto de mil ochocientos veinte y cinco."
Las dos actas son de Independencia y se comple-
mentan la una con la otra» Unir no es incorporar.
Unir quiere decir juntar una cosa con otra. Incorpo^
rar equivale a agregar dos o más cosas formando un
cuerpo único. Se pueden unir dos países con un objeto
determinado, conservando cada uno su independencia,
soberanía e instituciones, sin que sufran ninguno de
ellos desmedro ni menoscabo, pero no se pueden in-
corporar sin que los atributos diferenciales de uno al
menos, desaparezcan en absoluto» Con la primera in-
teligencia y no con la segunda, emplearon los repre-
sentantes de la Florida el término unir y no INCOR-
PORAR^ concepto éste que no está ni expresa ni táci-
tamente en ninguna de las actas, ni documentos de
carácter nacional de la guerra de Independencia.
El 25 de Agosto de 1825 se declaró, por tanto, la
Independencia Nacional. Así lo entendieron los pue-
blos del país que juraron solemnemente la Indepen-
dencia en los días festivos subsiguientes a la fecha de
la Declaración, según lo resolvió la Asamblea de la
Florida. Así lo entendieron también los actores del
magno acontecimiento y con ese mismo significado
penetró en el alma popular formando una tradición
inintenumpida y constante, que firme e inalterable ha
llegado a nuestros días al través de casi un siglo, *'E1
Investigador" de 1833, al rememorar el entonces ape-
nas octavo aniversario de la Declaración de la Inde-
pendencia, engalanaba sus columnas con el Acta del
25 de Agosto de 1825, diciendo que era "el documento
MÁS SOLEMNE Y MAS HONROSO PARA EL PüEBLO
Oriental La Comisión Parlamentaria dictami-
[255 J
PABLO BLANCO ACEVEPO
nante afirma también lo mismo, y al dar por termi-
nado este informe, de acuerdo con lo dispuesto en la
ley de 9 de junio de 1921, propone a V. H. la fecha
del 25 de Agosto de 1925, para la celebración del
Primer Centenario de la Independencia Nacional.
Sala de la Comisión, 15 de enero de 1922.
Senadores: Santiago Rivas, Carjos
Roxlo, Diputados: Eduardo Ro-
dríguez Lar reta, hmaél Cortinas,
Pablo Blanco Acevedo, (Miem-
bro informante).
[256]
CELEBRACION DEL CENTENARIO DE LA
INDEPENDENCIA NACIONAL. INFORME DE
LA COMISION DE LEGISLACION DE LA
CAMARA DE SENADORES REDACTADO
POR EL DR. JUSTINO JIMENEZ DE ARE-
CHAGA Y SU DISCUSION.
Se va a considerar el proyecto de ley que determina
la fecha para la celebración del cenlenario de la In-
dependencia Nacional*
Léase el infonne.
Señor Jiménez de Aréchaga, — Pido que se suprima
la lectura. (Apoyados).
Señor Presidente. — Si no hay observación se su-
primirá la lectura del informe, (El informe cuya lec-
tura fue suprimida, es el siguiente) :
"Honorable Cámara de Senadores»
Comisión de Legislación.
INFORME
Honorable Senado:
Vuestra Comisión estima ardua y ocasionada a la
injusticia, por error de doctrina o deficiencia de in-
formación» la tarea académica de revisar valores his-
tóricos para jerarquizarlos, juzgando definitivamente,
y por ley, de su dignidad relativa y decretando el amor
[257 1
PABLO BLANCO ACEVTOO
del país y la reverencia cívica a una jornada histórica
que no inicie ni culmine el afán de dos décadas con-
sagradas a la fundación de la República. No es fun-
ción de la ley recoger dalog en las viejas memorias y
decidir controversias de historiadores para extender,
con au*^oridad irrecusable, la partida de nacimiento de
la Libertad.
Fuera vano intentarlo desde que escapan la verdad
y la fe, en el espíritu y el corazón de los hombres, al
imperio de la ley. y nada habrá de juntarlos, en la
hora de la reverencia oficial, en el culto de recuerdos
que no Ies han ganado por igual el espíritu. La con-
troversia habrá de renovarse, los hombres persistirán
en su fe antigua y la verdad de cada historiador será
siempre afirmada y negada, sin que la autoridad de
la ley alcance nunca a dar la visión definitiva y nítida
de la historia.
Con esta reserva, si de fijar arbitrariamente una fe-
cha para la fiesta de todos — a un siglo de las jorna-
das libertadoras y para la general comunión en un
sano y fecundo nacionalismo — se tratara; si la ley
que se pide importara tan sólo el gesto arbitrario pero
generoso de convocar a todos los orientales bajo la
gloria del sol de la bandera común para el olvido de
cuanto los separa y la unión más íntirtia en el amor a
la gloria y en la fe en un magnífico deslino, Vuestra
Comisión no tendría reparo esencial que oponer a la
ratificación del voto de la Cámara de Representantes
que, excogitando entre la mucha gloria de los tiempos
pasados, consagra con la dignidad máxima de la fiesta
de la independencia la fecha, que no habrá de ser ol-
vidada, del 25 de Agosto. Para la fiesta del siglo, que
será examen de conciencia nacional y promesa de re-
novados esfuerzos para la consolidación del bien he-
[ 258]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
redado, toda fecha fuera buena ai no fuera voluntad
nacional definir con ella el arranque mismo de nuestra
independencia.
Forzoso es entonces al legislador poner el espíritu
por encima de todas las querellas de la historia, dudar
de su propia fe individual, renunciar a la devoción
que le llena el alma, no pegar, como lo dijera un gran
diario argentino, el oro de muchos quilates de los gran-
des recuerdos, para asignarles valores relativos dentro
de la magnificencia deslumbradora de una gesta en
que los esfuerzos pudieron dispersarse y entrechocar
voluntades de héroes pero qne encauzó el designio de
la historia por los caminos* que nunca se recorren ha-
cia atrás, y que llevan a los pueblos a la conquista de-
finitiva de la libertad.
Porque si ese oro ha sido arrancado de la misma
entraña, sus quilates los hacen las convicciones y la fe
contradictoria de los hombres, y nadie será osado a
asumir frente a ellas una autoridad superior e irrecu-
sable para mi fallo que obligue al general acatamiento.
Pero ello, y en ausencia de una definición plebis-
citaria que no podría ser sino de la expresión momen-
tánea de la conciencia nacional, acaso deformada por
la leyenda y el prejuicio, y en todo caso, sujeta a la
eventual rectificación por el documento histórico antes
no sospechado o un nuevo concepto general de la his-
toria, en la constante renovación de los criterios, no
queda al legislador otra opción, para colmar el silencio
de la historia, sin agravios para las sombras augustas
que la llenan, que entre el acto inicial — a veces dema-
siado lejano y casi perdido en las nieblas de los hori-
zontes históricos, y acaso discutible en la significación
ocasional, aunque contenga el germen de una rebeldía
qite se hará orgánica y logrará al fin quebrantar el
[259]
PABLO BLANCO AC£VEDO
régimen — y el acto último, definitivo, de la intensa
epopeya, en que la libertad conquistada es ya un des-
lumbramiento en todos los espíritus y una nueva na-
ción — como en la canción patriótica argentina — se
levanta a la faz de la tierra, con todos los atributos
y la suprema dignidad de la soberanía.
Carece de esa significación el 25 de Agosto de 1825.
No es el grito revelador de la primera jornada que
promete al nativo la libertad y le convoca a la santa
cruzada; tampoco el toque a rebato de las campanas
lugareñas anunciadoras del advenimiento de una pa-
tria nueva*
Deja atrás en la historia la promesa de Asencio y
la leyenda artiguista y el abatimiento de las banderas
españolas y la épica cruzada abrileña para^ convertida
en cifra de la nacionalidad, empañar la gloría que res-
plandece ya en los nuevos horizontes provinciales v
hacer indescifrable el designio que empujó a los lance-
ros libertadores a la aventura genial de las Misiones,
esa "hazaña inverosímil que desarrugó entrecejos y
descorrió tinieblas*'. Todo ello, por obra de los crite-
rios arbitrarios, parece, así, un poco empujado hacia
una sombra que no habrá de envolverlo, sin embargo,
porque tiene demasiada luz como para cegar siempre
los espíritus.
Que si vale mucho el decreto que quebrantó el
vínculo provincial con el Imperio y libró la tierra a la
competencia de dos nacionalidades que habrán de dis-
putarla por más de tres años, como elemento de una
fórmula política que les es propia, oponiendo una de
ellas al título nulo de la conquista y de la violencia, la
voluntad manifiesta de los pueblos desde el primer
período de la regeneración política de las provincias,
y es la valiente reafirmación del espíritu autonómico,
[260]
LA INDEP£NO£l9CIA NACIONAL.
no afirma menos^ como esperanza en la histoiia, el
grito de Asencio y es más efectivo, en el curso de la
gran epopeya, el alejarse, por los caminos del mar, de
los soldados aguerridos de España, cuyo título arranca
de siglos que el abatimiento de las banderas imperiales
en las tierras que conquistaron en los días más oscuros
de la campaña libertadora.
Sin desmedro para la gran asamblea, fuerza es decir
que ella reanudó un vínculo que no es un agravio y
restableció, en un régimen autonómico que habría de
serlo tanto más cuanto más atenuado se manifestara
el centralismo del gobierno nacional, la vieja armonía
de las provincias» confundidas en la sumisión de la
colonia y confundidas, también, en el alborozo de las
jornadas anunciadoras de Mayo y en el afán libertador
que babría, al fin, de quebrantar una unidad secular.
Pero ese quebrantamiento no se ha producido toda-
vía. El esfuerzo^ la inquietud y la gloria son comunes;
es a la sombra de la bandera de Belgrano que el ejér-
cito nacional y las milicias provinciales, bajo la direc-
ción militar y administrativa de Buenos Aires^ y junto
a las fuerzas que disciplinan los caudillos de la tierra,
hacen la guerra al Imperio y preparan la crisis de una
dominación que es un agravio a la soberanía de las
provincias y una afrenta a la vocación democrática de
los pueblos. Una misma ley, un mismo gobierno, una
sola bandera y, para aquellos y a la sombra de ésta,
un solo ejército nacional, en cuyos cuadros tienen su
lugar los caudillos no fatigados de la epopeya: un go-
bierno y una asamblea provinciales para el orden de
la provincia y dentro del régimen de una Constitución
que fuera ley suprema de una patria cuyas fronteras
son más las del antiguo Virreinato que las que habían
de afirmar más tarde, y a los cuatro vientos, la digni-
[261]
PABLO BLANCO ACEVEDO
dad nacional de un nuevo Estado ; y todo ello para un
pueblo que tiene de común con los demás de las Pro-
vincias Unidas del Río de la Plata la sangre y la glo-
ria, la tierra y la ley, la fuerza y la esperanza, porque
todos son hermanos de la colonia y ciudadanos de una
misma patria que se reconstituye en el común esfuerzo.
El episodio de la Florida, sea cual fuere la exégesis
que gane imperio de verdad en la historia de nuestros
afanes libertadores, no eg culminación de la férrea
aventura; no rubrica sino la autonomía provincial, re-
afirmando una vieja y gloriosa fraternidad de pueblos
que opondrá^ una vez más, la gran fuerza común al
vecino invasor que desconociera la legitimidad de un
viejo título de familia sobre tierras de la común here-
dad y alcanzara^ al fin, la gloria de expulsarlo de
aquéllas aunque al precio de un depmembramiento que
dará vida a un nuevo soberano^
£a el acta de ese desmembramiento la partida oIvi>
dada con que registró la historia el nacimiento de la
República; ella afirma el quebrantamiento de toda ley
que no sea ley de la tierra, y libra al pueblo oriental
el cuidado de su propio destino; le devuelve la digni-
dad soberana con el poder constituyente y le asigna
un rol propio en la sociedad de los pueblos libres y le
anuncia la reverencia de todos a los símbolos que
adopte para la expresión singular de la patria nueva
en el orden de las soberanías nacionales. Esa acta es
el título que publicará el 13 de diciembre de 1828,
cumpliendo el mandato de la Asamblea que inicia en
San José la articulación de un nuevo derecho, el Go-
bernador y Capitán General sustituto del Estado de
Montevideo don Joaquín Suárez, al declarar el imperio
exclusivo de la ley nacional y la jurisdicción privativa
de las nuevas autoridades*
[262]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
Fecha olvidada la del 4 de octubre de 1828, borrada
por el error y la pasión de los hombres de la memoria
de las nuevas generaciones y como arrancada a la his-
toria cuando ya se extinguía la estirpe de los varones
fundadores que la reverenciaban, ella no seiá^ sin em-
bargo, propuesta por Vuestra Comisión como día de
la patria para la fiesta del Centenario.
De ella habrá quienes digan, olvidados del vinculo
provincial, que no la rubricó el hijo de la tierra, y en
ella verán todavía, en la visión de su error, un desme-
dro a la dignidad de la República. Porque la misión
de la ley no es lectificar criterios históricos ni decretar
fiesta de historiadores, sino de pueblos, y la elección
de fecha al patriótico objeto, es excluyente de la opción
que apuntara al comienzo de este infomie. La Comisión
en mayoría ha coincidido, siguiendo la alta enseñanza
del legislador de 1834 tan Heno de las sagradas me-
morias que él mismo viviera, en aconsejar una fecha
que a todos una, que escape a la injuria de la pasión
y del error, que no pueda ser negada por nadie a tí-
tulo de condiciones que la subrayen como un desmedro
de calidad; que constituya, en la historia de la Repú-
blica, la primera afirmación colectiva del nuevo orden.
Ella es el 18 de julio de 1830, ya declarado por el li*
bertador constituyente, investido por los pueblos con
la dignidad legislativa, ''la única gran fiesta cívica de
la República".
Todo podrá ser discutido, en efecto, y negado en el
juicio no siempre sereno y reflexivo de la posteridad.
Los héroes disminuidos en el prestigio de su leyenda
y las multitudes desconocidas en sus ensueños y en los
móviles que las impulsan al glorioso y oscuro sacrifi-
cio; las declaraciones de las Asambleas, torturadas en
su letra y en su espíritu para el goce extraño de los
[ 263 1
PABLO BLANCO ACEVEDO
eruditos^ siempre inquisitivos pero no siempre sabios
y prudentes en la descriminación de los valores his-
tóricos; la gloria misma execrada y el sacrificio olvi-
dado«
Pero hay algo en las memorias de los pueblos que
no se niega sin agravio para la dignidad nacional y
sin negar con ello la historia misma, la propia nacio-
nalidad, el título irrecusable de la soberanía en ejer-
cicio: es el día en que las autoridades emanadas del
pueblo y el pueblo mismo, convocados en las plazas
públicas, y con la emoción de la más grande de las
afirmaciones colectivas, juran su primer estatuto cons-
titucionaL en que se funden las ansias de todas las ge-
neraciones, porque es testamento^ fe de bautismo y
anuncio del porvenir en la primera conjunción de todas
las edades de la historia.
Tales son, Honorable Senado, los motivos del ad-
junto proyecto de ley sustitutivo del que ha remitido
con su sanción la Honorable Cámara de Representan-
tes.
Sala de la Comisión, a 12 de setiembre de 1923.
Justino Jiménez de Aréchaga. - Carlos M, Sorin -
Ramón R Díaz - Enrique A* Comú, - Jeudnto
Casaravilla ( discorde) .
— Léase el proyecto de la Comisión.
(Se lee) '
' PROYECTO DE LEY
El Senado y Cámara de Representantes de la Repú-
blica Oriental del Uruguay, reunidos en Asamblea Ge-
neral.
DECRETAN:
Artículo Determínase la fecha del 18 de julio
[264]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
de 1830, aniversario de la Jura de la CoiisLilucióii pri-
mera del Estado, para la celebración del centenario
cíe la independencia nacional.
Art 2^ Comuniqúese, etc.
Sala de ¡a Comisión, a 12 de setiembre de 1923.
Jiménez de Aiéchaga. - Sorín, - DUxz. • Cornú* -
Casaravüla (discorde)"*
— Léase el de la Cámara de Representantes.
(Se lee) :
^TROYECTO DE LEY
Artículo 1"^ Determinase la fecha del 25 de agosto
de 1925, aniversario de la declaratoria de la Florida,
para la celebración ¿el centenario la independencia
nacional.
Art. 2^ Comuniqúese, etc.
Sala de Sesiones de la Honorable Cámara de Repre-
sentantes, en Montevideo a 26 de junio de 1923.
Aureliaiio Rodríguez Larreta, Presidente, - Ar-
turo Miranda, Secretario".
— ^En discusión los dos proyectos.
En primer término se votará el de la Cámaia.
Señor Casaravilla, — Pido la palabra.
Como este asunto afecta hondos sentimientos patrió-
ticos y yo no quiero, de ninguna manera, herir nin-
guna susceptibilidad, solicito de la Mesa que se per*
mita leer el informe que me corresponde por haber
suscrito discorde el de la mayoría de la Comisión de
Legislación.
[265]
10
PABLO BLANCO ACEVBDO
Señor Presidente. — Si no hay observación del Ho-
norable Senado^ puede leer el señor senador.
Señor Casal avilla. — Hubiera deseado no hacer uso
de la palabra en un debate que afecta hondos senti-
mientos patrióticos y una tradición mantenida con en-
tusiasmo y con amor por la gran mayoría de nuestros
ciudadanos; pero mi firma discorde, puesta al pie del
informe de la Comisión de Legislación en mayoría, me
obliga a fundar mi voto, indicando los fundamentos
de mi discordia, guardando el debido respeto a las
ideas ajenas, sinceramente profesadas.
La Honorable Cámara de Representantes ha votado
el proyecto de ley que establece la fecha del 25 de
agosto de 1925 para la celebración del centenario dp
la independencia nacional, y yo creo que lo resuelto
por aquella rama del Poder Legislativo debe merecer
la sanción del Honorable Senado.
A mi juicio, la declaratoria formulada en la Florida,
proclamando a la faz del mundo la independencia na-
cional, no fue sino la consecuencia lógica de la revolu-
ción redentora de los Treinta y Tres y de la aspiración
indiscutible del pueblo de constituir una nación libre
y autónoma.
Se hallaba nuestra patria sometida al poder despó-
tico y humillante para la altivez nativa de nuestra raza,
del Imperio de] Brasil, cuando llegó a Buenos Aires
la noticia de la victoria de Ayacucho.
Los festejos y el entusiasmo popular producidos por
tan sonado triunfo sobre las fuerzag de la monarquía
española, enardecieron los ánimos de los orientales re-
sidentes en aquella ciudad, y un grupo de ellos adoptó
la resolución heroica de liberar a su patria de la omi*
nosa opresión en que vivía*
£266 ]
T.A INDEPENDENCIA NACIONAI^
Nadie ignota que «sa resolución fue espontánea, y
que no obedeció a sugestiones ajenas; nadie ignora
que no tuvo el asentimiento del Gobierno argentino;
nadie ignora que la expedición gloriosa que cobijaba
bajo BUS banderas los destinos y la libertad nacional,
se formó en el silencio y cruzó el rio amparada por
la oscuridad de la noche ocultándose por igual de ar-
gentinos y brasileños.
Al pisar la Agraciada^ Lavalieja despachó los lan-
chones, y allí quedaron nuestros héroes, aislados, sin
auxilio alguno, sin más calor que el que inflamaba sus
corazones de mártires resueltos al sacrificio supremo.
Estábamos ~ dice Atanasio Sierra en sus memo*
rias — en una situación singular. A nuestra espalda el
monte, a nuestro frente el caudaloso Uruguay, sobre
cuyas aguas batían los remos las dos barcas que se ale-
jaban; en la playa yacían recados, frenos, armas de
diferentes formas y tamaño; allí un sable, aquí una
espada, más lejos un par de pistolas.
Fue en medio de aquella playa solitaria, en medio
del desamparo absoluto de todo auxilio humano, de
aquella falta de todo recurso, que Lavalieja desplegó
al viento la bandera gloriosa en la que campaba el
lema de ^'Libertad o Muerte". A su sombra aquellos
héroes que^ si tienen iguales, no tienen superiores en
ninguna parte, juraron libertar la patria o morir en
la contienda.
¿Qué buscaban aquellos hombres admirables, aque-
los mártires que ofrendaban su vida en esa forma he-
roica?
¿Buscaban acaso sacudir un yugo que, al fin y al
cabo, brindaba protección, honores y riquezas para so-
meter la tierra en que palpitaba la gloriosa tradición
de Artigas a otro yugo tan soberbio y altanero como
[267]
PABLO BLANCO ACEVEDO
el del Poder que presidía la podero&a provincia por-
teña?
No; así no proceden los que quieren cambiar de
vasallaje.
Hombres tan heroicos, como los de otra legión his-
tórica, que hicieron alejar las lanchas para no volver
a ellas, querían algo más que cambiar una tutela por
otra tutela; querían libertar su patria y constituir una
nación independiente y libre.
Sólo bajo el impulso de altos ideales patrióticos, de
una locura sublime, pudo un puñado de hombres tener
la audacia incomparada de desafiar las iras prepoten-
tes de un Imperio que tenía veinte mil soldados en el
territorio nacionaL
Por causas pequeñas no se encienden las almas, en
una explosión de entusiasmo y de abnegaciones sin
medida.
Iniciada la contienda en esa forma extraordinaria»
nuestros valientes guerreros redentores cayeron sobre
las fuerzas enemigas, triunfaron en San Salvador con-
tra tropas tres veces superiores, se unieron a Rivera,
tomaron ciudades, libertaron pueblos, asediaron a Mon-
tevideo y clavaron la bandera gloriosa en la cumbre
más alta del Cerrito de la Victoria.
Y en medio del estruendo de las armas, cuando se
sentía a lo lejos el rumor de ejércitos que se apresta*
ban a la lucha, se constituyó el primer Gobierno patrio
y se reunió la Asamblea inmortal de la Florida.
Nunca el patriotismo heroico habló con más altivez,
ni se mostró más autónomo ni más libre.
Reunidos los representantes legítimos del pueblo de-
clararon írritos, nulos y de ningún valor para siempre
todos los actos de incorporación^ reconocimientos,
aclamaciones y juramentos arrancados a los pueblos
[268 ]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
de la Provincia Oriental por la violencia de la fuerza
unida a la perfidia de los intrusos poderes del Portugal
y el Brasil, que le habían tiranizado, hollado y usur-
pado sus inalienables derechos, y sometido al yugo de
un absoluto despotismo desde el año 1817 hasta el de
182S, y por cuanto el pueblo oriental aborrecía y de-
testaba hasta el recuerdo de los documentos que com-
prendían tan ominosos actos, los magistrados civiles
de los pueblos, en cuyos archivos se hallaban deposita-
dos aquéllos, luego de recibida la declaratoria, concu-
rrirían, el primer día festivo y testarían y borrarían,
desde la primera hasta la última firma de esos docu-
mentos.
En consecuencia de la antecedente declaración, dije-
ron, además^ que reasumiendo la Provincia Oriental la
plenitud de los derechos, libertades y prerrogativas in-
herentes a los demás pueblos de la tierra se declaraba
a nuestra patria, de hecho y de derecho, libre e inde-
pendiente del Rey de Portugal, del Emperador del Bra-
sil "y de cualquier otro del universo", y con amplio
y pleno poder para darse las formas que en uso y ejer-
cicio de su soberanía estimase convenientes.
Si esa resolución de una Asamblea Nacional que
representaba legítimamente a todo el país en armas,
no importaba la declaración de nuestra independencia
de todo otro poder que no fuese el de la libre volun-
tad del pueblo, las palabras que sirven para expresar
las ideas y los sentimientos habrían perdido su sen! ido.
Resuelta así, proclamada a la faz del mundo la in-
dependencia nacional a la que nadie, absolutamente
nadie, sino los orientales habían aportado su concurso,
esa misma Asamblea declaró que la Provincia Oriental
quedaba unida a las demás de este nombre en el terri-
torio de Sud América,
[269]
PABLO BLANCO ACEVEDO
Y bien, señor Presidente: hecho pedazos los pactos
y compromisos contraídos con otros países, ¿no pudo
la Asamblea Nacional, en uso de su propia indepen-
dencia, proclamar su unión con las provincias argen-
tinas que también perseguían ideales democráticos y
en cuyo seno se agitaban los mismos problemas que en
la nuestra, para llegar al régimen de las instituciones
libres?
Esa unión, acto espontáneo nuestro, que nadie la su-
girió ni la impuso, ¿no prueba que, en nuestro carác-
ter de pueblo dueño de sus destinos^ adoptábamos las
resoluciones que considerábamos convenientes a los in-
tereses nacionales?
La unión de Estados para la realiíación de un fin
solidario, el apoyo de entidades autónomas para hacer
posible un propósito común, no pueden decretarlos
sino los que tienen potestad e independencia para ello.
Unión, no quiere decir anexión incondicional ni va-
sallaje: del vasallaje se salía, no para entrar de nuevo
en éU sino para llegar a una situación nueva de inde-
pendencia y libertad; esa misma unión, proclamada
por nuestra parte, no fue aceptada por el e;obiemo de
Buenos Aires; sólo después de la batalla del Sarandí,
el gobierno de Buenos Aires, hostil en su principio,
cedió a la presión popular y prestó su concurso a la
causa libertadora de los 33*
La batalla de Itu^aingó cambió la faz de los suce-
sos; pero se acentuó la lucha entre argentinos y brasi-
leños, disputándose como cosa propia nuestro terri-
torio.
Fue entonces que Rivera invadió por su cuenta las
Misiones y llevó sus huestes vencedoras hasta el centro
oriental de las mismas^ en arboló en ellas nuestra ban-
[270]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
dera, {orzó al enemigo á dividir sus fuerzas y, ante la
probabilidad de que extendiesen sns triunfos más allá
de San Pablo y de Santa Catalina, el Imperio del Brasil
se Inclinó a reconocer nuestra independencia, y la
Argentina prestó también su asentimiento a ella»
No fue^ pues^ la sola voluntad de la República Ar-
gentina y del Brasil la que consagró nuestra indepen-
dencia, fueron la acción de los 33, y la voluntad na-
cional las que se impusieron para que esa independen-
cia triunfase en la conciencia de los dos Estados que
pretendían ejercer su dominio en la tierra nativa.
No cerraré esta exposición sin repetir las palabras
elocuentísimas pronunciadas por José Pedro Ramírez
en el Ateneo, con motivo de una polémica que se hizo
célebre por la superioridad de las personas que la man-
tuvieron.
Dijo entonces el tribuno inolvidable, contestando a
Juan Carlos Gómez:
"Es necesario no haber estudiado con ánimo tran-
quilo y desapasionado la historia de esos diez anos de
lucha y de martirio porque pasó nuestro país desde
1816 a 1823; es necesario desconocer lodo lo que hay
de sentimiento y de pasión en las resoluciones supre-
mas de los pueblos, para decir y sostener que la unión
argentina, y no la independencia oriental, era la aspi-
ración unánime de la generación de 1825, No ha desa-
parecido todavía por completo esa generación, y aún
es posible interrogar a los que viven. Si no teme el
doctor Gómez ver desvanecidos sus sueños, provoque
las confidencias íntimas de los que al borde del sepul-
cro viven todavía con el recuerdo de aquellos tiempos
legendarios y sabrá entonces en qué sentido tiraba la
fibra del patriotismo".
[271 (
PABLO BLANCO ACEVEDO
Por sentimientos patrióticos y por convicción sin-
cera votaré el proy^to de ley venido de la Honorable
Cámara de Representantes, ( ¡ Muy bien ! ) ,
Señor Jiménez de Arechaga, — Pido la palabra.
Señor Presidente, — Tiene la palabra el señor sena-
dor.
Señor Jiménez de Aréchaga, — Como miembro in-
formante de la Comisión de Legislación en mayoría
debo recoger algmias manifestaciones formuladas por
el doctor Casaravilla para fundar su discordia.
Debo anticipar que nadie en el Senado escapa a la
emoción patriótica que, en todo hombre que se siente
vinculado a la tierra, debe despertar esa visión de la
historia, que ha desenvuelto ante los señores senadores
el señor senador por Minas.
Ko hay discrepancias en la apreciación de hechos,
en cuanto ellos significan etapas distintas de un pro-
ceso que habrá de culminar en el reconocimiento de
la independencia nacíonaL Nuestra discrepancia es de
otro orden. Nosotros no queremos tomar a los hom-
bres arrancándolos a su escenario, para juzgarlos co-
mo entidades individuales y despreocupándonos de la
significación social que tienen. No tomamos las ideas
separándolas del ambiente moral en que nacen y se
desenvuelven. Juzgamos los hechos por lo que los he-
chos significan en sn concordancia necesaria con la
historia.
De modo que si esa primera declaración de la Asam-
blea de la Florida tomada aisladamente, segregada de
la historia de que forma parte, permite al señor sena-
dor Casaravilla apreciar que en la Asamblea de la Flo-
rida culmina el esfuerzo de los Treinta y Tres, para
nosotros juzgado ese acto en relación con los demás
[272]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
de la propia Asamblea^ con actos anteriores que la
historia ha registrado con hechos posteriores, también,
pierde esa significación que se intenta atribuirle de
afirmación definitiva de la soberanía nacional, para
no quedar, sin desmedro ninguno para quienes lo afir-
maron, como otra cosa que como la definición, en me-
dio de actos de fuerza, de una soberanía provincial;
como afirmación de la voluntad popular de reinte-
grarse al conjunto histórico que fue siempre la unidad,
desde la época coloniaL y que se mantuvo en esa uni-
dad, pese a todas las discrepancias de los hombres, a
todas sus luchas, y a sus propios odios hasta el mo-
mento en que el pacto de paz del año 1828 provocó 1^
segregación definitiva del antiguo virreinato del Rio
de la Plata.
No es exacto, señor Presidente, que esa declaración
primera de la Asamblea de Florida signifique cuanto
le atribuye el señor senador Casaravilla. Esa declara-
ción es un acto de voluntad de una Asamblea convo-
cada en un espíritu completamente distinto al que el
señor senador le atribuye, y que ha actuado, también,
dentro de orientaciones sociales que no son las que
el señor senador cree haber desentrañado de la historia*
Se han publicado muchos documentos. No creo que
sea el caso de promover en Cámara un debate que re-
quiere otro ambiente.., (Apoyados^.
. . . que sería más para un instituto histórico^ para
una cátedra de Universidad, para una Academia de
Letras, pero no para una Asamblea que ha de decidir
invocando una autoridad, que en realidad, está por en-
cima de la diver&idad de opiniones que puedan sepa-
rar a los hombres.
No habré de referirme a ello, pero debo decir, y en
esto no haré otra cosa que un acto de justicia
L 273 I
PABLO BLANCO ACEVEDO
para quienes han espigado mucho en archivos para
poner la verdad histórica en su verdadero lugar, que
ha sido feliz la gestión de quienes como clon Vicente
Caputi y don Angel Vidal han ordenado documentos,
antecedentes de esos actos, que siempre merecen una
alta consideración de la historia, a objeto de precisar
su significación y de no permitir que la verdad histó-
rica sea desconocida por una falsa apreciación de esos
mismos papeles.
De eso 5 documentos y de oíros que todavía no han
llegado a un estado de difusión que explicaría perfec-
tamente la afirmación nuestra de que el concepto gene-
ral está muy lejos de ser el que defiende el señor se-
nador Casaravilla, resulta que si algo, en lo que hizo
la Asamblea de la Florida el 25 de agosto de 1825,
expresa bien claramente el íntimo sentir de los hom-
bres de la época, no es precisamente el decreto primero,
sino el segundo, el que resuelve la leincorporacíón a
las Provmcias Unidas. Y afirmo esto porque es pre-
cisamente esa tendencia, esa espectatíva, la que se ofre-
cía al país en el momento mismo en que era convo-
cado para constituir la Asamblea que habría de deci*
dir soberanamente de los destinos de la Provincia.
La ciiculai de 27 de junio de 1825 del Gobierno
provisüiío, llamando a elecciones para integrar la
Asamblea, establece en una forma terminante, abso-
luta "que la Piovíncia Oriental, desde sn origen, ha
pertenecidu al tenitoiio de las que componían el vi-
rreinato de Buenos Aires, y por consiguiente, fue y
debe ser una de las de la Unión Argentina, represen-
tada en su Congreso General Constituyente".
"Nuestras instituciones — agregaba el Gobierno pro-
visorio — deben, pues, modelarse por las que hoy ha-
cen el engrandecimiento v la prosperidad de los pue-
[274]
LA INDEPENDWCIA KACIONAI.
blos hermanos. Empecemos por plantear la Sala de
nuestros representantes, y este gran paso nos llevará a
otros de igual importancia, a la organización política
del país y a los progresos de la guerra''.
Es en ese espíiilu que los pueblos son llamados a
designar representantes para la Asamblea de Florida.
Es en ese espíritu también que la Asamblea de la Flo-
rida procede, en primer término, a desvincularse de
un Gobierno que pesaba despóticamente sobre los des-
linos comunes y que afrentaba la vocación democrática
de los pueblos en las Provincias Unidas, que los sepa-
raba hasta en el orden político, en la forma de organi-
zar las instituciones de ía vieja comunidad, firmemente
arraigada en el gobierno de la Colonia*
Pero becho eso, rota esa vinculación que no tenemos
para qué entrar a juzgar^ entonces la voluntad popular
fue que siguiéramos siendo provincia dentro del régi-
men de unidad.
Cumplida esa decisión, reincorporada a las Provin-
cias Unidas del Rio de la Plata, luchando bajo la ban-
dera común, sometida a su ley, reconociendo su Cons-
titución y su bandera, no tenía ninguno de los rasgos
esenciales de la sobcianía, de la independencia nacio-
nal, sin perjuicio de reconocer que exactamente como
cualquiera otra de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, gozaba ampliamente de autonomía provincial.
La independencia nacional, respecto de cuya reali-
zación definitiva el propio señor senador CasaraviUa
no ha podido menos que reconocer que fue la obra ex-
traordinaria del general Rivera, llevando a las Misiones
un puñado de soldados de la Provincia, la que motivó
la actitud del Cobierno Imperial, la que lo forzó a re-
conocer la soberanía completa del Estado Oriental, de-
muestra evidentemente que — por más grande que sea
[275 1
PABLO BLANCO ACEVEDO
la acción desarrollada por los treinta y tres orientales,
que nadie desconoce, sobre la cual no se intenta, por-
que sería una injuria a la historia, arrojar la menor
sombra — no pudo ser nunca definitiva, no pudo
nunca ser decisiva a los efectos de aquella conquista,
si se recuerda, como acaba de hacerlo el doctor Casa-
ravilla, que esa campaña de Misiones se hizo al mar-
gen de las autoridades militares de la Provincia, con-
trariando la voluntad de su Gobierno y, todavía, bajo
la persecución de jefes militares que estaban en esos
momentos luchando por la independencia de nuestro
país.
Pero yo no intento decir — estaría ello muy lejos
de mí — que la independencia nacional sea la obra
exclusiva, ni de los treinta y tres orientales, por una
parte, ni Rivera, por otra.
Los sucesos, superiores a la voluntad de los hombres,
se encadenaban en forma que esta Provincia, discutida
ásperamente entre los argentinos y los brasileños, no
tenía más destino que el de su autonomía, el de su
completa independencia^ como medio de neutralizar las
hostilidades, las viejas rivalidades, que tenían desde la
metrópoli, entre esos dos grandes países de la Amé-
rica.
Pero hasta que esa hora no sonó, hasta que el éxito
de la campaña de las Misiones no determinó al Em-
perador del Brasil a ceder en su propósito de mantener
la Provincia Cisplatina unida a su Imperio, la voluntad
nacional fue que continuáramos formando parle de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Ahora ¿es eso
lo que nosotros queremos celebrar? ¿Es el acto que
borra una parte de la historia nacional y que nos vuel-
ve a la vieja fraternidad de la colonia con las demás
provincias argentinas, lo que el país quiere que cele-
[276 ]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
bremos al buscar una fecha para el centenario? Sería
ilógico pretenderlo; porque no significa más la inde-
pendencia de la Provincia Oriental, respecto de los Im-
perios del Brasil y Portugal, que lo que significó la
independencia de todas las provincias del Río de la
PUta, respecto del gobierno español.
Si la razón que mueve a quienes defienden la cele-
bración del centenario el 25 de agosto, es la razón que
dicen — y tenemos el deber de creerla, de que fue un
acto de voluntad nacional reincorporarnos a las Pro-
vincias Unidas — yo digo que esa misma razón nos
obligaría a afirmar que la fecha del centenario nacio-
nal es la misma con que celebraron los argentinos un
siglo de actividades fecundas: sería el 25 de mayo, fe-
cha que fue reconocida por todas las provincias como
la del rompimiento de la vinculación histórica secular
con España.
Pero no es lo que queremos celebrar nosotros. Lo
que el país entiende que ha de ser su fiesta, es la fecha
que le recuerde el rompimiento definitivo de lodo
vínculo, cualquiera fuera la razón de ello, con todo
otro Gobierno: España, Portugal, Brasil, Argentina; el
momento en que con sus propios elementos, muy po-
cos^ por cierto, entró a formar parte de la Sociedad
de las Naciones y asumió la responsabilidad de su
propio Gobierno en la gestión de sus propios intereses.
Podría discutirse, señor Presidente, admitido ese cri-
terio, cualquier otra fecha, pero, como lo dice el in-
forme de la Comisión de legislación en mayoría, noso-
tros no hemos querido resolver una contienda de his-
toriadores: no hemos querido buscar en la historia el
minuto preciso en que el pueblo oriental empezó a
ejercer actos de soberanía, libre de toda sumisión a
gobiernos que no fueran el gobierno establecido por
[277]
PABLO BLANCO ACEVEDO
los propios nativos. De hacerlo así<, acaso habría que
buscar como fecha^ o bien la celebración del pacto de
paz de 1828, o bien la reunión solemne de la Asamblea
en San José, en noviembre del mismo año, en la cual,
por la misma solemnidad del acto, aparece bien clara,
bien evidente, la afirmación de una nueva personalidad
nacional
Pero nosotros no queremos discutir estas cosas, se-
ñor Presidente; nosotros hemos entendido que nues-
tro deber no era otro que buscar una fecha que pu-
diera unir sin discrepancias a todos los orientales.
£1 25 de agosto no nos une; acaso no nos uniera
fecha alguna hasta el momento en que de toda eviden*
cia el pueblo uruguayo afinnó su personalidad en el
juramento de una Constitución que habría de regirlo
por voluntad propia. Es por esa razón que hemos op*
tado por la fecha del 18 de julio.
Luego, pues, ai las razones expresadas por el señor
senador Casaravilla en lo que puede desunirnos, en lo
que no puede arrancamos una adhesión a su tesis, que-
dan destruidas con la sola afirmación de cuál era el
concepto en que se convocó a la Asamblea de la Flori-
da y por las ligeras referencias a la actitud, a la posi-
ción, mejor dicho, en que se encontraban las fuerzas
orientales después de esa declaración de la Florida, y
hasta el momento en que el tratado de paz de 1828 re*
suelve en definitiva nuestros destinos, la Comisión en
mayoría no tiene otra solución que persistir en su in-
forme, cuyos términos quedan todos en pie, y aconse-
jar, como solución patriótica, la del 18 de julio, que no
habrá de levantar nunca la más mínima resistencia,
porque aprécieae como se quiera el acto de la Asamblea
Constituyente, désele la importancia que quiera dársele
a todas y a cada una de las disposiciones constituciona-
£278]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
les, lu cieito es que -el i8 de julio de 1830, sea esa
Carta buena o mala, jurada por el país^ significaba la
ley definitiva de un Estado que nacía recién a la so-
beranía.
Por estas razones, señor Presidente, la Comisión en
mayoría insiste en su propósito y aconseja la sanción
del proyecto de ley que ha redactado.
(Es lo que pen&aba d«^LÍr). (¡Muy bien!), (Apoya-
dos).
Señor Presidente, — Si no se hace uso de la palabra
se va a votar.
Señor GallmaJ, — Pido la palabra.
Yo voy a indicar la conveniencia de no cerrar este
debate.
Días pasados, en presencia del señor Presidente, el
señor senador por Florida manifestó que tal vez se po-
dría encontrar una fórmula nitermedia entre el pro-
yecto aprobado por la Cámara de Representantes y la
solución que ha presentado la Comisión de Legislación
del Senado*
El señor senador por Florida no se encuentra pre-
sente. Como creo que está en el ánimo de todos el deseo
de no prolongar la discusión alrededor de este asunto
y que todos tenemos el mejor propósito de ver si coor-
dinamos ideas para llegar a una solución única, yo me
atrevería a indicar la conveniencia de que he hablado,
de no cerrar el debate y de que se continúe con este
asunto en la sesión de mañana*
Señor Presidente, — ¿Aun en piimera discusión?
Señor Gallinál, — Si^ señor; porque tengo entendido
que el señor Presidente había indicado el deseo de in-
tervenir en la discusión.
[279]
PABLO BLANCO ACEVKDO
Señor Presidente, — No era una resolución.
Señor Jiménez de Aréchaga, — Pido la palabra.
Yo he demostrado en Cámara, reiteradamente, que
considero una regla de cortesía parlamentaria aceptar
en general estas indicaciones de suspender debates a
objeto de permitir que alguno de los miembros de la
Cámara pueda intervenir en ellos. Pero también he
afirmado que cuando no hay una razón visible que
justifique esa ausencia, tratándose de asuntos incorpo-
rados a la orden del día y en los cuales hay interés en
dictar una resolución definitiva lo más pronto posible,
no es justificado un pedido de aplazamiento.
En el caso presente, diré más: si es cierto que el
doctor Martínez, ausente, había insinuado la posibili-
dad de una fórmula que concilíara y que como todos
lo sabemos no significaría otra coí?a que alterar térmi-
nos dentro del proyecto de la Comisión en mayoría,
haciendo que éste fuera menos afirmativo, la Comisión
en mayoría por lo pronto, no estaría dispuesta a votar
ninguna solución que significara una renuncia de las
razones de fondo que ha tenido para aconsejar el pro-
yecto de ley a conocimiento del Senado.
Luego, pues, fórmula de transacción en el caso, no
cabría.
La Comisión en mayoría entiende que lo que preci-
samente presenta a consideración de los señores sena-
dores es una fórmula que puede unimos a todos; y fi-
nalmente diré como razón personal de mi oposición a
la moción del doctor Gallinal, que acaso la sesión de
hoy sea la última a que yo asista a Cámara.
De modo que este proyecto se encontraría, por con-
secuencia de un acto de deferencia al señor senador
Martínez^ sin aquel que habría de defenderlo en caso
[280]
L.A 1ND£P£ND£NCIA NACIONAL -
de formularse alguna oposición, sin la presencia del
miembro que en nombre de la Comisión habría de
abrir opiniones respecto a los proyectos que se presen-
taran como sustitutivos del formulado-por ella.
Señor Sorítu — No apoyado.
Señor Jiménez de Aréchaga, — Si el señor sanador
Martínez ha tenido interés fundamental para intervenir
en este debate y proponer una fórmula, pudo venir,
señor senador, máxime cuando es notorio que el miem-
bro informante de este asunto es ésta, casi con abso-
luta seguridad^ la última sesión del Senado a que con-
currirá*
Señor García^ — Pero podría igualmente concurrir
al Senado.
Señor Jiménez de Aréchaga. — • Pero ya no sería
como elemento integianle de la Cámara, y en eondi-
ciones de votar el asunto.
Se?ior García. — Para defender sus ideas.
Señor Jiménez de Aréckaga. — Yo reclamo también
el mismo derecho que se defiende ahora para el doctor
Martínez; no sólo el derecho de intervenir en el de-
bate, sino el derecho dt- votar el proyecto.
Señor Gaüinal. — Ese derecho no sólo tiene él se-
ñor senador. Lo tiene para votar ahora pero no para
votar en definitiva el proyecto . , ,
Señor Jiménez de Aréchaga. — Lo tengo, señor se-
nador.
Señor GallinaL — Yo sostengo que son atendibles
sólo en parte, las razones que apunta el señor senador
y voy a oponerme a que se suprima la segunda diacu-
[281]
PABIiO BI.ANCO ACEVEOO
sión de este asunto, y, entonces en definitiva, no podrá
ser aprobado hoy»
Señor Jiménez de Aréchaga. — Vamos a ver si no
hacemos la mayoría necesaria para suprimir la segunda
discusión.
Señor GaüinaL — No es cuestión de llevar el asunto
a ese terreno.
Señor García, — Y más cuando al señor senador le
consta que puede venir a defender sus ideas en el seno
del Senado.
Señor Jiménez de Aréchaga, — Pero yo también
afirmo que el señor senador Martínez podía venir hoy
al Senado a proponer su fórmula, que cualquier otro
senador podría proponerla también en sustitución del
señor senador Martínez^ ya que son notorios los tér-
minos en que esa fórmula está redactada.
Señor Sorín, — Por otra parte la fórmula del doc-
tor Martínez es conocida y hay senadores que no la
aceptan, y yo entre ellos.
Señor Casaravilla» — Yo, por mi parte, no acepto
ninguna fórmula transaccional porque el asunto no
la admite»
Ha venido sancionado por la Cámara de Represen-
tantes un proyecto de ley por el cual se establece que
e! 25 de agosto de 1925 debe celebrarse el centenario
de nuestra independencia. Ahí no cabe transacción. Se
vota porque se realice en ese día el Centenario, o se
vota en contra*
Yo, por mi parte, voy a votar a favor y los demás
votarán con arreglo a su criterio.
Señor Toscano. — La fórmula de transacción la
buscará la Asamblea General.
[282]
liA INDEPENDENCIA NACIONAL
Señor Casaravülu. — Fórmulas intermedias, <le
transacción, no caben: hay que votdr una fecha u otid.
Es lo que tenía que decir.
Señor Soiín, — Mociono para que se prorrogue la
sesión por un cuarto de hora. (Apoyados).
Señor Presidente. — Está en discusión la naoción
del señor senador.
Si se aprueba.
Los señores por la afirmativa en pie. (Afirmativa).
Señor Coi nú. — Pido la palabia.
Yo voy a votar en contra de la proposición de es-
pera que ha formulado el señor senador Gallinal . , .
Señor GallinaL — Le voy a adelantar al señor sena-
dor que yo no he hecho moción. Hice simplemenle una
indicación; pero, desde que los señores senadores se
oponen, no insisto en ello.
Señar Comú. — Entonces^ no digo más señor Pre*
sidente.
Señor GallinaL — Yo quiero dejar constancia de
mi voto en el mismo sentido que lo lia herho el senador
por Minas, favorable al proyecto sancionado por la
Cámara de Representantes, y al hacerlo, señor Presi-
dente, no improviso opiniones.
Señor Jiménez de Aréchaga, — Creo que nadie las
improvisa.
Señor GallinaL — - Es simplemente para fundar mi
voto.
Señor Jiménez de Aréchaga. — Es una cucbtión per-
sonal
Señor GalUnaL — Hace tres años, más o menos, con
motivo de integrar el Consejo Nacional de Administra*
L28S]
PABLO BLANCO ACEVEDO
ción presenté a conaideración de ese alto cuerpo un
proyecto de ley para la celebración del Centenario de
la patria.
Confieso que no me asaltó la duda de que pudiera
discutirse^ en aquel entonces, la fecha en que este acon-
tecimiento debía celebrarse: más, casi me atrevería a
decir que planteado el problema no fue objeto de dis-
cusión esa fecha. Dos o tres meses después de haber
presentado, el que habla, el proyecto a que me refiero,
el entonces Ministro de Obras Públicas presentó a su
turno un gran proyecto programando la construcción
de grandes obras públicas para la celebi ación del Cen-
tenario, pero no se hacía referencia de ninguna cíase
al punto que ha llegado a ser fundamental en estos úl-
timos tiempos; a cuál debía de ser la fecha que se eli-
gieia para esa solemne conmemoración-
Yo piensOj con los defensores del 25 de agosto, que
si no fuese este día a elegirse para ]a conmemoración,,
debería ser, cuando menos el año 25 por el conjunto
de acontecimientos que en ese año tuvieron lugar.
No hay, en las efemérides patrias, un año más lleno
de glorias propias que el año 25.
Empieza con el juramento de la Agraciada; continúa
con la instalación del primer Gobierno patrio en la
Florida: sigue con el triunfo de Rivera en los campos
del Rincón; ratifica sus glorias el 12 de octubre con
la batalla de Sarandí y culmina con la toma de la
fortaleza de Santa Teresa,
Por eso, señor Presidente, porque eaas glorias del
año 25 son glorias exclusivamente de orientales, yo he
pensado, que a ningún otro año, debiera conesponder
el honor de ser recordado como el año 25.
Por estas consideraciones, señor Presidente, y por
las aducidas por el señor senador por Minas, voy a
[284]
LA INDEPENDENCIA NACIONAL
votar el proyecto venido de la Honorable Cámara
Representantes.
Señor Presidente, - — Se va a votar si se pasa a la
discusión particular.
Los señores por la afirmativa, en pie.
(Afirmativa).
Léase el artículo 1^ del proyecto de la Cámara.
(Se lee).
Si fuera rechazado se votará el de la Comisión de
Legislación del Senado.
Los señores por la afirmativa, en pie.
(Negativa).
Léase el artículo 1^ aconsejado por la Comisión del
Senado.
(Se lee).
En discusión.
Los señores por la afirmativa, en pie.
(Afirmativa),
El otro es de orden.
Queda aprobado en primera discusión general y
particular.
Señor Jiménez de Aréchaga, — Moción o para que
se suprima la segunda discusión» (Apoyados).
Señor Presidente. — Está en discusión la moción
del señor senador.
Señor GallinaL — Deseo declarar que no voto la
moción del señor senador por Flores.
Señor Jiménez de Aréch<tga. — Pero el señor sena-
dor por Cerro Largo me excusará que formule esta
moción dado las consideraciones en las cuales me he
fundado.
Señor Gaüinah — Perfectamente.
[2851
PABLO BLANCO ACEVEDO
Señor Presidente. — Se va a votar la moción del
señor senador.
Se necesitan las dos terceras partes de votos.
Los señores por la afirmativa, en pie.
Nueve contra ti es. (Afirmativa).
Queda sancionado el proyecto, y se levantará la se-
sión, porque la Mesa entiende qne la prórroga de la
hora era solamente para terminal esíe asunto.
Diario de Sesiones de la H Cámara de Senadores de la
República Oriental del Uruguay Sesión de 26 de eetleml^re
de 1923 Tomo CXXX, p^gs 76 a 87 Montevideo, 1925,
C286]